SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

DIÁLOGOS CON FEDERICO GONZÁLEZ FRÍAS Y
OTROS INTEGRANTES DE LA CADENA ÁUREA
“UN VIAJE HACIA EL CONOCIMIENTO
DE LAS VERDADES ETERNAS”

ÁNGELA SARDÁ

¡Buenas tardes a todos! En esta ocasión retomaremos esta entrevista en busca de las verdades eternas en compañía de Federico González Frías y de otros integrantes de la cadena áurea. Será un viaje de descubrimiento, siendo éste un reflejo de lo superior. Si os parece, empecemos esta aventura.*

Pregunta: Me gustaría hablar sobre el pensamiento divino que reside en el pensamiento humano, ¿qué me podríais decir respecto a ello?

J. P.: “El aprendizaje de un Arte Sagrado no es sino ‘recordar’, recuperar la memoria del origen celeste del Hombre y su naturaleza divina.

Mortal por su condición terrestre; inmortal por su condición divina. Un dios caído es el hombre, pero no un dios vencido, dice el Corpus Hermeticum.

El hombre tiene a su disposición los medios para despertar las facultades que le reintegren a su estado original de dueño y señor del Mundo, función que le fue conferida por el Creador, con la finalidad de ser vínculo e intermediario entre Tierra y Cielo. Nada necesita el hombre que no esté ya en él. Todo lo que es exterior es artificio y complicación. Completo fue creado el Hombre y perfecto”.1

J. G.: “Al borrar toda autonomía del sujeto humano, el Otro divino se presenta como el Absolutamente Trascendente, en el que se disuelve toda realidad formal o limitada. Carece, pues, de sentido querer conocer dicha Realidad y, a la vez, conservar la propia individualidad.

El camino espiritual exige la renuncia al ‘ego’, a todo lo que es comportamiento aberrante y cristalizado, pero no al ser personal. Si así fuese, carecería de sentido hablar de la deificación del hombre, puesto que éste habría desaparecido. Y la aventura espiritual o iniciática sería la aventura de nadie. Tiene que existir, por tanto, una continuidad entre el sujeto que emprende la vía ascética y el que alcanza la cima de la mística, por emplear la terminología tradicional”.2

Pregunta: ¿Cómo recuperar la memoria del origen divino?

C. A.: “Se trata de conocerse a uno mismo, mediante una preparación a la sabiduría, (…) que no se dirige a la razón, sino al alma y al espíritu, y a la que podemos llamar preparación interior. (…)

Mediante esta preparación, el hombre es llevado a ciertos estados que le permiten superar el conocimiento racional al que había llegado anteriormente. (…)

Se trata de un conocimiento que el hombre porta en sí, aunque en estado latente.

Es la razón de que Platón dijera: ‘todo lo que el hombre aprende está ya en él’. Todas las experiencias, todas las cosas exteriores que le rodean, no son más que una ocasión para ayudarle a tomar conocimiento de lo que hay en sí mismo. Este despertar es lo que se llama anamnesis, que significa ‘reminiscencia’. (…)

Es necesario, para alcanzar esto, realizar ciertos estados que avanzan siempre más profundamente hacia el ser, hacia el centro, simbolizado por el corazón y donde la conciencia del hombre debe ser transferida para hacerle capaz de alcanzar el conocimiento real. Estos estados, que eran realizados en los misterios antiguos, eran grados en la vía de esta transposición de la mente al corazón”.3

Pregunta: Conocerse es identificarse con lo conocido; esta identificación se realiza con el despertar de una facultad que viene de lo superior, directa al corazón, la denominada intuición intelectual. ¿Qué me puedes decir al respecto?

F. G.: “La intuición intelectual es la certeza con la que se conoce una cosa generada en lo más hondo del corazón”.4

“El órgano fisiológico del corazón no es, como se cree de ordinario, la sede del sentimentalismo y la sensiblería más pacata, sino que él ha sido tomado en todas las Tradiciones como uno de los símbolos más patentes y claros de la idea de centro. En el cristianismo esto es obvio, pues cuando se habla del ‘Sagrado Corazón’ de Cristo se está haciendo referencia a la parte más central de esa tradición, a la fuente misma de donde emana la esencia de su doctrina y sus más profundos misterios.

