SYMBOLOS
Revista internacional de 
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RENE GUENON Y LA CIENCIA MODERNA 
MARC GARCIA 
Introducción 
El norte de la obra de René Guénon es el Conocimiento de la Verdad. Es éste un conocimiento metafísico, que atraviesa el límite de la percepción sensible o jaula dentro de la cual el materialismo ha pretendido encerrar a la realidad. Se trata de un conocimiento principial, del Principio supremo e inefable con el cual todo lo inmanifestado se corresponde; y por ello mismo, esencial, de la realidad interior de las cosas, de lo que es único e indivisible y que hace efectiva la unidad de la manifestación consigo misma y con su principio. Se dice también que es un conocimiento sintético, de carácter intelectual, no discursivo y directo, que se proyecta del centro a la circunferencia y del núcleo a la periferia, y que se alcanza en la contemplación inmóvil a la que toda acción debe subordinarse. 

Los trabajos de René Guénon poseen, ante todo, la cualidad sintética común a los textos de carácter tradicional de todos los tiempos. En cada uno de sus libros, y aún diríamos que en cada capítulo de ellos, Guénon adopta como referencia invariable los principios de orden trascendente. Cada vez que en sus trabajos se plantean cuestiones de tipo particular aplicables a un cierto ámbito de cosas, éstas se concluyen desde lo alto, a partir de los principios superiores e inmutables. En la trilogía formada por Orient et Occident (1924), La Crise du Monde Moderne (1927) y Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps (1945), Guénon estudia, a la luz de los principios tradicionales, el curso anómalo de la civilización occidental y examina el carácter de la ciencia moderna, en tanto que una de las producciones más significativas del espíritu occidental de nuestro tiempo. Este tema se reencuentra en dos recopilaciones póstumas de textos del autor, Aperçus sur l'Esoterisme Islamique et le Taoisme (1969) y Mélanges (1976). 

No pretendemos realizar aquí ningún tipo de crítica literaria en relación al tema que nos incumbe. No se trata de redactar unas opiniones más o menos afortunadas sobre unas obras con cuyo contenido no tengamos nada que ver. Declaramos nuestra unanimidad con quien ha puesto nombre a muchas de las circunstancias que forman parte de nuestra vida diaria, ayudándonos a comprender. Lo que expondremos a continuación, un eco imperfecto de la síntesis realizada por Guénon acerca del saber occidental contemporáneo, también forma parte de nuestro pensamiento. Creemos que ello nos exime del empleo de un estilo de redacción trufado de latiguillos tales como "Guénon dice...", o "En opinión de Guénon,...", que quizás es más propio de quien se sitúa en una posición ajena a lo que se explica. En este trabajo, la repetición reviste un carácter más bien ritual, cuyo valor es difícilmente comprensible desde un punto de vista ajeno a la tradición. 

No se encontrarán aquí añadiduras a las ideas formuladas por René Guénon salvo algunos ejemplos procedentes de nuestra particular experiencia en el ámbito de la ciencia moderna, con los que pretendemos ilustrar la plena vigencia de las apreciaciones del maestro. 

La superstición científica de Occidente 
Para dar una idea de lo que hoy en día se entiende por ciencia en Occidente, puede ser útil recordar alguna declaración oficial al respecto, como por ejemplo la del nuevo Programa Marco de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la Unión Europea: 

"El Programa es parte del plan comunitario para el crecimiento económico y el empleo. Para afrontar el desafío de las políticas de investigación y desarrollo tecnológico de Estados Unidos y Japón, el objetivo es pasar de una serie de actividades comunitarias de investigación y desarrollo a una política comunitaria de investigación y desarrollo..." 

"El 4º Programa pretende desarrollar vínculos entre la investigación y la educación/formación para obtener una mejor respuesta del sistema educativo a la necesidad de mejorar y elevar el nivel de las cualificaciones en Europa. También quiere hacer un mejor uso de las sinergias potenciales entre la política de investigación y la política económica y de cohesión social para reducir las diferencias estructurales en este campo dentro de la Comunidad. Finalmente, el programa pretende capacitar a la Comunidad para responder rápidamente a los nuevos desafíos científicos y tecnológicos. 

"El 5 de mayo de 1994, el parlamento Europeo votó adoptar doce de los programas específicos de investigación y desarrollo tecnológico que implementarán el 4º Programa Marco de la Unión Europea (...): 

    Telemática 

    Tecnologías de las Comunicaciones y Servicios Avanzados 

    Tecnologías de la Información 

    Tecnologías Industriales y de Materiales 

    Medición y Ensayos 

    Ciencia y Tecnologías marinas 

    Agricultura y Pesca 

    Energía No Nuclear 

    Investigación Socio-Económica Orientada 

    Cooperación con Países Terceros 

    Estímulo de la Formación y la Movilidad de Investigadores 

    Actividades de Investigación No Nucleares del "Joint Research Centre" 

Los programas específicos que quedan por votar por el Parlamento son: 
    Medio Ambiente y Clima 

    Biotecnología 

    Biomedicina 

    Transporte 

    Diseminación y Explotación de Resultados"1 

Declaraciones y listas de epígrafes como las anteriores evidencian que lo que en Occidente se denomina ciencia es un conjunto de saberes restringidos cuyo valor reside principalmente en que son capaces de conducir a aplicaciones industriales.2 Se trata, pues, de conocimientos interesados, que ocultan bajo una máscara de aparente intelectualidad preocupaciones puramente prácticas;3 de la confusión de la ciencia con la industria. El prototipo del sabio moderno es el ingeniero y el inventor, de modo que la ciencia moderna es una ciencia de ingenieros acorde con las necesidades de una civilización material. 

