SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 
 
EL ÁRBOL INVERTIDO (3)
ANANDA K. COOMARASWAMY
En Maitri Upaniṣad VI.4, «El Brahman tres-cuartos [es decir, el Árbol en tanto que extendido dentro del cosmos desde la tierra al cielo] tiene sus raíces arriba. Sus ramas son el éter, el aire, el fuego, el agua, la tierra, etc. Este Brahman tiene el nombre de el "Único Aśvattha". A él pertenece la energía ígnea (tejas) que es el Sol de allí, y la energía ígnea del logos imperecedero (OM); por consiguiente, uno debe adorarlo (upāsita; cf. Atharva Veda Saṁhitā X.7.21, avare ye te śākham upāsate) con este mismo "OM" incesantemente; éste es su "Único Despertador" (eko'sya sambodhayitṛ)». Por otra parte, Maitri Upaniṣad VII.11 describe la Zarza Ardiente, es decir, a Agni en tanto que Vanaspati, como abriendo sus ramas en el espacio: «Ciertamente, esta es la forma intrínseca del espacio (svarūpaṃ nabhasaḥ) en la oquedad del ser interior (khe antarbhūtasya), eso que es la energía ígnea suprema (tejas) es triple en Agni, en el Sol, y en el Soplo… eso [es] el logos imperecedero (OM), con el que, ciertamente, él despierta, asciende, aspira, y es un soporte perpetuo para la contemplación del Brahman (ajasraṃ brahma-dhiyālambam). En el tiro, eso se estaciona en el calor, eso emite luz; abriéndose y subiendo, como si fuera humo cuando hay un tiro, asciende, de rama en rama (skandhāt-skandham)». En estos dos pasajes se describe claramente el contraste entre el Árbol Invertido, en cuyo aspecto el Brahman desciende dentro del cosmos, y el Árbol erecto, en cuyo aspecto el Brahman asciende desde él; y estos dos aspectos del único y sólo Árbol son uno y el mismo Logos, en un caso en tanto que procede desde el Silencio y el No-ser, y en el otro en tanto que retorna a él. 

Bhagavad Gītā XV.1-3 describe el Árbol con igual fervor, pero finalmente como un árbol que ha de ser cortado de raíz: «Con la raíz arriba y las ramas hacia abajo, el Aśvattha es proclamado inagotable: sus hojas son los metros, el que le conoce es un conocedor de los Vedas.33 Sus dos ramas, que son los desarrollos de las cualidades, se extienden hacia abajo y hacia arriba; sus brotes son los objetos de los sentidos, y sus raíces tendidas hacia abajo son las cadenas de la acción en el mundo de los hombres. Aquí no puede aprehenderse su forma, ni su fin ni su comienzo ni su soporte último: sólo cuando se ha talado este Aśvattha firmemente enraizado con el hacha del no-apego puede darse el paso más allá de él, un paso de donde no hay ningún retorno». Aquí el Árbol se describe llanamente como enraizado a la vez arriba y abajo, y como abriéndose a la vez hacia arriba y hacia abajo. Ya hemos visto que, por así decir, el Eje del Universo es una escala en la que hay un perpetuo subir y bajar. Haber talado el Árbol es haber alcanzado su cima, y emprendido el vuelo; es haber devenido la Luz misma que brilla, y no meramente uno de sus reflejos. 

En el Mahābhārata (Aśvamedha Parva 47.12-15),34 tenemos «brotado de lo Inmanifestado (avyakta = asat de Atharva Veda Saṁhitā X.7.21), surgiendo de ello como único soporte, su tronco es buddhi, sus cavidades interiores son los canales de los sentidos, los grandes elementos son sus ramas, los objetos de los sentidos son sus hojas, sus bellas flores son el bien y el mal (dharmādharmav), y el placer y el dolor son los frutos consecuentes. Este eterno Árbol de Brahma (brahma-vṛkṇa) es la fuente de la vida (ājīvyaḥ) de todos los seres. Éste es la Madera de Brahma, y de éste Árbol de Brahma es Eso [el Brahman] .35 Habiendo cortado y talado el Árbol con el arma de la Gnosis (jñānena), y deleitándose en adelante en el Espíritu, nadie retorna de allí de nuevo». 

