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DOCUMENTOS DE LA IGLESIA SECRETA III. Citas de El Simbolismo de la Rueda de Federico González Frías comentadas por La Colegiata. 2015. Tapa dura, 21 x 30 cm. 280 págs. 65 ils. b/n, 2 color.

Presentación en la Librería Alibri, Barcelona

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Quisiera comenzar rememorando el célebre pasaje de la Anunciación que aparece en las sagradas escrituras y que dice: “Hágase en mí según tu palabra”.1

Y digo esto porque es así precisamente el modo en el que está concebido este libro que hoy sale a la luz, que junto con los otros dos –publicados en su debido momento–, forman una tríada que viene a dar testimonio de un viaje extraordinario en pos del Conocimiento que puede realizar todo aquél que de corazón, se entregue a ello.

Se trata de conocerse a uno mismo,

“mediante una preparación a la sabiduría, (…) que no se dirige a la razón, sino al alma y al espíritu, y a la que podemos llamar preparación interior; (…).

Mediante esta preparación, el hombre es llevado a ciertos estados que le permiten superar el conocimiento racional al que había llegado anteriormente,”2 (…)

Se trata de un conocimiento que el hombre porta en sí, aunque en estado latente.

“Es la razón de que Platón dijera: ‘todo lo que el hombre aprende está ya en él’. Todas las experiencias, todas las cosas exteriores que le rodean, “no son más que una ocasión para ayudarle a tomar conocimiento de lo que hay en sí mismo. Este despertar es lo que se llama anamnesis, que significa ‘reminiscencia’. (…)

Es necesario, para alcanzar esto, realizar ciertos estados que avanzan siempre más profundamente hacia el ser, hacia el centro, simbolizado por el corazón y donde la conciencia del hombre debe ser transferida para hacerle capaz de alcanzar el conocimiento real. Estos estados, que eran realizados en los misterios antiguos, eran grados en la vía de esta transposición de la mente al corazón.”3

Estados en los que se va revelando que los hechos y las cosas, lejos de ser insignificantes, representan otras realidades que estuvieron siempre presentes pero que habíamos olvidado.

De ello se hace eco una tropa de actores-escritores (que han plasmado sus meditaciones en este libro), con el entusiasmo propio del dios del vino y el éxtasis, Dionisos.

Un entusiasmo, un fuego interno, generado por la chispa divina supraesencial, que está en todo lo que existe, que es causa y renovación de todo y al decir esto, estoy hablando claramente, de viva voz, del hecho genésico, del Hágase la Luz, de la fecundación por la Palabra, por el Verbo espermático, concibiéndose de este modo la posibilidad de ser… ¡y eso somos! representantes de “la potencia en la virginidad de su origen”4, emanaciones coaguladas de ese principio, del Misterio, lo que nos lleva a creer, que precisamente lo que está teniendo lugar aquí y ahora, visto a la luz de esa nueva concepción, es una dramatización sin otro fin que rememorar y recrear ahora y en todo momento ese origen primordial que estoy nombrando, la idea de eternidad, como igualmente lo rememora la idea de Tiempo que nos evoca lo que está fuera de él, o sea, el no tiempo, lo eterno, el siempre presente.

Visto así, todo es sagrado, y la vida entera, un rito que dramatizamos cumpliendo cada cual con el papel que nos toca representar.

O sea, que somos actores en el gran teatro del mundo.

Se ha dicho que “el arte, el teatro, imitan la realidad”5, “¿y qué es la realidad? Una sombra sin ningún complejo de inferioridad.”6

Vivimos en un mundo que se decanta por lo material y lo psicológico, y ello quizá signifique el tope de las posibilidades para una mentalidad acorde a esas aspiraciones, no las de aquél que reconoce la horizontalidad discursiva, como la imagen o el reflejo invertido de la verticalidad simultánea, es decir, que el tiempo lineal y sucesivo (circular mejor dicho, pues todo es curvo) es una imagen móvil de lo eterno, lo que geométricamente es análogo al símbolo del círculo o rueda que gira, y su punto central e inmóvil que la genera.

Como se ve, este es un modo de ser y encarar las cosas, muy distinto al que estamos acostumbrados en la vida ordinaria, una manera de vivir aceptando que en realidad, no sabemos nada, que lo que creíamos saber, resulta que no es más que un conjunto de cosas aprendidas que sí nos valen para manejarnos en el medio en el que estamos, pero que en realidad, no responden a las preguntas que el hombre siempre se ha hecho: de donde vengo, quién soy y adónde voy.

Desde el punto de vista individual, esas preguntas son incontestables. Tenemos nombre y apellidos, sí, y unas características psicofísicas determinadas, pero ¿eso es todo?

Tenemos un papel que cumplir, nuestra función, es la de ser intermediarios entre lo de abajo y lo de arriba, o sea, reconocer que “lo de abajo es como lo de arriba y lo de arriba como lo de abajo para que se obren los milagros de una sola cosa”7, en esto se fundamenta la realización de la Unidad, aquí y ahora, se trata nada más y nada menos que de la comunión entre el cielo y la tierra, las bodas alquímicas, la cópula sagrada, la maravilla de reconocer el origen de la creación, en cada cosa dentro de ella.

