HISTORIAS DEL AGUSTINO
GUSTAVO F. J. CIRIGLIANO*
AMÉRICA EXPERIMENTAL: LAS MISIONES

Uno se pregunta: ¿es posible otro tipo de sociedad? ¿Otro tipo de gobierno? ¿Otra clase de política y de políticos? (planteaba el Agustino según su estilo lanzador de preguntas entre retóricas y estimulantes... Y sin esperar continuó:)

En busca de otro tipo de sociedad uno se puede volcar al pasado americano para encontrar líneas de inspiración. Porque la Argentina, no olvidemos, (recordaba) ha recorrido siete proyectos de país. Y ése es un pasado que hay que asumir. Y reconocer que la historia es fuente de inspiración y que conviene hurgar en los proyectos.

Me vienen a la mente y a la vista los dos ejes geopolíticos principales de la Argentina que son realidades innegables, condicionantes y si se quiere posibilitantes o impedientes. Los ejes tienen una fuerza especial, condicionan, diferencian, originan, provocan. Uno es el eje de los ríos, el fluvial, Mesopotamia, Cuenca del Plata y el otro el de la cordillera o eje Andino. ¿Qué hay en el eje fluvial que lo torne atrayente para que ciertas historias y realizaciones sucedan en él? ¿Qué fuerza, qué poder, qué magia despliega, a qué realizaciones convoca?

Y lo primero que recuerdo son las Misiones Jesuíticas también denominada República Cristiana. Que (aseveró) yo considero como la única utopía realizada en Occidente.

1. Las Misiones Jesuíticas o la República Cristiana
Antes que nada son pasado e historia argentina. Son uno de sus proyectos de país. Una experiencia que acontece en el mismo territorio y escenario que hoy tenemos. Que duró unos 170 años, que no es poco para un país que suele repetir que nació en 1810, ignorando o regalando ¿a quién? los nueve siglos de "los habitantes de la tierra" y los tres siglos de la "Argentina hispana". El proyecto jesuítico se podría sintetizar así: el Reino de Dios en la tierra es posible y realizable con cualquier pueblo aún los considerados primitivos o no civilizados. Resumo. (El Agustino parecía haber llegado a su tema). Entre 1605 y 1768, año de su expulsión, los jesuitas habían iniciado y concretado un experimento social excepcional, singular, utópico, que tales caracterizaciones ha recibido. Los siguientes datos están tomados de C.A. Floria y C.A. García Belsunce: Historia de los argentinos, Bs.As. Kapelusz, 1971, pág 171 y ss. De J.A. Ramos: Historia de la Nación Latinoamericana, Bs.As., A. Peña Lillo, 1968, pag. 88 y ss. Y de E. Palacio: Historia de la Argentina, Bs.As. A. Peña Lillo, 1957.

J.A. Ramos señala: "La acción de los jesuitas en las Indias adquirirá un carácter profundamente diferente de la llevada a cabo en el Viejo Mundo".

Se empeñan (prosigue el Agustino) en el extraño proyecto de construir una sociedad nueva que respete las características indígenas, que potencie sus mejores cualidades, que los tenga como sujetos protagonistas, que los introduzca en dimensiones universales del saber y de la cultura (no conflictivas con lo propio) y que inaugure un nuevo estilo de relaciones sociales con predominio de la solidaridad por sobre el interés individual y egoísta.

2. Un verdadero Proyecto de País.
En la región de las Misiones, treinta pueblos, trece sobre las márgenes del río Paraná y 17 sobre el río Uruguay, llegaron a tener una población de casi 100.000 habitantes, cuando Buenos Aires tenía 22.000 habitantes y Córdoba 7500 en 1770. Sarmiento trae la siguiente versión: "Se contaban, en 1717, en la sola provincia de Guayra, entre [los ríos] Paraná y Uruguay, 32 reducciones muy numerosas y 171.168 indios, todos bautizados por los Padres de la Compañía de Jesús".

Floria-G.Belsunce la califican como "excepcional experiencia apostólica y cultural"... J.A. Ramos: "original experimento social" y E. Palacio como experiencia en gran escala de un "sistema que resultaría en América una fórmula nueva y exitosa". Cada pueblo o ciudad tenía de tres a cinco mil habitantes. Cada familia contaba además de vivienda con una porción de tierra de cultivo. Parte de la producción era particular, pero en general la propiedad era comunitaria. A su modo resulta un anticipo de "La Comunidad Organizada" (insinúa el Agustino). El fruto del trabajo era para toda la comunidad. Además de casas, los pueblos disponían de cementerio, vivienda de los padres jesuitas –que eran dos por pueblo–, almacenes para la conservación de los productos, y talleres, y escuelas. "Los indígenas vivían así protegidos, no poseían prácticamente nada a título privado, pero no les faltaba nada tampoco" (Floria-G.Belsunce).