Su representación iconográfica en forma de triángulo invertido hace de él un recipiente donde descienden, y se depositan, los efluvios celestes que vivifican la totalidad del ser individual, haciendo posible que éste tome verdadera conciencia de su Ser Arquetípico.

Por eso se habla del corazón como el lugar donde reside simbólicamente el Principio divino en el hombre, el Espíritu Universal que, con respecto a la manifestación, aparece como lo más pequeño, sutil e invisible, como bien señala la conocida parábola evangélica cuando habla del ‘Reino de los Cielos’ asimilándolo al grano de mostaza, equivalente en la Tradición Hindú al ‘germen contenido en el grano de mijo’, idénticos al éter o ‘quintaesencia’, que es también el centro o corazón de la cruz elemental, tomada en este caso como un símbolo de todo el mundo manifestado.

Es de ese Principio de donde, en efecto, el hombre recibe el hálito vital, al mismo tiempo que la luz de la Inteligencia, o auténtica intuición intelectual que le permite conocer de manera directa, simultánea y sin reflejos (es decir no dual, racional o cerebral) a la Unidad en todas las cosas. En este sentido, recordaremos que en la Cábala la sefirah Tifereth (que en la simbólica constructiva corresponde al altar del templo) es llamada el corazón del Árbol de la Vida, pues al estar situada en el centro mismo del pilar del equilibrio hace posible que en ella se unifiquen y sinteticen las restantes sefiroth. Por eso esta sefirah también es llamada ‘Armonía’, entendida como la auténtica expresión de la ‘concordia’ universal, palabra que precisamente significa ‘unión de los corazones’.”5

Pregunta: ¿Por qué se dice que el viaje iniciático es a contracorriente respecto al mundo de la manifestación, o sea que va de lo múltiple a la unidad?

M.V.: “La multiplicidad, desvinculada del Principio, no tiene más que una existencia ilusoria, por eso, el iniciado en estos misterios realiza el camino a contracorriente desde lo múltiple, material y concreto, pasando por el mundo de las Formaciones sutiles y el de la Creación universal hasta la Unidad del Ser. De la periferia del círculo al centro, que asimismo es su origen. Del Cuerpo al Espíritu a través del Anima mundi”.6

A. C.: “Va a necesitar mucha voluntad, una fuerza espiritual que le arranque del mundo material del que todavía no ha salido. La fuerza está simbolizada en la carta XI [se refiere al arcano de La Fuerza del Tarot], que alude al dominio de la materia por la fuerza de la Inteligencia unida a la fuerza del Amor. Asimismo, representa el fuego alquímico que se enciende, un fuego que deberá mantenerse encendido y alimentado hasta el final de la Obra. Va a necesitar pues también mucha perseverancia y una atención constante. Es en esta fase que se siembra la semilla: lo más pequeño y a la vez lo más poderoso”.7

M. V.: “Es a través de la Vía Simbólica, del trabajo con el símbolo, el cual tiene la virtud de actuar como un puente entre todas las estancias del Pensamiento, que dejaremos de vivir una existencia dual y fragmentada y lo veremos todo bajo una nueva mirada; es recuperando el sentido primordial de las historias míticas que a través de la práctica del rito cobran vida en nosotros, que dejaremos entonces de vivir una existencia simplemente humana o infrahumana e iniciaremos el proceso de divinización, o sea la recuperación del recuerdo de aquella esencia divina, universal y arquetípica que también nos conforma; es destruyendo las estructuras del hombre viejo y empezando a encarnar la Cosmogonía que nos iremos liberando de las cadenas de todo lo que es limitado y dejaremos cada vez más espacio a la vivencia del Misterio ilimitado”.8

“No es fácil adentrarse en esta concepción sagrada y renovarla cada día en medio de un mundo cada vez más amnésico y profano. La puerta y el vehículo son la Iniciación que se sustenta en la Vía Simbólica. Pero la mentalidad del ser humano contemporáneo está muy contaminada y menosprecia cada vez de forma más feroz todo aquello referido a la Espiritualidad, al Conocimiento en mayúsculas, al viaje interior por el mundo de las ideas y los arquetipos, al estudio de una Cosmogonía operativa, al reconocimiento de la Metafísica como lo único auténticamente liberador”.9

F. G.: “Debemos estar preparados para romper constantemente los niveles horizontales que tratan de poseernos y ahogarnos para lo cual la disciplina es una buena sugerencia y la paciencia un arma de eficiencia comprobada”.10

Pregunta: ¿Éste es un camino jalonado de pruebas y obstáculos?

