SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

LA MÁS ALTA ACTIVIDAD
DE LA PLUMA DEL CREADOR

CARLOS ALCOLEA

… el estudio y la lectura de cualquier texto sagrado o verdaderamente esotérico no son en absoluto vanos, sino que tal texto, al manifestar en sí y por sí la potencia generadora, no puede dejar de ser –para quien se abre a él– auténticamente transmutador y constituir de hecho una gnosis. Esto es patente en la Tradición Hermética donde el libro es el vehículo por excelencia.1

Retomando lo emprendido en el número anterior de SYMBOLOS dedicado al Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos de Federico González Frías, nos dejaremos llevar por la más alta actividad de la pluma del creador, revelada en los temas que muestra, iluminando aspectos relacionados con la posibilidad siempre actual de que se produzca el nacimiento a un nuevo espacio y tiempo distinto al conocido, reiterando en el estudio, meditación y práctica ritual que combina distintas artes y ciencias herméticas como la aritmosofía, la cábala, el tarot, la ciclología, la alquimia, la cosmogonía, el mito, la magia y la teúrgia, la metafísica, y en definitiva la simbólica universal y la filosofía perenne.

No en vano en sus primeras páginas se lo presenta como Diccionario Símbólico-Iniciático y de Temas Misteriosos, aunque el lector no debe olvidar que su operatividad en este sentido no puede ir separada de la entrega y recto juicio con que se reciben las ideas comprendidas en este templo de palabras y números con distintas lecturas jerarquizadas, correspondientes al misterio del No Ser y el Ser, y sus estados o grados equiparados a mundos o planos igualmente jerárquicos: uránico, telúrico y ctónico, es decir, lo que las cosmogonías consideran como cielo, tierra e infierno respectivamente.

Mundos que tienen su razón de ser en ciertos principios universales, considerados por distintas teogonías como una tríada de potencias o fuerzas que conforman el cosmos: la Unidad –ahí donde reside el “amor que mueve el sol y las demás estrellas” al decir de Dante en su Divina Comedia–, se conoce a sí misma al afirmarse en un punto representado numéricamente por el 2, correspondiente a la esfera de la Sabiduría que se refleja en la Inteligencia –número 3–, de acuerdo al modelo cabalístico del esoterismo hebraico que nos ha sido enseñado y que está debidamente explicado y expuesta la doctrina en la entrada del Diccionario denominada Árbol de la Vida.2

Dichos principios también los encontramos representados en la Alquimia, el arte de las transmutaciones practicado por iniciados que tratan de realizar la gnosis o metanoia.3 Simbolizados por el azufre –activo o masculino–, el mercurio –pasivo o femenino– y la sal como neutro que los conjuga, “están en toda ‘materia’ o energía, así se presente esa energía en estado radiante, gaseoso, fluídico, o de manera sólida”,4 constituyendo cualquier posibilidad de manifestación.

De hecho este ternario fundamental constituye “el ser del hombre que como el del mundo es triple, y se encuentra dividido en espíritu, alma y cuerpo”.5 Disposición que se refiere a los dos polos de la creación conjugados en el plano intermediario, para que pueda producirse “el sacrificio secreto, caracterizado por el abandono de todo reflejo, en el que el oficiante y la víctima sean uno solo.6

Gesta digna de un Hércules o un Eneas, dos de los prototipos heroicos conducidos por la Gracia, cuyas victorias corren parejas con sus nutridas flaquezas, lo que les acarrea multitud de padecimientos, horrores y desventuras que deben enfrentar como obstáculos en el proceso de realización. Nada que ver con un paseo alegre y despreocupado aunque por momentos lo sea para alivio del guerrero. Léase la Eneida, o la Odisea, o cualquier otra epopeya vibrante, representativa del viaje que afronta el iniciado movido por la necesidad de cumplir con su destino, providencialmente guiado en la firmeza de su voluntad y rectitud de intención.

