SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

COSMOGONÍA E INICIACIÓN
A LA LUZ DEL DICCIONARIO DE SÍMBOLOS
Y TEMAS MISTERIOSOS DE FEDERICO GONZÁLEZ FRÍAS

MARC GARCÍA

Tú pues, Tat, hijo mío, ruega en primer lugar al Señor y Padre y Solo, que no es el Uno sino fuente del Uno, que se muestre propicio, a fin de que puedas alcanzar por el entendimiento ese Dios tan grande y para que haga resplandecer uno de sus rayos, aunque sea uno sólo, sobre tu Inteligencia.1

Pilar solar. Fotografía de Thorleif Rødland.
I

Hace tiempo oímos a una tropa de actores decir:

Max – (Desde la segunda fila). Este es el quiebre de todos los paraísos infantiles que creíamos lo más cercano a la felicidad, a lo que imaginábamos como nuestra identidad.
Minnie – ¡Ay mundo!, cuánto nos has engañado. ¡Ay familia!, nos has enseñado todo mal. “Andá a cantarle a Gardel…”
Max – (De pie desde la fila de atrás). Nadie nos ha preparado.
Instructora – Es una cruda, comerse el steak tartar de los sueños de uno mismo, de todas sus proyecciones quebradas en mil pedazos, deshecho todo su juego de sombras… (silencio) y luces, falsas iluminaciones que proyectaban estos ideales muertos.
Max – (Desde la segunda fila). Imposible negar que nos lo creíamos, tristes despojos enterrados con lamentos porque hasta el fin pensamos que eso era nuestra identidad. Un vestido alquilado a la empresa de la vida.
Marta – (De pie desde la segunda fila). Al gran empresario, al estafador, al dios tramposo, al bandido que nos induce los sueños que nos procuran los sentidos, es decir, a aquel que también somos nosotros mismos.
Pausanias – (De pie desde la segunda fila). Aún esto está hecho con la materia de los sueños. ¿Y para cuándo la realidad?
Enrique – ¿Cuál realidad?
Alberto – No sé si puedo creer en un viaje sin destino. ¿Verdad que vamos a algún lado, o no vamos a ninguna parte?
Minnie – Yo no estoy tan segura.
Enrique – Pienso que soy el tren, el viaje, y que ese es el destino.
Minnie – Y no hay nadie que conteste, que corrija mis aseveraciones. ¿Quién es el que pregunta y quién el que responde? ¿Qué es lo que se enuncia y qué debería ser lo enunciado?
Julia – Aquello desconocido. (Pausa).
(Alberto parte por el pasillo hacia el baño. Pausanias pasa a primera fila y se sienta en su plaza. Lo mismo pasa con la Instructora que va a traer la merienda. Marta ocupa ese lugar. En adelante la Instructora está de pie).
Enrique – (Desde la primera fila). Se llama la frontera del silencio, del misterio, aquí nace la raíz del que revela lo oculto.2

Al igual que estos personajes del tren, hemos sido invitados a un viaje que nos ha arrancado de los pozos de la existencia módica en que nos habíamos autoconfinado voluntariamente y no sin una cierta complacencia. El vehículo de este viaje son los símbolos, y nuestro origen es su destino. Un destino que se revela cada vez más como un

fin inexorable en el que confluyen la Necesidad, la Voluntad y finalmente se obtiene por la Providencia.
Para obedecer ese Destino hay que ver constantemente qué se está edificando, no perderse en indefinidos horizontales, equiparables a charlas de café; sino que se necesita una concentración, y tener presente en cierto modo todas las posibilidades, abocado uno a una permanente síntesis, y no moverse de esa perspectiva, o sea, no ser como otro –o el “otro”–, que eso no es ser: el hecho de imitar un modelo pero sin vivir el dramatismo y la comedia que éste te impone.3

El viaje tiene nombre. Se llama iniciación y es un recorrido a contracorriente del despliegue de la manifestación emanada del seno misterioso de lo Innombrable.

La iniciación es algo real y efectivo que se produce en el ser humano, en su interioridad, y de ella son capaces de dar cuenta los que la han vivido por medio de cientos de muertes y resurrecciones que conforman una escala en el camino del conocimiento y que podrían sintetizarse en dos grandes divisiones: la restitución del verdadero Ser, el hombre verdadero, es decir la ontológica (segundo nacimiento) y el siguiente gran tramo que se refiere al No-Ser e infinito, a la metafísica y al tercer nacimiento, esta vez polar y no simplemente solar.
(...)
La iniciación se relaciona con una muerte (hombre viejo) y una resurrección (hombre nuevo), tanto en el segundo como en el tercer nacimiento, tema que acabamos de tratar. Y siempre va unida a la idea de viaje que es el que realiza el alma en el Camino del Conocimiento donde va descubriendo y vivenciando aspectos de sí misma, imágenes del auténtico Sí Mismo del que el ser humano está hecho a semejanza.4

Los peldaños de la escala por la que asciende el alma del iniciado hacia la metafísica han sido esculpidos por el Principio generador sobre la Sustancia universal (ambos emanados a la vez del Fiat Lux primordial) estableciendo así el cosmos y su jerarquía interna. De ahí que todas las tradiciones del mundo, y en particular la Tradición Hermética, hayan concedido tanta importancia al estudio de la Cosmogonía como soporte para la vía iniciática.

La cosmogonía es una ciencia que ha existido en todos los pueblos arcaicos y tradicionales y se refiere al conocimiento del hombre (cosmos en pequeño) y el universo (hombre grande), hecho que de modo unánime y de manera perenne se ha repetido a lo largo del tiempo (historia) y del espacio (geografía) describiendo una sola y única realidad, la del cosmos, que, por otra parte, es la misma que la que vivimos y habitamos los contemporáneos, pues es esencialmente inmutable a pesar de las cambiantes formas en que puede expresarse o ser aprehendida, ya que se mantiene perennemente viva.
Esta ciencia, prácticamente desconocida para el ser humano actual, que es producto del racionalismo, el positivismo, el materialismo, y la técnica, fue sin embargo la estructura de base, primaria, donde tanto los pueblos primitivos como las grandes civilizaciones de la antigüedad (por ejemplo: los egipcios), fundaron sus creencias, y la herramienta con la que construyeron su vida y cultura, que en el caso del ejemplo antes mencionado duró tres mil años; otro tanto pudiera decirse del imperio chino, o mejor de la Tradición extremo-oriental, aunque en verdad esta ciencia es el denominador común de todas las tradiciones conocidas, así ellas se encuentren vivas o aparentemente muertas.
Hemos de agregar que el modo normal en que esa Cosmogonía, Universal y Perenne, se expresa es el símbolo, o un conjunto de símbolos en acción, constituyendo códigos y estructuras que se conjugan permanentemente entre sí, manifestando y vehiculando la realidad, o sea, toda la posibilidad del discurso universal, que se hace audible y comprensible por su intermedio. El símbolo es por lo tanto la traducción inteligible de una realidad cosmogónica, y al mismo tiempo esa realidad en sí, al nivel en que ella se expresa.5

El universo como un hombre grande.
Mural jainita. Asian Civilisations Museum, Singapur.

II

Escribe Federico González en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos:

Todas las naciones han construido su visión del cosmos. Lo curioso es que esta visión que han tenido las indefinidas tierras que componen este mundo, tanto las culturas primitivas como las grandes civilizaciones, en diferentes tiempos, es la misma y se expresa de modo análogo y subsiste hoy día en los pueblos arcaicos aún existentes, o que vivían y mantenían vivas sus culturas hasta fines del siglo XX.
En términos generales la tierra es un plano cuadrangular que se identifica con un animal: tortuga, elefante, cocodrilo o iguana, surgido de las aguas, y conforma una isla, generalmente con un árbol o un monte en su centro, representando el eje del mundo, capaz de unir tierra y cielo, es decir, esta creación con su principio. Los ejemplos son innumerables e iremos dando aquí, como en otras entradas de esta obra, muestras diversas de esta cosmogonía perenne.6

La cosmogonía más antigua que conocemos es la sumeria. Ha llegado hasta nuestros días grabada en un conjunto de tablillas de barro que fueron halladas en las ruinas de varios templos, palacios y bibliotecas de Mesopotamia y que distintos estudiosos han logrado descifrar y traducir. El Diccionario consigna una síntesis de la cosmovisión sumeria escrita por S. Kramer:

1. En un principio había el Mar primordial. Nada se dice ni de su origen ni de su nacimiento, y es muy posible que los sumerios lo hayan concebido como habiendo existido eternamente.
2. Este Mar primitivo produjo la Montaña cósmica, compuesta del cielo y de la tierra, aún entremezclados y unidos.
3. Personificados y concebidos como dioses de forma humana, el cielo, llamado por otro nombre el dios An, representó el papel de macho, y la tierra, llamada también Ki, el de la hembra. De su unión nació el dios del aire, Enlil.
4. Este último separó el cielo y la tierra, y, mientras su padre An se llevaba el cielo, por su parte, Enlil se llevaba la tierra, su madre. La unión de Enlil y de su madre, la Tierra, dio origen al universo organizado: la creación del hombre, de los animales, de las plantas y el establecimiento de la civilización.
¿Quién había, pues, creado el universo? Los dioses. Los primeros de estos dioses se conforman con los grandes “elementos” cósmicos: el Cielo, la Tierra, el Aire, el Agua. Estos dioses “cósmicos” engendraron a otros dioses, y estos últimos, a la larga, produjeron con qué poblar hasta los menores rincones del universo. Pero únicamente los primeros dioses eran considerados como verdaderos creadores. Era a ellos a quienes pertenecían, en tanto que organizadores y mantenedores del cosmos, los grandes reinos en cuyo seno todo existía, se desarrollaba y se activaba.
(...)
Al lado de los cuatro dioses principales, a quienes incumbía la responsabilidad por los elementos fundamentales, había otros que se repartían el gobierno de los cuerpos celestes, el sol, la luna y los planetas; las fuerzas atmosféricas, como el viento, el rayo, y la tempestad; y, en la tierra, las entidades materiales tales como los ríos, las montañas y las llanuras; los elementos diversos de la civilización, por ejemplo, las ciudades, y los Estados, los diques, los campos y las granjas; y hasta ciertos instrumentos y herramientas como el pico, el molde de hacer ladrillos y el arado.7

Hay ecos de esta descripción en los mitos cosmogónicos de otras culturas del Creciente Fértil y de la cuenca mediterránea. El Mar primordial mesopotámico son las aguas sobre las que aletea el soplo del Espíritu en el Génesis bíblico, y la separación de An y Ki por su hijo es análoga a la de la diosa egipcia Nut (el cielo) y el dios Geb (la tierra) por Shu, dios del aire como Enlil, o a la de Urano y Gea por la hoz de Cronos.

En la tradición extremo-oriental, el relato cosmogónico es mucho más despojado. Dice el Tao Te King:

El nombre que se le puede dar no es su verdadero nombre.
Sin nombre es el principio del universo; y con nombre, es la madre de todas las cosas.
Desde el no-ser comprendemos su esencia; y desde el ser, sólo vemos su apariencia.
Ambas cosas, ser y no-ser, tienen el mismo origen, aunque distinto nombre. Su identidad es el misterio.
Y en este misterio se halla la puerta de toda maravilla. (I)
Antes que el cielo y la tierra ya existía un ser inexpresable. Es un ser vacío y silencioso, libre, inmutable y solitario. Se encuentra en todas partes y es inagotable. Puede que sea la Madre del universo. No sé su nombre, pero lo llamo Tao… (XXV)
… Todas las cosas del mundo nacen del ser. El ser nace del no-ser. (XL)
El Tao da nacimiento al uno.
El uno de nacimiento al dos.
El dos da nacimiento al tres.
El tres da nacimiento a todo. (XLII)8

Ideograma chino correspondiente a la palabra “Tao”.
Con licencia Creative Commons.
Y en el Rig Veda hindú leemos:
En la edad primera de los dioses el Ser nació del No Ser / inmediatamente después nacieron los orígenes. (Rig-Vêda X, 72, 3)9
Entonces no había ser, ni tampoco no-ser, / ni espacio, ni más allá cielo. / ¿Qué había en la envoltura? ¿Dónde estaba? ¿Quién lo cuidaba? / ¿Era algo el agua profunda que no tenía fondo? / Ni la muerte ni la no muerte existían. / Nada en la nada distinguía la noche del día. / Sin aire, el Uno respiraba originando su propio movimiento. / Nada más existía. / Las tinieblas ocultaban entonces las tinieblas, / todo allí era caos absoluto. / En medio del vacío, inactivo, el Uno / manifestándose por el poder de la energía.
El Deseo fue lo primero en desarrollarse / como germen primero de la idea / Buscando dentro de sí mismos los sabios / Encontraron en el no-ser el vínculo con el ser.
Al sesgo estaba el linde. / ¿Cuál era el de arriba, cuál era el de abajo? / Había el portador de simiente, estaba la fuerza. / El instinto abajo, impulso, movimiento más allá. / ¿Quién lo sabe, quién podría decirlo? / ¿De dónde surgió, de dónde viene todo? / Los dioses vendrán después del comienzo. / ¿Quién sabe cómo llegó a ser el principio? / ¿De qué principio nació esta creación? / ¿Fue hecha o no lo fue? / El que vigila desde el alto puesto / Seguramente lo sabe. ¿O tal vez lo ignora? (Rig-Vêda X, 129, 1-7)10

Esta manera tan desnuda de expresar la Cosmogonía es también propia de la Tradición Hermética, en la que

Dios es concebido como un principio superior a la inteligencia, al alma, a todo aquello de lo que es causa. El bien no es uno de sus atributos, es su naturaleza misma; Dios es el bien, como el bien es Dios. Es el no-ser, en tanto que él es superior al ser. Dios produce todo lo que es y contiene todo lo que todavía no es. Absolutamente invisible en sí, es el principio de toda luz. La inteligencia no es Dios, es solamente de Dios y en Dios, así como la razón está en la inteligencia, el alma en la razón, la vida en el alma, el cuerpo en la vida. La inteligencia es distinta e inseparable de Dios como la luz de su hoguera; es al igual que el alma el acto de Dios, su esencia, si tiene una. Para Dios, producir y vivir son una sola y misma cosa. Finalmente, el carácter propio de la naturaleza divina, es que nada de lo que conviene a los otros seres puede serle atribuido; él es la substancia de todos sin ser cosa alguna. De este modo se reconoce al padre de todos los seres, Dios. Es el esplendor del bien el que ilumina la inteligencia, después al hombre entero, y lo convierte en una esencia verdaderamente divina. Dios es la vía universal, el todo del que los seres individuales no son sino partes; es el principio y el fin, el centro y la circunferencia, la base de todas las cosas, la fuente superabundante, el alma que vivifica, la virtud que produce, la inteligencia que ve, el espíritu que inspira. Dios es todo, todo está lleno de él; no hay nada en el universo que no sea Dios. Todos los nombres le convienen en tanto que Padre del universo, pero, por ser el padre de todas las cosas, ningún nombre es su nombre propio. El uno es el todo, el todo es el uno; unidad y totalidad son términos sinónimos en Dios.11

Y así dice el capítulo I del Poimandrés:

1 Un día que había comenzado a meditar sobre los seres, y que mi pensamiento volaba en las alturas mientras mis sentidos corporales estaban atados como les ocurre a aquellos a los que vence un pesado sueño traído por exceso de alimento o por una gran fatiga del cuerpo, me pareció que ante mí se aparecía un ser inmenso, más allá de cualquier medida definible que, llamándome por mi nombre, me dijo: – ¿Qué es lo que quieres oír y ver, y aprender y conocer por el entendimiento?
2 – ¿Quién eres?, le pregunté. – Yo soy Poimandrés, respondió, el Noûs de la Soberaneidad Absoluta. Sé lo que quieres y estoy contigo dondequiera. 3 Y yo dije: – Quiero ser instruido sobre los seres, comprender su naturaleza, conocer a Dios. ¡Cómo deseo saber!, dije. A su vez, me respondió: – Guarda bien en tu mente todo lo que quieres aprender y yo te enseñaré.
4 Con estas palabras transformó su apariencia y todo se desveló instantáneamente ante mí, y contemplé una visión sin límites, todo vuelto luz, serena y alegre, y habiéndola visto, me quedé enamorado de ella. Y poco después, sobrevino una oscuridad terrorífica y sombría, que se dirigió hacia abajo enrollándose en espirales tortuosas, semejante a una serpiente según me pareció. Luego esta oscuridad se convirtió en una especie de naturaleza acuosa, agitada de una manera indecible, que exhalaba un humo como el que sale del fuego, y producía una especie de sonido, un gemido indescriptible. Después brotaba de ella la llamada de un grito inarticulado, tal que yo lo comparaba con el sonido del fuego, 5 al mismo tiempo que, saliendo de la luz, La Palabra sagrada vino a abrazar la Naturaleza, y un Fuego sin mezcla se lanzó fuera de la naturaleza acuosa hacia lo alto, hacia la región sublime; era ligero y vivo, y activo al mismo tiempo; y el Aire, siendo ligero [también], siguió al soplo ígneo, elevándose hacia el Fuego a partir de la Tierra y el Agua, de manera que parecía suspendido del Fuego. La Tierra y el Agua permanecían en su lugar, ambas íntimamente mezcladas entre sí, tanto, que no se distinguían: y eran incesantemente movidas bajo la acción del soplo del Verbo que se encontraba por encima de ellas, según el oído percibía.
6 Entonces Poimandrés dice: – ¿Has comprendido lo que significa esta visión?, y yo: – Lo sabré. – Y él dice: esta luz soy yo, Noûs, tu Dios, aquél que es antes de la naturaleza acuosa que se ha manifestado de la oscuridad. En cuanto al Verbo luminoso salido del Noûs, es el hijo de Dios. – ¿Qué?, dije. – Aprende lo que quiero decirte de este modo: lo que en ti mira y comprende es el Verbo del Señor, y tu Noûs es Dios Padre; no están separados uno del otro, pues en su unión consiste la vida. – Te doy las gracias, dije. – Pues entonces fija tu espíritu en la luz y aprende a conocer esto.
7 Con estas palabras él me miró de frente largo tiempo, tanto que temblé ante su aspecto. Después, cuando volvió a levantar su cabeza, yo vi en mi Noûs la luz, consistente en un número incalculable de Potencias que se tornaban un mundo sin límites, mientras el Fuego era envuelto por una fuerza todopoderosa y así, firmemente contenido, había fijado su posición. Esto fue lo que discerní en esta visión, animado por la palabra de Poimandrés. 8 Como sin embargo estaba completamente fuera de mí, él me dijo nuevamente: – Has visto en el Noûs la forma Arquetípica, el preprincipio anterior al comienzo sin fin; así me habló Poimandrés. – Ahora bien, ¿de dónde han surgido los elementos de la naturaleza?, dije. El respondió: – De la Voluntad de Dios, que, habiendo recibido en ella el Verbo y habiendo visto el hermoso mundo arquetípico, lo imitó, quedando modelada en un cosmos según sus propios elementos y su progenie, las almas.
9 Pero el Noûs Dios, siendo andrógino, existiendo como vida y luz, procreó con su palabra un segundo Noûs demiurgo que, siendo dios del fuego y del aliento vital, moldeó Regentes, siete en número, que envuelven en sus círculos al mundo sensible; y su gobierno es llamado Destino.
10 Inmediatamente el Verbo de Dios se elevó fuera de los elementos que pesan hacia abajo, y se lanzó hacia esa pura región de la naturaleza que acababa de ser formada, se unió al Noûs demiurgo (pues era de la misma esencia) y, a causa de ello, los elementos inferiores de la naturaleza fueron abandonados a sí mismos desprovistos de razón, para no ser ya sino simple materia. 11 Sin embargo, el Noûs demiurgo, conjuntamente con el Verbo, conteniendo los círculos y haciéndolos girar con un zumbido, puso así en marcha el movimiento circular de sus criaturas, permitiéndoles cumplir su revolución desde un comienzo indeterminado hasta un fin ilimitado, pues comienza donde se acaba. Y esta rotación de los círculos, según el querer del Noûs, produjo, sacándolos de los elementos que pesan hacia lo bajo, animales sin razón (pues ya no retenían el Verbo en ellos), el aire produjo volátiles y el agua animales acuáticos. La tierra y el agua habían sido separadas una de otra, según el querer del Noûs, y la tierra hizo salir de su propio seno los animales que retenía en sí, cuadrúpedos y reptiles, bestias salvajes y domésticas.
12 Ahora bien, el Noûs, Padre de todos los seres, siendo vida y luz, produjo un Hombre parecido a él, del que se prendó como de su propio hijo. Pues el Hombre era muy hermoso, reproducía la imagen de su Padre: porque verdaderamente es de su propia forma que Dios se enamoró, y le entregó todas sus obras. 13 Pero, cuando el Hombre hubo observado la creación que el demiurgo había modelado en el fuego, también él quiso producir una obra, y para ello el Padre le dio permiso. Entrando en la esfera demiúrgica, donde él debía tener plenos poderes, observó las obras de su hermano; y los Regentes amaron al Hombre, y cada uno le dio participación en su propia magistratura. Entonces, habiendo aprendido a conocer su esencia y habiendo recibido participación de su naturaleza, quiso pasar a través de la periferia de los círculos, y conocer la potencia de aquél que reina sobre el fuego.
14 Entonces el Hombre, que tenía pleno poder sobre el mundo de los seres mortales y de los animales sin razón, se inclinó a través de la armonía de las esferas cuyas envolturas había roto, y manifestó la hermosa forma de Dios a la Naturaleza de abajo. Cuando ésta hubo visto que él tenía en sí mismo la forma de Dios junto con la belleza inagotable y toda la energía de los Regentes, sonrió de amor: porque había visto reflejarse en el Agua el semblante de esta forma maravillosamente bella del Hombre, y a su sombra sobre la Tierra. En tanto que él, habiendo percibido esta forma semejante a él presente en la Naturaleza, reflejada en el Agua, la amó y quiso habitar allí. Desde el mismo momento que lo quiso lo cumplió, y habitó la forma sin razón. Entonces la Naturaleza, habiendo recibido en ella a su amado, lo abraza completamente, y ellos se unen pues arden de deseo.
15 Por eso el hombre, solo entre todos los seres que viven sobre la tierra, es doble: mortal por su cuerpo, inmortal por el Hombre esencial. Aunque en efecto sea inmortal, y tenga imperio sobre todas las cosas, padece la condición de los mortales, sujeto como está al Destino. Por esto, aunque esté por encima de la armonía de las esferas, se ha vuelto esclavo dentro de ella. Él es andrógino porque procede de un padre andrógino, y no duerme porque viene de un ser que vela, pero no por ello deja de ser vencido por el deseo y el sueño. 16 – ¿Y después de eso, oh Noûs mío?, porque en verdad ardo de deseo por lo que me estás diciendo. Entonces dijo Poimandrés: – Lo que voy a narrarte es el misterio que ha sido mantenido oculto hasta este día. Habiéndose unido en efecto la Naturaleza al Hombre por amor, ocasionó un prodigio completamente sorprendente. El Hombre tenía en sí la naturaleza conjunta de los siete, compuestos, como te dije, de fuego y de aliento; la Naturaleza entonces, incapaz de esperar, parió al punto siete hombres correspondientes a las naturalezas de los Siete Regentes, andróginos, irguiéndose hacia el cielo. – ¿Y después de esto, Poimandrés?, verdaderamente he llegado a un deseo extremo y me consumo por oírte. No te apartes del tema. Pero Poimandrés me dijo: – ¡Cállate pues!, no he acabado todavía de exponerte el primer punto – Ya me callo, respondí.
17 – Así entonces, como decía, la generación de estos siete primeros hombres se hizo como sigue: hembra era la Tierra, el Agua el elemento generador, el Fuego condujo las cosas a la madurez, la Naturaleza recibió del Éter el Aliento Vital y produjo sus cuerpos según la forma del Hombre. En cuanto al Hombre, de vida y luz que era, se trocó en alma y en intelecto (noûs): la vida en alma, la luz en intelecto. Y todos los seres del mundo sensible permanecieron en este estado hasta el fin de ese ciclo y el comienzo de las especies.
18 Escucha ahora esto que ardes por entender. Una vez que hubo acabado enteramente ese período, el lazo que unía todas las cosas fue roto por la voluntad de Dios. Pues todos los animales que hasta entonces eran andróginos fueron separados en dos al mismo tiempo que el hombre, y se convirtieron unos en machos por una parte y otros por otra en hembras. Inmediatamente dijo Dios con palabra santa: “Creced en acrecentamiento y multiplicaos en multitud, vosotros todos, mis criaturas y obras. Y que aquél que tiene Intelecto se reconozca él mismo como inmortal, y que sepa que la causa de la muerte es el deseo, y que conozca a todos los seres”.
19 Habiendo Dios hablado así, la Providencia, por medio del destino y de la armonía de las esferas, obró las conjunciones y estableció la generación, y todos los seres se multiplicaron, cada uno según su especie. Y aquél que se ha reconocido a sí mismo ha llegado al bien más preciado entre todos, mientras que aquél que ha querido al cuerpo, fruto de la equivocación del deseo, permanece errante en la Oscuridad, sufriendo sensiblemente las cosas de la muerte.12

Otras cosmogonías como las de los pueblos del norte de Europa emplean imágenes y escenarios muy distintos sin que por ello dejen de ser símbolos unánimes de una misma Cosmogonía Universal. El Diccionario apunta, acerca de los mitos genésicos de la tradición noreuropea:

La cosmogonía nórdica –como todas las demás– es imprecisa, y hasta contradictoria. Odín, el más importante de los dioses, crea un árbol, el Igdrassil, antes que la tierra fuera creada. En la copa del Árbol de Vida está el Asgard, morada de los dioses, el Midgard se corresponde con el tronco y es el habitáculo de los hombres y el Niflheim era el submundo que se encontraba en sus raíces. Esta división está presente en toda su mitología y las andanzas y relatos acerca de sus dioses y otros personajes de sus sagas –que incluyen gigantes y enanos– se desarrollan en este contexto.13, 14

El árbol Yggdrasil en un manuscrito islandés del siglo XVII.
Árni Magnússon Institute, Reikiavik.
Y así narran el origen del cosmos los libros sagrados de la tradición nórdica:
En la aurora del tiempo solo estaba Ymer; no había ni arena, ni mar, ni olas refrescantes; la tierra no existía, ni el cielo sublime, sólo existía el Ginnengagap. (Heinrich Niedner, Mitología Nórdica);15
en el Völuspá se lee:
En los tiempos primeros no había arena ni mar, tierra no había, sólo el vacío abismo, cuando nada había, ni las frías olas; ni el alto cielo, y no había hierba. (Snorri Sturluson, Textos de las Eddas).
Y más adelante el mismo autor traduciendo también el Völuspá:
No sabía el sol, no sabía la luna, no sabían las estrellas, dónde estaban sus salas, cuál era su poder, dónde tenían su lugar.
Y tomaron a Ymer (o Ymir), lo despedazaron y con sus partes hicieron el Universo (su cráneo fue la bóveda celeste). Y los hijos de Börr (Bor), que eran los dioses, de unos troncos de árboles crearon a los hombres, es decir al hombre y la mujer Ask y Embla y se les dio el Midgard de alojamiento, mientras que Odín tenía su trono en el Asgard y allí viven los dioses y sus hijos. Ymer era considerado un gigante (del hielo).16