F. G.: “El viaje es una aventura, la posibilidad de conocer algo nuevo. Por eso está ligado al cambio y a la movilidad; la iniciación es un viaje en pos del Conocimiento. Los peregrinajes son actos rituales que persiguen la obtención de un bien por medio del sacrificio; indican siempre nuevos estados, cambio y renovación”.11

“El símbolo del laberinto ejemplifica perfectamente el proceso del Conocimiento, al menos en sus primeras etapas, aquellas en las que el ser ha de enfrentarse con la densidad de su propio psiquismo (reflejo del medio profano en que ha nacido y vive), esto es, con sus estados inferiores, separando alquímicamente lo espeso de lo sutil, que el alma experimenta como sucesivas muertes y nacimientos –solve et coagula–, sorteando al mismo tiempo numerosas pruebas y peligros que no hacen sino traducir el propio conflicto o psico-drama interior. Ese desasosiego es propio de aquel que habiendo abandonado sus seguridades e identificaciones egóticas descubre ante sí un mundo completamente nuevo, y por tanto desconocido, pero hacia el que se siente atraído porque en verdad intuye que atravesándolo es que podrá reencontrarse con su verdadera patria y destino”.12

M. V.: “El primer tramo de las pruebas que efectivizan la realización espiritual se denomina Obra al Negro y se asimila con un ingreso en el interior de la tierra o un regreso a la matriz del cosmos, lo que implica el retorno a un estado de indiferenciación, análogo en el sentido más alto al Caos precósmico y, en otro, invertido respecto del anterior, al conocimiento de los estados más densos e inferiores del Ser (los que deberán ser transmutados con suma delicadeza), así como también a la posibilidad de desenmascarar los egos, verdaderos obstáculos en el camino del conocimiento que, aunque nunca deben negarse, sólo merecen ser nombrados y llevados a la hoguera. Los tres hermanos que emprenden la salida de Egipto arrastrando tras de sí a todo el pueblo realizan igualmente este viaje de ultratumba, que en la Biblia se expresa con el envío de las diez plagas –las cuales fijan el fin a todo apego e ilusión, la muerte a la dolorosa dualidad, y el desarraigo y la rotura de las cadenas que los retenían en Egipto, al tiempo que simultáneamente promueven la posibilidad de emprender el camino hacia la liberación–, a las que sigue un largo periplo guiados por el cayado divino que ostenta Moisés. Esta prueba de la tierra tiene que ver con el total desprendimiento del expedicionario y se visualiza como un proceso de disolución, de descomposición, negrura o putrefacción de los esquemas caducos y de las falsas identidades. Si en la copa del corazón del adepto, por intermedio del fuego del Amor, no se funden las escorias y no se opera un vacío, el espíritu no fecunda, y nada nuevo puede aprehenderse.”.13

Pregunta: ¿En qué sentido la alquimia se relaciona con el proceso de deificación del iniciado?

F. G.: “La Deidad es permanente asombro y no se deja conocer sin sacrificio, es decir sin un ‘acto o acción sagrada’, que es lo que la palabra sacrificio (del latín sacrum facere) quiere decir exactamente. Asimismo, es sabido que los alquimistas de la Antigüedad, como los medioevales y renacentistas, usaban de la oración como un medio efectivo de transmutación y de comunicación con el espíritu y el alma del mundo, los que a través de sus efluvios templaban su carácter.”.14

“Se trata de experimentar la autogeneración de la deidad en nosotros. Cualquier manifestación que es percibida como irrupción de la deidad que se hace en uno, conformando, de a poco, el ser.

El espíritu y el ego (el yo y el otro) son una misma entidad, eso es lo que es difícil de aceptar, porque todas nuestras programaciones se le oponen. Para algunos descubrir eso les renueva el mundo, les cambia la realidad, porque entonces el mal no es el mal en que ellos creían y el bien tampoco es el de las concepciones anteriores.

Cada regeneración que sufren los adeptos es un nuevo nacimiento de Dios, que se va abriendo paso en las aguas, se trata de un acontecimiento solemne, es la aparición de la criatura llamada ‘Niño alquímico’, el Niño dios, en el interior de una individualidad, que lo autogenera –en la Tradición Taoísta llamada ‘La Endogenia del Inmortal’.

