ORIENTE Y OCCIDENTE. Luis Racionero. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993. 220 págs. 
El título de esta obra es particularmente significante para nuestro colectivo puesto que es el mismo de una obra homónima de René Guénon aparecida en 1924; sin embargo, el tema es tan vigente como entonces y en definitiva la conclusión de Racionero es la misma que la de Guénon: existe una supremacía intelectual (entre el mundo de Oriente con respecto al ámbito cultural y al ser humano occidental). 

Esta obra es un panorama de las ideas y la cultura contemporánea en relación con valores perennes que son propios en general de las civilizaciones orientales, y que están enraizados en cualquier cultura comenzando por la que heredamos de los griegos, alejandrinos, romanos, hebreos, árabes, etc., es decir, también en nuestra herencia occidental pues constituyen las entretelas más profundas del ser humano. 

La facilidad de explicar conceptos complicados para una mente que aún no se ha entrenado en ellos de manera sencilla y clara, buscando el ejemplo simple, a veces obvio, para expresar pensamientos filosóficos como ha sido común entre los sabios, especialmente en el Taoísmo, es el primer mensaje de este libro donde el privilegio de la lucidez se une a lo nítido de la exposición -aunque no se comulgue con todo ello-, e incluso no se participe de todos los supuestos de Luis Racionero, y por lo tanto no se arribe a idénticas conclusiones. 

Debemos destacar la universalidad y amplitud de miras de las observaciones y el discurso, muestra de un tipo de análisis que, sin caer en la futurología, plantea nuevas perspectivas al punto de vista individual y grupal y ofrece la posibilidad de un despertar de imágenes y conceptos bastante manoseados por el mal uso que se hace de ellos. 

Pero a la par nos preguntamos si esta exposición del pensamiento oriental es aún válida para los pueblos que la generaron, y se podría poner esto en duda acudiendo sólo al ejemplo de la invasión japonesa al continente (China, Corea, Mongolia, etc.), hecho muy reciente del que ha quedado registrado tanto la crueldad ejercida sobre otros supuestos "hermanos" orientales, como la asimetría que caracteriza a ciertos grupos de la India y el Extremo Oriente, análoga en cierto modo a la que enfrenta a distintas facciones del Islam. 

La tragedia es aquel género literario caracterizado por un dilema cuyo discurso, cada vez más acrecentado y múltiple progrede vertiginoso, y sobre todo, inevitable, de modo fatal, hacia su propio fin; lo mismo sucede con una piedra que se deja caer desde una torre, la cual va aumentando su velocidad de modo geométricamente proporcional. Esto es lo que sucede con los tiempos modernos, como ha sucedido con otras culturas a lo largo del tiempo, temas muy conocidos por las civilizaciones orientales, las cuales sí contemplan cómo se reproducen los misteriosos giros y ciclos de la Rueda de la Vida y sus designios; personalmente creemos en la salvación individual, e incluso grupal y eso intentamos, pero a esta altura del campeonato pensamos que es imposible una reconversión social, así como los personajes de la tragedia no pueden huir de su Destino. 

En todo caso se agradece mucho la brillantez e inteligencia de estos textos, la síntesis que encierran y la forma en que están expresados, y aunque no participemos de todos sus supuestos y conclusiones es obvia la envergadura del análisis con respecto a la que nos tiene habituados la especulación literal y "oficial", pretendidamente filosófica. 

Señalaremos para finalizar la interesantísima exposición sobre la física cuántica -el mundo de lo infinitamente pequeño- entendida de manera ejemplar, lo cual no tiene por qué estar relacionado necesariamente con todas las conclusiones que otros autores como F. Capra sacan de ello; aunque la participación del "observador" que se transforma en sujeto del hecho creativo es una realidad, no una hipótesis. F. G. 

 
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