SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

TRADICIÓN HERMÉTICA Y TAOÍSMO

MIREIA VALLS

      
Dos tradiciones y una sola Sabiduría
Hoy se estrena la primavera, el tiempo propicio para iniciar las labores alquímicas.
Hoy da comienzo este escrito sin saber por dónde empezar.
Imprescindible vaciar, se hará sin prisa.
Festina Lente.

El ordenador no quiere ponerse en marcha.
Se agradece, pues se sigue sin poder articular palabra.
No forzaremos el discurso. Simplemente dejaremos que surja.
Wu Wei.

¡Una corriente de agua fresca que emana de la Palabra!1

Los extremos se tocan. Dos tradiciones muy alejadas en el espacio guardan muchos puntos de contacto. Buscaremos esos acuerdos huyendo de los estudios eruditos y de las comparativas racionales. Nos dejaremos penetrar por sus doctrinas reveladas y las trenzaremos en torno al eje central.

Dos tradiciones sin dogmas. A la intemperie, donde la moral se deja para lo social (Confucianismo) o para lo religioso (Cristianismo). Dos tradiciones sin cultos marcados ni feligreses. Dos tradiciones sin aparato institucional ni proselitismo. Una única sabiduría irrigando a taoístas y a adeptos de la Tradición Hermética.

El Tao y el Dios Desconocido no son cognoscibles, no son definibles, son innombrables. Telón de fondo negro por donde discurre el drama cósmico.

Antes que el cielo y la tierra ya existía un ser inexpresable. Es un ser vacío y silencioso, libre, inmutable y solitario. Se encuentra en todas partes y es inagotable. Puede que sea la Madre del universo. No sé su nombre, pero lo llamo Tao2
Hay una Realidad Absoluta, sin principio ni fin, que no podríamos concebir y que, por este mismo hecho, es para nosotros Nada. Por otra parte, aquello que podemos concebir, lo que para nosotros es relativamente real, en realidad no es sino apariencia; es una consecuencia engendrada por la Realidad Absoluta, ya que todo vuelve a ella, después de haber salido de ella. (…) Pues bien, todo Ser, así como todo No-Ser, es en realidad Tao.3
– Nada.
– No somos Nada.
– Sí, qué bueno, muy descansado.
– Es lo más descansado, pero uno siempre tiene que ser algo.4
Él es a la vez las cosas que son y las que no son. Porque las cosas que son, él las ha hecho aparecer, y las que no son, las contiene en sí mismo. Él es el Dios demasiado grande para tener un nombre, él es lo inaparente y él es lo muy aparente; (…) él es el incorpóreo, el multiforme, o mejor aún, el omniforme. Nada existe que él no sea también: porque todo lo que es, todo es él. Y de allí viene que posea todos los nombres puesto que todas las cosas han nacido de este único padre; y de allí viene que no tenga ningún nombre, porque es el padre de todas las cosas.5
El Tao, que se traduce literalmente por “Vía” y que dio su nombre a la doctrina misma, es el Principio Supremo, considerado estrictamente desde el punto de vista metafísico: es a la vez el origen y el fin de todos los seres como lo indica muy claramente el carácter ideográfico que lo representa.6
Detrás de la imagen-padre, detrás de la imagen-madre, detrás de la imagen de la luz inaccesible, y detrás de la imagen de la oscuridad profunda y abisal, existe otra cosa que no podemos concebir en absoluto.7

Más claro que el agua. Dos tradiciones metafísicas, esotéricas, no religiosas. Ni dogma, ni moral, ni culto. No hay Dios al que pedir o agradecer. No hay Dios que castigue o premie. No hay Dios al que dirigir quejas, reproches, lamentos ni seducciones para que te ame. No hay Nada en ese trasfondo infinito, no hay alteridad. Por eso quien sigue la Vía no tiene dónde agarrarse, tan sólo se deja fluir en la corriente de la vida, del universo o del Ser que transpira por todos sus poros la Presencia de Tao, de lo Innombrable.