También al otro lado del océano, en el continente americano, han surgido un sinnúmero de relatos de la Cosmogonía análogos en su significado y diversos en su expresión. Los Kogi

son una tribu de dos mil indios de habla chibcha que habitan en la actualidad las faldas meridionales de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia, y guardan aún hoy completamente su visión cosmogónica, tradicional y metafísica, la que se expresa por medio de varios ritos, símbolos y prácticas culturales. G. Reichel-Dolmatoff (La Antropología Americanista en la Actualidad, 1980, tomo I) ha estudiado este pueblo y sus conceptos cosmogónicos, religiosos y sociales. Refiriéndose a ellos afirma:
(...)
Los Kogi creen en la existencia de un principio del Bien (derecho) cuya permanencia y función benéfica está determinada por la existencia simultánea de un principio del Mal (izquierdo). Así, para asegurar la existencia del bien es necesario fomentar el mal ya que si éste desapareciese, por no encontrar una justificación de existencia, se eliminaría al mismo tiempo el bien. Es necesario pues que el individuo cometa pecados que atestigüen la influencia activa del mal. Es aquí donde yace, según los Kogi, el principal problema, la condición humana: en equilibrar estas dos fuerzas opuestas pero complementarias, y en establecer entre éstas una relación armónica. El concepto básico se denomina yulúka, lo que podría traducirse por “estar de acuerdo”, “ser igual”, “estar identificado”.
(...)
Partiendo de un concepto dualístico, de opuestos complementarios, se amplían luego las dimensiones, a una estructura de cuatro puntos de referencia. Es éste un concepto estático, bidimensional, en el cual, en un plano horizontal se divide el mundo en cuatro segmentos. El modelo paradigmático son los cuatro puntos cardinales: Norte, Sur, Este y Oeste. Asociados con ellos encontramos nuevamente una larga serie de otros aspectos, personajes míticos, animales, plantas, colores y actitudes. En primer lugar, los progenitores de los cuatro clanes principales, junto con sus mujeres respectivas, ocupan los cuatro puntos cardinales y son sus “Dueños”. En segundo lugar, se asocian con estas direcciones los animales que se relacionan con los clanes: en el Norte el marsupial y su mujer el armadillo; en el Sur el puma y su mujer el venado; en el Este el jaguar y su mujer el cerdo salvaje, y en el oeste el búho y su mujer la culebra. Ya que se trata de clanes patri y matrilineales en que la pertenencia se hereda de padre a hijo y de madre a hija, la relación de los opuestos complementarios se expresa en el hecho de que el animal “femenino” (armadillo, venado, cerdo, culebra) es precisamente la presa y comida preferencial del animal “masculino” (marsupial, puma, jaguar, búho). Son pares de antagonistas simbólicos. Siguen luego las asociaciones de colores: Norte-azul, Sur-rojo, Este-blanco y Oeste-negro. Por otro lado, el color rojo (Sur) se clasifica entre los colores claros y forma así, junto con el blanco (Este) un “lado bueno”, en oposición al “lado malo” formado por el Norte y el Oeste que tienen colores obscuros. Las asociaciones con cada punto cardinal son múltiples pues cada clan es al mismo tiempo “Dueño” de ciertos otros animales, de plantas, minerales, fenómenos atmosféricos, objetos manufacturados, bailes, cantos y otros elementos más.
(...)
Pero un esquema de cuatro puntos lleva a un quinto, un punto central, un punto de en medio. El simbolismo del punto de en medio es de suma importancia para los Kogi. Es el centro del universo, es la Sierra Nevada, y es el punto central del círculo de la casa ceremonial donde están enterradas las principales ofrendas y donde se sienta Máma cuando quiere “hablar con dios”.
(...)
El próximo paso en el esquema es luego un sistema tridimensional, con siete puntos de referencia: Norte, Sur, Este, Oeste, Cenit, Nadir y Centro. El eje cósmico que forman los últimos tres, tiene también sus asociaciones determinadas en forma de “Dueños”, de animales y colores. Aún se trata de un sistema estático, de puntos fijos que circunscriben el universo que, según los Kogi, tienen la forma de un inmenso huevo. Pero allí entra ahora, en función de un nuevo concepto, esta vez dinámico y formulado en términos de fases evolutivas, el concepto de las nueve etapas. La Madre Universal fue la creadora del macro y del microcosmos, pues creó el universo y al primer hombre. Ella tenía nueve hijas, cada una representando cierta clase de tierras de cultivo: tierra negra, tierra carmelita, tierra arenosa, tierra arcillosa, y otras más. Estas tierras forman una serie de pisos horizontales dentro del huevo cósmico, es decir simbolizan una escala de valores. Nosotros vivimos en la quinta tierra; la tierra negra, la tierra del medio, mientras que tanto encima como debajo de nosotros se escalonan cuatro tierras diferentes. Los grandes cerros Piramidales de la Sierra Nevada se imaginan como “mundos” y “cosas” con la misma estructura y, en efecto, las principales casas ceremoniales representan en su construcción réplicas microcósmicas, pues tienen cuatro estanterías circulares que se escalonan por el interior de su techo cósmico. En un sentido “negativo”-inverso, se imagina entonces que debajo de estas casas se continúa esta estructura, ahora subterránea de manera que la casa ceremonial es una réplica del universo y su centro es el “centro del mundo”.
Pero las asociaciones se continúan. El universo, el huevo cósmico, se interpreta como un útero, el útero de la Madre Universal, dentro del cual vive aún la humanidad.17 Asimismo la tierra es un útero, la Sierra Nevada lo es, cada cerro, cada casa ceremonial, cada casa de vivienda y, finalmente, cada entierro. Las cavernas y grietas de la tierra se interpretan como orificios del cuerpo de la Madre. Los grandes ápices redondos, construidos en forma de un embudo formado por varas, que se levantan sobre las casas ceremoniales, son el órgano sexual de la Madre donde se depositan ofrendas que representan un concepto de fertilización. Estos ápices son “puertas” que se abren hacia el nivel cósmico de “arriba”. De lo más alto del interior del techo cónico de la casa, baja un hilo que representa el cordón umbilical y es sentado en el centro de la casa donde el Máma establece el contacto con las fuerzas sobrenaturales.18

