SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 

¿QUÉ ES MAGIA?

Asistimos a una época en donde como consecuencia del desmembramiento del antiguo conocimiento integral nos ha quedado una Ciencia tributaria del materialismo y posteriormente el capitalismo, que sólo contempla lo "útil”. Hoy en día se tiene por una persona cultivada a alguien con formación Universitaria aun sin la más mínima preocupación por otras áreas y campos de expresión de la naturaleza humana, como la filosofía, la música y/u otras manifestaciones Artísticas o Creativas.

Si durante unos minutos pudiéramos abstraernos y observar nuestros pensamientos desde el punto de vista de un espectador imparcial, veríamos que nuestra mente va pasando de una idea a otra de forma aparentemente arbitraria. Sin embargo, la Memoria total como subproducto del conocimiento total, comprendía los mundos visible e invisible. En el Renacimiento, una época en que la Iglesia pierde parte de su poder, se aspira a reproducir mediante la memoria, la totalidad del conocimiento humano; con este fin, Giulio Camillo diseña el que denomina Teatro de la Memoria, una tradición mnemotécnica que se extiende desde Simónides de Ceos hasta Giordano Bruno.

El Teatro de la Memoria contiene codificada la totalidad del saber humano, como instrumento para conocer tanto el pasado como el futuro, pues éste resulta de las combinaciones todavía no sucedidas entre los elementos, por necesidad finitos, que lo configuran. Posteriormente, en el Siglo de las Luces, se desestima la implicación de la memoria en la adquisición del conocimiento, que deja su lugar a la Razón. Es en este contexto en donde sólo las Artes terminan prestando la mística corporeidad a lo intangible, dotándolo de un aire metafísico e imaginario como acotadoras del magma informe de la mente.

La Arquitectura entendida como Arte, desarrolló la cosmovisión de la delimitación de espacios estableciendo umbrales psicológicos que se expresan en la literatura diferenciando el “afuera” del “adentro”, y esa función la cumplen muy bien la sacralización, idealización y mitificación de espacios1, como castillos, puentes, encrucijadas, grutas, o claros de bosque, entre otros, en donde el topo literario nos está evocando una vez más, al espacio interior como velo de lo privado que se ve invadido por la mirada del que viene de fuera, operando paisaje y arquitectura como vectores emocionales.

Lo carnal y lo espiritual que constituyen al hombre y que a menudo resultan mutuamente peligrosos, dan forma a una obra constructiva; pero también aluden a un espacio vedado dentro del Ser humano cuyo despertar es la transposición al dominio de la forma geométrica, del concepto de las correspondencias entre el Macrocosmos (el Universo) y el Microcosmos (el hombre), cuya versión metafísica nos ofrecerá el Timeo. Hay que pensar en determinados cuentos salidos de rituales iniciáticos, en el curso de los cuales se hace una pregunta que se repite tres veces, como por ejemplo en La Bella durmiente del bosque.

Como nos dice René Taylor2 “incluso una actividad aparentemente tan cerebral como la arquitectura necesita tener su esqueleto vivificado por la magia, siendo Vitrubio quien aporta el ejemplo ideal de este doble enfoque al tratar de combinar la teoría o don innato, y la práctica o arte adquirido, de tal manera que se abarcan todas las facetas de la arquitectura desde la más corriente técnica de la construcción a la cosmología astrológica”.

Así pues, volviendo al punto de partida de este escrito, hemos podido constatar como el conocimiento humano se ve necesitado de un afflatus suprarracional que desafíe al análisis exacto.

A mi modo de ver es sacrílega toda identificación del espacio con el infinito3, pues nada iguala en belleza a un alma apasionada que purifica "infinitamente" todo lo que ama, y ese es un espacio que no abarcan por sí solos los brazos de la Ciencia, pues nos adherimos a la noción bosquejada por Ficino y desarrollada después por Agrippa, de que el arte es el resultado de un proceso mágico.

La música, el Arte, etc., definitivamente, son la manifestación o lenguaje de una inteligencia integral mucho más amplia pues injerta lo racional con lo emocional. Para hombres como Agrippa, Cardano, Luca Garico, John Dee y Lomazzo, el principal título del teórico romano para su inmortalidad era el de ser mago.