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No-Saber o la docta ignorancia

La comprensión de la filosofía del Tao requiere, pues, una actitud que ha sido denominada muy adecuadamente como “docta ignorancia”.8
No-saber es auténtica sabiduría.9
Es muy duro el No Ser; pero todo ha sido, es y será un sueño. Si uno es lo que conoce, No Ser es semejante entonces a la misma ignorancia.10
Sin abrir tu puerta
puedes abrir tu corazón al mundo.
Sin mirar por tu ventana,
puedes ver la esencia del Tao.
Cuanto más conoces
menos comprendes.11
Inteligencia y Sabiduría, el No Ser y su simbólica que nos ha traído a todo esto, a reconocer nuestra total ignorancia y a adorar este Misterio mediante un larguísimo proceso que va desde la estúpida ilusión a la docta ignorancia y a ser los súbditos de este grandísimo Misterio, que Todo es Uno y que Uno es Todo.12
Deja de perseguir la sabiduría, dijo el anciano. No busques nunca el saber demasiado y, con el tiempo, la ciencia vendrá a ti por sí misma. El saber adquirido por la acción no natural aleja a Tao. No intentes conocer todo acerca de los hombres y de las cosas que te rodean y, sobre todo, no te esfuerces en profundizar en sus relaciones y sus contrastes. (…) Si pudieras representarte Tao bajo la forma de sabiduría, sufrimiento, felicidad o sus antítesis, ya no sería Tao. Tao es uno y no tiene antítesis. Tchuan-Tzú lo expresa con mucha simplicidad: “La Felicidad Suprema no es Felicidad”.13
El sabio no es erudito, el erudito no es sabio.14

Lo paradójico es que el conocimiento de la cosmogonía, de lo que es el Ser, constituye el vehículo para intuir de forma directa, veraz y sin dualidad la presencia de lo que No Es y nunca será, porque por su naturaleza no tiene principio ni fin; por eso nada puede saberse del No Ser ya que está más allá de todo condicionamiento, determinación, atributo, definición, tal su infinitud y eternidad.

– ¡Qué destino, conocerlo todo gracias a los desvelos, privaciones y todo tipo de esfuerzos dejando la honra, el sueño y la existencia en el camino, para abandonarlo en un segundo, negarlo sin siquiera vehemencia! – Eso sería, ¡conocerlo todo para obtener la nada y aceptar que ésta es la recompensa prometida! ¡Saber la totalidad para encontrar nada! ¡Qué última sorpresa! ¡Qué postrer asombro!15

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La Vía

Cuando le preguntaron a un maestro zen: “¿Qué es el Tao?” replicó: “Sigue tu camino”.16
El gran Sendero es simple,
pero la gente prefiere las sendas secundarias.
Vigila el instante en que se pierde la armonía.
Permanece centrado en el Tao.17

Fluir y atravesar las aguas inferiores y superiores, pero bien anclado en el corazón del mundo, es una de las primeras enseñanzas de la Tradición Hermética. Vivirse navegando en el alma del Ser que une el cuerpo con el espíritu. Y eso ya se sabe que es un largo camino guiado por una Sabiduría revelada que no impone ni controla sino que se da a conocer a sí misma a través del alma que la escruta.

En otro lugar he hablado de los tres principios básicos que informan la filosofía taoísta: el tao (el curso de la naturaleza), el wu wei (el no forzamiento, el carácter fluido del curso de la naturaleza) y el te (el poder aparentemente mágico que dimana del hecho de seguir el camino del curso del agua y asumir la actitud que ofrece la menor resistencia).18

Es difícil, pero no imposible, dejar de pensar en los términos Dios-ser humano de los que deriva esa relación dual teñida de antropomorfismo. A base de insistir en ello, el occidental ha restringido y empequeñecido la concepción de la deidad, además de ignorar cada vez más la presencia misteriosa del No Ser inmanente en todo lo manifestado. En medio de los 3 monoteísmos, la Tradición Hermética ha abierto posibilidades de orden espiritual mucho más amplias. Empero, es una Vía que muy pocos conocen y aún menos la transitan.

