SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 
 
 Las bailarinas Borghese.
Relieve, siglo II d.C., Roma.

MUJERES DE ROMA

Hace unos días pudimos asistir a la exposición “Mujeres de Roma”, llevada a cabo por Caixa Forum de Zaragoza. Ante este temario, nos había llamado poderosamente la atención conocer qué se exponía y de qué manera sería enfocado este tema, pues sabemos poco de la importancia que ejerció la mujer en aquella cultura más propia de lo masculino, el Imperio, la virtus romana, relacionada con lo viril, la guerra, y la política tan alejados de lo femenino y la mujer. Para evitar confusiones respetaremos los nombres griegos de los dioses como aparecen en la exposición y en el catálogo de la misma, aunque algunos están en latín.

Advertimos que a pesar del papel aparentemente menor que cumplían las mujeres en Roma apartadas de todo quehacer público, entregadas a las labores domésticas y privadas, dedicadas al cuidado del hogar, los hijos y de ellas mismas, sin excluir la coquetería, la belleza y el entretenimiento más propio de las cortesanas y prostitutas, muchas Matronas ejercían como sabias sacerdotisas y sibilas, sin olvidar las vestales, iniciadas en el culto a Vesta en el que debían hacer votos de castidad y entregarse a una vida retirada en el Templo o recinto de reclusión; pero aquellas sacerdotisas, o sabias mujeres que ya hemos mencionado, muy probablemente inspiradas en los misterios griegos de Eleusis, los que seguían transmitiendo tal como queda atestiguado por su presencia en los murales y terracotas que decoraban las viviendas de estas matronas; ritos estos en torno a Deméter, la primavera, la agricultura, la tierra y la fecundidad, y la vuelta de Perséfone, su hija, a la superficie de la tierra después de haber sido raptada por Hades, convirtiéndola en su esposa en el inframundo.

 

busto ceresPlaca de terracota, busto de Ceres (Deméter)
con espigas y flores en las manos.
Probablemente puerta Latina, Roma.Siglos 1 a. C. – 1 d. C.

 

Por otra parte debemos hacer hincapié en la importancia que tenía el culto a Dioniso y los ritos dedicados en su honor, dios del vino, el éxtasis, el delirio amoroso –y el teatro–, acompañado por su cortejo de Bacantes, formado principalmente por mujeres en las fiestas dionisíacas que los romanos llamaron bacanales vinculadas a los ciclos de la vida, muerte y resurrección como imagen simbólica del proceso iniciático, del que el hombre es protagonista.

 

 Placa de terracota: tíaso dionisíaco.
Siglos 1 a. C.- 1 d. C. Italia.
Placa de terracota: tíaso dionisíaco.
Siglos 1 a. C.- 1 d. C. Italia.

 

Se dice que estas bacanales estuvieron prohibidas por mucho tiempo en Roma pues, según se nos relata en el catálogo, “Roma desaprobaba las religiones que ponían en peligro la estructura social”, y “sobre todo porque las sacerdotisas y las iniciadas tenían mucho poder, y porque el vino que se consumía en abundancia generaba un ambiente propicio a la transgresión.”

Conforme recorríamos los pasillos de la exposición íbamos penetrando en un mundo mágico, misterioso, vehiculado por el símbolo, el mito y el rito; historias arquetípicas que nos hablan de un Único Principio que al manifestarse y desplegarse lo hace por los números, o númenes, formas geométricas, proporciones, ritmos y ciclos que van tomando formas hasta concretar en la materia; los dioses, sus funciones, su nacimiento, sus luchas y amores, uniones y rechazos, sus correrías y conjunciones, vida, muerte y resurrección, vidas ejemplares, en el sentido de prototípicas y no morales, que nos hablan de otros “mundos” y estados de la conciencia que podemos vivenciar en nuestro interior, pues las semillas de estas posibilidades están contenidas desde el principio en nuestra alma, y que necesitan ser despertadas, vivificadas y comprendidas, a través de la Iniciación en sus misterios, para que puedan encarnarse y Ser uno con ellas.

El recorrido de la exposición está planteado desde lo más externo, es decir desde una visión periférica y externa de la vida y el quehacer cotidiano de estas mujeres hasta el corazón mismo de su intimidad, expresión ésta de un universo en pequeño que para la mujer era su casa.