La bellísima descripción del Árbol Invertido como un Árbol de Luz en el Zohar (Beha ’Alotheka, con referencia a Salmos 19:6) concuerda con los textos ya citados, especialmente Ṛg Veda Saṁhitā I.24.7 según lo interpreta Śaṇkara: encontramos, «El Árbol de la Vida se extiende de arriba hacia abajo, y es el Sol que ilumina todo. Su radiación comienza en la cima y se extiende por todo el tronco en una línea recta. Está compuesto de dos lados, uno al norte, otro al sur, uno a la derecha y otro a la izquierda. Cuando brilla el tronco, primero se ilumina el brazo derecho del árbol y de su intensidad toma la luz el lado izquierdo. La "cámara" de la que sale es el punto de comienzo de la luz, llamado también en el siguiente verso, "desde el fin del cielo", que, ciertamente, es el punto de comienzo de todo. Desde ese punto él sale verdaderamente como un novio al encuentro de su novia, la amada de su alma, a quien recibe con el brazo tendido. El Sol procede y hace su camino hacia el oeste; cuando el oeste se acerca, el lado norte se apresta a su encuentro, y se junta a él. Entonces "él se regocija como un hombre vigoroso que corre su carrera" a fin de derramar su luz sobre la Luna.36 Las palabras "Cuando tú iluminas las lámparas" contienen una alusión a las lámparas celestiales, todas las cuales se encienden juntas por la radiación del Sol», es decir, en tanto que la Luz de las luces. 

En el Zohar (Bemidbar), se distinguen el Árbol de la Vida y al Árbol de la Muerte: «Pues tan pronto como cae la noche el Árbol de la Muerte domina el mundo y el Árbol de la Vida asciende37 a la altura de las alturas. Y puesto que sólo el Árbol de la Muerte tiene el gobierno del mundo (cf. Taittirīya Saṁhitā V.2.3.1; Śatapatha Brāhmaṇa XI.3.37, y X.5.1, 4), todas las gentes tienen en él un pregusto de la muerte… cuando viene la aurora, parte el Árbol de la Muerte y las gentes vuelven a la vida de nuevo por razón del Árbol de la Vida. Esto acontece de acuerdo con lo que está escrito, "para ver si hay algún hombre de comprensión que busque a Dios"». Está claro por la última sentencia que el Día y la Noche han de tomarse como símbolos, tanto como literalmente: el Árbol de la Vida pertenece a aquellos que están verdaderamente despiertos, y el de la Muerte a aquéllos que todavía están sin despertar; cf. Bhagavad Gītā II.61. 

Debemos considerar seguidamente los dos Árboles Invertidos descritos en el Purgatorio de Dante, Cantos XXII-XXV. Estos se encuentran cerca de la cima de la «montaña» e inmediatamente debajo de la llanura del Paraíso Terrenal, que está protegido por una muralla de llamas (por la cual comprendemos la «espada flamígera que giraba en todas direcciones, para guardar el camino del Árbol de la Vida» de Génesis 3:24, más bien que el Guardián de la Puerta del Sol de Jaiminīya Upaniṣad Brāhmaṇa I.3, etc.), de las cuales llamas ambos Árboles, que se encuentran en sucesión, parecen colgar, y que se representan así como dependientes en las ilustraciones de Botticelli. Si hemos de comprender estos Árboles, debemos prestar mucha atención a todo lo que se dice de ellos. El primero «tiene un fruto dulce y agradable de oler». Una fuente cae desde arriba y moja sus hojas.38 Parece que para Dante la inversión del Árbol es «para que nadie pueda subir» (cred'io perchè persona su non vada). La voz de la Virgen María «desde dentro del follaje clamaba: De este Árbol tendrás anhelo» (Canto XXII). La sombra extenuada de Forese agrega: «Desde el consejo eterno la virtud desciende dentro del agua, y dentro del Árbol dejado atrás (cade virtù nell'acqua e nella pianta rimasa retro), con lo cual yo así me consumo. Todas estas gentes, que llorando cantan, se santifican nuevamente en hambre y sed, por haber seguido el apetito en exceso. El olor que sale del fruto, y del rocío que está difundido sobre el verde, enciende dentro de nosotros un deseo de comer y de beber. Y nuestro dolor se renueva, no sólo una vez, mientras se circula este camino: Digo "dolor", pero debería decir "solaz", pues ese deseo nos lleva al Árbol que llevó a Cristo radiante a decir: "Eli", cuando nos liberó con su sangre» (Canto XXIII). Inferimos de las palabras que éste es una imagen reflejada e invertida del Árbol de la Vida, del que las almas en el Purgatorio (cósmico) están hambrientas y sedientas, pero del que no pueden participar y al que tampoco pueden escalar. 

