CONNAISSANCE DES RELIGIONS, juillet - octobre 1999: "Frithjof Schuon 1907-1998. Connaissance et voie d'Intériorité. Biographie, études et témoinages". Número especial dirigido por Bernard Chevilliat. 300 págs. 62 Avenue de la Forêt, 77210 Avon, Francia.

SOMMAIRE : Jean Canteins: Avant-propos: qui était Frithjof Schuon?; Jean-Baptiste Aymard: Frithjof Schuon (1907-1998). Connaissance et voie d'intériorité. Approche biographique; Martin Lings: Frithjof Schuon. Un regard autobiographique; Whitall N. Perry: Aperçus; Swami Ramdas: Visite a un Saint Soufi; Alida Martin: Nûr-ed-Dîn; Mudumbaï Ramachandran: Quelques mots en hommage; Seyyed Hossein Nasr: Frithjof Schuon et la Tradition islamique; James Cutsinger: Le Mystère des Deux Natures; Alvin Moore: Frithjof Schuon. Le point de vue d'un chrétien; Michael Fitzgerald: Le rôle de Frithjof Schuon dans la préservation de l'esprit indien; Florin Mihaescu: René Guénon, Frithjof Schuon, Vasile Lovinescu et l'Initiation; Jacques Viret: Hommage a Frithjof Schuon: Grand métaphysicien et maître de sagesse; Patrick Laude: Remarques sur la notion d'ésotérisme chez Frithjof Schuon; Mark Perry: Frithjof Schuon par son écriture; Charles-André Gilis: Respecter les convenances; Olivier Dard: Frithjof Schuon. Témoin de la transparence métaphysique du monde; Nicola Dallaporta: En toute gratitude – Frithjof Schuon: Vérité, Paix, Beauté (texte manuscrit inédit) – Bibliografía de Frithjof Schuon – Presentación de los autores.

El núcleo de este volumen laudatorio de la conocida revista de pensamiento schuoniano está integrado por una colección de más de quince panegíricos y un solo artículo crítico, éste último de la pluma de Charles-André Gilis, asiduo colaborador de Vers la Tradition de quien SYMBOLOS ya publicara en el año 2001 una nota bibliográfica acerca del número de Connaissance des Religions que ahora nos ocupa. Jean Canteins, autor del prefacio del volumen a quien ha correspondido la responsabilidad de recabar las colaboraciones que en él se incluyen, pondera la contribución de Gilis de este modo: "Debo reservar igualmente una mención particular a Charles-André Gilis, quien, desarrollando una crítica de Schuon que aquí se reproduce íntegramente, tiene el fair play de estigmatizar la denigración sistemática de Frithjof Schuon por algunos a quienes él contribuye a descalificar de este modo" (p. I). Dada la óptica encomiástica del volumen, es comprensible que el prefacista opte por no incluir en su introducción una síntesis del artículo de Gilis, nada halagüeño para el homenajeado (¿qué comerciante ofrece al público su mercadería advirtiendo que es nefasta?); pero otra cosa muy distinta es deslizar sutilmente la idea de que lo más destacable de la contribución del colaborador de Vers la Tradition es su crítica a los críticos del suizo. A eso se le llama manipular.

Los medios schuonianos nos tienen acostumbrados a tales planteos sesgados, que pretenden elevar la talla intelectual del jefe a base de maquillar su retrato y de 'bajar el piso' a sus contemporáneos; de ello se encuentran abundantes ejemplos en este número de Connaissance des Religions. Sin ir más lejos, en la biografía 'oficial' de la mano de Jean-Baptiste Aymard que sigue al prefacio del volumen, hay muestras sobradas de las artes de embellecimiento de lo propio y de denigración de lo ajeno, en las que los discípulos de Schuon son maestros. Apuntemos algunas de ellas:

1. Acerca de la regularidad tradicional de la autoinvestidura de Schuon como Sheikh y de la fundación de la Tariqah Mariamiah.