Presidiendo esta muestra como imagen del mundo interior que estas mujeres vivificaban en su corazón, aparece una magnífica escultura de Mesalina, esposa del emperador Claudio (41-45 d.C.). Una bella escultura en la que la emperatriz, elegantemente vestida, sostiene en su brazo izquierdo a su pequeño niño, Británico, que extiende su mano hacia su madre. “Con su fecundidad, la emperatriz aseguraba la paz al imperio y un heredero el cual perpetuaría el legado de sus ancestros garantizando así la prosperidad y la abundancia al pueblo romano”.

 

mesalina llevando a britanico
Estatua de Mesalina llevando a Británico.
Probablemente cerca de la puerta de San Lorenzo, Roma.
25-50 d. C.

 

Y a pocos pasos de esta escultura nos encontramos con un video documental donde se muestran los hallazgos en la ‘Villa de los Misterios’, situada en las afueras de Pompeya. Decorada en su interior con magníficos murales y estuco, podemos intuir la actividad sagrada en ella vivificada, donde se recreaba en habitaciones privadas en el seno de esta villa (“otro testimonio, es la Villa Farnesina, descubierta en la orilla derecha del Tíber, frente al Campo de Marte”), un mundo, es decir la cosmogonía completa, a través del relato mítico, vivificado por el rito permanente de la memoria y su Origen divino, a través de las imágenes simbólicas allí plasmadas.

 

Pompeya. Muro norte de la diaeta de la Villa de los Misterios.
Pintura fresco, c. 70-60 a. C. 


La Matrona, o dueña de la casa, la domina, presidía la entrada a este recinto, sentada en una silla imperial, con su mirada puesta en este acontecer. Allí plasmado, en una serie de escenas pintadas en las paredes, vemos la recreación del mito de Dioniso, recostado en los brazos de Sémele, su madre, y a ambos lados el desarrollo o recreación de lo que percibimos como los ritos sagrados de iniciación en estos misterios, como ya se ha dicho anteriormente hablando de las fiestas dionisíacas.

Seguimos recorriendo los salones de esta muestra asombrados por tanta belleza, y raptados por todo lo que allí vemos plasmado. Aparece ahora una sala con diversas placas en terracota, alguna aún con estuco y color, en las que se describen escenas teatrales con máscaras de la tragedia y la comedia; músicos y bailarinas, coronaciones con el palladium, y otras con los dioses, escenas que estaban colocadas en los pórticos y esquinas de ciertas habitaciones del hogar o en los baños y termas privadas y públicas.

 

PALLADIUM ENTRE BAILARINAS Placa de terracota: palladium entre bailarinas portando el calathiscos.
Siglos 1 a. C.- 1 d. C. Italia.

 

Y claro, no podían faltar los Lares y Penates, dioses protectores del hogar. A este respecto, nos dice Federico González Frías en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos: estos

“dioses domésticos vinculados al culto de Vesta, cuyo altar era el hogar para los romanos”

estaban

“presentes en el día a día y en grandes acontecimientos familiares, como casamientos, cumpleaños, aniversarios de boda y defunciones, se les rogaba protección y se les ofrendaban panecillos, aceite y miel. Se les quemaba incienso cada tanto y se hacía un brindis de vino en su honor.”

Los Penates, continúa Federico González, eran igualmente,

“deidades domésticas, sin embargo, se equiparaban, en cierto modo, a los démones griegos y por ello se los vinculaba a energías intermediarias como los ángeles. Velaban por los alimentos de la casa y eran los protectores de la intimidad hogareña. Antes de comenzar las comidas, se guardaba un minuto de silencio a su memoria. El salero y la sal eran consagrados a ellos. Las ciudades también rindieron culto a estos númenes e incluso erigieron santuarios en su honor. Su protección era solicitada por todo el mundo romano y se les otorgaba un lugar tan importante como popular.”

Sabemos por los Fastos de Ovidio que las mujeres tenían una participación activa en las festividades que se celebraban a diario en los templos o en los campos, en medio de la naturaleza donde se llevaban a cabo ritos precisos dedicados a la deidad que presidía ese día, y los días siguientes de cada mes, es decir las “calendas”, que a lo mejor igualmente eran revividas en el hogar por sus patronas, fiestas éstas que han sido siempre celebradas de manera análoga por todas las culturas de la antigüedad.