…incluso en China, el Taoísmo no ha tenido nunca una difusión muy amplia y nunca lo ha pretendido, habiéndose abstenido siempre de cualquier propaganda; esta reserva se le impone por su naturaleza misma; es una doctrina muy cerrada y esencialmente iniciática que como tal sólo está destinada a una minoría y que no podría proponerse a todos indistintamente pues no todos están capacitados para comprenderla ni sobre todo para realizarla.19
Por ello no siempre es fácil para todos conseguir una filiación con esta Tradición [el autor se refiere a la Hermética] –tampoco Hermes ha de otorgársela a cualquiera sin que este pague su precio– ni la realización en esa vía, que no se expresa de manera religiosa o sentimental-devocional, que no posee ortodoxias teologales estrictas, sino la vivencia de su doctrina por medio del Conocimiento, lo que obliga constantemente al Aprendiz a constatar lo que sucede en el itinerario de su propio camino, en su ser interno, es decir en su Iniciación, sin el consuelo que le suelen brindar determinadas creencias relativas al aparato religioso, a las que sin embargo puede observar desde otro nivel simbólico, depurándolas, es decir en términos alquímicos “rectificándolas”. Por eso es que se la ha denominado una Tradición a la intemperie y puede ser considerada poco apta para ciertos espíritus timoratos que no arriesgan y por lo tanto no pueden luego callar o dejar de quejarse por sus vicisitudes, en vez de proseguir su camino, presidido por el silencio hermético.20
El Te, que preferimos traducir por “Rectitud” más que por “Virtud” (…) es lo que podríamos llamar una “especificación” del Tao en relación con un ser determinado, como el ser humano por ejemplo: es la dirección que éste debe seguir para que su existencia, en el estado en que se encuentra ahora, sea conforme a la Vía o, en otros términos, en conformidad con el Principio.21
Las personas son difíciles de guiar
cuando creen que saben las respuestas.
Cuando saben que no saben,
encuentran su propio camino.22

Comenzar a transitar la Vía implica desprenderse de todo aquello que nos ha alejado o separado de nosotros mismos y del mundo que nos envuelve. La programación mental es altamente peligrosa y entorpece y hasta torna imposible la realización espiritual.

Si quieres ser todo,
acepta ser parte.
Si quieres ser recto,
acepta estar torcido.
Si quieres ser pleno,
acepta estar vacío.
Si quieres renacer,
acepta morir.
Si quieres que te sea todo dado,
abandónalo todo.23
Tampoco yo te diré qué es Tao. Lo descubrirás por ti mismo, liberándote de todo deseo, de toda emoción, viviendo sin esfuerzo, sin acción alguna que esté en oposición con la naturaleza. Con un movimiento tan calmo, tan regular como el del Océano que está delante de nosotros, has de dejarte llevar hasta Tao. El mar no se mueve porque sea su voluntad, ni porque sepa que es bueno o sabio moverse. Se mueve porque se mueve, y no tiene ninguna consciencia de ello. Así, del mismo modo, fluirás hacia Tao, y cuando hayas alcanzado el objetivo, no sabrás nada, pues tú mismo serás Tao.24
Ahora todo es mucho más misterioso y sencillo y semejante a la vida cotidiana. Se caería en la tentación de pensar que no pasa nada, si aquello no estuviese siempre presente dando realidad a todo lo que existe. Este es un estado más sutil donde no hay novedad porque en la renovación perpetua no hay novedad posible. Donde la conciencia no distingue demasiado entre lo uno y lo otro y donde nada se ha perdido, ni debe hallarse, porque así ha sido desde siempre.25

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Fluir

Nada hay en el mundo
tan blando y adaptable como el agua.
Sin embargo, en disolver lo duro y lo inflexible
nada puede superarla.26

Se ha dicho con frecuencia que el oriental es más contemplativo y que el occidental está abocado a la acción. Pero eso no significa que el oriental sea un pasivo ni que la contemplación le sea negada al occidental. Estas tendencias buscan siempre el equilibrio en el ser humano, aunque la primera sea jerárquicamente superior a la segunda. Cuando en el taoísmo se dice wu wei no se está apelando a un no actuar inmovilizante, sino al hecho de fluir al ritmo de Tao, dejando que cualquier gesto que surja sea espontáneo –o sea ni premeditado ni forzado–, sino acorde con la vibración universal. Igualmente, el adepto de la Tradición Hermética, al conocer los ritmos del macro y del microcosmos, se identifica con ellos y vive inmerso en una danza perenne cuyo único sentido consiste en bailarla para trascenderla.