Siendo esa aparición majestuosa el inicio de un camino –es un niño– hasta la coronación de la ‘Gran Obra’. Eso es lo extraordinario, que es una autogeneración, lo que es evidente en cualquier proceso creativo, especialmente en la planta que es el ejemplo más notorio y sencillo (y en la domesticación de ella, la agricultura). Incluso el que ha realizado esta Obra, tal vez no lo sabe del todo, o no lo sabe, y lo más probable es que le dé otro nombre, pero el númen sigue siendo el mismo. De hecho, todos los dioses, coinciden en el Dios Inmanifestado”.15

Pregunta: ¿Qué significa la ‘Gran Obra’ en la Alquimia?

M.V.: “La completa regeneración del alma humana que consta de tres grandes operaciones o etapas que han sido llamadas: la obra al Negro, la Obra al Blanco y la Obra al Rojo.

Diremos de forma sintética que ‘La Obra al negro’, de la cual hemos hablado antes, denominada también putrefacción o nigredo da comienzo con la muerte iniciática, que es la muerte del hombre viejo, lo que posibilita el nacimiento del hombre nuevo y supone el abandono a una visión profana, ilusoria, múltiple y fragmentada del ser humano y del universo para despertar a la realidad del Ser Universal.

‘La Obra al Blanco’, llamada también Albedo, es el proceso de purificación del alma del iniciado, lo que supone una completa regeneración o realización de todas sus posibilidades humanas, es decir la reintegración o Conquista del estado de Hombre Verdadero. El alma deviene entonces una copa vacía que se deja fecundar por el Intelecto o Conocimiento no dual; un sentido interior que anida en el corazón del ser humano, y que le permite iniciar entonces un camino vertical y ascendente por los estados superiores y supraindividuales del Ser, los que ya no pertenecen a la individualidad humana y que culmina con su deificación o identificación con el principio Uno y único del Ser Universal, lo que es dominado ‘La Obra al Rojo’, y que en el Éxodo se expresa simbólicamente con la llegada a la Tierra Prometida. Aspiración necesaria para que culmine su último anhelo, el abismo de lo que está más allá del Ser, lo totalmente ilimitado e infinito, el Misterio absoluto o No-Ser, llamado también la Suprema Identidad y que pertenece al ámbito de la metafísica”.16

S. H.: “La Obra está contigo y reside en ti de tal modo que, al hallarla en ti mismo donde está siempre, la tienes constantemente, cualquiera fuere el lugar donde te hallares, en la tierra o en el mar”.17

“El propósito del alquimista no era la búsqueda del oro material: era la purificación del alma, las metamorfosis progresivas del espíritu. Los ‘metales viles’ eran los deseos y las pasiones terrenales, todo lo que entorpece el desarrollo del ser humano auténtico. La Piedra filosofal era el hombre transformado por la transmutación mística. La transmutación del plomo en oro era la elevación del individuo hacia lo Bello, la Verdad, el Bien, la realización del arquetipo que cada ser humano lleva dentro de sí”.18

Pregunta: La alquimia es revelada por Hermes, siendo la ciencia y el arte de las transmutaciones internas, que el hombre tiene que realizar para volver a su origen del cual nunca salió sino ilusoriamente ¿cómo serían estas transmutaciones?

F. B.: “Hermes-Thoth-Trismegisto fue ante todo el mediador de lo invisible, el profeta y el sabio que, prolongando la filiación mítica de Adán, invita a todo hombre a reencontrar en sí al Adán primordial comenzando el ciclo de esa regeneración espiritual que enseña la revelación hermética y que la tradición alquímica occidental asimiló a la búsqueda de la Piedra filosofal”.19