Leemos en la biografía de Aymard: "Frithjof Schuon permanecerá prácticamente cuatro meses en la proximidad del Sheikh El Allaoui y será 'vinculado', a finales de enero de 1933, por la propia mano del viejo Sheikh en presencia de Adda Bentounes, por aquel entonces moqqadem" (pp. 15-16). Aymard acota que la "prueba incontestable" de la iniciación de Schuon por la máxima autoridad de la Tariqah Alawiya es "una carta dirigida a Titus Burckhardt el 15 de febrero de 1955 por un miembro entonces influyente de la Tariqah alauita de la época, Abdallah Réda (el escultor M. Izard)" (p. 16). Ahora bien, si se trata de ofrecer 'pruebas incontestables' de las circunstancias de la iniciación del suizo, ¿qué testimonio mejor que el de un sucesor directo del Sheikh El Allaoui (o Alawî) que, por cierto, Aymard omite en su trabajo?:

En realidad, su recepción [la de Schuon] se operó no a través del Sheikh Ahmad Alawî, sino a través de su sucesor Sheikh Adda quien lo recibió y lo inició en Mostaganem después del fallecimiento del Sheikh Alawî.1

Este asunto, que a muchos puede parecer un detalle sin ninguna importancia, es capital en las biografías 'oficiales' de Schuon para justificar la 'regularidad tradicional' de su declaración de independencia con respecto a la Tariqah en la que fue iniciado y de su autoinvestidura como Sheikh. La tesis de Aymard es que "la vinculación directa de Schuon con el Sheikh El Allaoui –y no con su sucesor– le daba por añadidura una independencia de hecho" (p. 24); pero lamentablemente para Schuon, quien representa actualmente la autoridad espiritual en la Tariqah Alawiya ve la cosa de un modo bien distinto:

R. Goffin: – Hay ahí una laguna inexplicable por parte de Schuon.

Sheikh Bentounes: – La duda concerniente a la recepción de Frithjof Schuon es efectivamente inexplicable. Si, hipotéticamente, existe la fundación de una tariqah, es imprescindible que esta tariqah esté afiliada a una cadena, con una autorización de su propio Sheikh o, después del fallecimiento de éste, por una designación de los foqara.

R. Goffin: – En este caso, esa autorización necesaria para fundar una tariqah, no la ha recibido de Sheikh Adda. Por tanto la creación, la fundación por Frithjof Schuon de su propia tariqah es una anomalía.

Sheikh Bentounes: – En la tradición de la transmisión de la Silsilah, de la 'barakah' que ella vehicula, es una anomalía.2

2. La utilización de René Guénon como 'garante de tradicionalidad'.

Es sobradamente conocida la manera en que Schuon y sus acólitos se han dedicado a denostar a René Guénon a fin de aumentar la talla relativa del suizo en la plaza pública. Aymard se hace eco de todas las cuchilladas lanzadas contra Guénon por el Sheikh y las incorpora a su discurso partidario. Por ejemplo: "Él [Schuon] ve en Guénon al 'teórico profundo y poderoso de todo lo que él ama' (…)" (p. 7). Otro dardo: "En el momento de su primera entrevista [de Guénon con Schuon], Guénon le espera, vestido a lo egipcio, 'grande, fino y distinguido como un mosaico bizantino'. La acogida es calurosa y benevolente, pero aunque Schuon está sin duda algo decepcionado por el cansancio psíquico que cree percibir en Guénon (hablará de una 'especie de agotamiento mental'), por la banalidad de los temas de conversación (que otros también habían notado) y también por su inquietud casi permanente, dirá no obstante que 'el hombre era suficientemente fino y misterioso para compensar lo que me podía turbar y decepcionar de una manera u otra'" (p. 25). Y una estocada más, esta vez cosecha del propio Aymard: "En el otoño de 1950, Guénon ya sufre del mal que debía llevárselo. Irritable y a veces receloso, en una carta del 18 de septiembre de 1950 dirigida a Clavelle, y por el solo motivo del estado de un sobre y de una actitud que juzgará equivocada, se dejará llevar por la sospecha de que Lings –hombre íntegro donde los haya, pero que ante los ojos de Guénon era culpable de no compartir la visión de éste sobre el Cristianismo– había abierto sin conocimiento suyo una carta de Titus Burckhardt y que podía haber hecho lo mismo anteriormente. (…) De hecho, sólo el estado de salud de Guénon, ya comprometido, puede explicar este lamentable e irrisorio error de juicio" (pp. 37-38).

