SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
CENTROS ESPIRITUALES
BEATRIZ RAMADA
(continuación)

¿Puede el hombre reconocerse con el Principio? Sí, tal como está evidenciado por todos los textos sapienciales. ¿Por qué no somos conscientes de esa identidad? En primer lugar porque el proceso mediante el cual el Ser se conoce a Sí mismo, que como decíamos puede ser visto también como el proceso creacional, implica necesariamente la polarización del Principio (sujeto y objeto, ying-yang) para hacer posible el desarrollo de la manifestación. (La tradición extremo-oriental nos enseña que del 1 nace el 2, del 2 el 3, del 3 el 4, y del 4 los 10.000 seres). De esta polaridad necesaria es que surgen todos los seres, en un desarrollo paulatino de las posibilidades contenidas en el origen. De la Realidad única a la ilusión de lo múltiple e indefinido. El proceso que describimos puede verse como un eje entre dos polos en el que dos energías se entrecruzan, (caduceo) también como dos espirales entrecruzadas, del centro a la periferia, e inversamente. La tensión de ambas energías genera los distintos planos de existencia, y si consideramos que esta, la existencia, es el resultante del proceso de conocimiento del Ser, son grados de conocimiento o estados de conciencia del Ser, con las indefinidas posibilidades que cada uno de ellos contiene en sí.

Cómo el influjo del mundo angélico o celeste viene y retorna por cuaternarios y septenarios - Jehan Thenaud, Introduction à la Cabale, 1536

"Cómo el influjo del mundo angélico o celeste viene y retorna
por cuaternarios y septenarios"
Jehan Thenaud, Introduction à la Cabale, dédiée au roi François Ier, 1536
Genève, Bibliothèque de Genève, Ms. fr. 167, f. 111v
(http://www.e-codices.unifr.ch).

Es en este eje donde se sitúan sus atributos, del Secreto del Uno (la Corona) y su expresión, –la unidad como símbolo de lo Inexpresable e Inefable–, al principio generador de todo movimiento, el demiurgo, el fuego arquetípico, a través de la luz de la Inteligencia, que es revelada en la circunferencia, la Creación entera. Un movimiento rítmico de expansión y concentración, expresado en las dos corrientes de energía cósmica, ascenso y descenso en el eje vertical.

Cita de La Rueda:

Es por Dios, que nos ha dado el nacimiento físico y espiritual, que a El mismo lo conocemos. La unidad no puede conocerse sino por sí misma, pues si hubiera algo fuera de ella, que pudiera comprenderla, dejaría entonces de ser la unidad. Si visualizamos este hecho utilizando el símbolo de la rueda en el plano y situamos el principio de la vida en el extremo norte del círculo, a las cero horas del día, y el mediodía (o mitad de la vida), en el extremo sur, el fin coincidirá con su comienzo –a las cero horas–, conformando el alfa y el omega de toda manifestación. El sentido de la creación es este perpetuo reconocimiento del sí mismo en todas las cosas. Lo invisible, haciéndose visible, es que se manifiesta al mundo y los sentidos.


Imagen del Ouroboros (Codex Marcianus del siglo II):

Ouroboros - Codex Marcianus siglo II

La serpiente o el dragón que se muerde la cola, es el Ouroboros, un símbolo universal, presente en todas las tradiciones, que designa la unión del alfa y el omega (principio y fin). El Ouroboros lleva en sus representaciones una inscripción que dice: El Uno, El Todo.

J. Godwin en su libro El Mito Polar dice:

Este cable o columna es la Cadena Aurea de Júpiter que, según Homero, sostiene a los mundos unidos, el Huso de la Necesidad en el que, según Platón, están tejidos y giran todos los mundos, y el Rayo celeste de los taoístas que René Guénon nos mostraba atravesando los niveles de existencia.

rajas, tamas y sattwa = los tres gunas

Este proceso de conocimiento que hemos tratado de describir en el plano creacional se sintetiza por el Logos creador. La enunciación del Logos o Verbo expresándose a través de un sonido primordial (el OM hindú, o de una palabra que sólo puede ser el Nombre del Ser, que guarda en sí el misterio de su autogeneración), hace que todos los mundos sean. Este nombre o sonido primordial configura un orden creacional que en su discurso es la Ley o Dharma. Este logos vela y revela esta Realidad única. Vela porque al exteriorizarse genera todo el desarrollo de la manifestación, (causa primera) y de esta forma se podría decir que hay una autolimitación, pero a la vez revela (la luz de la Inteligencia) porque a través de su intermedio, de lo limitado es que se puede contemplar el misterio de lo ilimitado, de aquello que no tiene ninguna determinación. De la Verdad Metafísica eterna y única.