Y sin darnos cuenta de pronto nos encontramos con unos bellísimos frescos que personifican a las estaciones, en este caso al Verano, y luego a Flora; mosaicos con los elementos, al Viento, por ejemplo; a las Ninfas o Náyades, pobladoras de ríos, valles y bosques. Y muchas Victorias aladas, simbolizadas en lámparas de aceite, placas de terracota, y en un magnífico relieve de mármol, donde aparece como Victoria tauróctona.

 

victoria tauroctonaVictoria tauróctona, relieve.
Foro de Trajano. Basílica Ulpia, Roma. 100-125 d. C.

 

Estatuas de las Tres Gracias, cuyos brazos se entrelazan entre sí, en actitud de dar, o darse, recibir y devolver y coloridos fragmentos de pintura mural de Pompeya con las Musas: Clío, Musa de la Historia; Talía, Musa de la comedia; Melpómene, Musa de la tragedia; Erato, la inspiradora de la poesía lírica; Terpsícore, ‘aquella que preside la música’ y la danza; Polimnia, los mitos y la pantomima; Urania, Musa de la astronomía; Calíope, Musa de la poesía épica y Apolo Musageta, conductor de todas ellas. Por cierto que extrañamos a Euterpe, “la que preside la música de flauta y otros instrumentos de viento”, que por razones que desconocemos, aquí no aparece en este grupo. ‘Canoras o Camenas’, como las llama Platón, númenes que “cantan lo que debe ser cantado” es decir, “cómo todo ha venido a ser, desde el Origen”, hijas de la Memoria, de Mnemósine y Zeus, padre de todos los dioses.

 

Pompeya. Fragmento de pintura mural.
 Melpómene, Musa de la tragedia, y Talía, Musa de la comedia.
Praedia de Julia Félix, 62-79 d. C.

 

Imágenes estas sucedidas por relieves en mármol y más terracotas con bailarinas y bacantes; algunas placas con el héroe por excelencia, Hércules, hijo de Zeus y la mortal Alcmena, amamantado por Hera (o Juno) de cuya leche nació la Vía Láctea. Y las Nereidas, Tritones, Erotes y Centauros, hasta finalmente encontrarnos con Venus, diosa de la Belleza y el Amor venerada por mujeres y hombres en todos los tiempos bajo sus diversos nombres y aspectos: como Genetrix, Púdica, Victrix, Urania; como amante de Marte, dios de la guerra; con las alas de su hijo Eros en mano, probablemente arrancadas de su espalda en un momento de enojo, o simplemente sentado a su lado; como Venus Anadiomena (“Venus saliendo del mar”), o aseándose, desatándose la sandalia, o en una barca… serena, y siempre con el hechizo de su embrujo, raptándonos con su belleza.

 

victoria tauroctonaLámpara de aceite. Venus con Eros en su regazo.
Segunda mitad del siglo 1 d. C. Italia.

 

Luego encontramos a Juno, contraparte femenina de Zeus-Júpiter, a Minerva (Atenea), asistiendo en la construcción del navío Argo; a la virginal Diana; a las Amazonas. Para finalizar, y como punto central, escenas del “descubrimiento” del falo erecto, en terracotas y mármoles con motivos de iniciaciones báquicas, hermas, las ménades raptadas por su delirio, danzas y más danzas, el culto a Dioniso y el triunfo de Ariadna, las Sirenas y la Medusa, así como una muy curiosa estatua de Hermafrodita del Monte Porzio.

 

victoria tauroctona Estatua de Hermafrodita. Monte Porzio.
Siglo II d.C., Latium, Italia.

 

Salimos muy contentos, raptados y ‘en otro mundo’, aunque el reloj nos hizo volver a ‘este’ mundo, y apresurados –aún había que almorzar–, pues el tiempo había volado sin darnos cuenta, y debíamos correr para tomar el tren, que no espera, en la estación de Zaragoza-Delicias…, que nos llevaría de vuelta a Barcelona.

Lucrecia Herrera

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