A la luz de esta novedad, no nos queda otra que asumir efectivamente que “todo lo que está en la tierra no es sino la representación de los mismos elementos que pueblan en los cielos”8, ¡eso es estar vivo! ¡Eso es manejarse con soltura en un mundo de señales que apuntan precisamente al origen primordial que estamos invocando! Eso es ser un hombre verdadero. Un Mago. “Aquél que se mueve libremente por el universo significativo”.9

Pico della Mirandola en su discurso sobre la dignidad del hombre nos dice que

“el supremo hacedor estableció que éste (el hombre), a quien no se le podía dar nada en propiedad, tuviese en comunidad lo que se le había concedido privadamente a cada una de las criaturas. Así pues, tomó al hombre, obra de aspecto indefinido, y, colocándolo en la zona intermedia del mundo, le habló de esta forma: No te hemos dado una ubicación fija, ni un aspecto propio, ni peculio alguno, ¡oh Adán!, para que así puedas tener y poseer el lugar, el aspecto y los bienes que, según tu voluntad y pensamiento, tú mismo elijas. La naturaleza asignada a los demás seres se encuentra ceñida por las leyes que nosotros hemos dictado, tú, al no estar constreñido a un reducido espacio, definirás los límites de tu naturaleza según tu propio albedrío, en cuyas manos te he colocado. Te he situado en la parte media del mundo para que desde ahí puedas ver más cómodamente lo que hay en él. Y no te hemos concebido como criatura celeste ni terrena, ni mortal ni inmortal, para que, como arbitrario y honorario escultor y modelador de ti mismo, te esculpas de la forma que prefieras. Podrás degenerar en los seres inferiores, que son los animales irracionales, o podrás regenerarte en los seres superiores, que son los divinos, según la voluntad de tu espíritu.”

Pues esta regeneración de la que tenemos noticia resulta que es prácticamente desconocida para la “civilización” en la que nos ha tocado vivir; parece que el hombre ha olvidado su verdadero origen, su idea de lo sagrado tiene más que ver con una beatitud envasada y lista para ser consumida, que con otra cosa…

Cuando una sociedad, por desconocimiento o negación, deja efectiva y operativamente de poner en práctica los Ritos, que traen al presente el origen primordial, no se regenera el mundo y deviene el caos.

Los actuales acontecimientos señalan que vivimos momentos inciertos de una realidad crudísima que hay que comerse, como “los sueños de uno mismo”10. No queda otra. Nada de mirar hacia otro lado disimulando como si no fuera con nosotros. “Estamos en el ritual del horror, aquí en el mundo moderno”.11

“pero la posibilidad de trascenderlo está implícita en el horror mismo, el que una vez conocido por sus innumerables ataques de todo tipo, una vez degustado, nos lleva mediante el paroxismo a la iluminación de dejarlo, de no tener nada más que ver con él por repugnancia, y por entrever que no va a ningún lado y que es presa del infantilismo y simultáneamente del resentimiento y que de ello tan culpables son los unos como los otros, los oficialistas y los opositores, los pacifistas y los belicosos, los revolucionarios y los conservadores, yo y el otro, que se pierden en minucias, mientras ellos mismos que creen tener tanto poder, son utilizados como títeres por fuerzas desconocidas y mucho más poderosas, que son las que verdaderamente manejan las energías de este gran teatro del mundo.

Por eso decir que no, que uno no tiene nada que ver con eso, es decir no al mundo y sus negocios económicos y políticos, sentimentales, ideológicos, pasionales, etc., etc. O sea negar la negación de la vida del hombre y del cosmos que hace al mundo moderno en que vivimos, en una época donde todo está desatado y que los profetas, unánimes, consideran un fin de ciclo.”12

No obstante, lo que la gran mayoría desconoce es que “la Luz” (la Verdad) “está siempre presente; sólo nos separa de ella, un abismo psicológico de incomprensión”13.

Se trata de ser, de concebir la existencia como lo que es: ¡un milagro!

Estoy hablando de vivir en el presente encantándonos a nosotros mismos, reconociendo que todo es un constante asombro, que “aquí no hay otra cosa sino un ahora reiterado”14, “que no vamos ni venimos”15, sino que más bien somos, que cada día es el primero y el último de la creación, que “siempre hay una posibilidad con cada amanecer”16. Y todo ello simplemente viviendo al ritmo universal, sin pedir nada, agradeciendo en todo momento lo que se nos da, que es la Vida, la posibilidad de Ser,

Y con ella, la posibilidad de salir de este sueño y engaño en el que estamos metidos.