F. G.: “Este arte y ciencia de la realización de las potencialidades o virtualidades del ser humano, que es la característica esencial de la transformación, es común a todas las tradiciones y al pensamiento del hombre en general. Ello explica la cantidad de ‘métodos’ o formas de obtener estos conocimientos que van más allá de la física y la psicología (esta última, aún en su aspecto más sutil) y que se establecen como grados (de ese conocimiento), o se denominan en otros contextos estados de conciencia, y en la Tradición Hindú están ejemplificados con la apertura de los chakras, articulados, como se sabe, a lo largo de la columna vertebral, lo que se produce al despertar la kundalinî, serpiente de Shiva que en estado ordinario yace dormida, sin que se manifiesten las energías espirituales en ella contenidas. El hombre ha utilizado todos los medios a su alcance para obtener el fin último, y de hecho esos medios no hacen sino reflejar ese fin, llamado por el hinduísmo la Suprema Identidad, en una de sus indefinidas posibilidades que por irradiación todo lo abarcan. Si todo está en todo, la ciencia y arte de la transmutación está presente en cada ser, fenómeno, o cosa, los que a su vez pueden ser igualmente los soportes de una acción tendiente a desentrañar cuál es su realidad última, qué secretos está expresando con su ser, qué hay detrás de la apariencia, en qué medida existe aquello que tomamos por real, etc. Por lo que el método de la ciencia de la transformación, o metanoia, en estrecho vínculo con las circunstancias, siempre contingentes y relativas, donde se produce esa ‘efectivización’, signada por innumerables factores externos, o fuerzas astrales, comenzando con la determinación del nacimiento individual, está igualmente siempre presente”.20

J. V. L.: “La afinidad entre la alquimia y las artes se manifiesta asimismo en el reconocimiento por los alquimistas de Hermes Trismegisto como divino protector. Por otra parte, en virtud de este patronazgo, la alquimia fue calificada como ciencia hermética. Hermes, inventor de las ciencias y de las artes, fue asimilado al dios Thot por los griegos de Egipto. Estos se complacían en recordar que Hermes-Thot había inscrito los preceptos de la ciencia en las estelas conservadas en el secreto de los templos egipcios lo cual confería a la alquimia el carácter de una ciencia revelada. Sólo los sacerdotes y los reyes poseían sus claves y se transmitían sus principios.

De aquí en adelante, la alquimia sería clasificada como arte real y sacro, inaccesible para los profanos que, como ocurrió con las religiones mistéricas, se oponían a su esoterismo. Su lenguaje velado y misterioso no podía comprenderse hasta finalizada una larga iniciación”.21

F. G.: “La Tradición Hermética, es decir el esoterismo occidental, se ha mantenido vivo desde sus orígenes egipcios y griegos y forma parte de la columna vertebral de nuestra cultura. La larga lista de iniciados, desde los textos que los testimonian en los jeroglíficos egipcios y en los escritos griegos, incluyendo a Orfeo, Pitágoras y Platón son los maestros de esta Tradición ligada directamente con la divinidad Thot-Hermes y su proyección filosófica en Alejandría en el s. III y hermético-alquímica en la Edad Media y el Renacimiento, continuando hasta nuestros días. La Tradición Hermética es, junto con los demás valores culturales que conforman el pensamiento occidental, incluidas las religiones que coexisten con él, la vía iniciática por excelencia para todos aquellos que han nacido o viven en Occidente y tienen las estructuras de su impronta cultural”.22

Pregunta: ¿Qué representa el caduceo y las alas de Hermes?

F. G.: “El caduceo es el cetro de Hermes, dios de la alquimia. Este símbolo consta de un bastón representando el eje del mundo –la columna vertebral en el hombre– que es una expresión de la Unidad central polarizada entre lo alto y lo bajo. Dos serpientes se enroscan en este eje simbolizando las corrientes de energía presentes en el cosmos, muy frecuentes en el lejano Oriente bajo el simbolismo del yin-yang, y en todas las Tradiciones en distintas formas, tal a la que nos estamos refiriendo.

Para los griegos y su posteridad esta figura se relaciona con el dios Hermes, mensajero y psicopompo, el cual transmite los mensajes celestes a los humanos de modo críptico y susceptibles de ser vistos, como es el caso, o trasmitidos oralmente, siendo reveladores sintéticos de otros mundos, del más allá. En la pintura y la escultura aparece este esquema en la mano del dios y es muy frecuente pues ha sido harto utilizado en distintos contextos, ya que este númen es también el del comercio. Igualmente ha pasado a la medicina y la farmacopea mediante Asclepio (Esculapio), su hijo, y por lo mismo heredero de sus atributos, en su versión emblemática y solitaria, alejado de las manos de su patrón, como se lo suele ver en las representaciones clásicas o en las posteriores iniciadas en el Renacimiento, a las que anteriormente destacábamos.

Se lo puede apreciar además en la figura del Árbol de la Vida Cabalístico donde una columna a la izquierda, se conjuga con otra a la derecha en un pilar central, reflejando igualmente las leyes de la analogía y la complementación de opuestos; el equilibrio de la balanza.