Interesa hacer presente que este verdadero "proyecto de país" rigió durante 170 años y que produjo magníficas iglesias (alguna de cinco naves con capacidad para 3000 personas), con esculturas, obras de arte, altares, imágenes. Asimismo una imprenta construida por los mismos habitantes que comenzó a publicar en 1700. El sistema de propiedad, de producción y de distribución permitió que las poblaciones crecieran y prosperaran. Los jesuitas se comprometieron con la causa de los indígenas y para ello empezaron por tratarlos como seres humanos.

3. El Campo de Dios y del Hombre
Las tierras –según los historiadores– estaban divididas en el Campo o la Tierra de Dios cuya explotación se destinaba a la inversión en obras de interés común, a la adquisición de instrumentos y herramientas, construcción de edificios, compra de semillas, arados, animales de labranza y de carga, y elaboración de vestidos. Y el Campo del Hombre subvenía a las necesidades del indio y de su familia. Se cultivaba –según se afirma– oficios, artes y técnicas: carpintería, sastrería, telar, sierra, torno, fragua, herrería, relojería, artesanías, fundición, músicos, cantores, actores de teatro. Incidentalmente, el famoso músico barroco Doménico Zipolli, de quien en Europa no se tenía noticia de su vida ni luego de su muerte, estuvo en las Misiones y posiblemente murió en alguna de ellas. Cabe destacar que el saber más moderno y la cultura más alta tuvieron cabida. Se construyeron órganos y violines, algunos de los cuales se vendieron en Roma. Los habitantes reproducían encajes de Bramante, copiaban misales, fabricaron trompetas como las de Nurenberg y relojes como los de Ausburgo. Pero también cañones para defenderse de los permanentes ataques de los mamelucos.

No se conocía el dinero. Los comerciantes no tenían directo acceso a las misiones. La enseñanza y actividad cultural era en guaraní. Se aprendía religión, gramática, música, humanidades y conocimientos técnicos.

"Esta experiencia elevó –dice Jorge Abelardo Ramos– a 200.000 guaraníes en la escala de la civilización e impidió el latifundio". El experimento se truncó pero duró más de un siglo y medio y demostró la posibilidad fáctica de que en este eje geopolítico se pudo ¿y se puede? vivir de otro modo.

4. Puntos de vista
La experiencia fue objeto de análisis por parte de pensadores y estudiosos. Sarmiento en el primer tomo de su "Conflicto y armonías de las razas en América" la analiza en el capítulo primero. Es interesante su juicio por cuanto a pesar de que su enfoque es el de la modernidad liberal, –que lógicamente condena que no hubiera dinero y critica el carácter teocrático y las conductas de dependencia– no deja de dar información de interés. También Lugones tiene una actitud crítica en su libro "El Imperio Jesuítico". Según me han dicho (señaló el Agustino) referencias sobre este fenómeno social se encuentran en Rousseau y en Marx. Lo curioso es que los argentinos no nos interesamos por nuestra propia historia.

¡Cómo se enlazan las historias! En la capital de las Misiones, Yapeyú, nacerá el protagonista del Proyecto Independentista, el General San Martín. Uno se puede preguntar:¿qué vio, que vivió allí que lo llevara a la libertad de América?

(¿Qué sabe Vd. –preguntó Esteban– sobre un grupo de negros que por el 1600, y escapando de su esclavitud, fundaron en Brasil una república independiente con una ciudad gobernada por ellos que llegó a albergar 30.000 ex esclavos, duró un siglo y no fue la única experiencia de esa naturaleza?).

Alguien nos va a informar sobre esta historia.
(anticipó el Agustino) Para hacer la Unión Sudamericana se requiere armar una historia común y recurrir a experiencias que nos unieron o acercaron en el pasado. Y están preñadas de futuro. (Y finalizando dijo:)

Porque no basta con no querer esto que existe hoy, Hay que querer lo otro. Que no es simplemente la negación de esto. (Y así concluyó).

Buenos Aires, marzo de 2002 - enero 2005.

 

NOTAS
* Argentino. Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires. Ha sido profesor de Filosofía de la Educación en varias universidades de Argentina, América y España. Autor de Filosofía de la Educación (1967) y de varios otros libros sobre estos temas. Actualmente miembro de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria.
   

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