A tal fin, el Diccionario dispone de una extensa bibliografía de textos citados, como referencia fundamental para el buscador que gusta de tener a mano en sus labores meditativas libros de lectura y consulta a los que recurrir con toda confianza. Obras con elementos de orden trascendente que permiten encauzar la realización espiritual –metafísica–, si no en su totalidad, al menos hasta cierto grado supeditado a una determinada cualificación, o en el mejor de los casos, producirse efectivamente la reintegración en el origen. Origen que, aplicando el punto de vista de una temporalidad sucesiva relativa al estado mental del hombre caído, se planteará como que tuvo lugar en un pasado más o menos remoto, mientras que en aquella individualidad para la que, ubicada en el centro de Sí siempre es ahora, la sucesión de los hechos y las cosas en el devenir, sólo será una ilusión y el origen de la creación, la realidad inmutable manifestándose en la propia impermanencia. Como así es en efecto para Platón, al expresarse en términos análogos y decir que el tiempo es una imagen móvil de la eternidad.

Además de la mencionada bibliografía, el Diccionario también cuenta con una entrada llamada “Transmisión (Cadena Áurea)” que ofrece un listado de trescientos sesenta nombres –número circular– “de los principales personajes de la Tradición Hermética, o sea del esoterismo occidental, sin contar los anónimos, o los que jamás han escrito o manifestado de ninguna manera pública, o los profetas y hombres de Conocimiento de Tradiciones de las que han bebido la greco-romana y la judeo cristiana”,7 dejando al interesado la búsqueda de las obras de estos sabios a los que se aconseja estudiar concentradamente, en palabras del autor, que presenta esta extraordinaria relación por orden cronológico, desde el rey David hasta la actualidad.

Figuras como Nicolás de Cusa, encabezando la relación de los pensadores que preparan el Renacimiento; o Marsilio Ficino, fundador de la Nueva Academia Platónica y traductor de los Textos Herméticos, por nombrar dos personalidades ejemplares pertenecientes al Colegio Invisible.8 Además se incluye un espacio dedicado a sus corresponsales, de gran interés para el buscador.9

Pero la cosa no acaba aquí ni mucho menos, pues entre sus páginas también se encuentran otros “cabezas de serie” como René Guénon, cuya obra ha sido, es y será un faro intelectual en este mundo crepuscular, “el principal intérprete del pensamiento esotérico en el siglo XX”, como así se lo presenta, incluyendo la relación de todas las publicaciones del metafísico francés. Un testimonio vivo y como se ha dicho más atrás, una guía para el iniciado.

Obviamente hay otros muchos, muchísimos, que de un modo u otro también están presentes: Asclepigenia, descendiente de Plutarco de Atenas; el poeta Apuleyo, famoso por su Metamorfosis y por su Apología, entre otras obras; la sabia Hypatia, gran filósofa, astrónoma y matemática; Pitágoras, quien recibió los misterios órficos propios de la antigua tradición griega, sus “enseñanzas (cosmogónicas, esotéricas y metafísicas) se articulaban en torno al Número, donde residía el origen de la Armonía Universal, pues a través de él se revelan las medidas y proporciones de todas las cosas, celestes y terrestres, idea que Platón recoge en el Timeo, su libro pitagórico por excelencia”;10 la bella Helena, “personaje célebre de la Ilíada por el que se provocó la ruina de Troya. Hija de Zeus, disfrazado de cisne, y Leda”;11 Penélope, esposa de Ulises, rival en belleza con Helena; el celebrado Platón, heredero como Pitágoras de la Antigua Tradición Orfica y de los misterios iniciáticos de Eleusis; María la Judía, celebrada alquimista; Elías Artista, patrón de la Alquimia; Jesús, presentado como el “arquetipo de la composición dual del hombre, símbolo vertical y axial de la comunicación cielo-tierra”;12 el escritor romano Boecio, el cabalista Cordovero, además de las Sibilas, Brujas, Prostitutas Sagradas, Pitonisas y otras grandes sabias y adivinas a través de las que se manifesta la receptividad ctónica de la potencia fecundadora uránica, como bien saben y de ello dan cuenta las parteras encargadas de dar a luz o iluminar lo que ya estaba en uno, pero había olvidado.

En definitiva, personalidades sin distinción de sexo, raza o condición, figuras públicas y también otras anónimas que participan igualmente en la Cadena de Transmisión iniciática, representada mediante un eje que comprende todos los estados del ser en simultaneidad y que vincula el Origen con el presente actual, que es eterno.