El no actuar no es la inercia, es, por el contrario, la plenitud de la actividad, pero es una actividad trascendente y completamente interior, no manifestada, en unión con el Principio, luego más allá de todas las distinciones y de todas las apariencias que el vulgo toma sin razón por la realidad misma mientras que son sólo un reflejo más o menos lejano de ésta.27
El gran Tao fluye en todas direcciones,
hacia un lado y hacia el otro.
Cuida y nutre todas las cosas,
sin adueñarse, no obstante, de ellas.28
En muchos pasajes, Lao Zi evidencia la estrecha relación existente entre el Tao y el agua. El agua no ofrece resistencia, y, sin embargo, no hay nada más fuerte; siempre toma el camino más fácil, algo admirado por los seres humanos, y siempre tiende al nivel inferior, algo que los hombres aborrecen. Son muchas las referencias del taoísmo al agua, las plantas y el curso del desarrollo. También se habla mucho sobre el viento y sobre el modo en que éste compone música al soplar en los orificios de la naturaleza y extraerles su particular sonido.29
En cuanto a los trabajos del “aprendiz”, lo primero es llevar la idea de rito a todos los ámbitos de la vida y su cotidianidad personal. Lo segundo es saber que esto no debe realizarse nunca de manera literal, de una forma lineal, sino que más bien se trata de vivir al ritmo del compás cósmico, advirtiendo la sacralidad del entorno físico-anímico, derivado de un ser espiritual, tan invisible como inteligente. No es pues sólo una sistematización de gestos e invocaciones que siempre acaban en una forma esclerotizada, sino la intuición de la Verdad y la Belleza reunidas armónicamente en el cuerpo de la Inteligencia Universal, deidad tan precisa como esquiva, siempre aérea o radiante.30
En este sentido, pues, wu wei significa “no forzamiento” o, dicho de otro modo, el Tao lleva a cabo todas las cosas sin forzarlas (…) Digamos, por tanto, que, cuando se llega a wu wei, se está operando en el mismo principio que el Tao, un principio que se halla vinculado poéticamente a la diferencia existente entre un sauce y un pino en una tormenta de nieve. El pino es un árbol rígido y la nieve y el hielo se amontonan sobre sus ramas hasta que termina quebrándolas. El sauce, por su parte, es un árbol elástico de modo que, cuando el peso de la nieve resulta excesivo, sus ramas se comban, permitiendo que la nieve caiga al suelo y luego recuperan nuevamente su posición original. Eso, precisamente, es wu wei.31
El maestro permite que las cosas sucedan. Se amolda a los eventos tal cual llegan. Se quita de en medio y deja que el Tao hable por sí mismo.32
Lo que nosotros estamos buscando es la gran sorpresa y cualquier idea preconcebida que nos hagamos al respecto no hará más que arruinar esa sorpresa. El universo se asienta en el principio fundamental de la sorpresa y lo mismo ocurre con el Tao, que consiste en realizar un milagro sin planificarlo y sin hacer nada en especial.33
Muchas personas no acreditan verdaderamente en la ruptura de nivel y prefieren, alegando su seguridad, no salir de la mediocridad conocida, una madriguera confortable. (…) Hay ciclos más amplios y hay otros más reducidos, los más reducidos se encuadran dentro de otros más amplios y así se estructuran las jerarquías y se conforma un zigurat de siete vueltas. Y al acompasarse entre ellas de forma teúrgica apuestan por los dioses intermediarios que son con seguridad aquéllos con los que tenemos que sintonizar para tratar de equiparnos respecto a esta nueva realidad (la postdiluviana) pues de lo que se trata es de una ruptura de nivel, en este caso cíclica. O sea un fin, y la descomposición y la imposibilidad de impregnar (ibbur) lo que ya no puede impregnarse, y un renacer pasando a otro mundo donde todo es lo más sutil y milagroso que pueda imaginarse, por decir algo.34
– ¿No es un poco misterioso y oscuro todo esto?
– No, simplemente se trata de conocer que esto es magia y rendirse a ella pues es la voz del espíritu que se manifiesta de este modo. ¿No es verdad?
– ¿Acaso debo tener que contestar a esta pregunta?35
Cuando sepas ser Wu Wei, No-Activo, en el sentido ordinario y humano del término, tú serás verdaderamente, y realizarás tu ciclo vital con la misma falta de esfuerzo que la ola que se mueve a nuestros pies. Nada perturbará ya tu quietud. Tu dormir no tendrá sueños y lo que entrará en el campo de tu consciencia no te causará ninguna preocupación. Lo verás todo en Tao, serás uno con todo lo que existe y la naturaleza entera te será cercana como una amiga, como tu propio yo. Aceptando sin conmoverte los pasos de la noche al día, de la vida al óbito, llevado por el ritmo eterno, entrarás en Tao donde nada cambia nunca, donde te volverás tan puro como saliste.36