Poblado Kogi. Sierra de Santa Marta, Colombia.
Foto: C. García Rodicio.
Entre los guaraníes, una nación de más de 150.000 naturales que se extiende por el territorio de Paraguay y los grandes valles fluviales del noreste de Argentina y el sur de Brasil, el pueblo de los mbyá ha conservado por escrito sus mitos cosmogónicos, a los que también aluden sus canciones populares:
La Creación
1. Las Primitivas Costumbres del Colibrí
El Creador, Ñande Ru, se crea a sí mismo en medio de las tinieblas originarias. Surge entre ellas con la vara-insignia de su poder y el reflejo de su corazón que todo lo ilumina. El Colibrí, extraño personaje del poema, parece ser la representación del Creador mismo que se autosustenta. En otros poemas aparece claramente el Colibrí como el propio Ñande Ru. La imagen de la creación retorna cíclicamente sobre la tierra con el curso de las estaciones.
I
Nuestro Primer Padre, el Absoluto, / surgió en medio de las tinieblas primigenias.
II
Las divinas plantas de los pies, / el pequeño asiento redondo, / en medio de las tinieblas primigenias lo creó, / en el curso de su evolución.
III
El reflejo de la divina sabiduría (órgano de la vista), / el divino oye-lo-todo (órgano del oído), / las divinas palmas de la mano con la vara insignia, / las divinas palmas de las manos con las ramas floridas (dedos y uñas), / las creó Ñamandui en el curso de la evolución, / en medio de las tinieblas primigenias.
IV
De la divina coronilla excelsa las flores del adorno de plumas eran gotas de rocío. / Por entre medio de las flores del divino adorno de plumas / el pájaro primigenio, el Colibrí, volaba revoloteando.
V
Mientras nuestro Primer Padre creaba en el curso de su evolución su cuerpo divino, / existía en medio de los vientos primigenios; antes de haber concebido su futura morada terrenal, / antes de haber concebido su futuro firmamento, / su futura tierra que originariamente surgieron, / el Colibrí le refrescaba la boca; / el que sustentaba a Ñamandui con productos del paraíso era el Colibrí.
VI
Nuestro Padre Ñamandu, el Primero, antes de haber creado su futuro paraíso, / en el curso de su evolución, / El no vio tinieblas: / aunque el Sol aún no existiera, / El existía iluminado por el reflejo de su propio corazón; / hacía que le sirviese de sol la sabiduría contenida dentro de su propia divinidad.
VII
El verdadero Padre Ñamandu, el Primero, / existía en medio de los vientos originarios, / en donde paraba a descansar la Lechuza producía tinieblas; / ya hacía que tuviese presciencia del lecho de las tinieblas (de la noche).
VIII
Antes de haber el verdadero Padre Ñamandu, el Primero, / creado en el curso de su evolución su futuro paraíso; / antes de haber creado la primera tierra, / El existía en medio de los vientos originarios. / El viento originario en que existió nuestro Padre se vuelve a alcanzar / cada vez que se alcanza el tiempo-espacio originario / cada vez que se llega al resurgimiento del tiempo-espacio primitivo. / En cuanto termina la época primitiva, durante el florecimiento del Lapacho, / los vientos se mudan al tiempo-espacio nuevo: / ya surgen los vientos nuevos, el espacio nuevo; / se produce la resurrección del tiempo-espacio.
2. La Primera Tierra
Ñande Ru crea la primera tierra, sustentándola con cuatro columnas, varas-insignias, que aseguran su estabilidad. A esta primera tierra original envía a los hombres y a la víbora, a la pequeña cigarra roja, el coleóptero girínido y-amaí, a la perdiz grande y al armadillo. Al destruirse la primera tierra, los hombres virtuosos se elevaron al cielo, donde conservaron su figura; los transgresores de la ley divina subieron también, pero transformados en seres irracionales. Los animales que ahora viven sobre la tierra no son sino imágenes de los prototipos celestiales, esto es, de los hombres transformados en animales y de los animales mencionados, que desde su origen tuvieron la forma actual.
El Creador, antes de retirarse nuevamente a las tinieblas, encomendó a los grandes dioses creados y no engendrados el cuidado de la tierra. A Karaí, dios del fuego, encargó el crepitar de llamas, los truenos que se escuchan en el oriente, principalmente en la Primavera, y que inspiran fervor a los hombres. Este dios y su consorte serán los que envíen las almas de hombres y mujeres que llevarán el nombre sagrado de “Señores dueños de las llamas”. A Jakaira confirió el mando de la neblina vivificante, para que hombres y mujeres enviados por él y su consorte sean los “Dueños de la neblina”, que otorga sabiduría y poder para conjurar maleficios. A Tupá, dios de las aguas, y a su esposa encargó la lluvia y el granizo que darán templanza y moderación a sus hijos.
Después de esto inspiró a los verdaderos padres de las palabras-almas el himno sagrado para que lo enviaran a la tierra. A ellos, para que formaran a los hombres; a ellas, para que dieran vida a las mujeres.
Primera parte
I
El verdadero Padre Ñamandu, el Primero, / habiendo concebido su futura morada terrenal, / de la sabiduría contenida en su propia divinidad, / y en virtud de su sabiduría creadora, / hizo que en la extremidad de su vara fuera engendrándose la tierra. / Creó una palmera eterna en el futuro centro de la tierra; / creó otra en la morada de Karaí (Oriente); / creó una palmera eterna en la morada de Tupá (Poniente); / en el origen de los vientos buenos (N. y N. E.) creó una palmera eterna; / en los orígenes del tiempo espacio primigenio (S.) creó una palmera eterna; / cinco palmeras eternas creó; / a las palmeras eternas está asegurada la morada terrenal.
II
Existen siete paraísos; / el firmamento descansa sobre cuatro columnas; / sus columnas son varas insignias. / Al firmamento que se extiende con vientos / lo empujó nuestro Padre, enviándolo a su lugar. / Habiéndole colocado primeramente tres columnas al paraíso, / éste se movía aún; / por este motivo le colocó cuatro columnas de varas-insignias; / sólo después de esto estuvo en su debido lugar, / y ya no se movía más.
Y así sigue desarrollándose esta cosmogonía de la que hemos querido dar una muestra.19

La tradición de los mayas yucatecos ha perdurado a través de los Chilam Balam, libros compuestos tras la conquista española por sacerdotes, chamanes y sabios indígenas que se aprestaron a poner por escrito sus mitos y leyendas para que no los barriese el olvido. El más conocido de ellos es el Chilam Balam de Chumanyel, que describe la Cosmogonía de este modo:


Folios de un manuscrito del Chilam Balam de Chumayel. Manuscripts Division,
Department of Rare Books and Special Collections, Princeton University Library.
Chilam Balam de Chumayel (Traducción A. Mediz Bolio):
El señor esté con vosotros, finalizaron las palabras de su canto, cuando no habían aún ni cielos, ni tierra. Cuando el mundo estaba sumergido, cuando no habían ni cielos, ni tierra, nació la piedra tres veces preciosa, después de que se declaró la divinidad del que gobierna, cuando no había cielo. Entonces nacieron siete katunes,20 siete tunes, que se sostuvieron en el corazón del viento, los siete elegidos. Entonces se dijo que, sus siete gracias también se animaron. Sus santas imágenes fueron siete. Pero mientras permanecían sin labrar, ocurrió el nacimiento de la primera piedra preciosa y de gracia, la primera gracia infinita en la infinita noche, cuando no había Dios. Todavía no recibía él su divinidad, sino que permanecía solo, en la gracia, en la oscuridad, cuando no habían cielos ni tierra. Entonces partió al final del katún, puesto que no podía hacerlo al principio. Se veían allá sus largas güedejas de cabello, adeu parami; cuando salió le llegó su divinidad. Entonces se convirtió en hombre en la segunda piedra infinita, preciosa y de gracia.
En seguida llegó el segundo katún. Alpicón, fue el nombre de su ángel cuando nació. A la segunda gracia se le permitió partir, en la segunda noche infinita, cuando no estaba nadie presente. Recibió entonces su divinidad cuando llegó, solo, por su propio poder. –Oh firmar, dijo, cuando por su propio poder recibió su divinidad.
En seguida él continuó y llegó a la tercera piedra infinita, preciosa y de gracia. Alba Congel fue el nombre de su ángel. Esta fue la tercera gracia.
– Permítaseme proceder hacia la cuarta e infinita piedra preciosa y de gracia, en la cuarta noche. Atea Ohe fue el nombre de su ángel. La cuarta gracia nació y comenzó a hablar de su propio poder. – Oh Dios, el Gobernador. Después de todo nada soy por mí mismo. Estas fueron sus palabras desde su escondite dentro de la gracia y divinidad. – Permítaseme proceder dijo.
En seguida él llegó a la quinta e infinita piedra preciosa y de gracia. La quinta gracia nació en el quinto katún. Cuando se elevó, se declaró su divinidad. Entonces su ángel nació: Decopo fue su nombre, cuando se elevó. – Ya que esto es así, permítaseme seguir. ¿Después de todo, quién soy? – Soy Dios el que gobierna (el katún). Y se declaró su divinidad por su propia fuerza. – A ninite dei sin, dijo, cuando recibió su divinidad por su propio poder.
En seguida llegó él a la sexta, infinita y preciosa piedra de gracia, la sexta medida de la noche, en el sexto katún: – ¡Ey dioses ey gobernantes! Contestad a mis preguntas, después de todo nadie soy por mí mismo.
Prosiguió la séptima gracia. Colamil fue el nombre de su ángel. – Entrego las cosas de Dios a ustedes que sois dioses. Contestad a mis palabras. No hay respuesta. No hay nadie después de todo. Así habló él, cuando nació la séptima gracia. Hubo regocijo en su corazón por el nacimiento de los siete elegidos, los siete katunes, las siete luces, las siete medidas de la noche, las siete cosas infinitas.
Abiento bocayento de la zipil na de fente note. Sustinal gracia, trece mili, uno cargo bende. El primero, el segundo, el décimo tercero doblez; trece símbolos de los katunes, tres, siete, ocho mil. Entonces Dios, el Padre, despertó de su inconciencia por su propio poder, en la piedra tres veces preciosa y de gracia. Dios, el Padre, como fue conocido su nombre. Unidad y Dios, el Padre, fueron sus nombres desde que se abrió el katún para ustedes. Allí estaban tres generaciones de ángeles que aumentaron su estatura cuando él llegó. Siete fueron sus generaciones de ángeles. Cuatro veces dijo su discurso. Su señal estaba en la altura, en la oscuridad. – Yo soy el principio y seré el final. Estas fueron las palabras de su poderosa entereza. – Datate aquí lo cual ha sido recibido… Yo soy la Unidata. Soy Unitata Anuni. Unidad cometa.
Este fue el primer discurso de Dios; el primer discurso del Padre. Nilu fue el nombre de la noche, su piedra preciosa, sola en la noche, era de piedra limpia. Etomas Cipancas, el nombre del viento. Su padre fue el primer katún.
(...)
Después se creó en la altura el cielo turbulento. El fuego se creó, nació de una piedra, de una gracia. Tixitate fue el nombre de la luz del cielo. Sustinal, dijeron, era la luz con la que se alumbraba el cielo. Acpa hizo el katún después de que se originó la luz del cielo. Alpa-u-manga se llamaba cuando se acabó.
Estos son los ángeles de los vientos, los cuales aparecieron cuando él creó la estrella, cuando no había aún luz en el mundo, ni cielos, ni tierra: el Pauahtún Rojo, el Pauahtún Blanco, el Pauahtún Negro y el Pauahtún Amarillo.
Aquí estaba el cielo cuando Dios, el Padre, se manifestó sosteniendo en sus manos su piedra, sosteniendo su canhel, sosteniendo su rueda, de la cual pendían los cuatro ángeles de los vientos. Cerpinus fue el nombre de quien, de acuerdo con Orele, midió la tierra. Eran tres personas: Dios el Padre; Dios el hijo y Dios el Espíritu Santo. El colocó los planetas: Saturno, Júpiter, Marte, Venus; los cuales dijo, sostenía en su puño cuando los creó. Este cielo se llamó Cristalino. Aquí estaban los ángeles. Corpinus se llamaba quien tenía en su mano la bendición de Dios, cuando no habían cielos, ni tierra. Inpico era su nombre cuando los Ángeles se rociaron con el hisopo. Baloyo se llamaba cuando el agua se esparció. Seros era su nombre, Et sepeuas. Laus Deo.
Abajo estaban Chac Bolay Balam y el Árbol del cacao llamado balamté.
(...)
Unos, dos, trece, una división, trece bakam de katunes. Tres, siete, ocho mil, fue la creación del mundo, cuando el que estaba escondido dentro de la piedra, en la oscuridad, nació, cuando no habían ni cielos, ni tierra. Dios Padre habló solo, en la oscuridad, que se sostenía como un fruto tres veces mustio a su Árbol habló por su propio poder. Esta fue la primera palabra de Dios, cuando no habían cielos, ni tierra, cuando salió de la primera piedra y llegó a la segunda. En seguida se declaró su divinidad. Entonces, junto con la palabra de la primera piedra de gracia, la primera piedra labrada, resonaron ocho mil katunes. La guacamaya era quien vigilaba bien detrás del Acantún.
– ¿Quién nació cuando nuestro Padre descendió? Vosotros lo sabéis. Nació enseguida la primera guacamaya quien lanzó piedras en el Acantún. – ¿Cómo fue que nació la semilla? ¿Cómo fue realmente, padre? – Vosotros lo sabéis. El tierno grano verde nació en el cielo. – Ciripacte, horca mundo. No mompan est noche. Amanema, omonema, apa opa; se dijo, cuando el viento salía de la gran piedra de gracia. Cipiones ted coruna, pater profecido, fueron sus palabras cuando llegó al séptimo estrato de la sólida roca de gracia. –Bal te piones, ortecipio reci cuenta noche. Hun ebrietate, hun cute profeciado; fueron las palabras del ángel Jerupiter. En seguida el cielo se colocó en su lugar, Corporales ti ojales, por (obra) del primer papa (también) el rostro del Katún y la tabla del Katún Trece Ahau. El Sol comenzó su recorrido, mirando hacia abajo durante el reinado de los hombres perecederos, los gobernantes perecederos. El Sol se eclipsó cinco días y se vio la antorcha del Katún Trece Ahau, el designio de Dios fue que sobrevendría la muerte a los gobernantes de esta tierra. El cristianismo llegaría. Los pueblos serían saqueados.
Estos son los augurios de Dios, nuestro Padre, cuando ellos llegaron, ya que no hubo acuerdos. Los descendientes de los primeros gobernantes fueron deshonrados, conducidos a la miseria, cristianizados; se les trataba como animales. Hay pesar en el corazón de Dios por causa de estos vástagos.
En el año de 1539 perteneciente al oriente, estaba la puerta de la casa de don Juan Montejo quien introdujo el cristianismo aquí en la tierra de Yucalpetén, Yucatán.
Chilam Balam, el profeta. Por lo tanto hoy es un día desafortunado.21

