ALGUNAS NOTAS DISTINTIVAS ENTRE ESPIRITU Y ALMA
ALBERTO BUELA *
 

A Alberto Wagner de Reyna, in memoriam(*)

Algo sobre el espíritu
Comúnmente, en la vida cotidiana, los conceptos de espíritu y alma se tornan intercambiables, así se puede decir en forma admirativa: ¡qué alma que tiene fulano! o ¡qué espíritu que tiene mengano!. Con lo cual queremos manifestar muchas cosas pero en realidad no decimos casi nada.

El término espíritu proviene del latín spiritus que significa: soplo de aire, aliento, emanación. Los griegos tenían el vocablo nouV (nous) que se tradujo por mens-mentis = mente, inteligencia, pero también el de logoV = (lógos). Esta palabra presenta tantos problemas que se han encontrado setenta y dos acepciones distintas.
El término empleado en las sagradas escrituras fue to pneuma (pneuma) viento leve, hálito. A diferencia con (nous), más vinculado al mundo del sujeto, (pneuma) posee una connotación cósmica.
Vemos entonces como ya en la aproximación etimológica espíritu quiere significar dos cosas: tanto soplo vivaz, vigoroso, despierto; como inteligencia, mente o inspiración.
Según la más antigua tradición filosófica, el espíritu es caracterizado como el portador del yo, entendido este en dos niveles: como yo primordial = Dios y como yo personal. El espíritu fue interpretado, a su vez, como reflexión, como conocerse a sí mismo. Así el yo primordial, no creador como en la cosmovisión cristiana posterior, pero sí causa motriz del mundo, fue definido como pensamiento que se piensa a sí mismo;  h nohsiV nohsewV nohsiV =  hé nóesis noéseos nóesis)1. Mientras que a nivel del yo individual se manifestó en el precepto del oráculo de Delfos:  conócete a ti mismo = gnvsqi seauton = gnosti seautón.
Tenemos así el primer rasgo del espíritu: la conciencia o conocimiento de sí y esto lo logra por la reflexión, por su capacidad de poder reflejarse = reflexio a sí mismo. Y esto lo logra a través de la especulación speculum = espejo que es la función de la inteligencia = intus legere, cuando ejercita toda su capacidad: lee adentro, como indica su etimología. Vemos cómo se imbrican los dos significados de espíritu en la descripción de su naturaleza y actividad.

El segundo rasgo del espíritu, a nivel del yo primordial, es la libertad, que está implicada originariamente en la conciencia de sí y la autodeterminación del espíritu. Mientras que a nivel del yo individual va a estar definida por los actos determinados de querer del individuo, el libre albedrío.

El espíritu definido como portador del yo, (teológicamente definido como: ego sum qui sum) o mejor aún, cuya centralidad es el Yo, tiene dos rasgos fundamentales: la conciencia de sí y la libertad. Ahora bien, lo característico del espíritu es que se contrapone al mundo, aun cuando éste es un producto transformado por el espíritu. En primer lugar el espíritu rompe con el mundo de los sentidos y desdeña las comidas, las bebidas, lo erótico. Se opone, estrictamente hablando, no al mundo sino a la mundanidad del mundo, pues: el reino del espíritu no es de este mundo.
En un segundo momento el espíritu se eleva sobre el mundo, o mejor, sobre su mundanidad. Así se aleja, en la experiencia exclusiva de la santidad, en el momento en que se produce su éxtasis espiritual, luego de haber pasado por la noche oscura según cuenta San Juan de la Cruz. De ese modo se eleva, se abre a todos los vientos y despega de las cosas del mundo en el fenómeno de la levitación tomado habitualmente como muestra sensible de santidad.

El espíritu no debe confundirse con el yo individual, pero cuando éste se liga al espíritu se produce el verdadero desapego de los intereses personales y de las cosas de este mundo, de la mundanidad del mundo. Ello explica que históricamente haya sido la ascesis monástica, con sus reglas, la que le ha brindado al hombre el mejor camino a la vida del espíritu. Todos los otros métodos de acceso a la vida del espíritu son espurios, al menos si tenemos en cuenta sus frutos. Aun cuando los Beatles busquen en los gurús de la India, que Madonna lo haga en la Cábala hebrea, que Victoria Ocampo lo busque en Rabindranat Tagore o que los ricachones occidentales lo hallen en el Dalai Lama, todo esto lo único que muestra, es que también el espíritu se puede mundanizar y se puede perder. Entre las cosas valiosas que Occidente ha olvidado y el mundo ha perdido, una de ellas es la ascética católica en su versión medieval. Así los pocos monjes que hay, han quedado reducidos –merced al turismo cultural– a la exterioridad del canto gregoriano, ignorándose por completo que dicho canto nace de la mayor y más profunda ascesis monacal. Sin esto por debajo, hasta el canto gregoriano nos ata a los sentidos y viene a cumplir una función contraria a la propuesta.