No mucho más lejos, ni más alto, «se me aparecieron las grávidas y verdes ramas de otro Árbol… Vi gentes debajo de él alzando sus manos, y clamando algo hacia el follaje, como niños mimados y codiciosos que mendigan, y que aquél a quien mendigan, no responde, sino que para hacer su anhelo más agudo, sostiene en alto lo que desean, y no lo oculta. Entonces ellos se apartaban como si estuvieran desengañados; y llegamos ahora al gran Árbol que se ríe de tantas plegarias y lágrimas. "Sigue adelante sin acercarte a él; más arriba39 hay un Árbol del cual comió Eva, y esta planta surgió de él". Así habló alguien en medio de las ramas» (Canto XXIV). La voz cita entonces ejemplos de glotonería; es evidente que esta imagen invertida del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal sirve para la desilusión de aquellos en quienes el deseo todavía no está vencido. 

Dante está ahora a punto de emerger de la ladera empinada40 de la Montaña sobre la pradera del Paraíso Terrenal en su cima. Debe comprenderse que el «mundo» desde el que Dante ha escalado hasta aquí, y al que retornará (Purgatorio II.91-92) está allí abajo al pie de la montaña, y que el Paraíso Terrenal, desde la Caída, se ha retirado a la cima de la Montaña; Dante habla de él como «una de las cimas del Parnaso» (Paradiso I.16). Ya no está a nivel del mundo habitado, ni es una parte de la pendiente purgatorial; su posición es virtualmente supracósmica, representa la «sumidad del ser contingente» (bhavāgra). El camino hacia allí pasa a través de las llamas que, por así decir, son un «muro» (muro, Purgatorio XXVII.35) y a través de la roca (per entro il sasso, XXVII.64), cuyo «entro» debe haber sido semejante a una hendidura o a un túnel, y una puerta estrecha, pues Dante la ha llamado previamente el «ojo de una aguja» (cruna, X.16). 

La guía y conducción de Virgilio ya no son de ninguna utilidad: «Hijo», dice, «has visto el fuego temporal y el eterno, y has llegado a un plano donde, por mí mismo, yo ya no puedo discernir. Hasta aquí te he traído con sutileza y arte, ahora toma tu delectación por guía;41 estás fuera de los caminos escarpados, estás fuera de las [vías] estrechas… No esperes más mi palabra, ni mi señal» (Purgatorio XXVII.127-139). Puesto que Virgilio es todavía de naturaleza humana, no puede ir más allá; en adelante, la guía de Dante es Beatriz, «salida de la carne al espíritu» (XXX.127) y, como Sophia, más bien que como la individualidad a quien Dante amó en la tierra, un ser que ya no es «humano». Y si Dante mismo no se hubiera desvestido de su humanidad, no hubiera podido ir más allá: «contemplándola, tal (como ella era) entré adentro… Pasar más allá de la humanidad no puede decirse en palabras» (Paradiso I.67-71).42 Antes de que este cambio haya tenido lugar, Dante ya ha bebido de la Fuente de la Vida, Eunoe (fontana salda e certa, Purgatorio XXVIII.124), y ha «nacido de nuevo, como árbol nuevo renovado con follaje nuevo, puro y presto a subir a las estrellas» (XXIII.142-145). 

Desde el punto de vista de la conducta (prudencia), Hermann Oelsner resume la situación como sigue en The Purgatorio of Dante Alighiere (Londres, 1933): «La clave del Purgatorio es principalmente ética… Pero la Iglesia, en tanto que régimen, no ha de ser confundida con la Revelación (Beatriz) misma.43 El oficio propio de la Iglesia, en tanto que régimen, acaba cuando el oficio propio de Beatriz comienza»: y por consiguiente, cualquier pecado que Dante pudiera haber cometido, «lo recordará, pero como una cosa externa que ahora no pertenece a su personalidad propia».44 En adelante, el esfuerzo ya no es moral, sino intelectual y espiritual. 