Otro pueblo maya del cual se conserva su cosmogonía es el de los quichés del altiplano guatemalteco. El Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos la glosa en la entrada que les dedica:

Entre los pueblos mayas que habitaron Mesoamérica deben mencionarse los quichés, fundamentalmente por su libro el Popol Vuh, que describe su cosmogonía, sólo la queremos asentar aquí tal cual nos la narra su libro cosmogónico anteriormente nombrado, no haciendo ahora comentario alguno, salvo que en este caso se trata de la Creación ex nihilo, es decir, de la nada, como es el caso de otras muchísimas Tradiciones.
Queremos aclarar que esta creación “de la nada” no es incompatible con una secuencia causa-efecto y son dos maneras de mirar un mismo hecho: la eternidad que siempre es ahora y siempre nace, y el tiempo que sucede de modo secuencial en busca de un fin, que conviven en lo que describimos como la realidad. (Platón dixit: El tiempo es una imagen de la eternidad).

Códice Madrid, págs. 75-76. Famsi.
Preámbulo
(…) Esto lo escribiremos ya dentro de la ley de Dios, en el Cristianismo; lo sacaremos a luz porque ya no se ve el Popol Vuh, así llamado, donde se veía claramente la venida del otro lado del mar, la narración de nuestra oscuridad, y se veía claramente la vida.
Existía el libro original, escrito antiguamente, pero su vista está oculta al investigador y al pensador. Grande era la descripción y el relato de cómo se acabó de formar todo el cielo y la tierra, cómo fue formado y repartido en cuatro partes, cómo fue señalado y el cielo fue medido y se trajo la cuerda de medir y fue extendida en el cielo y en la tierra, en los cuatro ángulos, en los cuatro rincones, como fue dicho por el Creador y el Formador, la madre y el padre de la vida, de todo lo creado, el que da la respiración y el pensamiento, la que da a luz a los hijos, el que vela por la felicidad de los pueblos, la felicidad del linaje humano, el sabio, el que medita en la bondad de todo lo que existe en el cielo, en la tierra, en los lagos y en el mar.
Primera Parte
Capítulo Primero
Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo.
Ésta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía.
No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión.
No había nada junto, que hiciera ruido, ni cosa alguna que se moviera, ni se agitara, ni hiciera ruido en el cielo.
No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia.
Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz. De grandes sabios, de grandes pensadores es su naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el Corazón del Cielo, que éste es el nombre de Dios. Así contaban.
Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la oscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento.
Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán.
El primero se llama Caculhá Huracán. El segundo es Chipi-Caculhá. El tercero es Raxa-Caculhá. Y estos tres son el Corazón del Cielo. Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y amanezca, quién será el que produzca el alimento y el sustento.
– ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe [el espacio], que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron.
Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra: – ¡Tierra!, dijeron, y al instante fue hecha.
Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación, cuando surgieron del agua las montañas; y al instante crecieron las montañas.
Solamente por un prodigio, sólo por arte mágica se realizó la formación de las montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los cipresales y pinares en la superficie.
Y así se llenó de alegría Gucumatz, diciendo: – ¡Buena ha sido tu venida, Corazón del Cielo; tú, Huracán, y tú, Chipi-Caculhá, Raxa-Caculhá!
– Nuestra obra, nuestra creación será terminada, contestaron.
Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas.
Así fue la creación de la tierra, cuando fue formada por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, que así son llamados los que primero la fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida dentro del agua.
De esta manera se perfeccionó la obra, cuando la ejecutaron después de pensar y meditar sobre su feliz terminación. (Trad. A. Recinos).22

III

El conocimiento de la Cosmogonía se transmite a través de relatos míticos como los que acabamos de recordar y también por medio de modelos simbólicos como el del Árbol de la Vida sefirótico, mandala que condensa el discurso cosmogónico en una imagen instantánea que expresa la simultaneidad de un proceso que se produce en todo el cosmos –y por tanto también en nuestro ser– siempre, a la vez y en este mismo instante. La Cosmogonía nos permite inteligir el significado de todo lo que nos envuelve así como que los hombres y las mujeres somos intermediarios entre el Espíritu y un plano horizontal en que las tendencias descendentes que abocan a la estulticia y la desmemoria son poderosísimas. Afortunadamente, como en la escalada y en el buceo, hay una “línea de vida” que une al ejecutante con un punto fijo en lo alto desde el que puede ser jalado si así lo pide. Y por suerte, hay veces en que lo izan a uno por sorpresa cuando se ha metido inadvertidamente en una sima en la que arriesga perderse defintivamente...23

En el Poimandrés, Hermes Trismegisto dice al Noûs de la Soberaneidad Absoluta tras recibir la enseñanza de la Cosmogonía:

Mosaico de Hermes Trismegisto en el suelo de la catedral de Siena.
Con licencia Creative Commons.
24 – Me has enseñado bien todas las cosas, como yo quería, oh Noûs. Pero háblame también del ascenso y cómo se produce. A eso Poimandrés respondió: – Primeramente, en la disolución del cuerpo material, pues lo entregas a la alteración, la forma que tenías cesa de ser percibida, y abandonas al espíritu tu yo habitual, a partir de ahora inactivo, y los sentidos corporales remontan a sus fuentes respectivas, de las que se convierten en partes, y son de nuevo amalgamados con las Energías, mientras el irascible y el concupiscible van a la naturaleza sin razón. 25 Y así es como el hombre se lanza para siempre hacia lo alto a través de la armonía de las esferas; en la primera zona abandona la potencia de crecer y menguar; en la segunda las industrias de la malicia, ladrón ya sin efecto; en la tercera la ilusión del deseo, sin valor desde ahora; en la cuarta, la ostentación del mando, ahora desprovisto de ambiciones; en la quinta la audacia impía y la temeridad presuntuosa; en la sexta los apetitos ilícitos que da la riqueza, que ya no actúan; en la séptima zona, la mentira que tiende trampas. 26 Y entonces, desnudado de todo lo que había producido la armonía de las esferas, entra en la naturaleza ogdoádica, no poseyendo sino su propio poder; y con los Seres canta himnos al Padre, y toda la asistencia se alboroza con él de su venida. Y vuelto semejante a sus compañeros, oye también a ciertas Potencias que moran por encima de la naturaleza ogdoádica cantando con dulce voz himnos a Dios. Y entonces, en buen orden, suben hacia el Padre, y se abandonan a las Potencias y, vueltos ellos mismos Potencias, entran en Dios. Pues este es el fin bienaventurado de los que poseen el conocimiento: convertirse en Dios. ¡Y bien! ¿Qué esperas ya? Ahora que has heredado de mí toda la doctrina ¿no vas a guiar a los que lo merezcan para que, por tu intermediación, el género humano sea salvado por Dios?24

Ascender, remontar la escala que recorre los estados superiores del Ser Universal. O sea, despertar a nuestros estados sobrehumanos, recuperar la conciencia de unidad con el Todo, y finalmente abandonarla tras la última pregunta25 para abismarse en la No-Dualidad, en la vivencia sin límites de la Posibilidad Universal. En eso consiste el viaje de retorno del iniciado. Quien decide emprenderlo, necesita morir completamente a lo profano:

Por eso, si quieres vivir y aspiras a que vivan tus obras, debes estar muerto y aniquilado para todas las cosas. Es propio de la criatura hacer algo de algo; mas, es propio de Dios hacer algo de nada. Por eso, si Dios ha de hacer algo en tu interior o contigo, debes haberte aniquilado antes. Y por ende, entra en tu propio fondo y obra ahí. (Maestro Eckhart, Tratados y sermones).26

Y mejor que se ponga manos a la obra cuanto antes porque todo lo que debe ser aniquilado es de un metal durísimo y está muy arraigado en el individuo. Por tal razón, la muerte iniciática no es de golpe, sino que

este rito se va sucediendo cotidianamente, en el interior del iniciado. O sea, no es sólo en un día en que se renace, pues esta sería una forma infantil de ver la transmutación que necesita, a veces, de años para irse consolidando y para que el sujeto advierta su cambio de estado. De modo natural se suceden también las muertes y resurrecciones constantemente cada vez que dormimos y despertamos, o incluso cuando aspiramos o expiramos, y son notorias las transformaciones que se van produciendo a lo largo de la vida y que aun en sentido profano podrían tomarse igualmente como muertes y resurrecciones,27

hechos estos que jalonan el

camino de retorno a la fuente primigenia promovido y efectivizado por la iniciación.28

En ésta, cada regeneración

es un nuevo nacimiento de Dios, que se va abriendo paso en las aguas, se trata de un acontecimiento solemne, es la aparición de la criatura llamada “Niño alquímico”, el Niño dios, en el interior de una individualidad, que lo autogenera –en la Tradición Taoísta llamada “La Endogenia del Inmortal”. Siendo esa aparición majestuosa el inicio de un camino –es un niño– hasta la coronación de la “Gran Obra”. Eso es lo extraordinario, que es una autogeneración, lo que es evidente en cualquier proceso creativo, especialmente en la planta que es el ejemplo más notorio y sencillo (y en la domesticación de ella, la agricultura). Incluso el que ha realizado esta Obra, tal vez no lo sabe del todo, o no lo sabe, y lo más probable es que le dé otro nombre, pero el numen sigue siendo el mismo. De hecho, todos los dioses, coinciden en el Dios Inmanifestado.29

Hay tantas vías iniciáticas como maneras en que se ha revelado el Principio.

Dios es el mismo para todas las Tradiciones, lo que varía es su forma de revelarse y los medios que utiliza para ello; eso es lo que da lugar a la multiplicidad de sus manifestaciones formales de acuerdo a sus propias características emanadoras, según las cuales organizan la vida los hombres y los pueblos; por eso también son en apariencia disímiles las vías establecidas para llegar hasta Él, así como las imágenes y estructuras mentales con que la Suprema Identidad es vivenciada, conocida, y a través de las cuales igualmente no sólo ella se da a conocer sino que también se reconoce a sí misma por sí misma en el corazón, no ya del individuo, sino del Ser.
Estas vías siempre han sido reveladas y están en perfecto acuerdo con la cosmogonía y la teogonía de las culturas que las utilizan y en general diseñadas en correspondencia con prototipos universales, aunque sus equivalencias inmediatas las vinculan directamente con un mito local, o tal o cual elemento de la fauna o flora de esa geografía, o con cualquier otra expresión parcial de lo numinoso, ya que al caracterizar a la deidad con sus atributos de totalidad y omnipotencia, va de suyo que ésta puede adoptar cualquier forma y manifestarse de acuerdo a las características con que es percibida reflejándose de ese modo a sí misma, o sea: siendo.
En ese caso está de más decir que esa realidad así revelada constituye también el meollo de cualquier individualidad, su esencia invisible, que se expresa siempre mediante un orden –cualquiera que este fuere–, una estructura, un arquetipo, que se reviste de formas, colores, sabores, consistencias y olores, los cuales pueden ser percibidos por los sentidos (y por lo tanto están en perfecta armonía y correspondencia con el ser humano) y constituyen la manifestación externa de la deidad, su discurso inteligente, que se plasma en la vida y la naturaleza.30

Los ritos de alcance iniciático

dan testimonio de una realidad invisible que se pretende, y no constituyen sino formas que toman esas presencias desconocidas que de ese modo se manifiestan al simbolizarse o hacerse rituales. Estas presencias por sí mismas no constituyen ninguna iniciación ni deben ser tomadas de forma literal,

teniendo en cuenta además que

la invocación muda y perenne en el athanor del adepto, su entrega al Conocimiento, es una virtud indispensable para su realización intelectual-espiritual, o sea para su iniciación.

Michael Maier. Tripus aureus, 1618.
(...)
El proceso iniciático verdadero, que puede tardar varios años o alcanzar sólo un cierto nivel, o no producirse nunca, es el tema central y más misterioso de todo esoterismo. Y ello por la simple razón de que sólo lo conocen quienes lo han experimentado verdaderamente,31

por lo que en el camino iniciático no cabe la pregunta de si lo estamos haciendo bien, regular o mal, pues ¿qué sentido tendría tal juicio? ¿En base a qué baremos se emitiría? ¿Y quién se supone que debería responder?32 Si se ha puesto toda la carne en el asador, si se ha encarnado verdaderamente la doctrina –esto es, si se vive realmente la “identidad con lo sagrado sin ningún atisbo de literalidad”–,33 uno lo sabe y su rito será auténticamente el “testimonio de una realidad invisible que se pretende”34 pese a las imperfecciones que aún puedan subsistir. Y si no lo es, su fuego interior se apagará, la obra de transmutación quedará por hacer y la piedra bruta seguirá siéndolo indefinidamente.

Se trata de cruzar el umbral, “la llave de paso a un mundo otro” donde nada tiene que ver con nuestra identidad profana. Un acceso que

también es un lugar de tropiezo para aquél que quiere apresurarse o que simplemente ha entrevisto la grandeza aunque advierte el peligro de quedarse sin nada de lo que valora y no es capaz entonces de dar el paso necesario para transponer un límite que, como tal, es la puerta a lo ilimitado, la puerta del cielo según lo enunciaba el gran cabalista Chiquitilla en un libro dedicado justamente a ello.
Como ya hemos dicho tal confín es el único obstáculo para ir penetrando a distintos ámbitos iniciáticos (...)35

de la mano de ritos que en algunos casos se practicarán con arreglo a lineamientos ya establecidos, como los que se desarrollan en el seno de las organizaciones iniciáticas tradicionales,36 y en otros nacerán como gestos frescos y espontáneos. Tan frescos y espontáneos como la recitación de la Cosmogonía, de la cual se dice que quien la practica “queda proyectado mágicamente al ‘comienzo del Mundo’ y se convierte en contemporáneo” de ella.37 Esa segunda vía es la propia de las iniciaciones solitarias auspiciadas por el dios Hermes, entidad numinosa que en la Cábala recibe el nombre de Metatrón y en el esoterismo islámico, El Khidr.