Ya sé, no va faltar quien me reproche: ¿pero esto no es democrático?. ¿Ud. les niega acceso a la vida del espíritu a las otras religiones o cultos?. El espíritu, su vida y su acceso no son democráticos. La relación es siempre jerárquica pues implica mayor o menor plenitud y además es personal, esto es: única, singular e irrepetible.
Es sabida la respuesta de Santa Teresa cuando se le preguntó acerca de qué es el Cielo y cómo se van a relacionar los hombres allí, a lo que respondió: el Cielo es la felicidad y plenitud de cada uno en su máxima medida. Lo imagino como un mundo de copas llenas al tope, pero cada una según su capacidad, así las habrá grandes, chicas y medianas.
El pluralismo religioso, sano y bueno para la vida del mundo, donde la religión es un gran naranjal donde cada uno recoge la naranja que más le place, no nos asegura el acceso a la vida del espíritu. Cualquiera que se haya detenido un poco a estudiar las distintas ascesis reconoce rápidamente que la única prueba histórica, el único método enseñable y que además respeta la libertad del hombre es la ascesis católica medieval. El resto, en el mejor de los casos, produce una higiene mental en el yo individual, siempre útil, pero no suficiente. Y si no alcanza lo anquilosa, lo detiene y finalmente lo hace retroceder, de allí el principio por excelencia de la más profunda mística: en la vida espiritual el que no avanza, retrocede.

Es que en orden a la vida del espíritu no basta, no alcanza, con que aquellos que profesan una creencia crean en lo que dicen creer, porque la verdad de la fe no es algo subjetivo como la opinión, pues como afirma un pensador de las postrimerías como Wagner de Reyna en su último trabajo: "Lo que se cree por la fe no depende del acto de creer sino de aquello que éste muestra"2.

Algo sobre el alma
Es sabido que cuando se desea introducir en el estudio de algo que se desconoce hay que hacerlo, primero, a través de la investigación sobre los términos básicos y sus prístinas significaciones.
Nuestro término alma viene del latín anima= soplo, aire, aliento. Que a su vez proviene del griego anemoV = viento. Y en griego alma se dice yuch = soplo, aliento de vida. Vemos como tanto en griego como en latín el término alma quiere indicar la idea de soplo o aliento vital.
Así, como vimos que espíritu se dice en griego: o nouV  y to pneuma (el espíritu o lo espiritual), alma se dice: h yuch (la alma). El carácter de femenino, pasivo y lunar del alma (que nuestra lengua perdió) se conserva en las expresiones como "me duele el alma", "tormentos del alma", "angustias del alma". El alma es lo interno natural mientras que el espíritu es lo externo, o mejor excéntrico. El alma está vinculada con la oscuridad, con la oquedad, en tanto que el espíritu con la luz, es lo solar, lo masculino.
Los filósofos griegos y cristianos que fueron los grandes pensadores sobre el alma la definieron como: forma corporis, como forma del cuerpo. De alguna manera rompieron con el organicismo romántico de la época heroica de relacionar el alma antes que nada con el espíritu y lo hicieron con el cuerpo. La doble paradoja que se plantea es la siguiente: el alma como eidos=forma significa lo visto, pero al mismo tiempo psyché=alma es no visible. Y por otra parte, el cuerpo humano es tanto visible como vidente, pues es el mismo cuerpo quien es visto y quien ve, como observó Merleau-Ponty. Esta doble paradoja viene a mostrar que no podemos estudiar el cuerpo como una cosa cualquiera del mundo, pues no hay aquí dualidad sino unión indisoluble, y al mismo tiempo que el alma humana que se toca con el espíritu y se transforma en alma espiritual y de este modo se abre a <todos los vientos> que trascienden al mundo Y se hace también < metafísica >: el alma humana pertenece tanto al tiempo como a la eternidad.

A su vez, el pensamiento cristiano crea una nueva categoría, la de persona, que es la que se va a relacionar con la de espíritu, dejando la de alma para relacionarla con el cuerpo. Así la persona va a ser entendida como el centro activo en que el espíritu se manifiesta. Sea la persona divina o la persona humana. Y este espíritu y esta persona va a ser entendida como acto puro (Dios) y plexo de actos (el hombre). La singularización del hombre, aquello que lo diferencia sustancialmente del animal es que el hombre es persona, porta espíritu y con él sus rasgos de: autoconciencia y libertad.

El alma va a representar el elemento de la vida, va a ser el principio vital, sea vegetativa, sensitiva o racional. Ella va a animar al cuerpo, mover al cuerpo, cuando éste deja de moverse decimos que está muerto, que el alma se fue, deja de darle forma al cuerpo y entonces el hombre, el animal o la planta se desforman, pierden la forma y mueren.