Pues bien, sorprendentemente, es a este Guénon que los schuonianos presentan como un tipo teórico, cansado, banal, neurótico, irascible, desconfiado y paranoico a quien recurren para justificar la deriva antitradicional del suizo, reconociendo una autoridad al gran metafísico francés que al mismo tiempo le niegan afeándolo. Fieles al estilo que les caracteriza, usan a su antojo declaraciones y textos de Guénon sacados de contexto para convertirlos en coartadas. Por ejemplo, ante las dudas que suscita la autoinvestidura de Schuon como Sheikh, Aymard afirma tendenciosamente que "Guénon confirmará la regularidad de esta toma de independencia así como la perfecta continuidad de la Silsilâh. Incluso se puede afirmar que se felicitará de esta independencia y precisará de entrada: 'La desgracia es que hay cosas que apenas pueden ser comprendidas en Most. [Mostaganem] puesto que ellas son del todo desconocidas; soy de su opinión acerca de ello'" (p. 24). Otro ejemplo: si al suizo se le ocurre escoger como título para un libro 'De la Unidad Trascendente de las Religiones' es, según da a entender Aymard sutilmente, porque Guénon aplaude dicho frontispicio (ver pp. 31-32). En cuanto a la ruptura entre Guénon y Schuon, Aymard la niega argumentando que el encabezamiento de las últimas cartas enviadas por aquél al suizo es 'Très Excellent Sheikh et frère bien-aimé', y que en una carta de 1949 Guénon felicita a Schuon por su boda (ver p. 34) ¿Acaso lo cortés quita lo valiente?

3. La denigración de los críticos.

Nada debe enturbiar la imagen iluminada con luces de neón que los schuonianos han construido de su venerado referente, de modo que todos los críticos hacia el suizo y su obra son condenados a la lapidación dialéctica sin excepción alguna. Así, Guénon tiene varios compañeros de calvario; entre ellos destaca Michel Vâlsan, a quien Aymard pinta como un guenoliteralista de estricta observancia y temperamento airado que se niega a reconciliarse con Schuon cuando este le propone hacer las paces y que posteriormente se arrepiente de su actitud cismática. Las discrepancias y discusiones doctrinales entre Valsân y Schuon son relatadas distorsionadamente con aires de culebrón: "Afectado por la muerte de quien durante largos años había sido para él una innegable referencia y con quien deseaba sinceramente reconciliarse, Schuon busca al principio una vía de apaciguamiento con Vâlsan. No obstante, las posiciones se endurecen rápidamente y parecen volverse irreductibles. No sin pasión, Vâlsan le dirige un largo requisitorio en forma de epístola y de amonestación cuyo tono le hiere profundamente. A consecuencia de la independencia, desde entonces efectiva, de Vâlsan, el grupo de discípulos de París se escinde en dos" (pp. 39-40).

Por otra parte, ante el espinoso asunto del affaire denunciado por Mark Koslow en su "Account of the Schuon Cult: Written September 1991 for cult members to help them get out"3, que lleva a Schuon a la cárcel y ante los tribunales estadounidenses (los cuales dictan su absolución por falta de pruebas), el recurso es echar basura sobre el denunciante y la propia policía: "En los Estados Unidos, más que en ningún otro sitio, el éxito de este tipo de acusación está garantizado. Encontrando de turno a un sustituto y a un sargento de policía que quizás viesen en el asunto una ocasión de promocionarse, el acusador persistió en sostener sus alegaciones contra toda evidencia. (…) El procurador general, retomando el dossier y declarando incompetente a su sustituto, constatará, por una parte, la ausencia de pruebas (dirá: 'no hay la menor prueba'), y por otra, el carácter muy sospechoso del acusador, del que se sabría que había sido obligado por un tribunal de justicia californiano cuatro años antes, el 29 de junio de 1987, a seguir un año de tratamiento psiquiátrico por violencia y acoso en contra de una mujer" (p. 65). Aymard añade en nota a pie de página: "Accesoriamente, el acusador será perseguido por abuso de bienes y desviación de fondos". Sin discutir la falta de luces de Koslow, que nos parece meridiana, si se trataba de un perturbado que mentía, ¿por qué no se le persiguió y condenó por injurias y atentar contra el honor? ¿O es que su testimonio era cierto, cosa que muchos pensamos?