En torno a las Artes como hemos visto, surgen algunos grandes temas de profundo arraigo cultural y psicológico que siguen siendo plenamente operativos en nuestra contemporaneidad, tan supuestamente racional y ajeno al mito. Así pues, no podemos descuidar incluir determinados aspectos de la condición humana por mucho que no podamos consignarlos en una rama del conocimiento reglado. Sin creatividad, ni imaginación, estamos abocados a la hegemonía absoluta de la economía sobre el resto de los dominios sociales.

¿Qué es pues la magia?

“Todo ser orgánico –como nos ilustra R. A. Schwaller de Lubicz4– (una célula ya es un ser organizado) tiene una parte de la Vida general, que es su especificación personal. La Realidad es la unión de la Consciencia con el objeto: Identidad. El Universo entendido como un Ser vivo (Hombre Cósmico) es Vida. El tiempo se asimila a una gestación, pues surge de la distancia entre la semilla y su fruto; el Movimiento es el crecimiento que produce un volumen, que sólo es sustancia que toma forma en un cuerpo o volumen, por una semilla, la Energía O, el fermento fortalecedor que aparece como Masa.”

“La Inteligencia del Corazón”, un instrumento presente en el hombre como cultivaron los egipcios, nos permite la Intuición que surge de la Voz del silencio que habla a través de toda la Naturaleza. Los textos iniciáticos no pretenden tanto ser “lógicos”, como provocar un impacto. Observemos como la palabra “Logos” significa en griego razón, razonamiento y relación. Este mismo término alude también a la Inteligencia divina creadora. Como Platón, Nicómano distingue dos clases de números: el Número divino, o Número-Idea, y el número científico.

“Platón –nos relata Matila C. Ghyka5– es probablemente el pensador que más a meditado sobre la proporción y la armonía. Su jeroglífico sobre el Número, o más bien, el Ritmo del Alma del Mundo, cuyo esquema matemático y musical no ha sido rigurosamente reconstituido hasta el siglo XIX (por A. Boeckh) muestra la forma en que la Tetraktys pitagórica podía intervenir en los problemas de la armonía general”.

René Alleau entre otros, entendió esta realidad oculta, y así sostuvo que caminos como la “Alquimia” correspondían menos a una ciencia física que a un conocimiento estético de la materia, y por tanto situaba a ésta (toda vez que a otras disciplinas ocultas) “a medio camino entre la poesía y las matemáticas, entre el mundo del símbolo y el del número”.

Los egipcios contaban las longitudes por pulgadas y codos, mas había dos sistemas de medida: las medidas ordinarias para el pueblo y las medidas sagradas empleadas únicamente por los sacerdotes. “Nadie entre aquí si no es geómetra”, escribió Platón en el dintel de su morada.

El estudio de las matemáticas fue elevado en Mesopotamia a un alto grado de perfección; más no encontramos nunca allí, cualquiera que sea la rama de la actividad científica, un tratado didáctico con explicaciones. Siempre es una consignación escueta de las conclusiones y a veces una alusión a lo que conduce. Estos escritos debían ir acompañados, forzosamente, de una gran enseñanza oral, puesto que tenemos muchos documentos matemáticos, especie de baremo, que dan mil combinaciones de cifras, operaciones hechas, en las que el lector no tenía, sino que aprovechar el resultado. Eso es magia.

Jose Ignacio Carmona Sánchez.



NOTAS.
1 También a través de mitos como el Grial, estamos una vez más en presencia de la visión escatológica de la nueva Jerusalén por mediación del sacrificio eucarístico.
2 Arquitectura y magia. Ediciones Siruela, Madrid, 1992.
3 “En Aristóteles el arte opera, no imitando lo que crea la naturaleza, sino imitando el modo en que ésta lo hace”.
4 El Templo en el Hombre. Ediciones Edaf, Madrid, 2007.
5 El número de oro I. Los Ritmos. Editorial Poseidón, Buenos Aires, 1968.

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