Ahora bien, como es sabido el alma no está localizada en ningún punto del cuerpo como pretendían los filósofos modernos (poca ciencia aleja de Dios, mucha acerca) con Descartes a la cabeza, en contra de lo sostenido por los filósofos medievales que simple y profundamente afirmaban que era: forma corporis.
El alma volvió, en el siglo XX, a ser entendida como forma del cuerpo, en el sentido de que el hombre constituye una unidad psicofísica sustancial. Lo que plantea no ya una cuestión filosófica, stricto sensu, sino teológica, y es la siguiente: ¿Si el sentido del alma es informar a un cuerpo, es un sin sentido pensar un alma separada de un cuerpo como ocurre con la muerte?.
Esto ha desvelado a las más lúcidas cabezas del siglo, pues el alma a través de su cuerpo tiene una relación real con el universo material, entonces ¿el alma pierde en la separación de su cuerpo su relación con el mundo material?. A lo que el teólogo Karl Rahner responde: "Si la respuesta es afirmativa la muerte convertiría al alma en un ser acósmico, trascendente al mundo... y si es negativa el alma se abre a una relación pancósmica con el mundo".3

La segunda respuesta es la que da Max Scheler cuando va a sostener que: la vida psicofísica es una para todos… y no existe el menor motivo para distinguir al hombre del animal por su vida psíquica… ni atribuir al alma del hombre un destino especial como hace el creacionismo"4, cayendo en un panpsiquismo cosmológico al final de su brillante carrera de filósofo.

Lo cierto es que como la relación del alma con su cuerpo es trascendental, es decir, una relación identificada con el alma misma en su ordenación a un cuerpo, esta relación permanece después de la separación del alma y el cuerpo, lo que indica que la reinformación del alma respecto a su cuerpo es inmediata. Así la identidad del cuerpo resucitado con el anteriormente informado no sólo es idéntica sino inmediata.

 
NOTA
* [Del mismo autor: "Breve nota sobre los ángeles" y "Empédocles, el último arcaico".]
(*)

El eminente filósofo peruano acaba de fallecer en París a los 92 años el 9 de agosto de 2006. Su última carta, escrita en dos días 22 y 23 de julio, es sobre este tema en donde ante una consulta nuestra nos responde:

Querido Tocayo: Muy interesante su artículo y muchas gracias por amable mención de mi último trabajo. Tiene usted razón: es arduo el tema <espíritu>, y especialmente <espíritu y alma>, por ello nunca me he aventurado a tratarlo de frente.
Algunas consideraciones sobre su artículo:
Etimologías. - Deja usted de lado PNEUMA (hálito, leve viento benévolo = spiritus) empleado en las sagradas Escrituras. No indica que <alma> viene de <anima> y que ANEMOS significa precisamente <viento> y que PSYCHE se refiere, en primer término, a la respiración, aliento, como vida.
(Anecdóticamente le contaré que el AD 1935 asistí en Berlín a todo un semestre universitario de Nikolai Hartmann sobre el espíritu. Lo dividía en tres: Subjetivo (en alma individual), objetivo (del pueblo) y objetivado (obra de arte). El primero está inmerso en el segundo y ambos se expresan en el tercero.)
Continuación mañana...........................

Nuestra respuesta:

Muchas gracias querido Profesor y Tocayo: Esto era lo que quería de Ud. que me fuera haciendo estas sabrosas y medulares observaciones, que es lo que me faltaba. Por favor, sígame escribiendo así, por etapas y en la medida en que esté con "animus", de modo que yo mismo lo pueda ir completando el trabajito. Un abrazo. Alberto Buela

Segunda carta 23 de julio de 2006:

Continuación.
Creo que ha visto usted muy bien el asunto. El alma es el EIDOS (forma) del hombre, y con ello de su cuerpo.
(Aquí hay una paradoja, pues EIDOS significa <lo visto> y el alma (PSYCHE) no es visible!!!!) Es la cúspide natural (<física>) del hombre, visto desde el mundo (órganos, pasiones, situación, etc.) que se toca con el espíritu (alma espiritual) y de este modo se abre a <todos los vientos> que trascienden al mundo Y se hace también <metafísica>: el alma humana pertenece tanto al tiempo como a la eternidad.
Con el Cristianismo, el hombre, si es cristiano, se inclina más hacia el lado trascendente: es el ANTHROPOS PNEUMATIKOS, de que habla san Pablo.
Si tiene usted tiempo e interés en el alma en Aristóteles, le recomiendo leer: Alberto Wagner de Reyna: El concepto de verdad en Aristóteles (Segunda parte) en Revista de Estudios Clásicos de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Tomo VII, 1960, pág. 1 -79.
Encontrara allí un comentario al libro tercero DE ANIMA que incide en la problemática de su articulo, que me parece –como le dije– muy interesante y valiente.
El calor es sofocante. Los años pesan sobre la salud. Lo que Dios quiera!
Fuerte abrazo. Alberto

1 Aristóteles: Metafísica 1074 b 33.
2 Wagner de Reyna, Alberto: Verdad y Fe, Roma-Segni, IVE, 2006, p.47.
3 Rahner, Karl: Sentido teológico de la muerte, Barcelona, Herder, 1969, pp.21 y 22.
4 Scheler, Mac: El puesto del hombre en el cosmos, Buenos Aires, Losada, 1967, pp.103 y 104.
 
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