Sabiendo en última instancia que,

La no acción se opone a la acción ya que indica justamente lo que no es acción, pero el No Ser no puede oponerse a nada porque no tiene existencia y el Ser es su primera vibración.
Ser o No Ser no pueden oponerse jamás. El No Ser engendra al Ser y no lo hacen mutuamente. Al No Ser, Guenón lo llama el cero metafísico. Siguiéndolo, para nosotros el Ser es hijo del No Ser ya que éste no es de ninguna manera ni puede tomarse como una negación del Ser o de cualquier otra cosa dado que se trata del infinito donde no existe ningún contrario. Y del que emana la creación, o sea, una limitación que no se opone con lo ilimitado.37

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Conjugación de opuestos

Cuando actúa en el mundo,
el Tao es como la curvatura de un arco.
Comba lo superior hacia abajo;
comba lo inferior hacia arriba.
Ajusta el exceso y la deficiencia
de modo que el equilibrio es perfecto.
Toma de lo que hay demasiado
y se lo da a lo que no es suficiente.38
Éste es el principio fundamental sobre el que se asienta el pensamiento chino clásico, es decir el principio del yin y el yang, una de las filosofías más antiguas del planeta. La filosofía del taoísmo (…) se basa enteramente en la noción de que el universo es el resultado de un juego entre polaridades opuestas tales como arriba y abajo, cara y cruz, blanco y negro, masculino y femenino, positivo y negativo, etc. La palabra china yang hace referencia a la cara sur de la montaña, que es el lado soleado, mientras que el término yin se refiere a la cara norte de la montaña, que es el lado sombreado. ¿Han visto alguna vez una montaña que solo tuviera una cara sur y que careciese de cara norte? (…) Es por ello que el símbolo representativo del yin-yang tiene la mitad clara y la otra mitad oscura y da la impresión de hallarse constituido por dos peces entrelazados que se persiguen mutuamente, dando lugar a una especie de hélice o espiral.39
El caduceo o la vara –junto con las alas ya mencionadas– es el elemento principal de la iconografía del Hermes greco-romano, pero estos elementos están presentes de diverso modo en otras muchas representaciones. En efecto, las serpientes enroscadas en el eje de la vara se encuentran en distintas tradiciones; en el caso de Hermes-Mercurio, es obvio que ellas representan la dualidad, propia de todo lo creado en el Cosmos. Y la interacción de estas serpientes enrolladas en el eje universal en tres niveles refleja, por un lado el plan del Universo, y por otro la conjunción de los opuestos efectuada igualmente en todos los mundos. Mediante esta unión de los contrarios puede irse escalando a través del eje hasta que esa dualidad es superada por la función polar del eje mismo, que trasciende los opuestos, y victorioso se eleva hacia un espacio definitivamente otro.40
Si quieres que algo mengüe,
debes antes permitir que se expanda.
Si quieres librarte de algo,
debes antes permitir que florezca.
Si quieres tener algo,
debes antes permitir que sea dado.
A esto se le llama la sutil percepción
de cómo son y suceden las cosas.41
Yang-Yin: Imagen extremo oriental de la dualidad en la unidad, o de la complementariedad de todos los opuestos. Debe observarse que en la figura el aspecto yin, oscuro y femenino, posee un elemento yang, y que en cada yang, claro y masculino, se encuentra un punto yin, complementando así la imagen de este símbolo revelador, válido tanto para el macro como para el microcosmos.42

El caduceo hermético y el yin-yang extremo oriental son dos símbolos externamente diferentes pero idénticos en cuanto a su simbólica. En ambos se sintetiza la idea de la Unidad, el Dos y la polarización que encuentra el equilibrio en el Tres, a partir del cual se generará la serie numérica hasta el 10 = a la Totalidad. La simultaneidad de la inmovilidad (punto central del círculo, eje central del caduceo) y el movimiento perenne de la rueda o de las sierpes que ascienden y descienden, encierra la clave de la máxima hermética: “Todo es Uno y Uno es Todo”, y además que “todo es el símbolo de algo que jamás conoceremos”.