A todos ellos, hombres y mujeres de Conocimiento, ofrendas diarias de agradecimiento por su generosa entrega como testimonio de que la Palabra es Vida y Luz, lo que es posible recibir participando conscientemente en sagrado ofrecimiento por amor a lo que las ideas universales están simbolizando, “el estado de potencialidad pura, que en cierto modo no es sino una imagen reflejada, y por eso mismo invertida, del estado principial de las posibilidades no-manifestadas”.13

Siempre es ahora, se ha dicho, en un no lugar donde pasarla a nuestras anchas con el banquete que se nos ofrece a diario. Delicias del más allá, que más acá, en el reino de la cantidad y la uniformización, resultan una cruda a degustar con mucha objetividad y un frío desapego, a la postre los sueños de uno mismo servidos al punto.

Muchos de los diálogos griegos y romanos transcurren en los banquetes, a tal punto que el propio Platón tiene un diálogo llamado de esa manera. En el cristianismo Jesús aparece en banquetes precisamente en un casamiento (Bodas de Caná), y ofrece otro (La última cena) donde entrega su alma finalmente al término de su recorrido.
Hemos sido invitados a un banquete y llevamos un bocadillo por si acaso. Nos han convidado a un festín y nos contentamos con migajas. (En el Vientre de la Ballena, Textos Alquímicos de Federico González Frías).
El Centro del Mundo es el banquete del Sí Mismo del que todos pueden alimentarse. (Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, Federico González y col.)14

Asimilado al estado edénico, representa al Principio Supremo, morada del amor, de cuyo poder habla Diótima en el mencionado Banquete de Platón, presentándolo como un gran démon intermediario que “interpreta y comunica a los dioses las cosas de los hombres y a los hombres las de los dioses, súplicas y sacrificios de los unos y de los otros órdenes y recompensas por los sacrificios”. No por nada es considerado como el gran cohesionador, “de suerte que el todo queda unido consigo mismo como un continuo”.15 También es responsable por ello de la adivinación y su funcionamiento sujeto a sacrificios, ritos e invocaciones. O sea, la oración del corazón por parte del amante flechado por Eros, perdidamente enamorado de la Sabiduría y la Belleza –alternando estados de horror e ignorancia en un alto grado– con que se manifiesta esta presencia que siempre nos desborda contagiándonos de un entusiasmo y un furor sobrehumanos con fines a la liberación. Lo que los cabalistas denominan En-Sof, que significa “Sin Fin” e insinúa “lo indefinible e ilimitado, que es también un estado virtual de la conciencia”.

Ein-Sof, bendito sea, es la voluntad tal y como hubiera podido ser, aquélla que no tiene ni término, ni medida, ni fin; las sefirot son aquello que El ha querido, con límite, y aquello que está constituido por los atributos particulares que El ha querido. (Moshe Hayyim Luzzatto, fragmento del diálogo El Filósofo y el Cabalista).16
… el que es imposible de explicar, ése es Dios.17

Algo semejante encontramos en el Tao, “un concepto chino que aúna la mortalidad con la inmortalidad, el movimiento y la eternidad. El pensamiento y su ausencia. El Tao Te King nos dice:

El nombre que se le puede dar no es su verdadero nombre.
Sin nombre es el principio del universo; y con nombre, es la madre de todas las cosas.
Desde el no-ser comprendemos su esencia; y desde el ser, sólo vemos su apariencia.
Ambas cosas, ser y no-ser, tienen el mismo origen, aunque distinto nombre. Su identidad es el misterio.
Y en este misterio se halla la puerta de toda maravilla. (I)
Antes que el cielo y la tierra ya existía un ser inexpresable. Es un ser vacío y silencioso, libre, inmutable y solitario. Se encuentra en todas partes y es inagotable. Puede que sea la Madre del universo. No sé su nombre, pero lo llamo Tao… (XXV)
… Todas las cosas del mundo nacen del ser. El ser nace del no-ser. (XL)
El Tao da nacimiento al uno.
El uno de nacimiento al dos.
El dos da nacimiento al tres.
El tres da nacimiento a todo. (XLII)18

A este respecto, el Diccionario explica que “el problema de lo único y lo múltiple está también relacionado con los distintos nombres divinos con que se expresa la unidad esencial”. Y añade:

La deidad tiene todos los nombres, así como todos los nombres son la deidad, aunque hay que hacer la salvedad de que esos nombres no son sinónimos, sino que, por el contrario manifiestan distintos aspectos de la unidad que no son casuales ni deben ser, por ello, alterados.19

A decir verdad, todo son expresiones simbólicas de otras realidades que la creación revela y sugiere perennemente. En este sentido, el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos no sólo hace inteligibles ideas y conceptos tanto metafísicos como universales, sino que en sí mismo constituye un método combinatorio mnemotécnico –con fines a la realización espiritual–, que como se ha dicho posee tres, cuando no cuatro niveles de lectura, de acuerdo a un orden modélico, o mejor, cosmogónico, en correspondencia con el ser humano, un cosmos en miniatura. Las voces e ilustraciones presentes en la obra configuran un entramado de símbolos y analogías “que bien pueden considerarse tanto relaciones o energías vinculantes como vehículos de la creatividad divina”20 que el interesado puede ir conociendo y asimilando pacientemente, perseverando en su estudio concentrado, a modo de meditación ritual, alternándolo con determinados ejercicios respiratorios e invocaciones en forma de lecturas en voz alta, y todo aquello que tiene que ver con la oración del corazón, que no pide nada y todo agradece.21

Se trata de recuperar y vivificar “ideas-fuerza universales, energías sutiles y vivas que finalmente terminarán manifestándose en gestos existenciales, al extremo no sólo de signar idearios definidos, sino igualmente de determinar maneras de ser y vivir, criterios morales y normas de conducta”.22 En definitiva, un orden concebido con Sabiduría e Inteligencia, en la voluntad de recordar y redescubrir “la verdadera identidad, intrínseca unión con el Sí Mismo y sus indefinidos reflejos que perennemente modifican y reconstruyen al cosmos”.23

La necesidad de realizar semejante destino, se podría comparar con la del sol, la luna y las demás esferas celestes en sus reiterados viajes por el firmamento, instrumentos de un poder superior denominado Noûs o Pensamiento –inmóvil y eterno–, matriz de las ideas y su orden en función de cualidades, lo que se refleja en un plan que llamaremos Logos o Razón –con mayúscula en referencia a su naturaleza arquetípica–, y cuyo descubrimiento promueve la Gnosis o Conocimiento.

Afortunado el ser humano que ha sido agraciado con el pensamiento para comprender, con la razón para interpretar e invocar, y con el conocimiento para trascender toda limitación.

La piedra imán de la trascendencia es llevada por mediación de las estrellas a su origen y fin. La trascendencia es activa y generativa mientras la inmanencia es femenina, oscura y fría. Las dos expresan la misma forma que toma la Unidad al polarizarse. La trascendencia es por lo más alto, la inmanencia es la potencia de los elementos combinados del mundo que atrae y es atraído a su opuesto una y otra vez. Obsérvese bien que lo trascendente tiene como paredro a lo inmanente y no a lo intrascendente. Las corrientes catárticas de las energías de la tierra reclaman el coito del cielo, mientras éste se conjuga con ella en un abrazo de amor.24

En definitiva la unión de los contrarios representada por “todos los actos sexuales hasta los más mínimos, que se utilizarán como un enorme coro que saludará al nacimiento del niño alquímico, imagen solar y por ello vinculada con las ciencias y las artes, o con la soberbia espiritual aunada a la tontera perpetua y al ir y venir sin direccionalidad precisa, o sea colocar al héroe junto con el idiota para que ambos sean pesados con suma precisión por el juguetón Hermes Trimegisto”,25 el tres veces grande del que se dice posee las tres cuartas partes de la Sabiduría Universal y que continúa instruyendo e iniciando a individualidades invitadas a participar en conversación con el maestro interno. Figura instructora a la que también se le reconoce la función de guía, tal y como ha sido tratado de distinta manera por adeptos experimentados. Notorio es el caso de Dante con Beatriz: donde no puede llegar el conocimiento doctrinal de orden iniciático –teórico y preparatorio– de la tradición grecolatina representada por Virgilio, Amor lo completa con Sabiduría en el papel de la amada.

