SYMBOLOS

Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 

CASAS Y MONUMENTOS DE POMPEYA

Selección de ilustraciones

Presentamos una selección de las ilustraciones del libro Houses and monuments of Pompeii. The complete plates, de los hermanos Fausto & Felice Niccolini reeditado por Taschen como complementan al artículo que publicamos en la anterior actualización de SYMBOLOS titulado “El coleccionista de arte y antigüedades y su contribución a la memoria de los orígenes”. A través de su testimonio podemos adentrarnos en el universo simbólico en el que vivían inmersos los habitantes de Pompeya (y por extensión de los pueblos y ciudades del Imperio Romano como uno de los posibles ejemplos de una sociedad tradicional). Sus viviendas, por fuera y por dentro, eran algo más que espacios para dar cobijo y curso a la vida de sus habitantes. Eran representaciones simbólicas del cosmos hechas con arte pues tanto el envoltorio como lo envuelto, o sea las construcciones y lo que éstas contenían, constituían el fruto de la actividad ritual de los artistas y artesanos entregados a recrear la cosmogonía, reflejándola en sus producciones y simultáneamente en el interior de sí mismos. El resultado: habitáculos y objetos bellos, armónicos, que reproducían las proporciones, ritmos y módulos de un cosmos significativo, generando todo ello un ambiente mágico teúrgico con repercusiones tanto prácticas como incitadoras de la contemplación y el contacto permanente con lo sagrado; y además, realizados para perdurar en el tiempo, de manera que ahora, contemplando estos grabados y litografías a todo color, podemos igualmente entrar en contacto con las ideas-fuerza que vehiculan. Dejémonos penetrar por la magia y participemos del rito de conocimiento, donde todo nos habla, las pinturas, los pavimentos de mosaico, los vidrios, las joyas, muebles, etc., etc., prestando una atención especial a los dibujos y decoraciones con motivos teatrales (la vida es una sucesión de escenarios) y los que representan ritos iniciáticos.

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¡Cuánta fortuna y qué gran alivio! Dejar atrás la anécdota, la conversación insignificante, el bombardeo de imágenes desacralizadas y permitir que los hados nos guíen por estas estancias mágicas, inundadas de luz y de color, de construcciones, formas y figuras con sentido; un sentido que jamás se advertirá con la razón, incapaz de vivenciar la simultaneidad de los estados que todos estos seres y enseres revelan. Máscaras de teatro por doquier, representaciones mitológicas fijadas en muros que hacen de una habitación, un cielo, o varios cielos, con infinidad de seres suspendidos en el aire, alados o capaces de despertar el vuelo del pensamiento de quien los contempla. Talismanes, amuletos, instrumentos musicales, columnas y guirnaldas, cenefas que delimitan espacios cerrados sobre sí mismos en un plano, pero que dejan entrever por encima o por debajo esos otros mundos simultáneos; pavimentos que señalan las medidas de la tierra, que experimentan con figuras geométricas creando volúmenes en el plano, exuberancias vegetales, calendarios que recuerdan la recurrencia del tiempo cíclico, mosaicos extraordinarios cuyo módulo básico es una simple piedrecita cuadrada. Tierra, agua, aire y fuego rodando y dando vida a la casa cultual. Ruido de vajillas, de enseres culinarios de metal, de cerámica y madera, manjares, pesos y medidas, todo ajustado a un modelo vivo, tan vivo como el agua que brota de la fuente y discurre secretamente fecundando el vergel del patio, lavando y purificando cuerpos y almas… Tintineos de vidrio, fragancias y ungüentos que impregnan las habitaciones más privadas, con sutiles y delicadas decoraciones que guardan los amores secretos de dioses con hembras, de varones con diosas, de seres humanos que reviven su androginia con las cópulas sagradas. Dicho así parece un caos, pero cada cosa ocupa su justo lugar poniendo nombre, música, color y forma a las ideas. Nos movemos libremente, reconociendo un orden jerárquico, una escala que une cielo y tierra, poblada de démones y hombres conviviendo con fieras, animales domésticos y elementos vegetales. Luchas heroicas, batallas campales y celestiales contempladas por centauros, sirenas, monstruos y erotes, y más y más máscaras que se horrorizan y carcajean desde cualquier esquina o grada. Un sutil equilibrio de fuerzas que se expresa a través de las simetrías de las pinturas, de sus arquitecturas con tres o cuatro niveles siempre muy bien marcados, por las espirales presentes aquí y allá, los trenzados, las grecas, las cuadraturas, o sea los módulos universales, y las omnipresentes rupturas de nivel propiciadas por un gesto provocador, por el miedo, por el asombro capaz de elevar al alma a un nivel más alto, cada vez más alto e interno.

¿Te das cuenta? La casa es un templo, y el templo el hogar. Y el hogar una tumba y la tumba el templo. La cosmogonía completa recreada en cada uno de estos escenarios y la posibilidad de que quien los habita o visita la pueda recrear en su interior con todas las ayuda-memoria distribuidas con inteligencia en cualquier rincón, que deviene una totalidad. Ritos iniciáticos representados en muchas salas, preparación de los neófitos, pruebas, testigos mudos, oficiantes conocedores de los mundos invisibles, instructores, conversaciones entre todas estas entidades en el interior de la conciencia, descensos a los infiernos, doctrina, palabras de poder, de paso, palabras sagradas, monstruos domados y transmutados, las metamorfosis imprescindibles de la alquimia espiritual, presente también en la simbólica de los colores. Soy todo este panorama que contemplo. Soy habitante de estos estados del alma.




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