SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

APUNTES SOBRE ORFEO
Y EL MITO ÓRFICO DE DIONISO Y LOS TITANES

LUCRECIA HERRERA


Dioniso.
Crátera del pintor de Altamura.
Ferrara, Museo Archeologico Nazionale.
… cualquiera que sea un poco prudente invoca
a un dios antes de emprender una tarea
o un asunto grande o pequeño.
También nosotros,
que vamos a hacer un discurso acerca del universo,
cómo nació y si es o no generado,
si no desvariamos completamente,
debemos invocar a los dioses y diosas
y pedirles que nuestra exposición sea adecuada,
en primer lugar, a ellos y, en segundo, a nosotros.
Sirva esto de invocación a los dioses.1

Orfeo: padre de los cantos divinos

Recapitulación.

En un artículo anterior hemos dado una breve pincelada de quién era Orfeo, refiriéndonos a su “historia” narrada por los historiadores, sabios, poetas, cantores, dramaturgos y filósofos de la antigüedad, o mejor, los autores de la antigua Grecia. Reverenciado por todos como gran poeta, cantor, mago y teúrgo, padre de los cantos divinos, tañedor de la lira, hijo del dios Apolo y Calíope, la Musa de la “voz más bella”, Orfeo fue un profundo “conocedor del poder de la Palabra, la magia y el encantamiento que produce la música en el alma humana y en la naturaleza entera”, pues “de su voz emanaba el hechizo de un canto que versaba sobre las cosas divinas”.2 Hay quienes han pensado que era un dios.

Renombrado chamán y sanador, encantaba a los animales salvajes y a la naturaleza entera. El mito de su descenso a los infiernos para rescatar a su esposa Eurídice, detalladamente narrado por los grandes poetas latinos Virgilio y Ovidio, era conocido por todos en la antigüedad. Este extraordinario relato “trata del viaje de ultratumba que se equipara al recorrido iniciático y al camino que vivencia en los pueblos ‘primitivos’ el Chamán en sus éxtasis”.3

De su trágica muerte hay varios relatos que describen su desmembramiento –análogo al que sufre Dioniso niño, hijo de Zeus y Perséfone, por los Titanes–, en manos de las ménades o según otra leyenda, por las mujeres de Tracia quienes, por el encantamiento que ejercían sus cantos sobre sus maridos apartándolos de ellas, le despedazan, miembro por miembro, arrojándolos por separado, de uno y otro lado, cayendo su cabeza al río Hebro, llevada por las corrientes del mar hasta Lesbos acompañada de su lira. Allí llega fresca y lozana sin dejar de cantar –hasta que Apolo le ordena callar–, y cuentan los poetas que fue rescatada por un pescador y su madre Calíope que le dieron sepultura bajo un gran túmulo recibiendo todos los honores y tributos que se ofrecen a los dioses.

Sacerdote del culto de Apolo, igualmente, fue iniciado en los “misterios” dionisíacos por los sacerdotes egipcios, adoptándolos y trasladando el nacimiento del dios a Grecia. Vinculado, asimismo, a Eleusis y a Samotracia y, evidentemente, a todas las escuelas iniciáticas de Grecia de las que se dice fundó. Por otra parte, se le conoce como reformador de los primitivos y salvajes ritos dionisíacos, instaurando nuevos ritos e iniciaciones “mistéricas”, revelando y enseñando a los hombres el profundo sentido de los ritos de iniciación, abriendo la puerta a un nuevo ciclo y a otras posibilidades de Conocimiento. Es por esto que la tradición hace de Orfeo el precursor de una “nueva religión”, pasando a ser patrono y símbolo de todo un “movimiento a la vez ‘iniciático’ y ‘popular’ conocido por el nombre de orfismo”,4 transmitiendo, “un grupo de espíritus reformadores en su condición civilizadora”,5 la doctrina y el mito por medio de la palabra escrita, o sea a través de una teogonía revelada donde se narra el Origen y la Creación del Universo y el nacimiento del hombre.

Sin embargo, debemos distinguir “dos grupos de realidades religiosas: los mitos y tradiciones de carácter fabuloso en relación a Orfeo; y las ideas, creencias y costumbres consideradas órficas”,6 que giraban en torno a la inmortalidad y a la transmigración, purificación del alma en su viaje post mortem hacia la liberación final.

En su obra Biblioteca Histórica, Diodoro de Sicilia ya nos advierte de los altos conocimientos que Orfeo poseía de las cosas divinas:

Dado que hemos mencionado a Orfeo, no resulta inadecuado realizar una digresión para tratar brevemente de su figura. Era hijo de Eagro y tracio de nacimiento, y por su instrucción, su canto y su poesía, aventajaba en mucho a todos los hombres de los que se tiene recuerdo. Compuso, en efecto, un poema que era admirable y que destacaba por la armonía de su canto. A tal punto llegó su fama que se creía que con su canto encantaba a los animales salvajes y a los árboles. Tras haberse consagrado a su educación y haber aprendido lo que cuentan los mitos sobre los dioses, se trasladó a Egipto, donde su instrucción se acrecentó mucho, por lo que entre los griegos fue el mayor experto tanto en el conocimiento de los dioses y en ritos como en poesía y en canto.7

Sin duda, Orfeo fue, y es, considerado como un gran theólogos, si no el más renombrado de la antigüedad griega. Y es por las ideas transmitidas en sus versos y cantos escritos que dan cuenta de una cosmogonía con ciertos “rasgos peculiares” a él atribuida, que su Teogonía perduró en el tiempo provocando infinidad de controversias entre los mismos pensadores y filósofos a quienes influyó profundamente, prolongándose su influjo hasta los albores del cristianismo. Nos referimos a los relatos mitológicos revelados a los sabios acerca de los orígenes del Universo, es decir, de lo que había en el principio, cómo surgieron los dioses y cuáles eran sus relaciones en tiempos remotos y cómo llegó a ser creado el mundo, y el hombre.

Platón hablaba de los poetas teológicos como “hombres divinos” o “hijos de dioses, de quienes cabe esperar que conozcan la verdad acerca de sus propios padres”, es decir, como de hombres inspirados, a quienes ha sido concedido un conocimiento más que humano, refiriéndose a los antiguos theológoi, de los cuales los principales eran Hesíodo y Orfeo.8

Decir y conocer el origen de las otras divinidades es una tarea que va más allá de nuestras fuerzas. Hay que creer, por consiguiente, a los que hablaron antes, dado que en tanto descendientes de dioses, como afirmaron, supongo que al menos conocerían bien a sus antepasados. No es posible, entonces, desconfiar de hijos de dioses, aunque hablen sin demostraciones probables ni necesarias, sino, siguiendo la costumbre, debemos creerles cuando dicen que relatan asuntos familiares.9

La curiosidad acerca de los orígenes del universo ha sido una realidad siempre presente en la mentalidad griega y en toda cultura tradicional, en el hombre mismo que se permitía pensar y concebir la idea de un Origen, de un Principio cuando nada era... ¿Quién?, se preguntaba. Mas Platón ya nos advierte sutilmente acerca de aquello que “ni siquiera está permitido pronunciar a nadie”...