De lo cosmogónico y ontológico a lo metafísico, proceso en dos fases equiparado al recorrido por el laberinto de la propia psique hasta su centro, como punto de partida hacia una lúcida ignorancia en la que el individuo, habiendo renunciado a todo, una vez muerto al mundo profano y su lectura horizontal –sucesiva cronológicamente– y nacido a la realidad simbólica, realiza un ascenso vertical –atemporal– de reconocimiento por los estados jerárquicos del ser, mayormente representados mediante una serie de círculos concéntricos escalonados, hasta identificarse plenamente con el Principio u Origen, del que se dice no hemos salido sino ilusoriamente. Por ello es que se habla de un despertar gradual de la Conciencia o de un recordar nuestra verdadera identidad si es firme y prudente la decisión de realizarlo con la gracia de la deidad como fortaleza.

*

Se ha dicho que lo más pequeño es lo más poderoso, lo que no es difícil de comprobar si reparamos en una simple semilla, capaz de hacerse árbol y generarse bosque. El buen sembrador de la famosa parábola lanza el germen de la enseñanza iniciándose un desarrollo que arraigará en profundidad y se fortalecerá con la altura dando fruto en riqueza abundante, si es que cae en tierra adecuada y las circunstancias juegan a favor para que así sea.

En el caso que estamos tratando, dicha enseñanza simbolizada por el buen sembrador de la mencionada parábola es la Ciencia Sagrada, sintetizada en esta obra en forma de diccionario para su manducación, tal cual nos cuenta el pasaje de los Hechos de los Hebreos en que Ezequiel se come el Conocimiento que se le ofrece Graciosamente. Lo que para nada representa estudiarlo de modo externo, racional y analítico, siguiendo los métodos de aprendizaje sumamente uniformizadores que nos brinda la sociedad contemporánea, por cierto especialmente castrantes, de una dualidad irreconciliable, verdaderas bombas de sueño de las que nadie está exento, aunque esto mismo puede vehicular rupturas de nivel insospechadas –por la vía del exceso también se llega al palacio de la Sabiduría–, sobre todo en ciertas individualidades especialmente sensibles cuyas almas experimenten un rapto, embebidas por el espíritu, que “como está dicho, sopla donde quiere (¿en cualquier lugar?). Y cuando quiere”.

La Inteligencia Universal encuentra un eco y una receptividad en la inteligencia particular donde se refleja, y así ilumina las vidas de aquellos que se han prestado a recibirla, vaciando la copa abarrotada de su alma. Encarnar, entonces, es Ser; fecundar de modo virginal la Sabiduría Primigenia, en el seno de uno mismo, que pasa a ser el Sí Mismo por un proceso de identificación con lo numénico.26

Si la historia sagrada cristiana recrea el milagro de la iniciación en los misterios a través de una escena significativa como es el hecho sobrenatural de recibir una influencia espiritual depositada en un Conocimiento que no es de este mundo y que debe comer el iniciado en la forma de unos rollos, la ingestión en tal caso debe ser tomada simbólicamente como un signo inequívoco de encarnación, palabra que puede dar lugar a confusión por el manoseo interesado pero cuyo significado en este contexto es esencialmente sinónimo de identidad. “Aunque esta identificación de la que hablamos no podría ser jamás tomada de manera profana, o sea al pie de la letra, como se suele hacer hoy día, de acuerdo a la ignorancia que adorna a los contemporáneos. Conocer, es un verdadero proceso de identificación que se efectúa entre el creador y su criatura por medio de los intermediarios divinos”.27

Un concepto para no olvidar, por aquello de que Conocer es encarnar, o sea, Ser. En este sentido, para el ser humano no hay mayor aspiración que la de recordar su origen y destino, operándose la dicha de recobrar el estado anterior a la caída, es decir, despertar a la conciencia de Unidad, al principio universal, síntesis de la totalidad de la creación y por lo tanto la totalidad misma, expresándose jerárquicamente en diversos planos de realidad correspondientes a grados y cualidades de acuerdo a un orden que igualmente la recrea.