Se verá que la Gran Transición (sāmpāraya, Katha Upaniṣad I.29, etc.), que para la tradición india depende de una cualificación para pasar a través del medio del Sol (Jaiminīya Upaniṣad Brāhmaṇa I.3, sigs., III.13-14; Īśāvāsya Upaniṣad 15-16, etc.), tiene lugar para Dante en los términos de la reentrada al Paraíso Terrenal, donde, al final del ascenso espiral, ve erecto ese Árbol del que comió Eva, con lo cual (según nos parece entender) lo invirtió; Dante está ahora, por primera vez, en el Ombligo de la Tierra (dentro del Bodhi-maṇḍala), desde cuyo punto,45 el tronco del arborescente Eje del Universo,46 cuya sumidad es «il punto dello stelo al cui la prima rota va dintorno» (Paradiso XIII.12-13), representa un ascenso que ya no es espiral sino directo. En otras palabras, para Dante, el paso crítico desde el nivel de referencia humano al angélico, separa el kāmaloka, que él ha dejado, del rūpaloka, dentro del que entra en la sumidad del ser contingente (bhavāgra), más bien que el rūpaloka del arūpaloka, en el que no entrará hasta que hayan sido pasados los cuatro cielos más bajos de los cielos planetarios (de los que el cuarto es el del Sol). Para nosotros, el punto de toda la cuestión es que los Árboles, que parecen ser aspectos diferentes del único Árbol, sólo están invertidos por debajo de ese punto en el que tiene lugar la rectificación y regeneración del hombre. 

Platón ha dicho también, «El Hombre es una planta celestial; y lo que esto significa es que el hombre es como un árbol invertido, cuyas raíces tienden hacia el cielo y cuyas ramas tienden hacia la tierra».47 Además, al símbolo del árbol invertido está ampliamente distribuido en el «folklore». Una adivinanza islandesa pregunta, «¿Has oído, oh Heidrik, dónde crece ese árbol, cuya copa está en la tierra, y cuyas raíces brotan en el cielo?». Una balada finlandesa habla de un roble que crece en las aguas, «hacia arriba sus raíces, hacia abajo su copa». Los lapones sacrificaban cada año un buey al dios de la vegetación, representado por un árbol con raíces colocado sobre el altar de manera que su copa estaba hacia abajo y sus raíces hacia arriba. Es enteramente posible que el símbolo del Árbol Invertido tenga una distribución y una antigüedad tan grande como la del Árbol Erecto. Lo que se ha citado bastará ya para los propósitos presentes. Para concluir, intentaremos deducir, de los fragmentos dispersos de lo que debe haber sido una doctrina consistente, su significación última. 