Siempre ha habido seres que la conocen, pues participan plenamente de ese estado de Liberación y Unión. (Programa Agartha).

Tetragramaton - Biblia hebrea de Solsona 1384
Tetragrámaton
Detalle de una Biblia hebrea española. Solsona, 1384. (British Library).

Cita de La Rueda, cap. VI:

Lo que es en sí mismo eterno, pues no tiene nacimiento ni fin, ni se halla dimensionado por ninguna extensión. El corazón o el ombligo del mundo, como imágenes del centro, reflejan en el plano creacional la posibilidad de lo que no tiene discurso por no ser sucesivo, y de aquello que no podrá ser comprendido a menos que se preste urgente y minuciosa atención a los símbolos que lo expresan, o mejor, a lo que está oculto en sus diseños.

Si la Verdad es una, no puede encontrarse limitada por nada, su naturaleza adquiere así un carácter tan sutil, que estando presente en todo lo conocido, para poder ser revelada, no puede ser afectada por nada de cuanto tiene existencia, es en sí misma la esencia de toda la Creación, de la cual toda ella participa. Y si tal como decíamos la Verdad es una, el Verbo que la expresa, es uno con ella, pues no son más que una misma y sola cosa, la Verdad es el Verbo eterno y su expresión, la Sabiduría, aunque esta sea percibida a través de la Inteligencia como un discurso, como un lenguaje inherente a toda la Creación, puesto que todo conserva de forma visible o invisible la huella de lo Sagrado. Este discurso es la Tradición misma, la Tradición unánime y primordial, que se expresa bajo diversas formas, adaptándose a los tiempos y lugares de los hombres. Estas formas tradicionales son según las capacidades de audición o de visión del hombre, al que a través de la gracia se le brinda la posibilidad de Conocer, (posibilidad que estará presente hasta el final de los tiempos), y no según la Tradición que permanece inmutable, constituyendo la Ley que rige el Universo.

La Necesidad y las tres Parcas
"Dama Necesidad llevando una esfera armilar, debajo las tres parcas"
(fragmento) Jehan Thenaud, Introduction à la Cabale, 1536
Genève, Bibliothèque de Genève, Ms. fr. 167, f. 77v (http://www.e-codices.unifr.ch).

Recapitulando un poco lo que hemos ido expresando hasta el momento, el "centro inmutable" es el punto en donde se manifiesta la voluntad del Cielo, que se hace manifiesta en el plano creacional a través de la acción del Verbo eterno, y que este se revela como la Verdad única, que la Tradición hace inteligible, y que en su discurso es la Ley o Dharma que rige el Universo. Y esta es la función del espíritu, del centro, su revelación, de aquí su relación con la iniciación, y nos da una idea de lo que son las influencias espirituales.

La Iniciación es el proceso por el cual el hombre se acerca al conocimiento de otras realidades, que ocultas en sí mismo, son sin embargo su auténtico Ser. Este recorrido interno a todos los niveles y los diferentes estados del Ser Universal, es lo que verdaderamente distingue lo sagrado de lo profano, lo real de lo ilusorio. Se trata de algo auténticamente nuevo. (El Tarot de los Cabalistas. Federico González).

De La Rueda (ibid.)1:

Una antigua sentencia de la filosofía griega, expresada posteriormente por Nicolás de Cusa, y en general por todos los neoplatónicos y hermetistas, nos dice que: "Dios es un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna". Por lo mismo, los contrarios de periferia y centro se hacen intercambiables. Todo punto periférico es el centro de un sistema. "Dios está en el mundo y el mundo está en Dios". "El rostro de los rostros, está velado en todos los rostros". "Dios está en el círculo de sus bailarines y es al mismo tiempo el centro de la danza". Se trata de la permanente paradoja de una ausencia siempre presente, de una inmanencia trascendente. Cualquier punto de la circunferencia, al transformarse en centro, todo lo abarca. Y cualquier punto de este círculo, o sistema, lleva en forma inherente, constitutiva, esa misma posibilidad. La unión de contrarios ha dado lugar a la simultaneidad de lo que ya no se diferencia: "Trascendencia e inmanencia coinciden en Dios, al que se le conoce como el Uno invisible e indivisible y se lo reconoce en lo múltiple visible y divisible".2 Todo está en todo, y todo en uno.