Al hombre, como intermediario, se le ha dado el poder de nombrar todas las cosas, es decir, crearlas, demostrando así ser a imagen y semejanza de su Dios. Y siendo, como es, un vehículo divino se halla tocado por una gracia inmensa. Eso lo solemos olvidar muy a menudo, debido a la pobre imagen que tenemos de nosotros mismos, dada por el mundo en que vivimos, que se hace una idea muy limitada y pacata de lo que es el hombre y las posibilidades que posee, las que forman parte de la Posibilidad Universal. Y repetimos: siendo tan grande su función a veces la olvidamos, acorralados por el medio que tiene una visión pequeña y sin criterio ninguno de lo que es el género humano al que pertenecemos y su parentesco directo con lo divino, lo cual suele ponerse fuera de uno mismo, perdiendo de este modo el ser humano su carácter vehicular.28

Como punto final a este recorrido, René Guénon, reconocido portavoz del pensamiento esotérico aporta algunas aclaraciones acerca de aquellos libros con características extraordinarias en tanto que pueden ser tomados como soportes en la realización efectiva del conocimiento iniciático. Conocimiento, nos recuerda con verbo fluido, que no tiene nada en común con aquél de tipo exclusivamente “libresco”, el cual forma parte de la educación más exterior y sus métodos de asimilación actuales, todo un aparato externo carente de espíritu. E insistiendo en ello sin dejar espacio a cualquier duda o confusión al respecto, afirma que no por leer estos libros a la manera de las gentes “cultivadas”, o incluso estudiarlos de acuerdo a una pretendida y vana erudición, y según los métodos profanos, se estará más cerca del verdadero conocimiento. Es más, encararlo de este modo, en conformidad con el disminuido y oscuro panorama que ofrece el mundo moderno, sólo “aporta consigo disposiciones que no permiten penetrar su sentido real ni asimilarlo en un grado cualquiera”.

Es muy diferente el caso de aquel que, tomando estos mismos libros como “soportes” de su trabajo interior, que es el papel al que están esencialmente destinados, sabe ver más allá de las palabras y encuentra en éstos una ocasión y un punto de apoyo para el desarrollo de sus propias posibilidades; (…) únicamente cuenta la penetración del “espíritu” envuelto bajo las formas exteriores, penetración que supone que el ser lleva en sí mismo las posibilidades correspondientes, puesto que todo conocimiento es esencialmente identificación; y, sin esta cualificación inherente a la naturaleza misma de este ser, las más altas expresiones del conocimiento iniciático, en la medida en que este es expresable, y las propias Escrituras sagradas de todas las tradiciones, no serán más que “letra muerta”…29
NOTAS
1 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003.
2 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Árbol de la Vida”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Integramente en versión online: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos.
3 Ver las entradas respectivas en el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, op. cit.
4 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, op. cit.
5 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Triple”, ibíd.
6 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibíd.
7 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Transmisión (Cadena Áurea)”, ibíd. Igualmente, ver en este mismo número de SYMBOLOS el interesante trabajo desarrollado por María Correa acerca de este tema, y en el número anterior el titulado Libro sagrado, siglo XXI.
8 Ver entrada: “Colegio Invisible”, ibíd.
9 Ver entrada: “Corresponsales de M. Ficino”, ibíd.
10 Entrada: “Pitágoras”, ibíd.
11 Entrada: “Helena”, ibíd.
12 Entrada: “Jesús”, ibíd.
13 René Guénon. Iniciación y Realización espiritual. Trad. Juan de la Viuda. Ed. A. C. Pardes, Barcelona, 2013.
14 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Banquete”, ibíd.
15 Entrada: “Demon (Daimon)”, ibíd.
16 Entrada: “En-Sof (hbr.) - Sin Fin”, ibíd.
17 Extractos de Estobeo, I. Citado en Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “No-Ser”, ibíd.
18 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Tao (China)”, ibíd.
19 Entrada: “Dioses-Diosas”, ibíd.
20 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibíd.
21 Ver Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Oración”, ibíd.
22 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibíd.
23 Ibíd.
24 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Inmanencia”, ibíd.
25 Entrada: “Boda”, ibíd.
26 Entrada: “Encarnación”, ibíd.
27 Ibíd.
28 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Vehículo”, ibíd.
29 René Guénon. Consideraciones sobre la Iniciación. Trad. Juan de la Viuda. Ed. A. C. Pardes, Barcelona, 2014.
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