En relación a esto, el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos de Federico González Frías, dedica una entrada a la voz “Sueño”, que comienza como sigue:

“La vida es sueño, solo venimos a dormir, solo venimos a soñar ¡No es verdad, no es verdad que venimos a vivir en la tierra!,

nos dice el cantar mexicano de Tenochtitlan. (…)

En la tradición Hindú y Budista la vida es ilusión, lo que es equiparable al sueño, imagen también presente en el clásico del siglo de oro español La vida es sueño, escrito por Calderón de la Barca, y también en Shakespeare que nos expresa:

la vida está hecha con la misma substancia que los sueños.

Despertar a la realidad de que nuestra existencia es un sueño es una de las etapas primeras y más importantes de la iniciación en los Misterios, por medio del vehículo o la Tradición que fuese. Pues se trata de algo palpable, concreto, y no un fútil juego de sombras, de fragmentos fugaces, tal como lo suponíamos creyendo en el engañoso ir y venir de los sentidos.”

Y finaliza así:

“4. El papel de despertador del sueño le cabe a la vara mágica de Hermes –en cualquier forma que éste se presente. Así es en su función de guía del alma post-mortem, o de psicopompo de la realización espiritual en esta vida, o sea, la culminación del Camino del Conocimiento, que se la debemos agradecer a su mediación.”

Y nos indica la entrada “Despertar (Despertar de la Conciencia)” que dice:

“Como su nombre explícitamente lo indica, el despertar y el ver, y el sentido de la palabra nuevo (día o vida), están íntimamente asociados, tal cual lo están asimismo el despertar espiritual (toma de conciencia), y el nuevo día (nueva vida), términos emparentados entre sí que un diccionario como este se propone difundir.

2. En la simbólica se trata siempre de un despertar espiritual. En efecto, el hombre en estado profano está dormido y necesita reaccionar y despertar a otra vida y a otro mundo, nuevo, auténtico y verdadero que se le ofrece como un camino a recorrer. En el último canto de la Odisea se describe a Hermes como convocando a las almas de los difuntos –tal cual igualmente los ha llamado a algunos en vida– con el mismo instrumento con el que los espabila, su vara áurea, su varita mágica, que le ha sido conferida para ese fin.

El despertar hermético es el inicio del camino de Conocimiento –complejo itinerario de múltiples etapas cuyo trazado no es rectilíneo sino espiral y lleno de recovecos, de tesoros ocultos, pistas falsas y traidores literales a granel–, una de cuyas estaciones terminales es el reconocimiento de nuestra más absoluta ignorancia en cualquier materia que fuese, junto con el descubrimiento de la falta de realidad de los numerosos supuestos en que nos refugiamos hasta el fin.” (…)

No quisiera terminar sin nombrar la obra que ha ido iluminando día a día a todos aquellos que libremente se entregaron a ello, dando lugar a la posibilidad del hombre nuevo. Se trata de La Rueda. Una imagen Simbólica del Cosmos, de Federico González Frías, cuyos textos publicados diariamente en forma de citas en una página de Facebook llamada Miscelánea Hermética, son el centro en torno al cual gira este libro.

Dice así:

“no hay nadie en el desván de los fantasmas de la mente. Los dioses benéficos y los maléficos son exactamente los mismos, pero invertidos. Y ambos son ilusorios. Los horrores y los éxtasis por los que atravesamos son igualmente vanos. Mientras no podamos salir de la idea de causa y efecto, seremos atormentados por nuestro karma. Pero si bien la ignorancia es dolor y sufrimiento, el saber que somos víctimas de las imágenes y los trucos mentales –aún los más sofisticados y autojustificados–, que nosotros mismos proyectamos o emitimos, es curativo e iluminador y puede liberarnos del compromiso de nuevas acciones o identificaciones con lo relativo. Puesto que no realizándolas, o no esperando nada de ellas, se convierten en simples hechos que ya no causan efecto alguno. Y este es el caso de lo que puede acontecer con nuestros egos, disfraces, máscaras, personalidades, estados anímicos, gustos, conductas y formas de vida, que no dejan de ser cosas secundarias o aleatorias.

El pensamiento analógico es mágico e igualmente es mágico el viaje del conocimiento. (…)

Y finaliza la obra diciendo:

“Y por último nos toca ahora a nosotros formular una pregunta: si aceptamos que más allá del tiempo no hay causalidad y por lo tanto no hay historia, ni personalidad. Y si consideramos que la eternidad no ocupa lugar, entonces, con toda franqueza, ¿adónde es que vamos?”

Carlos Alcolea

  
4. María Correa a partir m. 41:30 del vídeo de esta presentación
Libros

NOTAS

1 San Lucas 1, 38.

2 "Conócete a ti mismo". René Guénon.

3 Ibíd.

4 En el Vientre de la Ballena. Federico González Frías.

5 En el Tren. Id.

6 Lunas Indefinidas. Id.

7 Tabla de Esmeralda. Hermes Trismegisto.

8 En el Útero del Cosmos. Federico González Frías.

9 Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. “Mago”. Id.

10 En el Tren. Id.

11 Lunas Indefinidas. Id.

12 Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. “Horror”. Id.

13 En el Útero del Cosmos. Id.

14 Ibíd.

15 Ibíd.

16 Lunas Indefinidas. Federico González Frías.

 

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