Descubrir al hacedor y padre de este universo es difícil, pero, una vez descubierto, comunicárselo a todos es imposible.10

En la cultura griega esa curiosidad encontró su expresión en la mitología y luego en la filosofía de donde surgirán tres preguntas fundamentales en el corazón de aquellos pensadores: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? Interrogantes que permanentemente se plantea el “misto” en su viaje ascendente por las sefiroth del Árbol de la Vida, “disolviendo y coagulando”, conjugando los opuestos complementarios alrededor del eje central que une cielo y tierra, como lo muestra el caduceo de Hermes, resolviendo en sí las contradicciones y devolviéndolas a la Unidad; ideas reflejadas en los grandes mitos escatológicos expresados en los diálogos de Platón: Fedón, Gorgias, República y Timeo, en los que se vale liberalmente de los mitos órficos para probar la inmortalidad del alma.11

Desde luego que afirmar que esto es tal cual yo lo he expuesto punto por punto, no es propio de un hombre sensato. Pero que existen esas cosas o algunas otras semejantes en lo que toca a nuestras almas y sus moradas, una vez que está claro que el alma es algo inmortal, eso me parece que es conveniente y que vale la pena correr el riesgo de creerlo así –pues es hermoso el riesgo–, y hay que entonar semejantes encantamientos para uno mismo, razón por la que yo hace un rato ya que prolongo este relato mítico.12

Recordando que

Platón basado en Sócrates y teniendo el fundamento de todo el pensamiento griego, Orfeo, Pitágoras, los presocráticos y estoicos incluidos y tan comprensivo respecto al pensamiento mítico (Hesíodo, Homero, etc.), al que explica y pone en valor, recordando la herencia recibida de Egipto, Mesopotamia, Persia, India y de otras fuentes orientales (incluso nórdicas) –donde se menciona la influencia que han tenido los griegos sobre esas Tradiciones, pero no a la inversa– es el fundador de la filosofía y un renovador y actualizador de la cosmogonía y metafísica de la Antigüedad, es decir, de la Tradición Primordial, y a la vez un autor al que nos conduce cualquier camino, cabo suelto, o tema sobre el que podamos hoy especular, sintetizando en sí todo lo que el término filosofía pueda expresar.13

Las referencias a algunos poemas teogónicos de Orfeo que hablan del origen del universo, los dioses y el hombre las hemos recibido de varios autores neoplatónicos muy posteriores. Damascio menciona a tres: “la teogonía órfica que está en Eudemo, (filósofo del siglo IV a. C., discípulo de Aristóteles), otra, “según Jerónimo y Helánico”, muy similar a la tercera, la Teogonía Rapsódica, compuesta de 24 cantos, la cual se dice es la usual entre los órficos, siendo ésta la versión que citan los neoplatónicos. A éstas, habría que agregar la citada en el Papiro de Derveni, la más antigua que se tiene; la Teogonía de Protógono y la llamada Cíclica, así llamada porque “se habría insertado en el Ciclo épico que habría servido de fuente a la narración teogónica de Apolodoro”, según señala Alberto Bernabé.14 Igualmente, habría que mencionar a Apolonio de Rodas que en un pasaje de las Argonáuticas hace recitar al propio Orfeo una cosmogonía con elementos distintos.


Orfeo. Mosaico de Tagliari.
Museo Arqueológico de Torino.

Cantaba cómo la tierra y el cielo y el mar, al principio estaban trabados unos con otros en una única forma, y por una terrible discordia se separaron cada uno por un lado. Y cómo un firme destino mantiene en el éter las estrellas y los cursos del sol y de la luna. Y cómo habían surgido los montes y cómo los ríos, que resuenan con sus ninfas propias, y cómo todos los animales llegaron a ser. Cantaba cómo al principio Ofión y la Oceánide Eurínome habitaban la cumbre del nevado Olimpo; y cómo por la violencia y sus presiones el uno cedió su cargo a Cronos, y ella a Rea, y se precipitaron en las olas del Océano. Ellos entonces señoreaban a los felices dioses titánicos, mientras Zeus aún niño, y ocupado en pensamientos infantiles, habitaba en el interior de la cueva Dictea, y los Cíclopes nacidos de la tierra aún no le habían hecho dueño del rayo, del trueno y del relámpago. Ahora son manifestaciones de la gloria de Zeus.15

Pero hay un grupo de teogonías órficas íntimamente emparentadas entre sí y deben tomarse en conjunto. Ya que en este grupo se encuentra una “doctrina central” resumida en palabras que se adjudican a Museo, discípulo de Orfeo:

... todo llega a ser a partir del Uno y se resuelve en el Uno.16

Una idea central de que todo existía junto al comienzo en una masa confusa, y que el acto creador, análogo al despliegue de la escala numérica en su desarrollo del 1 al 10, se produce por un “desmembramiento” de la Unidad, o, en otras palabras:

... por el autosacrificio del Ser, que al fragmentarse y dividirse da lugar al orden cosmogónico, regido por los mismos dioses”.17

Una nueva religión

Llegamos pues a la parte central de la historia órfica: los relatos míticos de Dioniso niño, hijo de Zeus y Perséfone, sus sufrimientos –basados en fuentes cretenses–, su “desmembramiento”, su segunda muerte y tercer nacimiento. Esta parte del “corpus órfico” se encuentra abundantemente citado por los neoplatónicos, que Clemente de Alejandría en su obra Protréptico, siglo I/II d. C., atribuye “a un poema de Orfeo”.18

Los misterios de Dioniso son totalmente inhumanos. Cuando aún era niño y a su alrededor bailaban en tumulto los Curetes19 en una danza armada, se introdujeron los Titanes con engaño y, tras engañarle con juguetes infantiles, lo descuartizaron, a pesar de ser aún muy niño, como afirma el poeta de esta iniciación, el tracio Orfeo:

una piña, una rueda y muñecas articuladas, hermosas manzanas de oro de las Hespérides de armoniosos sonidos.

No es inútil mostraros los vanos símbolos de esta iniciación para condenarlos: ¡una vértebra, una pelota, una bola, manzanas, una cuerda, un espejo y un copo de lana! Así pues, Atenea, que se apoderó del corazón de Dioniso, fue llamada Palas por el hecho de agitar fuertemente el corazón. Los Titanes, que lo habían descuartizado, colocaron un caldero sobre un trípode y arrojaron los miembros de Dioniso. En primer lugar lo cocieron y luego, tras atravesarle con pequeñas jabalinas, lo “pusieron sobre Hefesto”.20 Apareció poco después Zeus (si fuera un dios, al punto hubiera cogido su parte de humo de carne asada, el que vuestros dioses están de acuerdo en “recibir como homenaje”); hirió a los Titanes con el rayo y confió los miembros de Dioniso a su hijo Apolo, para que los enterrara. Este llevó el cadáver despedazado hasta el Parnaso y lo depositó allí, sin desobedecer a Zeus.21

Si bien Clemente hace constante referencia en su obra a los filósofos griegos, a los dioses y sus ‘historias sagradas’ que bien conoce, no deja de criticar los misterios paganos, los mitos y ritos que, además, cita extensamente. Más adelante volveremos sobre este texto.

