TRATADO SOBRE LAS LEYES. MEMORIAL A TEODORO. Pletón (Jorge Gemisto). Estudio preliminar, traducción y notas de F. L. Lisi y Juan Signes. Editorial Tecnos, 1995. 166 págs. 

La introducción biográfica de los autores, nos presenta al filósofo hermético J. G. Pletón, que vivió en Bizancio en el s. XIV, como consejero de emperadores, gran magistrado en la corte de Morea -Peloponeso-, señor feudal de dos fortalezas en su capital Mistra, vecina de la antigua Esparta y observador invitado al Concilio de Ferrara-Florencia. Cosme de Médicis, asistente al mismo por parte latina, después de escucharle decidió reabrir la Academia platónica, después de diez siglos, en Florencia; encargando a M. Ficino la traducción del Corpus Hermético y del Corpus Platónico y neoplatónico. 

Fue introductor en Mistra, a los mitos y misterios iniciáticos de Zeus y Zoroastro, a través de las Ideas de Platón, transmitiendo enseñanza oral y secreta a un grupo de discípulos. 

En un primer viaje de juventud, visitó Brusa y Adrianópolis, capitales antigua y nueva del imperio Otomano. Trabando relación con Elíseo el judío, -conocedor de Aristóteles-, en contacto, por un lado, con judíos hispánicos y por otro con los representantes de la escuela de Al-Suhrawardi (s. XII d. C.), transmisor de la sabiduría de Hermes y Zoroastro. Escuela que relacionaba los arquetipos o ideas de Platón con los términos de la angeología zoroástrica; una de sus dedicaciones fue revitalizar la obra de Avicena (s. X), por aquel entonces reducida a una interpretación filosófica aristotelizante, lógica y formalista. 

Pletón comentó los Oráculos Caldeos, uno de los textos esenciales del hermetismo. También dio curso a obras que manifestaban su interés por otras formas tradicionales como: La Historia de Medos y Persas, La Historia del Islam, La Campaña de Alejandro Magno, Los Reyes de Macedonia y Descripción del País de Tesalia. 

Tratado sobre Las Leyes es un documento que bien pudo ser el código de la escuela iniciática de Mistra. De esta obra nos han llegado fragmentos del índice y algunos capítulos íntegros, conservados por el copista y aristócrata normando Raúl Cabaces; puesto que después de la muerte de Pletón, este tratado, juzgado herético respecto a la teología ortodoxa, fue quemado por el monje bizantino Jorge Escolario instigado en ello por la emperatriz. 

En el capítulo titulado Los maestros de las mejores doctrinas se ve que Pletón reconocía una filiación tradicional de enseñanzas que remontaba a Zoroastro y Eumolpo -fundador mítico de los misterios de Eleusis-. Citando también a sabios legisladores de la antigüedad, como Minos y Licurgo para cretenses y espartanos, respectivamente. Los brahmanes de los Hindúes y los magos de los Medos. Los Curetes de entre los griegos, que recuperaron, dice, la doctrina de la segunda y tercera generación de dioses, creencias entonces abandonadas a causa de los gigantes. Pasando también por los antiguos sacerdotes, profetas, adivinos y sabios, en una cadena, que llega hasta los Filósofos: Pitágoras, Platón y neoplatónicos como Plotino, Porfirio y Jámblico. 

De entre lo preservado por R. Cabaces, destacan los capítulos dedicados a: la generación de los dioses, los nombres de los dioses, Las Invocaciones a los dioses, Los Himnos a los dioses y La Instrucción para su utilización ritual. 

Los Himnos son veintisiete, de nueve versos cada uno; para ser cantados en el ciclo horario y entonados según la medida hexamétrica del metro heroico -con una sílaba larga de dos tiempos y dos breves de un tiempo. 

Sigue el capítulo que proporciona la Introducción ritual para la utilización de las invocaciones e himnos según calendario anual, mensual, semanal, diario y horario; junto a los gestos eficaces que han de acompañarlos. Asimismo el Tratado sentaba las bases de la cosmología en los conocimientos de lógica, física, historia, política, ética, religión y medicina. 

Las Ideas expuestas en el Tratado se recitan en Himnos, que introducen en la simbólica cosmogónica de los órdenes de la manifestación a partir de su principio trascendente, Zeus. Divinidad primordial e increada, de quien surgen por emanaciones de sí mismo todos los planos del universo -supraceleste, celeste y terrestre-. El Supraceleste a través de Poseidón, primera imagen e hijo mayor de Zeus, también principio masculino y demiurgo que contiene todas las formas en acto; cuya primera imagen es Hera, principio femenino, materia primordial y causa de todas las formas en potencia. Ambos son los hijos mayores de Zeus, generados de él directamente, sin madre, junto a sus hermanos: Apolo al que corresponde la idea de identidad, Artemisa la de diferencia, Hefesto al reposo, Dionisio al movimiento propio y Atenea al movimiento recibido, las cinco ideas supremas (presentes en El Sofista, de Platón). Ideas todas, pertenecientes a la parte superior de lo supraceleste, al Olimpo. Siguiendo diez dioses mediadores, entre los que se encuentran Plutón como guía de la parte inmortal de las almas de los hombres, y Hermes conductor de los démones y de los hombres. A partir de ellos, se encuentran los dioses del Tártaro, hijos de Zeus no legítimos, que gobernados por Cronos, rey de los titanes, van a conferir al mundo del "cielo", de una forma mortal, junto a Afrodita -consorte de Cronos- a quien son debidos los cuerpos materiales correspondientes a aquéllas. Además se encuentran en este reino Pan y Deméter, dioses de los animales y de las plantas. Y Coré la diosa del Tártaro, "que gobierna nuestra parte mortal, de la que se ha apoderado y con la que cohabita Plutón, el regente de nuestra parte inmortal, dios olímpico enamorado de una diosa del Tártaro, que, utilizando las leyes sagradas del padre Zeus, construyó una comunidad del Tártaro con el Olimpo". 