El taoísmo no habla demasiado del Tao, por su propia inaprehensibilidad, pero algunos textos como el Tao te King mencionan un Tao de la tierra, un Tao del hombre, un Tao del cielo y un Tao de Taos o Tao Innombrable. Generalmente se suele comprender que el Tao es el aro invisible que contiene los poderes yin-yang. En este caso, de la Unidad perfecta e indiferenciada del Tao, un andrógino o hermafrodita, se produce un par de opuestos que constantemente se complementan, generando todos los planos, constituyendo con el propio “cuerpo” del Tao una Trinidad indisoluble. Por eso es que el texto taoísta también afirma que de la combinación de los tres primeros números proceden todos los otros.43
Exprésate completamente;
después guarda silencio.
Sé como las fuerzas de la naturaleza:
cuando sopla el viento, sólo hay viento;
cuando llueve, sólo hay lluvia;
cuando pasan las nubes, brilla el sol.
Si te abres al Tao,
eres uno con el Tao
y puedes encarnarlo plenamente.
Si te abres a la visión,
eres uno con la visión
y puedes usarla plenamente.
Si te abres a la pérdida,
eres uno con la pérdida
y puedes aceptarla plenamente.
Ábrete al Tao,
después confía en tus respuestas naturales
y todo encajará en su sitio.44
Ver, es activo. Escuchar, es pasivo. Se insiste en el Yin para promover el Yang, si esto puede decimos algo. Dos golpes alternados de un solo corazón. El sol de los hombres se presenta en cuatro formas o estaciones. Y en una quinta que es él mismo expandiéndose y contrayéndose. Si sentimos frío el olfato se afina y concentra. Si hace calor es invadido por múltiples aromas. Se quiere gustar, paladear, el extracto del cielo; se quiere saber lo que ocultan las formas, lo que los sentidos apenas traducen.45

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Maestro

Lo que él desea es no desear;
lo que aprende es a desaprender.
Lo único que hace es
recordar a las gentes sus identidades eternas.
No cuida de nada excepto del Tao,
por ello es que cuida de todo.46

No nos referimos aquí al maestro del que esperamos nos guíe, enseñe, reprenda, apruebe o deslumbre con sus conocimientos. ¡Qué cómodo poner en otro lo que toca realizar en uno mismo! Es su función obstétrica la que verdaderamente interesa, o sea la que ayuda a extraer todo aquello que cualquier ser humano porta grabado en su alma. Y si tenemos la inmensa fortuna de toparnos con uno de estos auténticos maestros, lo reconoceremos como un símbolo del maestro interno en potencia que cada quien está llamado a despertar, gracias a la ejercitación en el arte de la mayéutica y de la reminiscencia o anamnesis.