Pausanias probablemente contemporáneo de Clemente agrega que:

Los Titanes fueron introducidos primeramente en la poesía por Homero, quien dijo que eran dioses habitantes de un lugar subterráneo llamado Tártaro. Onomácrito recogió de Homero el nombre de los Titanes y fundó ritos en honor a Dioniso, haciendo de aquéllos los autores de los sufrimientos de éste.22

Se sabía, sin duda, que Onomácrito había editado los poemas de Orfeo, así como en la misma época se editaban en Atenas los poemas de Homero con interpolaciones, pero sucedió que el conjunto del “corpus homérico” fue aceptado de esa manera por la mayoría de los griegos, quedando como lo conocemos. Pero,

ciertamente, las interpolaciones a Orfeo, a juzgar por ese aserto de Pausanias, no eran pequeñas, pero debe tenerse en cuenta la credulidad de los más piadosos. Onomácrito era para ellos un (...) ‘hombre divino’, un inspirado, y la certeza de que lo que había añadido estaba acorde con el espíritu de la verdad y profecía determinaría un estado de indiferencia en el cual la línea de demarcación entre la teología originaria y la reformada acabaría pronto por borrarse. Ya se ve por otras citas que no hay objeción en citar como autoridad “a Onomácrito sobre los Orphika”.23

Partimos, pues, del supuesto que la “religión órfica” de la que hablábamos más arriba, cobró forma en el siglo VI a. C., y que sus fundadores, entre lo cuales estaba Onomácrito, eligieron ponerse a sí mismos y a sus escritos bajo el patronazgo de Orfeo. Pero recordemos, nuevamente, que los antiguos poemas de Orfeo no eran órficos, y que fue a partir de esta época que se introdujo un nuevo influjo que dio todo un giro “tomando a Orfeo como profeta y el culto de Dioniso como centro de su vida”.24 De esta manera intervinieron los órficos que seguramente meditaron sobre los elementos necesarios para transmitir una “nueva religión que necesitaban predicar, exponiendo una norma de conducta basada en una teoría del origen de la humanidad; pero necesitaban una estructura mítica en que proponerla”.25

Era el objetivo de los órficos contar una historia con el mayor número posible de elementos familiares y aquí había uno que servía perfectamente a sus propósitos. Zeus ataca a los Titanes, a raíz del crimen cometido con sus conocidas armas. Quemados, de las cenizas surge la raza de los hombres. El clímax era original, era órfico (y a esto todas las constancias confluyen), porque contiene el pensamiento peculiar órfico de que nuestra naturaleza es mixta: terrena y celeste.26

Conocedor del movimiento órfico, Guthrie señala que:

difícilmente quienes tenían un mensaje que predicar en Grecia pensarían en hacerlo inventando nuevos mitos o ritos. El cambio se cumplía por ‘infusión’ de un nuevo sentido a los mitos y ritos existentes concentrándose primeramente en las doctrinas de un creador y el parentesco divino de la humanidad.27

Según este mito, el hombre participa a la vez de la naturaleza titánica y de la divinidad, ya que las cenizas de los Titanes contenían también el cuerpo de Dioniso niño. Sin embargo, mediante las purificaciones (katharmoi) y los ritos iniciáticos (teletai) era posible, siguiendo al mismo tiempo la “vía órfica”, eliminar finalmente el elemento titánico para convertirse en un bakchos, dicho de otro modo: se llegaba a separar y a asumir la condición divina, dionisíaca.28

Siguiendo a Alberto Bernabé, en líneas generales, este era el mito:

Zeus tiene con su hija Perséfone un hijo: Dioniso, al que algunas fuentes llaman Zagreo. Los Titanes, por envidia (y por instigación de Hera), engañan a Dioniso con diversos objetos, lo matan, lo desmiembran, lo cuecen, lo asan y lo devoran. Zeus fulmina a los Titanes y de los restos de los Titanes y del propio Dioniso, que había sido ingerido por ellos, proceden los hombres. Zeus reintegra a Dioniso a su condición inicial, pero los hombres, como consecuencia de su origen, tienen una naturaleza dual, al haber heredado una parte dionisíaca, positiva, y otra titánica, malvada. Como herederos de los Titanes, están obligados, además, a expiar su culpa. Tal expiación se extiende a lo largo de varias vidas, porque el alma es inmortal y, cuando se produce la muerte del cuerpo en la que está alojada, transmigra a otro. Para liberarse de la terrible mancha es necesario, además, participar en una serie de rituales y observar determinados tabúes. Una vez cumplidas estas condiciones, el alma, que es divina, se reintegra a su comunidad con los dioses. Mientras que no consiga liberarse, sin embargo, prosigue su ciclo de males y de reencarnaciones.29

El tema de la liberación era tratado en una ceremonia ritual que llevaba el nombre de 0 que, en realidad, era una “iniciación en los misterios”. Lo extraordinario de esta iniciación es que, a pesar del transcurrir de los siglos, con frecuencia se atribuya su composición a Orfeo al igual que el llamado teletai, término que, en el orfismo, “designa la transmisión por medio del mito y el rito de un conjunto de creencias religiosas”,30 o sea, los ritos y las enseñanzas que en ella se cumplen y transmiten. La teletai es pues una “celebración mistérica” de venerable antigüedad, asociada a la divinidad y de carácter sagrado. Su transmisión y reorganización corresponde, como es de suponer, a la figura mítica de Orfeo, y a los sacerdotes oficiantes que lo llevan a cabo en la realidad del presente. Se hace hincapié en que más que un culto al dios propiamente, la teletai se orienta a la liberación del iniciado mediante la transmisión y adquisición de determinados conocimientos. La idea de enseñanza y aprendizaje es propio del mito y el rito, pero es preciso señalar que no se trata de una enseñanza discursiva sino de la vivencia de una experiencia anímica que provoca per se un cambio de mentalidad, un evento inolvidable que marca toda la vida del iniciado, ya que es una enseñanza que le prepara para la muerte, su viaje post mortem, y la liberación del alma. “Esta concepción de la teletai [o del rito] como experiencia anticipatoria de la muerte física” es propia de muchas de las prácticas y enseñanzas doctrinales órficas, que ilustran lo que debe hacer el difunto en su tránsito por el Hades.31 Las numerosas laminillas de oro órficas ejemplifican esta relación ritual-muerte y su función, adquiriendo su pleno sentido si el ritual se concibe como una puesta en escena simbólica de lo que sucederá en el “más allá”. Por esto es que se dice que “la teletai no sólo se celebra, sino que se revela, se enseña y se aprende”.32