Al caduceo se le suele agregar un casco, o sombrero, que corona la figura, y –como los ángeles– dos alas, características de su función transmisora de lo oculto, o hermético. En las versiones británicas de la época romana, un simple gorro estampado en monedas y dibujado en cerámicas y otros materiales, identifica al númen (Mercurio) sintetizándolo”.23

Pregunta: La revelación alquímica atribuida a Hermes nos habla de ‘espiritualizar la materia’ y ‘materializar el espíritu’, ¿qué significado tiene esto para un iniciado?

J. A. B.: “La alquimia nos quiere decir que el cuerpo, la materia, es el receptáculo simbólico por medio del cual el alma y la inteligencia universal se manifiestan, y por lo tanto, el conocimiento y la verdadera naturaleza de las cosas se nos revelan. Pero hay que señalar también que la materia alquímica no es únicamente la materia concreta, sensible y variable, tal y como es percibida por los sentidos, materia que es sólo el resultado final de un proceso de descenso o ‘caída’ de la Unidad a la multiplicidad. Por ‘nuestra materia’ los maestros alquimistas aludían a la substancia que constituye la causa inmediata del mundo físico. Tierra, agua, aire, fuego y éter no son tanto los elementos vulgares que conocemos por los sentidos como aquellos otros que les corresponden en el dominio sutil y que son cualidades inherentes a la psique humana y cósmica. El mensaje alquímico nos revela que la ‘iluminación’ del iniciado es posible gracias a la operación de ‘espiritualizar la materia’ y ‘materializar el espíritu’, (es decir de hacer invisible lo visible, y visible lo invisible), en definitiva, de configurar en un todo armonioso la esencia (espíritu) y la substancia (cuerpo) de las cosas y los seres. La síntesis alquímica sólo se aparta de las formas más vulgares de la religión en la medida en que éstas caen en la visión dualista que separa de manera absoluta el espíritu de la materia, o el bien del mal, mientras que precisamente la alquimia, como doctrina cosmológica, formó parte de la gnosis o esoterismo cristiano, y numerosos hombres de la Iglesia como abates, clérigos, teólogos e incluso papas fueron auténticos alquimistas. Por otro lado es sabido que la alquimia está integrada en las tradiciones orientales y extremo orientales como la taoísta, la hindú y la budista. Quede claro, pues, que en lo esencial no existen diferencias entre la alquimia y las diversas formas tradicionales, y mucho menos podría haber cualquier rastro de la ilusoria, cartesiana y maniquea dualidad materia-espíritu en la divina ciencia de los ‘hijos de Hermes’.”24

Pregunta: ¿Cuál es la esencia de la alquimia?

F. G.: “Como ya se viene diciendo, la Alquimia es la ciencia y el arte de la transmutación del alma, su iniciación transpuesta al trabajo del fuego y los metales y las distintas operaciones, temperaturas, conjunciones y tensiones que se producen constantemente entre sí. Esto está justificado dado que todo está en todo y la materia del universo es una sola en distintos grados de manifestación, conformando un conjunto interrelacionado que puede repetirse en el alma del iniciado, en términos alquímicos en su athanor interno, a imagen del cual produce su horno externo donde se efectuarán los experimentos en el orden de la ronda de los elementos; en sentido descendente fuego, aire, agua y tierra, y subiendo por la escalera, a la inversa: tierra, agua, aire, fuego. Destinos del alquimista que debe penetrar en lo más profundo e igualmente remontar hacia lo alto, a contrapelo de todo lo que lo ata e impide su plena libertad (como el orden expresado por Gikatilla en su libro Puertas de Luz).