4. Los errores doctrinales, una cuestión de opinión.

Los errores doctrinales de la obra de Frithjof Schuon la invalidan como compañera de viaje para quien desee adentrarse en una vía de realización metafísica. Es indiscutible que sus textos dulzones producen en determinadas almas proclives al sentimentalismo un gustillo psíquico,4 pero a poco más pueden alcanzar dado el punto de vista del autor. En efecto:

Mientras que Schuon concibe el esoterismo como una hiper religión, Guénon aclara a lo largo de su obra (y su correspondencia) que ambos pertenecen netamente a distintos órdenes y niveles de la realidad. Al caer en tan tamaño y deliberado error, Schuon crea una situación que confunde y asimila la religión a la metafísica, impidiendo la efectivización de esta última, negando así su existencia que es en definitiva la única posibilidad verdadera que le cabe al ser humano, ya que ella es la realización del Conocimiento, por la que le toca al hombre el papel de mediador que le ha sido acordado.5

Schuon expresa abiertamente su confusión entre los órdenes exotérico y esotérico por primera vez en "Mystères Christiques", artículo que publica Études Traditionnelles en 1948. La tesis del suizo en este artículo puede sintetizarse de este modo: aunque el Cristianismo, esotérico e iniciático en sus orígenes, haya debido transformarse en una religión exotérica, ello no impide que los sacramentos hayan conservado en ellos mismos su plena eficacia iniciática ya que no han sido alterados. Unos meses más tarde, Guénon publica "Christianisme et Initiation" en la misma revista con el propósito de aclarar por lo alto las confusiones creadas por el suizo:

He aquí ahora la objeción que nos ha sido dirigida y a la cual hacíamos alusión más arriba: puesto que los ritos cristianos, y en particular los sacramentos han tenido un valor iniciático, ¿cómo han podido perderlo para llegar a ser simplemente ritos exotéricos? Esto es imposible y contradictorio, nos dicen, porque el carácter iniciático es permanente e inmutable y no podría ser borrado nunca, de manera que sería necesario admitir solamente que, del hecho de las circunstancias y de la admisión de una gran mayoría de individuos no cualificados, lo que fue primitivamente una iniciación efectiva se redujo a tener el valor de una iniciación virtual. Ahí hay un error que nos parece del todo evidente: la iniciación como lo hemos explicado muchas veces, confiere en efecto a los que la reciben un carácter que es adquirido de una vez por todas y que es verdaderamente imborrable, pero esta noción de la permanencia del carácter iniciático se aplica a los seres humanos que la poseen y no a los ritos o a la acción de la influencia espiritual a la cual estos están destinados a servir de vehículo.6

Lamentablemente, allí donde hay un grave error doctrinal del suizo, los schuonianos ven una mera 'discrepancia de opiniones y estilos' entre maestros. Aymard escribe pro domo sua, refiriéndose a las controversias entre Guénon y Schuon, lo siguiente: "El hecho de que ellos [Guénon y Schuon] no estuviesen de acuerdo sobre todas las cosas no debe hacer olvidar que ambos grandes jnani, de temperamentos bien distintos, estuvieron de acuerdo en lo esencial y que, cada uno a su manera, continuaron siendo los insuperables revivificadores de la Sophia Perennis. Se dice en el Islam que 'Las divergencias de los sabios son una bendición' " (p. 41).7 El inmarcesible líder helvético se permite sostener sus tesis erróneas sin enmendallas porque cree que ya es grandecito y puede decir lo que le dé la gana con independencia de lo que hayan intentado transmitirle sus maestros con gran amor y admirable paciencia: "De hecho, Schuon, quien ha adquirido experiencia y una innegable madurez espiritual e intelectual, ya no considera que todas las tesis guenonianas sean para tomar o dejar en bloque" (p. 33). De este modo, el suizo 'pasa' de las enseñanzas de Guénon y de los maestros sufíes para montar una pseudovía de realización de tipo collage, un verdadero potaje antitradicional.

No queremos extendernos más en esta reseña, en la que posiblemente hayamos escrito más de lo que la publicación de homenaje a Schuon amerita. Pensamos que, leída la biografía de Aymard, leída toda la revista, ya que todos los artículos transmiten, con matices mínimos, lo mismo: postrados ante el suizísimo, loémosle unidos, con inacabable agradecimiento. El único avisado es Charles-André Gilis, quien escribe agudamente:

Según Ibn Arabí, quien respeta las conveniencias 'reúne todo el bien'. El Profeta del Islam, hablando de sí mismo, dijo que 'había recibido las Palabras Sintéticas y que había sido suscitado para perfeccionar la nobleza de los comportamientos'. Las Palabras Sintéticas designan la doctrina del Espíritu universal. La perfección de los caracteres nobles define el método iniciático correspondiente; es el objetivo, el resultado y la expresión de la maestría espiritual según el orden mahometano. Quien respeta las conveniencias realiza estos caracteres. Es el Maestro universal quien reúne en sí todo el bien. La desaparición de Frithjof Schuon es una ocasión adecuada de recordar esta enseñanza. Como tal, dicha muerte no es verdaderamente un acontecimiento. Reconocemos no ver qué cambia ni qué se podría decir de ella; no comprendemos bien el interés de las reacciones impropias que suscita; tememos un alarde de incomprensiones antiguas y de malentendidos por parte de sus partidarios y de sus adversarios. ¿Para qué toda esta emoción cuando hace medio siglo que su función y su obra han perdido casi toda significación desde el único punto de vista que importa: el enderezamiento tradicional del mundo occidental en la perspectiva abierta por René Guénon? (p. 251).

M. G.


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NOTAS
1 R. Goffin, Entrevista con Khaled Bentounes, Sheikh de la Tariqah Alawiya. Publicado en castellano en SYMBOLOS Nš 19-20, Barcelona, 2000, p. 193. Como hemos dicho, Aymard omite el testimonio del Sheikh Bentounes en la biografía de Schuon, pero se refiere a él elípticamente con una declaración interesada: "Sólo podemos deplorar que el recuerdo de esta vinculación [de Schuon a través del Sheikh El Allaoui] haya sido mal conservado en apariencia, sesenta y seis años más tarde, por el actual representante de la Tariqah alauita" (p. 16). Vamos, que según Aymard, lo que sucede es que el Sheikh Khaled Bentounes tiene poca memoria o que sus servicios de información no funcionan.
2 R. Goffin, op. cit., p. 194.
3 Ver D. Devie, 'Affaire Schuon': les derniers rebondissements, Annexe 1. Cahiers de Recherches et Études Traditionnelles Nš 6, 1994, pp. 67-70.
4 No porque sí es en Estados Unidos, una sociedad donde el sentimentalismo está elevado a la categoría de valor ciudadano, donde los libros de Schuon han alcanzado su mayor difusión. Aymard reconoce en su biografía que el interés de ciertos sectores académicos norteamericanos por la obra schuoniana pudo jugar un papel destacado en la decisión del suizo de instalarse en Indiana a finales de 1980. En este mismo sentido, Jean Canteins apunta en el prefacio del volumen de Connaissance des Religions: "La decisión de marcharse de Europa en 1981 parece ser el resultado de un balance. Pese a la continua publicación de diversos libros en 1978, 1980 y 1981, Frithjof Schuon constata su poco eco entre los lectores franceses; al mismo tiempo, ciertas élites americanas multiplican los signos de adhesión" (pp. VI-VII). También nos resulta revelador lo que Canteins escribe en el primer párrafo de su artículo acerca de los textos reunidos en el tomo: "Lamento solamente la ausencia de ciertas [contribuciones]; ellas habrían equilibrado la masiva representación del ultramar atlántico. Se habría obtenido así una imagen más desnuda de Frithjof Schuon y por tanto una aproximación aún mejor al hombre y a su obra" (p. I).
5 Colectivo Redacción, Schuon versus Guénon. Ed. Symbolos, Cuadernos de la Gnosis N 9, Guatemala, 1998, p. 5.
6 R. Guénon, Esoterismo Cristiano. Ed. Obelisco, Barcelona, 1993, pp. 16-17.
7 Aymard añade esta perla a pie de página: "Sin que ello sea restrictivo, se puede decir que hay en Guénon como un perfume de finales del XIX tanto en la escritura como incluso también en la forma de pensar acerca de ciertos temas abordados. Es 'una luz que brilla en las tinieblas' positivistas y ocultistas. Además es sin duda significativo que haya definido o 'cuadrado' de alguna manera las grandes líneas de su obra en 1910-1912, antes de la guerra de 1914, verdadero 'muro' contra el cual se vino a estrellar el agonizante XIX, retomando una expresión de Schuon en Avoir un Centre. La escritura y la forma de pensar de Schuon parecen comparativamente más intemporales, más desnudas, menos esquemáticas y por ello mismo quizás más actuales" (pp. 40-41).