En realidad no tenemos certeza de cómo eran estas iniciaciones, si bien podemos intuirlas, ya que estos “misterios” eran secretos y transmitidos únicamente a los iniciados quienes debían guardar silencio al respecto. Por ello,

En primer lugar se debe aclarar que la Iniciación verdadera es un proceso íntimo, secreto, donde el hombre cambia el contenido de sus imágenes mentales a través de la reforma total de su psiquis y por lo tanto incluye una muerte al mundo conceptual profano, lo cual es una reconversión del ser, y por lo tanto va seguida de un nuevo nacimiento a un estado diferente. También se ha señalado que hay dos de estas muertes y por lo tanto tres nacimientos, dos iniciáticos y el profano, y estos nacimientos son perfectamente efectivos y reales, claramente indicados por ciclos y señales, para quien participa de ellos.33

Notemos aquí la analogía entre la “iniciación en los misterios” y lo relatado en la teogonía órfica referente al mito de Dioniso Zagreo, que se hará más evidente conforme avancemos en su narración.

Vayamos, pues, desglosando de a poco la síntesis del mito planteada por Bernabé más arriba, apoyándonos en su narración del mito y sus comentarios, así como también en las citas de autores de la antigüedad, debidamente señaladas, extraídas de la Teogonía de las Rapsodias; así mismo incluiremos algunas citas, de otros autores, relacionados con el tema, aunque no necesariamente extraídas de la Rapsodias. Trataremos de seguir la secuencia de los acontecimientos del mito aunque a veces se deba hacer alguna digresión para exponerlo más claramente. ¡Que los dioses nos guíen en este intento!

Reinado de Dioniso

Llega ahora otra de las novedades de la teogonía órfica: el hecho de que la serie de los dioses que gobiernan los sucesivos ciclos cósmicos no se detiene en Zeus sino que sigue un nuevo reinado celeste que él instaura, el de su hijo Dioniso. El tema había sido preparado por la unión de Zeus con su madre, primero, para engendrar a Perséfone, y con ella misma, después, engendrar al propio dios “liberador”, el último rey de los dioses, “el dios joven”, después de Zeus, que en realidad no son sino uno y mismo.

El añadido de un último reino divino posterior al de Zeus tiene, naturalmente, implicaciones sobre el papel del hombre ante los dioses y en la escatología, como veremos.34 No se han conservado fragmentos sobre la descripción del nacimiento de Dioniso, pero en un verso que nos ha llegado sin contexto se habla de él como “dulce hijo de Zeus”:

Y fue invocado el dulce hijo de Zeus. [Proclo].35

También sabemos que Zeus encomienda a los Curetes su custodia, de igual modo que Rea había hecho con él mismo. (...)


Curetes custodiando a Zeus recién nacido.
Relieve de la época de Augusto (27 a. C. - 14 d. C.).

Sorprendentemente, cuando Dioniso es todavía un niño, Zeus decide entregarle el reino pese a su corta edad.

Y Dioniso, el último rey de los dioses, después de Zeus. Pues el padre lo instala en el trono regio y le entrega el cetro y lo hace rey de todos los dioses encósmicos.
Y Zeus les dice a los dioses jóvenes:

– Oídme, dioses, es a este a quien yo os doy como rey
a vosotros, los inmortales, y le atribuyo las primerísimas honras,
aunque es joven y un niño aficionado a las fiestas.
Y es que los teólogos han llamado a Dioniso con este apelativo (dios joven) [...] Pero Zeus lo nombra rey de todos los dioses encósmicos. [Proclo].36

Pese a haberle cedido el poder a Dioniso, parece que de alguna forma Zeus seguía velando por la buena marcha de las cosas del mundo:

Todo lo dominaba el padre Zeus, mas Baco llevaba a efecto el dominio. [Proclo].37

Los Titanes matan a Dioniso

No obstante, el orden de las cosas previsto por Zeus se verá alterado por otro acontecimiento fundamental: el episodio de los Titanes. Los Titanes habían sido vencidos por Zeus, [como sabemos, por los cantos de Homero] pero no habían renunciado a su hostilidad contra él:

¡Titanes de malvada intención, dotados de un corazón soberbio! [Proclo].38


Cabeza de Titán, Atenas.

La envidia promueve su odio contra el niño divino y maquinan un acto sumamente violento en contra de él:

Crecía Baco y los Titanes todos reventaban de envidia y al final, como no era posible ocultarlo, decidieron despedazarlo.39

Éstos no eran los únicos en odiar a Dioniso. También lo aborrece su madrastra, Hera, que parece ser en último término la instigadora de la criminal acción de los Titanes. Hera actúa también por celos, dado que Dioniso es hijo de Zeus y Perséfone.

Celosa de Vino, hijo de Zeus portador de la égida, [Proclo]40
[Hera instiga su muerte].

El papel de Hera nos recuerda extraordinariamente las madrastras arquetípicas de los cuentos europeos, que buscan la muerte de sus hijastros.

Oigamos este relato –aunque, de momento, sólo un extracto–, descripto por Fírmico Materno (época de Constantino y su sucesor) en una versión totalmente evemerista, pero que vale la pena citarlo no sólo por su interés sino porque es de las pocas versiones completas que tenemos del mito. Se da a los dioses sus nombres romanos por lo que Dioniso pasa a ser Líber:

Líber era hijo de Jove, un rey de Creta. Considerando que había nacido fuera de matrimonio, las atenciones de su padre hacia él fueron excesivas. La esposa de Jove, cuyo nombre era Juno, llena de cólera de madrastra, buscó todos los medios para lograr con engaños la muerte del niño. Una vez el padre se disponía a salir de viaje, y porque conocía el secreto disgusto de su esposa, y a fin de impedirle actuar traidoramente en su furia, confió el cuidado del hijo a guardianes que en su opinión eran de confianza. Juno, contando así con un momento oportuno para su crimen, y atizada su cólera porque el padre, a su partida, había delegado en el niño el trono y el cetro, primeramente corrompió a los guardianes con regias larguezas y regalos, luego estacionó a sus secuaces, llamados Titanes, en lo interior del palacio, y con ayuda de sonajeros y un espejo de ingeniosa construcción de tal modo distrajo la atención del niño, que éste dejó el asiento real y fue conducido al lugar de la emboscada, llevado por el irracional impulso de la infancia.41

Pero en las Rapsodias Apolo intentaba, infructuosamente, convencer al niño de que no abandonase el trono para unirse a los Titanes, que trataban de engañarlo y matarlo.