O sea, de lo sutil (el Verbo, la Luz, el Soplo divino) a la concreción gradual de nuestro mundo signado por la acción, e inversamente, el recorrido del alma –y de la materia con la que trabaja el alquimista– por estados cada vez más refinados, tal el agua, el aire y el fuego, y lo que estos elementos simbolizan en sí, y ello de acuerdo a las operaciones que se efectúan y que tienen por común denominador el fuego central del athanor y las distintas graduaciones de su poder a diversos niveles, lo que también se expresa como el establecimiento de un conjunto de analogías y correspondencias entre todos los entes de la manifestación, ya sean minerales, vegetales, animales, humanos, estelares o arcangélicos, haciendo del arte alquímico una simpatía universal, cuyo método de trabajo se vale del pensamiento analógico y de una constante invocación a las potencias para identificarse con ellas. De ahí su estrecho vínculo con la espagiria y la farmacopea y con la ciencia de los venenos y los remedios, que no es sino una cuestión de ritmo, proporción, relación, peso o medida, y sobre todo de sucesivas disoluciones y coagulaciones en el laboratorio interno del alma. Lo que igualmente se visualiza como un viaje ascendente a través de toda la gama cromática, donde el negro de la putrefacción se transmuta en blanco purificado y éste en el rojo de la proyección, pasando por todos los estados intermediarios que los otros colores manifiestan, hasta alcanzar el Elixir de la Inmortalidad, la Quintaesencia o la Piedra Filosofal, nombres con que los alquimistas se refieren a la asunción del estado primordial de la conciencia, que se experimenta como una reintegración de todo en su unidad esencial e indistinta”.25

J. A. B.: “En la naturaleza de la alquimia podemos hacer una división clara: naturaleza externa o exotérica, práctica, y naturaleza oculta o esotérica, es decir, espiritual y metafísica. La alquimia exotérica se ocupa de obtener una substancia, la piedra filosofal, que tiene el poder de transformar los metales viles, plomo, estaño, cobre, hierro, mercurio, en metales preciosos, oro y plata. La piedra se conoce también con el nombre de ‘elixir’ o ‘tintura’. La alquimia esotérica o espiritual, por lo contrario, es un cuerpo doctrinal en el cual la transformación de los metales es sólo un símbolo de la transformación del hombre ignorante y vil en un ser superior, a través de la oración, el estudio de la naturaleza y la sumisión a sus leyes. A nosotros nos interesa más particularmente la alquimia esotérica.

En los tratados alquímicos esotéricos los autores no hablan de substancias materiales, pero utilizan el lenguaje y los símbolos de la alquimia exotérica o práctica para expresar ideas metafísicas, filosóficas y cosmológicas. Esta substancia interior, la piedra filosofal, a la cual se refiere la alquimia esotérica, se obtiene a través de varias operaciones: calcinación, putrefacción, separación, disolución, destilación, extracción, reverberación, sublimación, fijación, reducción y coagulación, es decir de procesos que van verificando las etapas de la transmutación”.26

Pregunta: Y vamos a terminar con las siglas V.I.T.R.I.O.L., la máxima Hermética, condición necesaria para comenzar el trabajo alquímico, descendiendo a las profundidades del infierno y ascendiendo por el eje que lo une con la tierra y el cielo, por la vía sagrada de la iniciación. Entonces hallarás la piedra oculta, símbolo de la verdadera sabiduría. ¿Qué me puedes decir al respecto?

F. G.: “El mundo entero es un Athanor donde constantemente se separan, se juntan y se resuelven, el Azufre, el Mercurio y la Sal. Del mismo modo, en el interior de todo ser humano, y especialmente en su psique, ánima o alma, es donde estas energías se oponen, se contradicen y se unen, provocando una perenne dialéctica de desequilibrios y equilibrios constantes, los que conforman en su última y más alta instancia, la armonía universal. Ya que el perpetuo desequilibrio de las partes, es al mismo tiempo la posibilidad del orden del conjunto. Esta dinámica es una dialéctica en la que los opuestos no se excluyen, sino que tienden a volver a reunirse, por necesidad. El hombre profano no conoce esta armonía, pues ignora esta ley y tiende a separar, dividir y destruir, aun sin advertirlo, motivo por el cual su mundo es ajeno y está invertido con respecto a la sabiduría que brinda de forma permanente el libro abierto de la naturaleza”.27

EL APR.: “Las siglas V.I.T.R.I.O.L., ‘Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem’ frase latina que traduce ‘Visita el Interior de la Tierra y Rectificando encontrarás la piedra oculta’. Es decir explorándonos internamente podríamos ver nuestras grandes imperfecciones; pues al conocernos a nosotros mismos podemos ir rectificándolas o corrigiéndolas a fin poder llegar al estado primordial o primigenio, representado por la piedra oculta”.28

J. P.: “La inmortalidad del hombre ha sido la causa principal por la cual los Filósofos han buscado esta Piedra.

La Piedra Filosofal, su principal aplicación era la de obtener el Elixir capaz de proporcionar a quien lo ingiere en las condiciones adecuadas la inmortalidad. Y esta inmortalidad dorada es la misma de la que nos hablaban los Brâhmana o los antiguos egipcios.