En la India esta figura es conocida como El Khadir y se la representa de pie sobre un pez que nada en la superficie de las aguas. Es la entidad que se encarga de guiar el proceso iniciático de los “solitarios”, es decir de aquéllos que logran la iniciación al margen de cualquier Tradición ortodoxa. Son, pues una excepción que se evade de la “norma” que regula el gran legislador universal que es el polo de cada uno de los ciclos. De hecho, esta figura, que al producir por lo alto una “ruptura de nivel” da lugar al generador de una cosmogonía, –como todo auténtico iniciado, al morir y resucitar por tres veces–, es no humana y como vemos está presente en todos los ciclos, grandes y pequeños, y en todas las Tradiciones de modo unánime. Al superar el modelo arquetípico, revela la posibilidad orgánica de trascender una ley estructurada y solidificada y que por lo tanto ya está muerta, es decir escapa a toda medida y es sólo su origen, el espíritu en lo invisible, que “sopla donde quiere” (donde él quiere y no en cualquier lugar), revivificando la realidad original más allá de las formas, o sea el caos primordial. Se deja atrás así el mecanismo racional de un modelo de relojería, al acceder a una generación espiritual espontánea libre de todo prejuicio y originalmente fresca y nueva como un niño (alquímico) recién nacido a la vida. La cual al estar implícita en todos los ciclos puede hacerse presente por motivos inescrutables en cualquier momento del tiempo. Es decir especialmente en momentos terminales que dan lugar a una criatura superior a toda “ley” o “determinación” posible.
En la Cábala –y la Alquimia– estos solitarios son protegidos por el profeta Elías.38

Esta iniciación se opera con el apoyo de ciencias y artes reveladas que tienen un origen común, o sea, de una tradición que se expresa por medio de labores, mitos y símbolos

que constituyen un código coherente, susceptible de ser transpuesto a todos los códigos y sistemas tradicionales, pues en verdad ellos expresan y se proponen lo mismo: revelar un conocimiento oculto, permitiendo de esta manera la conquista del verdadero estado humano, el ser original, que todo hombre ha perdido por la caída, y que lo coloca en una situación infrahumana con respecto a sí mismo, motivo por el que ha de restaurar su verdadero Yo, que se halla oculto en su interior, tan sólo vivo en forma potencial. Y que debe actualizar, por la memoria de sí y el recuerdo del arquetipo original, con fe y amor, gracias a la doctrina tradicional, conocida en este caso con el nombre de Hermetismo.
Que le permite re-nacer al estado auténticamente humano, de cara al cual los estados inferiores aparecen como sueños, o ensayos, o proyectos ilusorios, o mera tontería, por no decir estúpida vanidad.
Estas disciplinas, o vehículos, llevan al aprendiz –a través del mundo intermedio– y lo colocan frente al tabernáculo, en el corazón del templo, en el eje, que igualmente comunica con la cripta o caverna, el país subterráneo de los muertos.
O mejor, en el interior del sagrario, desde donde podrá iniciar su ascensión vertical, hacia la cúpula o la sumidad, que simbolizan la salida del templo o del cuerpo: lo supracósmico o lo suprahumano.39

La meta de la iniciación es la docta ignorancia, “el más alto grado de Conocimiento según Nicolás de Cusa”,40 es decir, la Gnosis de lo que en última instancia es Incognoscible.

El Areopagita lo enseña bellamente en la Teología simbólica diciendo “Amigo Timoteo, sobre las especulaciones místicas, una vez consolidado el camino, abandona los sentidos, las operaciones intelectuales, las causas sensibles e inteligibles, a todo no ser y a todo ser, y en la medida de lo posible, vuelve como ignorante a la unidad de Aquel que está por encima de toda esencia y conocimiento; pues por ti mismo y por todos, por el abandono inconmensurable y absoluto de la mente, ascenderás al rayo supraesencial de las Tinieblas divinas, abandonando todas las cosas y libre de todas ellas”. (Juan Escoto Eriúgena, Sobre las naturalezas).41

Sí, el iniciado

hace tiempo que ha recibido las aguas bautismales. Incluso ya se ha liberado de las pruebas del laberinto de las formaciones. Convertido ahora, por la comunión solar, en el Rey del Mundo, el aspirante podrá entonces ser absorbido enteramente en la función (sapiencial-)sacerdotal y escapar de la cosmogonía, que se le ha revelado, utilizando su identificación con ella como un soporte vivo de transmutación inefable.42
Y así podrá completar su viaje de retorno al No-Ser, “a lo no-finito, es decir, lo infinito”, lo que “no es de ninguna manera ni puede tomarse como una negación del Ser o de cualquier otra cosa dado que se trata del infinito donde no existe ningún contrario”.43

“Et sic in infinitum”. Robert Fludd,
Utriusque cosmi maioris scilicet et minoris
Metaphysica, physica atque technica Historia
, 1617.
NOTAS
1 Textos Herméticos. “Discurso de Hermes a Tat”. Ed. Gredos, Madrid, 1999.
2 Federico González Frías. Tres Teatro Tres. “En el Tren”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2011.
3 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Destino”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Integramente en versión online: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos.
4 Entrada: “Iniciación”, op. cit.
5 Federico González. Cosmogonía Perenne: El Símbolo de la Rueda. Revista SYMBOLOS nº 1, Guatemala, 1991. En internet: El Simbolismo de la Rueda.
6 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Cosmogonía”, ibíd.
7 Entrada: “Cosmogonía sumeria”, ibíd.
8 Entrada: “Tao (China)”, ibíd.
9 Entrada: “Ser Universal”, ibíd.
10 Entrada: “Politeísmo”, ibíd.
11 Ver nota 6. Es una cita de É. Vacherot, Histoire critique de l’École d’Alexandrie, 1846.
12 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Hermético-Hermetismo”, ibíd.
13 Ver nota 6.
14 Iggdrasil o Yggdrasil es análogo al Árbol de la Vida cabalístico. En la mitología nórdica, el dragón Nidhug roe sus raíces perennemente “y cuando termine de hacerlo –junto con otros dragones– será el fin del mundo”. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Dragón”, ibíd.
15 El Ginnengagap es un vasto abismo precósmico del que se dice que no se alcanzaba a ver el fondo.
16 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Dioses-diosas”, ibíd.
17 Esta visión del cosmos como un huevo es común a otras tradiciones antiguas como por ejemplo la hindú y el orfismo. En éste, “el primer principio era Cronos, o el Tiempo, del que procede Caos, que simbolizaba el infinito, y Éter, que simboliza lo finito. Caos fue rodeado por la Noche, que formaba la cubierta envolvente bajo la que, por la acción creadora del Éter, fue organizada poco a poco la materia cósmica. Ésta finalmente asumió la forma de un huevo del cual la Noche formó la concha. En el centro de este huevo gigante, cuya sección superior formó la bóveda del cielo, y cuya sección más baja fue la tierra, nació el primer ser, Fanes: la Luz. Fue Fanes quien, por unión con la Noche, creó el Cielo y la Tierra. Fue él también quien engendró a Zeus”. Entrada: “Fanes”, ibíd.
18 Ver nota 6.
19 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada “Guaraníes”, ibíd. El relato pertenece a la obra de León Cadogán (traductor) y Alfredo López Austin (comentarista) La Literatura de los Guaraníes, 1970.
20 Katún tiene aquí el significado de era o edad. En el calendario maya, un katún se compone de 20 años o tunes, y un tun tiene 360 días.
21 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Mayas”, ibíd.
22 Entrada: “Quichés (maya)”, ibíd.
23 “Así los emisarios de otros mundos aprovechan las situaciones de coyuntura, la unión entre dos esferas, la curvatura de dos planetas, la escisión en un espacio cualquiera de nuestras vidas anecdóticas (…) para que los espíritus puedan colarse en una realidad otra y purificarla a través de la sangre derramada y a veces del terror”. Federico González. En el Vientre de la Ballena. Textos alquímicos. Ed. Obelisco, Barcelona, 1990. Entrada: “Ruptura de nivel”, ibíd.
24 Ver nota 12.
25 Esa pregunta es Mi, que “se traduce como ¿Quién?, y es el último nombre divino que en el corazón del cabalista se abre a lo ilimitado”. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Mi (hbr.)”, ibíd.
26 Entrada: “Iniciado”, ibíd.
27 Entrada: “Muerte”, ibíd.
28 Entrada: “Tiqqún (hbr.)”, ibíd.
29 Entrada: “Creación”, ibíd.
30 Ver nota 9.
31 Ver nota 4.
32 A Minnie, la viajera del tren, nadie le contesta, ni corrige sus aseveraciones.
33 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Encarnación”, ibíd.
34 Ver nota 4.
35 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Umbral”, ibíd.
36 Aunque sin desconocer que “los más tradicionales de esos ritos, como los masónicos, están hoy en un período de sueño, e incluso los integrantes que pertenecen a las distintas Obediencias y Talleres (Logias) no tienen sino una visión profana de la Masonería a la que desconocen y por lo tanto como sus congéneres ni siquiera acreditan en tales, o en el mejor de los casos, lo suelen hacer de modo alegórico”. Ver nota 4.
37 Cita de Mircea Elíade. Lo Sagrado y lo Profano, en Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Rito”, ibíd.
38 Entrada: “Khidr (árabe)”, ibíd.
39 Ver nota 4. Cita de Federico González. El Simbolismo Precolombino. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016.
40 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Docta ignorancia”, ibíd.
41 Entrada: “Gnosis-Conocimiento”, ibíd.
42 Ver nota 39.
43 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “No-Ser”, ibíd.
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