Volvamos aquí al relato de Clemente de Alejandría citado más arriba,

... Cuando aún era niño y a su alrededor bailaban en tumulto los Curetes en una danza armada, se introdujeron los Titanes con engaño y, tras engañarle con juguetes infantiles, lo descuartizaron, a pesar de ser aún muy niño, como afirma el poeta de esta iniciación, el tracio Orfeo:

una piña, una rueda y muñecas articuladas, hermosas manzanas de oro de las Hespérides de armoniosos sonidos.

No es inútil mostraros los vanos símbolos de esta iniciación para condenarlos: ¡una vértebra, una pelota, una bola, manzanas, una cuerda, un espejo y un copo de lana!42

Clemente nos revela en su texto que los juguetes con los que los Titanes engañan a Dioniso cumplían una doble función: eran “contraseñas” utilizadas en los ritos de iniciación, y además, cumplían funciones adivinatorias o mágicas. La piña, como sabemos, corona los tirsos que llevaban los adoradores durante las procesiones dionisíacas.


Ménade con serpiente y sátiro con pantera.
Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

Las palabras kônos y rómbos del texto han sido traducidos aquí como “peonzas varias”. La peonza, con agujeros, producía una especie de zumbido al girar y es empleada en las ceremonias religiosas de pueblos primitivos en muchas regiones. Las tabas se utilizan en prácticas adivinatorias y rituales, así como la pelota, en ritos de fertilidad; las muñecas articuladas parecen tener usos mágicos. Aunque pueden haber sido simples juguetes Clemente los nombra como “símbolos de la iniciación”, es decir como símbolos de los “misterios”, y seguidamente, después del pasaje citado, procede a revelar los contenidos de los cofrecillos sagrados o cistas que se empleaban en los misterios dionisíacos. Guthrie, en su libro Orfeo y la religión griega, nos dice que,

La lista consiste en parte en diferentes clases de toras sacrificiales, en parte en plantas sagradas: hiedra, férula, granadas; y también se menciona una serpiente.

(...) las dos clases de objetos sagrados, los que eran originariamente simples juguetes introducidos a los fines de la historia y los que eran originariamente símbolos, no se mantenían separados, sino confundidos. Y eran guardados y exhibidos en las cistas sagradas.43

En el mito se toma (la férula) como imagen de lo sensible –pues es dionisíaca, de modo que también los que se inician en el culto de Dioniso aparecen portando férulas– como creador del mundo sensible. Y le es entregada a Dioniso por los Titanes.44

Aunque se dice que

Muchos son los portadores de férula, pero los bacos, pocos.45

También se guardaban allí los instrumentos musicales que se utilizaban en los ritos y procesiones, y junto a la cista o canasto hay que citar la “criba”, un instrumento agrícola empleado para separar el trigo de la paja, que se convierte en uno de los símbolos de culto de los misterios báquicos de época clásica y helenística. Si bien del uso ritual de la criba entre los órficos nos han llegado pocos ejemplos, en varias representaciones iconográficas la criba aparece usada como una cesta llena de ofrendas, preferentemente, frutas diversas, en medio de las cuales se coloca el falo, emblema de la fertilidad. Pero según los antiguos teólogos, este instrumento agrícola adquirió una significación simbólica al emplearse como un elemento purificador del alma: los hombres se purificaban en “los misterios” como el grano en las cribas.46 Y agregar que,

Por otra parte, en varios documentos literarios y epigráficos la criba aparece como la cuna donde se deposita al niño Dioniso (...) Aunque por lo general se interpreta que el niño divino en la cuna-criba representa la vegetación que despierta en la primavera, los órficos pudieron relacionar esa significación con los avatares de Dioniso y entender que allí se depositaba al dios niño en su vuelta a la vida tras la muerte.47


El niño Dioniso en el licno, mecido por una ménade y un sátiro.
Relieve de terracotta. Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

En cuanto a la lana que también menciona Clemente se vinculaba a una significación religiosa, y dice Focio que se usaba “en ceremonias iniciáticas y en hechizos, específicamente en Atenas”.48

Con respecto a las “hermosas manzanas de oro de las Hespérides” recordemos que eran símbolo de la inmortalidad, y que Dioniso estaba destinado a renacer después del asesinato, así como que su muerte iba a asegurar la esperanza de inmortalidad para la raza de los humanos que le siguieron.49

Pero sigamos la trama: los Titanes para engañar al niño, se pintan la cara de yeso. Existe una relación etimológica entre el nombre de los Titanes y el griego titanos, cal viva, y también yeso. Advertir que la cal viva además de tierra, es también fuego, elementos con los que están constituidos los Titanes. Éstos son potencias que en el mito órfico participan de la calidad de dioses.50

Mas no tuvo (Dioniso) por mucho tiempo el trono de Zeus, sino que los Titanes, tras haberse untado con astuto yeso el engañoso óvalo del rostro, lo mataron, por causa de la ira de la diosa desalmada, la rencorosa Hera, con un cuchillo del Tártaro mientras observaba la imagen falsa del espejo que era su contrafigura. [Nonnos de Panoplis].51

Los Titanes también utilizan un espejo para engañar al dios niño y debía ser un objeto especial, ya que había sido fabricado por Hefesto, el artesano divino. El espejo es un objeto asociado desde antiguo con Dioniso. Los filósofos posteriores interpretaron la contemplación de Dioniso en el espejo como una metáfora de su desmembramiento y del paso de la unidad a la multiplicidad (ya que, al reflejarse en el espejo, su imagen, antes única, se multiplica).52

Explica Proclo que,

Hace tiempo que los teólogos han convertido el espejo en el símbolo de la capacidad del universo para llenarse con el intelecto. Por eso dice que Hefesto fabricó un espejo para Dioniso y cuando el dios se miró y vio su imagen emprendió la creación de todo lo particular. [Proclo].53

Sobre su desmembramiento, primero,

Dividieron en siete todos los miembros del muchacho. [Proclo].54

Los Titanes, que lo habían descuartizado, colocaron un caldero sobre un trípode y arrojaron los miembros de Dioniso. En primer lugar lo cocieron y luego, tras atravesarle con pequeñas jabalinas, lo “pusieron sobre Hefesto”.55

O sea que lo cuecen y lo asan. Es muy extraña la manera que adoptan los Titanes para cocinar al niño Dioniso. Hay varias explicaciones al respecto, pero aquí solamente diremos que “en el sacrificio las dos operaciones son separadas y sobre partes distintas: se dice que las vísceras se espetan, [es decir, se asan], y se comen ardiendo antes que nada en el propio sacrificio, mientras que la carne se cuece y se come después”.56 Lo que parece que quiere demostrar el mito órfico es que el sacrificio sangriento es originalmente un crimen, esencialmente, un crimen; por esto, es que tal vez, se diga: “añadiendo crimen sobre crimen”.