De este modo a través de Poseidón y Hera, primeras emanaciones del rayo de Zeus, junto a los otros 5 Olímpicos, van a dar forma al plano siguiente, el del Cielo, lugar de los inmortales, dividido en 3 ámbitos: Primero, el de los 7 dioses celestes, con el Sol, su regente; límite común de los dioses celestes y supracelestes. Primeramente el Sol, dotado directamente por Zeus del principio inteligente, así como de alma por Poseidón y de cuerpo material por Hera. La Luna, y los 5 astros: Venus, Mercurio, Júpiter, Saturno y Marte. Dioses Celestes que tienen conocimiento con ciencia y que gozan de inmortalidad, junto a los Démones, que forman el ámbito segundo o de los Dioses Terrestres, servidores de los dioses y protectores de los hombres, quienes son guiados por Hermes y que, si bien conocen por opinión, siempre es recta, pues son servidores de los dioses. 

Dice así: "Poseidón, puso las formas de los astros en la materia e hizo dos clases de formas, una la irracional inseparable de la materia y dependiente de ella, y otra, de quien depende la materia, no separada en acto, de la misma, aunque sí separable en potencia, y más emparentada con la substancia supraceleste, el alma racional. A la que dividió nuevamente en tres, el pueblo celeste de los dioses, el terrestre de los démones y el de los hombres. Y de entre los cuatro elementos procedentes de la forma irracional, usó las partículas flamígeras para soporte de las almas de los astros, mientras que para las de los démones y hombres las invisibles y etéreas". 

Por fin, en esta cadena fluyente de seres emanados del Ser, Poseidón, pasa a ser constituido el hombre, dotado de alma inmortal por Poseidón y de forma mortal por el Sol, que la recibe a su vez de Cronos. De ahí que al hombre se le considere intermediario entre lo celeste y terrestre, ni mortal ni inmortal. Así como el Sol, es considerado como intermediario entre lo celeste y supraceleste. 

Se dice también que Poseidón depositó en el alma la felicidad y que lo más importante para la felicidad del hombre es la contemplación de Zeus a través de la belleza del orden emanado en la naturaleza, así como en la contemplación de nosotros mismos. 

El trazado de esta cosmogonía, como puede observarse, es producto del diálogo que se establece entre los antiguos mitos caldeos, cretenses y griegos con las ideas o claves simbólicas que contienen diversos Diálogos de Platón como por ej. Timeo. 

Por otra parte y en el Epílogo del Tratado, se expresa con claridad, lo esencial y distintivo del punto de vista sostenido por Pletón, respecto a los representantes de un cristianismo mermado, a los que se refiere como sofistas y hatajo de vagos. En cuanto a estos dice: "en primer lugar no consideran la eternidad completa ni perfecta, ni para el universo ni para el alma humana, puesto que afirman que la generación de los seres tiene eternidad no en ambos sentidos, sino sólo en uno, el futuro.. Pues es evidente que esta eternidad en los dos sentidos es mucho más grande y más bella que aquélla a medias. Entonces esta eternidad en ambos sentidos, al ser mayor que la que es en un sentido, el futuro, sólo en el no ser no sería mayor en verdad, ni más bella". 

Pletón también compuso, a encargo del emperador, una oración fúnebre por la muerte de su madre, titulada: Oración Fúnebre por Helena de la Estirpe de los Paleólogos, que ahora se llama Hipomone, donde se describe el parentesco entre el hombre y la divinidad, punto central que para Pletón diferenciaba el antiguo saber mítico y hermético, caldeo y griego, de la versión aristotelizante del cristianismo de por aquel entonces. También de este tiempo es Sobre la forma del mundo deshabitado, resumen de la geografía de Estrabón, desconocida en Occidente y que constituye uno de los elementos con los que contará Colón en el viaje de descubrimiento del "nuevo mundo". 

En el Memorial a Teodoro, dirigido al déspota de Morea, se trata de la propuesta de reforma del estado -amenazado por dislocación de la jerarquía- destinada a la reconstitución de la Monarquía. 

El trabajo de Pletón se configura como una de las variedades que adopta la tradición, en una geografía y en un espacio en los que se simboliza y revela lo sagrado, cuando se adivina la íntima relación existente, entre todos aquellos que, remitiéndose a un modelo tradicional, nos transmiten una cosmogonía, mapa o camino, que conduce desde el principio al fin, o retorno de todas las cosas a su principio. J. M. Dolcet

 
 
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