 
Final
 
NOTAS
33 Esta identificación del Árbol con la Escritura tiene un paralelo en el Zohar V (Balak), «De la misma manera que un árbol (el Árbol de los Salmos I:3) tiene raíces, corteza, savia, ramas, hojas, flores y fruto, siete tipos en total, así la Torah tiene el significado literal, el significado homilético, el misterio de la sabiduría, los valores numéricos, los misterios ocultos, los misterios todavía más profundos y las leyes de lo adecuado e inadecuado, de lo prohibido y permitido, de lo puro e impuro. Desde este punto [¿Tifereth?] las ramas se abren en todas direcciones, y para quien la conoce de esta manera, la Torah es verdaderamente como un árbol y, si no la conoce así, no es verdaderamente sabio». Similarmente en Paradiso XXIV.115-117, «que examinando así de rama en rama [de la Escritura] , me había llevado ahora, a fin de acercarnos a las hojas cimeras».
34 Como lo cita Śaṅkarācārya sobre Bhagavad Gītā XV.1.
35 Reminiscente de Ṛg Veda Saṁhitā X.31.7 y la respuesta en Taittirīya Brāhmaṇa II.8.9.6.
36 Es decir, para consumar el matrimonio del Cielo y la Tierra, la reunión de la derecha y la izquierda, etc. «Derramar luz» es evidentemente inseminar, como en la tradición védica; cf. Śatapatha Brāhmaṇa VIII.7.1.16 y TS VII.1.1.1, jyotiḥ prajananam.
37 Cf. en la sección Shelah Lecha, citada arriba, el Árbol de la Vida como el más alto y el Árbol de la Muerte como el más bajo. Aquí asumimos también que el árbol más bajo está invertido.
38 En el mundo Brahma, el Árbol de la Vida mismo se describe como «rezumando soma» (aśvatthaḥ soma savanaḥ), y solamente puede alcanzarse llevando la vida de Brahma (brahma-cariyena), Chāndogya Upaniṣad VIII.5.3-4.
39 El Paraíso Terrenal, aunque retirado y elevado, es todavía una parte del cosmos y, como los tres Cielos más bajos por encima de él, está todavía bajo el Sol.
40 La «pendiente» (pravat) de la tradición védica; cf. Ṛg Veda Saṁhitā I.10.2, yat sānoḥ sānum ãruhai.
41 Lo tuo piacere omai prendi per duce. Piacere es aquí precisamente el sánscrito kāma: Dante es ahora un kāmacārin, «un movedor a voluntad». De una tal moción a voluntad se habla ya en conexión con el Paraíso Solar, Ṛg Veda Saṁhitā IX.113.8 sigs., «Donde mora el Rey Sol, donde está la cerca del cielo, donde están aquellas corrientes fluentes, hazme inmortal allí donde la moción es a voluntad (yatrānukāmaṃ caranam), en el tercer firmamento celestial del cielo, allí donde están los reinos de la Luz», etc., y una y otra vez en las Upaniṣads, por ejemplo, Chāndogya Upaniṣad VIII.1.6, «El que parte de aquí habiendo encontrado ya el Espíritu [o, su propia esencia espiritual] deviene un "movedor a voluntad" (kāmacārin) en todos los mundos». Una tal independencia de moción local como la implicada aquí a menudo se significa por las «alas»; por ejemplo, en Pañcaviṁśa Brāhmaṇa XIV.1.12-13, Jaiminīya Upaniṣad Brāhmaṇa III.13.9, y Sanatsujātīya, cap. VI, se dice que de aquéllos que escalan el Árbol, quienes son Comprehensores tienen alas (paksin) y vuelan, mientras que los otros, todavía no plumados, caen; en Purgatorio XXI.51, Beatriz hace uso del mismo simbolismo cuando reprocha a Dante con la sugerencia de que desde hace mucho tiempo debería haber estado «plenamente plumado» (pennuto = sánscrito paksin).
42 Como en Chāndogya Upaniṣad IV.15.5-6, «Allí hay una persona que no es humana. Él les lleva al Brahman. Ésa es la vía de los dioses, la vía del Brahman. Aquéllos que van por ella no retornan de nuevo a la senda humana»; cf. Chāndogya Upaniṣad V.10.2 y Bṛhadāraṇyaka Upaniṣad VI.2.15 (léase puruṇo' mānavaḥ). «No retornan de nuevo» no se aplica, por supuesto, a aquéllos cuya experiencia del reino suprasolar es sólo por la vía de la visión o del ritual; los ascensos simbólicos del ritual sacrificial hacen una cuidadosa provisión para un descenso correspondiente, y si no se hiciera tal provisión, se comprende que el sacrificador devendrá loco o no vivirá mucho tiempo (Taittirīya Saṁhitā VII.3.10.3-4; Aitareya Brāhmaṇa IV.21). El ascenso ritual del sacrificador iniciado, cuyo sacrificio es de sí mismo, prefigura y anticipa un ascenso efectivo que ha de hacerse en la muerte; y aunque retorna al mundo y a sí mismo (Śatapatha Brāhmaṇa I.9.3.23), ciertamente ha puesto el pie en «esa escala que, salvo para reascender, nadie desciende» (Paradiso X.86-87). De la misma manera «Richard [de San Víctor] que, en la contemplación (a considerar) era más que hombre» (Paradiso X.130-131). Puede observarse que en este contexto podría haberse esperado una referencia más bien al raptus o excesses (= samādhi ) que a la consideratio (= dharaṇa); debe comprenderse que la etapa inicial de la contemplación representa su consumación. 

Que Dante mismo ha devenido ahora un «águila» (suparna) está implícito además en Paradiso I.53-54, «Yo fijé mis ojos en el Sol, transcendiendo nuestra costumbre», asemejándose así a Beatriz también en este respecto (Paradiso I.46).