Y aquí otro extracto del relato de Fírmico,

Allí llegado, fue cogido y muerto, y, para que ningún rastro del crimen pudiera descubrirse, la banda de secuaces le cortó los miembros en trozos y se los repartieron entre ellos. Después de esto, añadiendo crimen sobre crimen, debido al extremo temor que tenían de su amo, cocinaron los miembros del niño en diversas maneras y los consumieron, nutriéndose de carne humana, hasta entonces nunca visto festín.57

Esta devoración de la carne hace alusión a los ritos dionisíacos antiguos cuando las bacantes en su delirio báquico despedazaban a animales y aún a niños y los comían, práctica que fue reformada por Orfeo. Sin embargo, esta parte del mito es fundamental ya que servirá como aition de la dualidad de los seres humanos que procederán de los Titanes, la parte terrestre e inferior, malvada, del hombre, mientras que la parte positiva, celeste y divina procederá del “niño dios”, Dioniso, que había sido ingerido por ellos.58

Pero, prosigamos con el relato. Nos dice Bernabé que:

Pese al terrible crimen de los Titanes, Dioniso no muere del todo. Una parte importante de él, su corazón (sede de los sentimientos y de la inteligencia) es rescatado por Atenea:

Pues bien, dice (Orfeo) que sólo el corazón [...] quedó a salvo por la acción de Atenea. Pues sólo dejaron el corazón inteligente. [Proclo].59

... y ella [Palas] se llevó el corazón palpitante.60

El poeta aprovecha para hacer un juego etimológico sobre su epíteto Palas, que relaciona con el verbo pallo, “palpitar”.61

Y de allí viene que Palas Atenea fuera llamada Salvadora. [Proclo].62

Zeus fulmina a los Titanes y Dioniso resucita

Vayamos ahora a otra parte fundamental del mito órfico, es decir, la fulminación de los Titanes por Zeus, la resurrección de Dioniso niño y el nacimiento de los hombres.

Zeus, apareciendo a lo último [...] castiga a los Titanes con el rayo.63

Y dice Plutarco que

En realidad esta doctrina parece más antigua,64 pues los padecimientos del desmembramiento que el mito cuenta con respecto a Dioniso y las acciones audaces llevadas a cabo contra él por los Titanes, que probaron su sangre, así como los castigos de éstos y las fulminaciones, todo eso es un mito que tiene un significado oculto con respecto a la serie de renacimientos. Y es que lo que hay en nosotros de irracional, desordenado y violento, de no divino e incluso de demoníaco, los antiguos lo llamaron “Titanes”, es decir, “que son castigados y pagan condena” (tinontas).65

Y agrega que esta es

... una doctrina según la cual las almas pagan un castigo consistente en verse atadas a cuerpos mortales por el derramamiento de sangre y por la antropofagia. Por tanto es evidente que la culpa que provocó el “castigo” tiene que haberse producido antes de que las almas estén unidas a cuerpos mortales; se trata de una “falta antecedente”. Plutarco advierte que este esquema es el mismo que el órfico. Y si, como parece obvio, es así, el único fundamento mítico órfico de la reencarnación y castigo de los hombres que puede citarse es el mito de los Titanes.66

Pero lo que relaciona el mito de los Titanes con las creencias religiosas órficas es que de los restos de la fulminación de los Titanes nace la raza de los hombres.

Y dice Olimpiodoro que:

Irritado contra ellos Zeus los fulminó con el rayo y del residuo de los vapores emitidos por ellos se produjo la materia de la que nacieron los hombres. Por eso está prohibido suicidarse [...] porque nuestro cuerpo es de Dioniso, ya que somos de hecho una parte de él, si estamos conformados por el residuo de los Titanes que comieron de su carne.67

Es decir que estamos bajo “custodia”, la cual se atribuye al propio Dioniso, por lo que sólo este dios puede liberarnos de ella.68

Una vez castigados los Titanes, Zeus se preocupa por rescatar a su hijo de la muerte, y envía, primero, a Apolo a buscar sus restos para que luego los entierre. Zeus le dice:

– Toma ordenadamente todos los miembros de Vino y tráemelos. [Proclo].69

Y [Zeus] confió los miembros de Dioniso a su hijo Apolo, para que los enterrara. Éste llevó el cadáver despedazado hasta el Parnaso, [en Delfos] y lo depositó allí, sin desobedecer a Zeus.70


Delfos, monte Parnaso.

Pues en aquéllos (e. e., los poemas de Orfeo) es ese dios (Apolo) el que, según el deseo de su padre, junta y aúna los miembros despedazados de Dioniso. [Proclo].71

Apolo, dios de la luz y la Inteligencia, –atributos que comparte con Palas Atenea, “Salvadora” del corazón palpitante del niño divino–, al que se identifica, en cierta medida, con el Sol, corazón del mundo, es el centro en el que todo se ordena y reúne en la Unidad del Ser, así como en Delfos, santuario de Apolo y de Dioniso, está indicado “claramente el omphalos, el centro del mundo, que se encuentra a los pies del monte Parnaso”, 72 donde habitan las Musas. Allí es donde, por mandato de Zeus, Apolo entierra “junta y aúna los miembros despedazados de Dioniso”. Y dicen que cuando Apolo realiza el sepelio, lloran al dios muerto su madre Perséfone y su abuela Deméter:

Dado que también las iniciaciones han transmitido la tradición de ciertas lamentaciones rituales secretas de la Muchacha, de Deméter y de la propia Diosa Suprema. [Proclo].73

Aunque Dioniso vuelve a ser reconstituido hay dos versiones de la forma en que efectivamente llega a serlo. Entonces,

… como el padre no podía soportar ya los tormentos de su apenado corazón ni consuelo alguno lograba aliviar el dolor de la separación, hizo construir por arte de modelador una estatua de yeso del muchacho y el corazón (el instrumento por el cual, cuando traído por la hermana, se había descubierto el crimen) fue colocado por el escultor en aquella parte de la estatua donde estaban representados los lineamientos del pecho.74

Vemos cómo vuelve a aparece el yeso al que también se le atribuían propiedades conservantes, el mismo material con el que los Titanes cubren su rostro para engañar al niño Dioniso, pero esta vez es una estatua de yeso que el padre, es decir Zeus, como demiurgo, hace construir por el arte de modelar colocando el escultor divino el corazón palpitante de Dioniso, salvado por Atenea, en el pecho, es decir en el centro de la estatua, a la que le insufla vida. Y agrega Macrobio que

En los ritos se cuenta que Líber, con sus miembros despedazados por la furia titánica y después de que éstos fueran sepultados en vano, renació como uno e íntegro.75

En el libro Hieros Logos, del que hemos extraído varias citas y comentarios, aparece otra versión que combina la leyenda órfica primitiva con el mito de Sémele. Dice Bernabé:

... que hay claros elementos de juicio para deducir dos cosas: una que en las Rapsodias interviene Sémele en el sentido de que Dioniso comienza a gestarse en su seno, y dos, que tal gestación se produce después de que Dioniso haya sido devorado por los Titanes, probablemente al quedarse embarazada por la ingestión de una pócima en que se ha mezclado el corazón del dios. En los mitos antiguos los embarazos “digestivos” son harto frecuentes y hay múltiples ejemplos desde los mitos hititas a los griegos que coinciden en considerar el vientre como “casa común” de lo digestivo y de lo fértil. Sémele no puede, sin embargo, llevar a término el embarazo, porque, por consejo de Hera, que, celosa, desea acabar con su rival, reclama a Zeus que acuda a ella en toda su majestad, por lo que queda fulminada cuando el dios cumple lo que le había pedido. Para salvar la vida de su hijo nonato, Zeus debe completar el embarazo del dios en su muslo.76

Pues bien,

Dejémosles a Orfeo, a Museo y a los antiguos legisladores de los himnos perfectos y los relatos acerca de Dioniso. Alabemos al dios al modo de un símbolo, con una voz mesurada, ya que no somos de los no iniciados [...] Zeus se une a Sémele y queriendo ser él mismo padre y madre de Dioniso, envía a Sémele al Olimpo por medio del fuego y cosiéndose el feto al muslo lo lleva diez meses desde el principio.77

A lo que añade Proclo en esta enigmática cita,

Y en absoluto Orfeo va por diferente camino (que Platón) [...] En efecto, Hipta (que es el alma del mundo y es así llamada por el teólogo porque sus intelecciones tienen lugar por medio de movimientos muy rápidos..., tras haber puesto sobre su cabeza una cesta en la que había enrollado una serpiente, acoge en ella a Dioniso, corazón del mundo [...] Y él se lanza hacia ella desde el muslo de Zeus (pues antes estaba hecho uno con Zeus) [...] Dioniso, pues, se lanza hacia el Ida y hacia la Madre de los Dioses, de la que procede toda la cadena de almas. Por ello se dice que Hipta “se une con Zeus que da a luz”.78

¿Pero quién es Hipta, diosa que ahora irrumpe en este relato divino?

La fuente órfica que hablaba del kradiaios Dionysos, el “Dionisios de madera de higo” [un símbolo fálico] relataba que la diosa Hipna [o Hipta] se hizo cargo de él y lo llevó sobre la cabeza en un licno: hizo que una serpiente se enrollara en torno al cesto. Este detalle y el nombre de la diosa que –como se señala ahí mismo–, “ayudó al Zeus parturiento” en el nacimiento de Dionisios provienen de Asia Menor, al igual, probablemente, que el autor del texto órfico “sobre Hipta”. El ámbito de Hipta eran las montañas de Tmolos en Libia y de Ida en Frigia, según el libro de himnos órfico. En su origen era la Gran Madre, llamada también Rea. El libro de himnos ofrece asimismo un nombre frigio para el dios al que ayudó: Sabazius. Éste, según interpretación griega, podía ser tanto Zeus como Dionisios. (...) En el himno dirigido a él es invocado como hijo de Cronos, o sea, se lo equipara con Zeus. Era aquel, dice el himno, que cosió a Dionisios, al Eiraphiotes, en su muslo, para que cuando madurara pudiera ir a Tmolos, a la reina Hipta. El hecho de que Hipta lo llevara sobre la cabeza se soslaya. Ella sólo aparece como su receptora tras el nacimiento. Además, era conocido que Rea lo educó.79

Y volviendo a nuestro relato...

Si Hipta, que muy probablemente no es otra que la diosa minorasiática Hebat, era con toda evidencia un personaje de las Rapsodias, ¿cómo se explica que recoja al niño del muslo de Zeus si no es porque antes ha ocurrido el episodio de Sémele que motiva que el niño tenga que terminar en el muslo del padre divino su gestación interrumpida? Tal gestación inconclusa no puede ser la primera, la de Perséfone, que es una diosa; el motivo sólo tiene sentido si se trata de una madre muerta antes de llevar a término el embarazo y, por ende mortal.80

En suma:

Dioniso nace la primera vez de Zeus y Perséfone. Los Titanes, movidos por los celos de Hera y por los suyos propios, matan a Dioniso y lo devoran. Palas salva su corazón y se lo lleva a Zeus. Sus miembros son sepultados, pero su corazón es ingerido por Sémele que queda así embarazada, para volver a la vida al dios. Pero como ésta es, a su vez, fulminada antes de que el niño llegue a término, Dioniso tiene un segundo nacimiento, que es prematuro. Entonces el niño es cosido al muslo de Zeus, quien termina la gestación y Dioniso nace, por tercera vez. Hipta se lo lleva y es entonces cuando se asocia al dios con la cesta y las serpientes, es decir, es en este tercer nacimiento cuando aparecen en el mito los elementos místicos característicos del culto dionisíaco.81


Nacimiento de Dioniso del muslo de Zeus.
Crátera de Tarento. Tarento, Museo Arqueológico Nazionale.

Regresemos, pues, a la enigmática cita de Proclo:

[...] tras haber puesto sobre su cabeza una cesta en la que había enrollado una serpiente, acoge en ella a Dioniso, corazón del mundo [...] Y él se lanza hacia ella desde el muslo de Zeus (pues antes estaba hecho uno con Zeus) [...]

El hecho de llevar sobre la cabeza a Dioniso en una cesta en la que había enrollado una serpiente, símbolo de la vida y la muerte, nos ha hecho pensar en Atenea, diosa de la Inteligencia, nacida de la cabeza de Zeus. Por otra parte en el Papiro de Derveni se dice que: “Cuando la mente de Zeus hubo concebido todas sus obras, quiso unirse en amor con su propia madre”.82 Pero Orfeo habla enigmáticamente y su discurso es sagrado. Orfeo considera que “madre” es una forma de referirse al intelecto, con lo cual el poeta no quería decir “con su propia madre” sino con el intelecto.

Dioniso, pues, se lanza hacia el Ida y hacia la Madre de los Dioses, de la que procede toda la cadena de almas. Por ello se dice que Hipta, “se une con Zeus que da a luz”.