Recordemos que esa inmortalidad no debe ser vista como una prolongación indefinida de nuestro estado caído, con sus achaques, enfermedades y debilidades. La inmortalidad propugnada por los alquimistas es la restitución del estado divino del hombre, aquél que poseía antes de la Caída, su resurrección en el dorado mundo de luz, el Olam Habá de la cábala, que nuestros sabios autores del Siglo de Oro tradujeron por ‘mundo porvenir’ o ‘mundo venidero’.”29

Hasta aquí esta entrevista. Gracias Federico, y gracias también a los otros integrantes de la cadena áurea que nos habéis acompañado, por esta maravillosa entrevista que nos ha revelado algunos de los secretos atesorados en los símbolos y que nos dan las pautas y claves de “las correspondencias y analogías existentes en el cosmos y el hombre y la ligazón que las funde en la delicada vibración del plano intermediario”.30

Desvelando el camino vertical hacia la liberación, un camino solitario de introspección ya que nadie puede hacer este trabajo por nosotros, pero que de seguirse con fe y tesón nos llevará más allá del tiempo ordinario a ese espacio libre de toda limitación, la conciliación con el Uno.

NOTAS
* La autora se ha tomado una cierta licencia literaria para agregar algunas frases de su puño con el fin de hilar las respuestas de los entrevistados.
1 Julio Pauls. Alquimia en la obra de René Guénon. Revista SYMBOLOS nº 23-24, Barcelona, 2002. Ver en la web: artículo.
2 Joscelyn Godwin. Anales del Colegio Invisible. Traducción de Héctor V. Morel. Revista SYMBOLOS telemática. Ver en la web: artículo.
3 René Guénon. Conócete a ti mismo. Revista SYMBOLOS telemática. Cita extraída del texto para la presentación editorial Documentos de la Iglesia Secreta III. Ver en la web: texto presentación.
4 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Intuición”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Integramente en versión online: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos.
5 Entrada: “Corazón, ibíd.
6 Mireia Valls. Manifiesto sobre el Programa Agartha. Revista SYMBOLOS telemática. Ver en la web: Manifiesto sobre el Programa Agartha.
7 Ana Contreras. Hermes. El Viaje Vertical. Revista SYMBOLOS telemática. Ver en la web: artículo.
8 Mireia Valls. Viaje en pos de un Destino. Ed. SYMBOLOS, Barcelona, 2009.
9 Ibíd.
10 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Ruptura de Nivel”, ibíd.
11 Entrada: “Viaje”, ibíd.
12 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003.
13 Mireia Valls. Mujeres Herméticas. Voces de la Sabiduría en Occidente. Mtm editores, Barcelona, 2007.
14 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, op. cit.
15 Entrada: “Creación”, ibíd.
16 Mireia Valls. Viaje en pos de un Destino, op. cit.
17 Serge Hutin. La Alquimia. Anillo telemático de SYMBOLOS, Antología de Textos Herméticos. Ver en la web: artículo.
18 Ibíd.
19 Federico González. L’Hermetisme. Reseña del libro de Françoise Bonardel “L'Hermetisme” París 1985. Revista SYMBOLOS telemática. Ver en la web: reseña.
20 Federico González. Arte Alquímica. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2004.
21 Jacques Van Lennep. Arte y Alquimia. Anillo telemático de SYMBOLOS, Antología de Textos Herméticos. Ver en la web: artículo.
22 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibíd.
23 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Caduceo”, ibíd.
24 José Antonio Bertrand. Alquimia en el Bosco. Anillo telemático de SYMBOLOS, Antología de Textos Herméticos. Ver en la web: artículo.
25 Federico González y Mireia Valls. Presencia Viva de la Cábala II. La Cábala cristiana. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
26 José Antonio Bertrand. Alquimia en el Bosco, op. cit.
27 Federico González. Tarot. El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico. Mtm editores, Barcelona, 2008.
28 El Apr.·. V.I.T.R.I.O.L. Anillo telemático de SYMBOLOS, Gran Logia Operativa Latina y Americana. Ver en la web: texto.
29 Julio Peradejordi. La Simbólica Hermético-Alquímica. Revista SYMBOLOS telemática. Ver en la web: artículo.
30 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Ficino, Marsilio”, ibíd.
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