43 La distinción islámica entre shari'at (Ley) y qiyāmat (Resurrección).
44 «A un tal, ciertamente, no le atormenta el pensamiento: "¿Por qué no he hecho yo el bien? ¿por qué he hecho yo el mal?. El que es un Comprehensor de ello, redime a su esencia espiritual de estos dos pensamientos"» (Taittirīya Upaniṣad II.9); «Él llega al Río de la Incorruptibilidad (vijarā). Lo cruza con el intelecto (manasā). Allí se sacude sus buenas obras y sus malas obras… Limpio de ambas, como un conocedor del Brahman, él va al Brahman» (Kauṇitakī Upaniṣad I.4); «El Brahman es sin formas o características… El medio por el que puede ser aprehendido es una comprensión ya purificada de la conducta… No está prescrito en la Regla de la Liberación que "Esto debe hacerse" o "Eso no debe hacerse"; en esta Regla, el conocimiento del Espíritu sólo depende de la visión y de la audición» (Anugītā 34); «Quienquiera que nace de Dios, no puede pecar» (San Juan 3:9); «Si vosotros sois llevados por el Espíritu, ya no estáis bajo la ley» (Gálatas 5:18).
45 «El clavo que sujeta el crucero al poste vertical en medio de él es el arrepentimiento y la conversión de los hombres» (Hechos de Pedro, 38). Nosotros consideramos que el plano del «crucero» es el terreno del Paraíso Terrenal elevado, y que en el simbolismo cósmico de la Cruz todo lo que está por debajo de este plano está invertido, y todo lo que está por encima de él está erecto. Quizás podamos presentar una imagen más clara de esto: supongamos que estamos situados al pie de la Cruz y que el espacio entre nosotros mismos y el crucero es un agua, cuya «otra orilla» es el plano del crucero, y que la parte superior del poste vertical por encima de este plano es el tronco del Árbol de la Vida como fue plantado por Dios en el Jardín: lo que vemos en nuestra inmediata cercanía es una imagen invertida con las raíces arriba y las ramas abajo, y más allá de esta imagen está su fuente, el árbol real elevándose erecto; y sólo cuando alcanzamos la «otra orilla» ya no vemos el árbol invertido, que ahora está, por así decir, bajo el pie. El Árbol es siempre el mismo Árbol, sólo cambia nuestra relación con él. Al mismo tiempo, podemos observar también que el árbol reflejado es siempre de aspecto variable debido al movimiento del agua por la cual puede ser ocultado enteramente de nuestra vista, y que ambos árboles pueden ser ocultados por la niebla; en cualquier caso, alguien cuyos ojos se dirigen a lo que está debajo del pie, y que no tiene ninguna otra orilla en la mente, verá naturalmente el árbol invertido antes que su prototipo, la visión del cual requiere una mirada más elevada.
46 El kāsthā, como objetivo final en el sentido de Taittirīya Saṁhitā I 7.8.2 y Katha Upaniṣad III.11; cf. Jaiminīya Upaniṣad Brāhmaṇa I.20.3.
47 Estoy obligado a tomar esto de segunda mano (o más bien de tercera) de Holmberg «Der Baum des Lebens», pág. 56. Las citas inmediatamente siguientes son de la misma fuente, donde pueden encontrarse las referencias originales. La obra de Holmberg contiene también una vasta suma de material comparativo sobre el Árbol de la Vida erecto, del que haremos uso igualmente en otra ocasión. 

Todo lo que he sido capaz de encontrar en Platón sobre el Árbol Invertido es que, aunque «es suspendiendo nuestra cabeza y raíz de esa región de donde vino primero la sustancia de nuestra alma, como el Poder Divino mantiene recto todo nuestro cuerpo», en la medida en que un hombre decae de su propia naturaleza, por así decir, deviene como un animal cuya cabeza se acerca a la tierra, una condición que se realiza más plenamente en las cosas que reptan (Timeo 90 sigs.). 

La sentencia que acaba con «mantiene recto» puede compararse con Aitareya Brāhmaṇa VII.4, donde Aditi, la (diosa) Tierra, discierne el cenit, y «es por eso por lo que sobre esta tierra las plantas crecen rectas, los árboles rectos, los hombres rectos, Agni es encendido recto, todo lo que hay sobre esta tierra se levanta recto, pues éste fue el punto cardinal discernido por ella». Cf. Śatapatha Brāhmaṇa III.2.3.19.

 
A. K. Coomaraswamy
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