¡Oh, Diosa!, ¡fecúndame, hazte cargo de éste nacimiento que yo te produje a mi vez!83


NOTAS.
1 Platón, Timeo, 27 c. Ed. Gredos, Madrid, 1992.
2 Revista SYMBOLOS, nº 59, Solsticio invierno 2020. Afluentes de la Tradición Hermética. “Orfeo, hijo de los dioses”. https://symbolos.com/n59invierno2020/8.orfeo/0.orfeo-hijo-de-dioses.htm
3 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada, Programa Agartha. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003.
4 Mircea Eliade, Historia de la creencias y las ideas Religiosas II. Cap. XXII. Ed. Paidos, Barcelona, 1999.
5 W. K. C. Guthrie, Orfeo y la religión griega. Estudio sobre el “Movimiento Órfico”. Cap. IV, Editorial Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires, 1970.
6 Mircea Eliade, Historia de la creencias y las ideas Religiosas II. Cap. XXII, op. cit.
7 Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica. Libro IV. 25 2-4. Ediciones Clásicas, Madrid, 2004.
8 W. K. C. Guthrie, Orfeo y la religión griega. Estudio sobre el “Movimiento Órfico”. Cap. VII, op. cit.
9 Platón, Timeo 40 d-e., op. cit.
10 Ibíd.
11 W. K. C. Guthrie, Orfeo y la religión griega. Estudio sobre el “Movimiento Órfico”. Cap. VII, ibíd.
12 Platón, Fedón,114 d. Ed. Gredos, Madrid, 1992.
13 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, Entrada: “Filosofía”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
14 Alberto Bernabé y Francesc Casadesús, (coords.) Orfeo y la tradición órfica, un reencuentro I. Cap. XIV. Ediciones Akal, Madrid, 2008.
15 Apolonio de Rodas, El viaje de los Argonautas. Introducción y notas de Carlos García Gual. Alianza Ed., Madrid, 1987.
16 W. K. C. Guthrie, Orfeo y la religión griega. Estudio sobre el “Movimiento Órfico”, ibíd.
17 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada, “Marsilio Ficino”, op. cit.
18 W. K. C. Guthrie, Orfeo y la religión griega. Estudio sobre el “Movimiento Órfico”, ibíd.
19 “Personajes misteriosos a los que se les da distintos orígenes y progenitores. En realidad son unos genios que poblaban la atmósfera, en todos los casos donde se les presenta, tanto en Etolia, como en Eubea, en Frigia, en Cnossos, y en otros puntos geográficos y épocas helenas. Rea confió a Zeus cuando éste nació a la Ninfa Amaltea y a los Curetes, que hacían ruidosas danzas guerreras para que Crono no descubriera al niño”. Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Curetes”, op. cit.
20 Es decir, sobre el fuego.
21 Clemente de Alejandría, Protréptico, 17.2: 18.2. Ed. Gredos, Madrid, 1994.
22 Pausanias, Description of Greece 8. 37, en W. K. C. Guthrie, Orfeo y la religión griega. Estudio sobre el “Movimiento Órfico”, ibíd.
23 W. K. C. Guthrie, Orfeo y la religión griega. Estudio sobre el “Movimiento Órfico”. Cap. IV, ibíd.
24 Ibíd.
25 Ibíd.
26 Ibíd.
27 Ibíd.
28 Mircea Eliade, Historia de la creencias y las ideas Religiosas II. Cap. XXII, ibíd.
29 Alberto Bernabé y Francesc Casadesús (coords.). Orfeo y la tradición órfica, un reencuentro I. Cap. XXVII, op. cit.
30 Ana Isabel Jiménez San Cristóbal, El Ritual y los Ritos Órficos. En Alberto Bernabé y Francesc Casadesús (coords.). Orfeo y la tradición órfica, un reencuentro I. Cap. XXXIII, ibíd.
31 La Memoria, Mnemosine, cumple un papel fundamental en este tránsito por el Hades ya que se refiere al recuerdo de la “verdad”, o aquello que le ha sido revelado por la iniciación en los misterios del ser, y que ha vivenciado y comprendido. Alberto Bernabé, Textos órficos y filosofía presocrática. Cap. 2. Ed. Trotta, Madrid, 2004.
32 Ana Isabel Jiménez San Cristóbal, El Ritual y los Ritos Órficos. En Alberto Bernabé y Francesc Casadesús (coords), Orfeo y la tradición órfica, un reencuentro I. Cap. XXXIII, ibíd.
33 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada, “La Iniciación II”, ibíd.
34 Alberto Bernabé, Hieros Logos. Poesía órfica sobre los dioses, el alma y el más allá. Ed. Akal, Madrid, 2003.
35 Proclo. En Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
36 Ibíd.
37 Ibíd.
38 Ibíd.
39 Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
40 Proclo. En Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
41 Fírmico Materno, Sobre los errores de las religiones paganas. Versión en W. K. C. Guthrie, Orfeo y la religión griega. Estudio sobre el “Movimiento Órfico”, ibíd.
42 Clemente de Alejandría, Protréptico, 17.2: 18.2, op. cit.
43 W. K. C. Guthrie, Orfeo y la religión griega. Estudio sobre el “Movimiento Órfico”. Cap. IV, ibíd.
44 Proclo. En Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
45 Alberto Bernabé, Hieros Logos. Poesía órfica sobre los dioses, el alma y el más allá, ibíd.
46 Ana Isabel Jiménez San Cristóbal, El Ritual y los Ritos Órficos. En Alberto Bernabé y Francesc Casadesús (coords.). Orfeo y la tradición órfica, un reencuentro I. Cap. XXXIII, ibíd.
47 Ibíd.
48 W. K. C. Guthrie, Orfeo y la religión griega. Estudio sobre el “Movimiento Órfico”. Cap. IV, ibíd.
49 Ibíd.
50 Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
51 Nonnos de Panoplis. En Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
52 Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
53 Proclo. En Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
54 Ibíd.
55 Clemente de Alejandría, Protréptico, 18.2., ibíd.
56 Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
57 Fírmico Materno, Sobre los errores de las religiones paganas. Versión en W. K. C. Guthrie, Orfeo y la religión griega. Estudio sobre el “Movimiento Órfico”, ibíd.
58 Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
59 Proclo. En Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
60 Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
61 Ibíd.
62 Ibíd.
63 Clemente de Alejandría. Traducción en Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
64 Se refiere a la transmigración de las almas. Nota en Hieros Logos, ibíd.
65 Plutarco. Citado en Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
66 Alberto Bernabé, El mito órfico de Dioniso y los Titanes. Citado en Alberto Bernabé y Francesc Casadesús (coords.). Orfeo y la tradición órfica, un reencuentro, I, ibíd.
67 Olimpiodoro. Citado en Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
68 Alberto Bernabé, El mito órfico de Dioniso y los Titanes. Citado en, Alberto Bernabé y Francesc Casadesús (coords.). Orfeo y la tradición órfica, un reencuentro, I. cap. XXVII, ibíd.
69 Proclo. Citado en Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
70 Clemente de Alejandría, Protréptico, 18.2., ibíd.
71 Proclo. Citado en Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
72 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Delfos”, ibíd.
73 Proclo. Citado en Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
74 Fírmico Materno. Citado en Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
75 Macrobio. Citado en Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
76 Alberto Bernabé, Hieros Logos. Poesía órfica sobre los dioses, el alma y el más allá, ibíd.
77 Dión de Siracusa. Citado en Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
78 Proclo. Citado en Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
79 Karl Kerényi, Dionisios. Raíz de la vida indestructible. Ed. Herder, Barcelona, 1998.
80 Alberto Bernabé, Hieros Logos, ibíd.
81 Ibíd.
82 Alberto Bernabé, Textos órficos y filosofía presocrática. Ed. Trotta, Madrid, 2004.
83 Federico González Frías, Rapsodia. Ed. Symbolos, Barcelona, 2014.
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