Cuando un hombre superior oye del Tao
inmediatamente comienza a encarnarlo.47
Sin duda la Hermética es una tradición compleja, como lo es la vida, el plan del Universo, y las relaciones entre los hombres; osar es casi necesario para quitarnos las cadenas que nos hacen esclavos de nuestra programación, o de las que quieren infligirnos otros, verdaderos policías del pensamiento, espíritus totalitarios cuyo refugio es la norma, aunque ésta sea notoriamente falsa. Nadie viene a ofrecernos o darnos la libertad; una de las condiciones para obtenerla es hacerlo por nosotros mismos, sin dejarse engañar por cualquier maestro o director espiritual, sino por medio del plano intermediario, invocando al maestro interno.48
El maestro se da
a cuanto el momento le brinda.
Sabe que va a morir
y nada le queda a que aferrarse:
no hay ilusiones en su mente
ni resistencias en su cuerpo.
No piensa en sus acciones;
ellas fluyen desde el centro de su ser.
Nada hay en la vida que retenga;
por ello está dispuesto a morir
como un hombre lo está a dormir
tras un buen día de trabajo.49
Colocado en el centro de la rueda cósmica, el sabio perfecto la mueve de un modo invisible, por su simple presencia, sin participar en su movimiento y sin tener que preocuparse de ejercer ninguna acción; su desapego absoluto le hace dueño de todas las cosas porque ya nada puede afectarlo. “Ha alcanzado la impasibilidad perfecta; al serle la vida y la muerte indiferentes por igual, el hundimiento del universo no le causaría ninguna emoción. De tanto escrutar ha llegado a la verdad inmutable, el conocimiento del Principio universal único. Deja evolucionar a los seres según sus destinos y él se mantiene en el centro inmóvil de todos los destinos. El signo exterior de este estado interior es la imperturbabilidad; no la del valiente que arremete solo, por amor a la gloria, contra un ejército formado en orden de batalla; sino la del espíritu que, superior al cielo, a la tierra y a todos los seres, vive en un cuerpo del que no depende, no hace ningún caso de las imágenes que sus sentidos le proporcionan y lo conoce todo por conocimiento global en su unidad inmóvil…”.50
El maestro ve las cosas tal cual son
sin intentar controlarlas.
Deja que sigan su propio curso
y reside en el centro del círculo.51
He aquí entonces cómo el que enseña debe abordar la enseñanza, ofreciendo a cada uno, a partir de las disposiciones que son naturales en él, la salvación; en cuanto al enseñado, conviene que se entregue al enseñante y tranquilamente se deje conducir a lo verdadero, lejos de los ídolos, elevándose desde la caverna subterránea hacia la luz y la verdadera esencia, deseando la naturaleza pura del bien que es sin mezcla de su opuesto y abandonando lo que es parcial e ilusorio, por ser totalmente presa de un deseo de lo universal e indiviso.52
Los hombres ordinarios odian el aislamiento.
Pero el maestro hace uso de él
abrazando su soledad, comprendiendo
que es uno con todo el universo.53
En rigor, en la Tradición Hermética y la Alquimia, la Doctrina y la Enseñanza que el estudiante aprende es una sola y ésta es el Conocimiento de la Cosmogonía, a saber: la interpenetración de otros tiempos, espacios, ritmos y estados de conciencia distintos de los ordinarios, las que son realidades tan auténticas –cuando menos– como las concepciones tomadas del cúmulo de esfumaturas e ineficiencias que nos ofrece la sociedad contemporánea. En esta tradición los introductores e iniciadores no son considerados “maestros” en el sentido de ejercer una función de tipo psicológico o de autoridad institucional, o mismo de ejemplaridad en determinados usos y costumbres que el mundo puede cambiar una y otra vez a su antojo de acuerdo a sus modas que perennemente se quedarán en la relatividad de las formas. No se hace pues tanta cuestión con esto del “maestro”, porque se enseña que la Realización es individual y que debe lograrla cada cual por sí, ineludiblemente. Por lo que se aconseja al lector que no ponga en otros lo que en verdad debe trabajar en sí.54
Los antiguos soberanos, absteniéndose de toda acción propia, dejaban que el cielo gobernara por ellos… En el punto más alto del universo, el príncipe influye en el Cielo y la Tierra, que transmiten a todos los seres esta influencia, que, convertida en el mundo de los hombres en buen gobierno, hace surgir los talentos y las capacidades. En sentido inverso, toda prosperidad viene del buen gobierno, cuya eficacia deriva del Principio, por medio del Cielo y de la Tierra. Por eso, como los antiguos soberanos no deseaban nada, el mundo estaba en la abundancia; no actuaban, y todas las cosas se modificaban según la norma; permanecían abismados en su meditación, y el pueblo se mantenía en el orden más perfecto. Eso es lo que resume el antiguo adagio: para el que está unido a la Unidad, todo prospera; incluso los genios se someten a quien no tiene ningún interés particular.55

Aprendiz, maestro, soberano y sabio son posibilidades que los seres humanos portamos en nuestro interior. Se corresponden con estados del Ser y para despertarlos se requiere adherirse a una Vía iniciática que brinde los soportes simbólicos capaces de promover ese ascenso gradual por la escala de los mundos. En los tiempos que corren, todas estas funciones se están degradando e incluso pervirtiendo e invirtiendo. Seguir los pasos de Lao Tse o de Sócrates (por cierto, ambos fueron sabios contemporáneos del siglo VI a. C.) es una “rareza” a la que muy pocos se entregan y poquísimos llegan a realizar la maestría en sí mismos.