Decíamos también que la Tradición Primordial es una, inmutable y eterna, pero que se expresa bajo diversas formas, adaptándose a los tiempos y lugares de los hombres, es decir, a las coordenadas espacio-temporales en las que se inscribe la existencia del hombre, (de hecho hasta el punto de que hay tantas vías como viajeros). Esta adaptación es el origen de dos ciencias tradicionales, la geografía sagrada y la historia sagrada. El tiempo y el espacio están tan íntimamente ligados que no se concibe el uno sin el otro, y en su interrelación constituyen la ciencia de los ritmos, tal cual la música. Ambas disciplinas, geografía e historia sagrada, tienen que ver con el tema tratado, y es desde este punto de vista que podemos empezar a usar el plural y hablar de centros espirituales, de los que podríamos decir que son lugares de revelación, de manifestación del Centro Arquetípico, es decir la morada simbólica de la inmanencia divina, la Shekhinah de la Cábala, el punto de reflexión de la Luz de la Inteligencia.

Leemos en el Programa Agartha:

La Shekhinah es la imagen de Dios –emanada de Él mismo– que lo hace inteligible, y está implícita en toda la Creación. Su paredro masculino, Metatron, es la potencia divina en acción.

El estado humano es sólo uno de los grados de existencia del Ser, o una de las indefinidas posibilidades de su manifestación, y también puede ser representando por el círculo, en este caso el centro es percibido como un eje por el que ascienden y descienden las energías celestes, el Axis Mundi, y es para nosotros el punto de irradiación del rayo celeste o el lugar de descenso del espíritu, o bien el lugar del Verbo encarnado, punto de conjugación de los opuestos.

Portada Mutus Liber, La Rochelle 1677
Mutus Liber, La Rochelle 1677
Foundation of the Works of C.G.Jung, Zurich (e-rara)

Este eje configura por trasposición en el espacio dos direcciones: el zénit y el nadir, y en su extensión o irradiación es determinado por los cuatro puntos cardinales. Estos han de ser vistos como cualidades o reflejos determinados de ese punto central, el Edén bíblico o del Paraíso Terrenal, del que surgían como recordaremos cuatro ríos. Se configuran así las seis direcciones del espacio, a las que se suma el punto central.

El principio que rige la conformación de estos centros es denominado en la tradición hindú, (la luz de la Inteligencia) Manu, idéntico a lo simbolizado por el "Rey del Mundo", este es el legislador primordial y universal, cuyo nombre puede encontrarse bajo formas diversas en gran número de pueblos antiguos, como ejemplos podemos citar el Menes egipcio, el Menw de los celta y al Minos griego. Es la Inteligencia que refleja la Sabiduría, y manifiesta la Ley Universal, la Tradición, para un mundo o ciclo.

Pantocrator

La irradiación del centro determinada por los puntos cardinales, son los cuatro pilares en que se sustenta el cielo según la cosmogonía tradicional, y es desde este punto de vista como se pueden establecer relaciones con los arcángeles, los evangelistas, los elementos o las virtudes cardinales, con los cuatros planos…. El centro que los genera es análogo al Centro Arquetípico, e igualmente por analogía la potencia que simboliza Metatron "polo celestial", es identificada con el Rey del Mundo "polo terrenal", el Paraíso donde se produce la unión de Cielo y Tierra, donde se establece la comunicación directa del mundo terrenal con los estados superiores, y a través de ellos con el Principio supremo. (Ciudad celeste).


Continúa
NOTA
1 Federico González, La Rueda, Una Imagen simbólica del Cosmos. Symbolos, Barcelona 1986; 2ª ed. Kier, Buenos Aires 2005.
2 El texto incluye la siguiente nota: "Las citas son de E. Wind: Los Misterios Paganos del Renacimiento. Barral Editores. Barcelona 1972."
   

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