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Palabras finales
Hasta aquí algunos trenzados donde se percibe la afinidad de estas dos tradiciones. Unas meditaciones inacabadas. Podríamos seguir con el tema de la alquimia, la respiración, los símbolos del compás y la escuadra, tan presentes tanto en la Tradición Hermética como en el taoísmo. O con la idea de la endogenia del inmortal análoga a la de la conquista de la inmortalidad y la necesaria experimentación de todos los misterios del Ser o del Tao en el interior de la conciencia del iniciado, sin el amparo de templos, ni de organizaciones con formas exteriores definidas. Sí que hay una doctrina –o sea una poética, unas artes y unas ciencias tradicionales– que es imprescindible ingerir, asimilar, aprehender. Lo que se busca, empero, es que tras dejarse fecundar por esta sabiduría perenne, vaya calando hondo y provoque una total revolución, el abandono de un punto de vista erróneo y el despertar a la auténtica realidad. No habrá hecho más que comenzar un proceso de transmutación en el que será necesario seguir profundizando, entregándose a la lectura de estos autores que nos han abierto la Vía. Tejer analogías y siempre, siempre, poner en práctica lo que se va inteligiendo. Somos un experimento, el Universo entero es un experimento que se reitera una y otra vez de forma asombrosa y a la vez siguiendo un modelo arquetípico. Las variables son indefinidas e inabarcables, lo que da idea de la naturaleza del conocimiento que se propone; nada que ver con la aplicación de la vía analítica, racional y mecanicista, sino con una inmersión-identificación con el Ser que somos, que es el que es sin un por qué y que sin embargo cumple un plan, se ajusta a un modelo, revela un proyecto modelado por no se sabe quién. Una Vía de constantes preguntas y respuestas que termina con un interrogante sin respuesta.
NOTAS
1 Federico González Frías. Rapsodia. Ed. Symbolos, Zaragoza, 2015.
2 Tao te King 25. Citado en Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Tao”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Integramente en versión online: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos.
3 Henri Borel. Wu Wei. La vía del no actuar. Ed. Obelisco, Barcelona, 1992.
4 Federico González Frías. Rapsodia, op. cit.
5 Poimandrés V, en Federico González. Hermetismo y Masonería. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016.
6 René Guénon. Esoterismo islámico y taoísmo. Ed. Obelisco, Barcelona, 1992.
7 Alan Watts. El Tao de la Filosofía. Edaf, Madrid, 1996.
8 Alan Watts. Taoísmo. Ed. Kairós, Barcelona, 1999.
9 Lao Tzu. Tao te King 71. Gaia ediciones, Madrid, 1999.
10 Federico González Frías. Rapsodia, ibíd.
11 Lao Tzu. Tao te King 47, op. cit.
12 Federico González Frías. Rapsodia, ibíd.
13 Henri Borel. Wu Wei. La vía del no actuar, op. cit.
14 Lao Tzu. Tao te King 81, ibíd.
15 Federico González Frías. Rapsodia, ibíd.
16 Alan Watts. Taoísmo, op. cit.
17 Lao Tzu. Tao te King 53, ibíd.
18 Alan Watts. Taoísmo, ibíd.
19 René Guénon. Esoterismo islámico y taoísmo, op. cit.
20 Federico González. Hermetismo y Masonería, op. cit.
21 René Guénon. Esoterismo islámico y taoísmo, ibíd.
22 Lao Tzu. Tao te King 65, ibíd.
23 Ibíd.
24 Henri Borel. Wu Wei. La vía del no actuar, ibíd.
25 Federico González. En el vientre de la ballena. Ed. Obelisco, Barcelona, 1990.
26 Lao Tzu. Tao te King 78, ibíd.
27 René Guénon. Esoterismo islámico y taoísmo, ibíd.
28 Tao te King. Citado por Alan Watts en Taoísmo, ibíd.
29 Alan Watts. Taoísmo, ibíd.
30 Federico González. Simbolismo y Arte. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2004.
31 Alan Watts. Taoísmo, ibíd.
32 Lao Tzu. Tao te King 45, ibíd.
33 Alan Watts. Taoísmo, ibíd.
34 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Ruptura de nivel”, op. cit.
35 Federico González Frías. Rapsodia, ibíd.
36 Henri Borel. Wu Wei. La vía del no actuar, ibíd.
37 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “No-Ser”, ibíd.
38 Lao Tzu. Tao te King 77, ibíd.
39 Alan Watts. Taoísmo, ibíd.
40 Federico González. Hermetismo y Masonería, ibíd.
41 Lao Tzu. Tao te King 36, ibíd.
42 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Yang-Yin”, ibíd.
43 Federico González. Simbolismo y Arte, op. cit.
44 Lao Tzu. Tao te King 23, ibíd.
45 Federico González. En el vientre de la Ballena, op. cit.
46 Lao Tzu. Tao te King 64, ibíd.
47 Tao te King. Citado por Alan Watts en Taoísmo, ibíd.
48 Federico González. Hermetismo y Masonería, ibíd.
49 Lao Tzu. Tao te King 50, ibíd.
50 René Guénon. Esoterismo islámico y taoísmo, ibíd.
51 Lao Tzu. Tao te King 29, ibíd.
52 Proclo. Sobre el primer Alcibíades de Platón. Citado en Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Maestro”, ibíd.
53 Lao Tzu. Tao te King 42, ibíd.
54 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003. Ver en la web: “El Maestro”.
55 Chuang-tse XII. Citado por René Guénon. La Gran Tríada. Ed. Paidós, Barcelona, 2004.
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