El fin que la ciencia moderna persigue es el progreso absoluto, que se identifica con el desarrollo material. Este afán absorbe toda la actividad del Occidente moderno. La creencia en la posibilidad de un progreso material indefinido es firme, y se sustenta sobre una base que no es siquiera racional, ya que no es más que una sugestión colectiva. 4,5 

Es un hecho que la ciencia moderna "tiene éxito", porque alcanza, al menos en una cierta medida, los efectos de orden sensible que se propone. Ello sólo es posible en el actual ciclo cósmico, en el que se dan condiciones distintas a las de edades anteriores y que han predispuesto al medio sobre el que se ejerce la acción práctica de la ciencia moderna.6 En el ámbito microcósmico, que se corresponde analógicamente con el macrocosmos, se ha producido en este ciclo una disminución de la intelectualidad, la cual se ha ido debilitando a medida que la preocupación por el progreso material ha embotado las facultades humanas, y también lo que podemos denominar una "salida de madre", en la acepción más amplia posible, de la materialidad.7 Cabe suponer que los desarrollos mecánicos electrónicos e industriales se irán desarrollando y multiplicando cada vez más de prisa hasta el fin de la era actual, y que el exceso de progreso que así se está produciendo pueda conducir a un cataclismo.8 

Una ciencia de la materia y de la cantidad 
La ciencia moderna se ciñe al estudio de los fenómenos del mundo sensible, los cuales considera su único objeto. Este estudio se emprende y conduce de manera que no puede tener relación alguna con ningún principio superior, por lo cual dicha ciencia es, necesariamente, profana. Esta restricción severísima, que deja a tal ciencia huérfana de cualquier valor especulativo, pasa inadvertida para los "científicos", quienes sólo ven en ello, complacidos, una garantía de independencia sin apreciar que, en verdad, esta independencia no es debida más que a su limitación.9 Una ciencia de este género tiene muy escasa relación con la realidad de las cosas comprendida en su verdadera dimensión, puesto que se le escapa su parte más importante.10 Debemos recordar, a este respecto, que todo lo que es posible es real en su orden y según su modo propio.11 

La ciencia moderna es la negación de la verdadera intelectualidad, el conocimiento limitado al orden más inferior, el estudio analítico de hechos desvinculados de todo principio y la acumulación de hipótesis permanentemente provisionales sin fundamento. Todo ello no puede conducir más que a las aplicaciones prácticas que constituyen la única superioridad efectiva de nuestra civilización.12 

La actitud de los supuestos sabios modernos está marcada por la materialidad. El estigma del materialismo es tanto más profundo e irreversible cuanto la educación especial más se haya orientado en este sentido, y llega a afectar incluso a aquéllos que creen ser profundamente religiosos.13 Numerosos ejemplos testimonian que no hay distinción entre la actividad científica del materialista más acérrimo y la de un sabio religioso,14 quien encuentra la manera de separar completamente su religión de su obra. 

La materia de nuestro mundo, la materia secunda de los escolásticos que no es sino la representación analógica de la sustancia universal o principio universal pasivo, es una materia signata quantitate. La cantidad es una de sus condiciones más características, aunque no la única ni la más elevada.15 Pese a esto último, el punto de vista científico occidental pretende reducir todas las cosas manifestadas a la cantidad -lo cual es una imposibilidad metafísica-, e ignora aquello que no se puede reducir a ésta.16 

Se ha querido constituir una ciencia occidental totalmente cuantitativa, y en la medida en que ello se ha conseguido, es inevitable que las aplicaciones prácticas resultantes de esta ciencia revistan el mismo carácter. En las producciones de la industria, la calidad está enteramente supeditada a la cantidad;17 la manufactura, a la mecanización; la artesanía, a la producción robotizada; el trabajo, a las manipulaciones. Se trata únicamente de producir lo más posible; la calidad importa poco, es la cantidad lo relevante.18,19 La especialización y el análisis indefinidos, que han anidado en la educación occidental, son hijos del espíritu cuantitativo moderno.20 Los esfuerzos de reunificación emprendidos por lo bajo, ajenos a los principios, han resultado necesariamente vanos.21 

El método de la ciencia moderna 
La ciencia moderna es un saber profano que no apela a ningún elemento superior a la razón. Sus pilares son el libre examen -esto es, la ausencia de todo principio- y la tolerancia -es decir, la indiferencia respecto de la verdad y el error-,22  y su método se sustenta en un empirismo sesgado que rechaza aquellos datos de la experiencia que presentan un carácter propiamente cualitativo e irreductible a la cantidad.23 

El origen inmediato del "método científico" moderno se encuentra en el racionalismo o cartesianismo, si bien éste es, más que un punto de partida, una resultante de la ruptura tradicional que se inicia en Occidente trescientos años antes.24 El racionalismo se fundamenta en un error. Para Descartes, la naturaleza de los cuerpos se reduce solamente a su extensión, propiedad cuantitativa de los mismos. Los cuerpos podrían ser, pues, objetos susceptibles de un conocimiento exclusivamente racional, puesto que su naturaleza resultaría adecuada al proceder de la razón, la cual reduce todas las cosas a elementos supuestamente homogéneos o idénticos entre ellos, lo que no es más que la reducción a lo cuantitativo.25  Sin embargo, tal identificación de los cuerpos con su extensión es imposible, ya que hay que admitir que, por lo menos, también poseen una situación, la cual no es sólo una cantidad como la distancia a un punto, sino que también entraña una dirección o vector, que es una cualidad inherente a la naturaleza misma del espacio.26 

El racionalismo niega la intuición intelectual, pone la razón por encima de todo y considera a esta facultad humana y relativa como la parte superior de la inteligencia. Esta limitación de la inteligencia no era, por otro lado, más que una etapa en un descenso vertiginoso; la razón misma no tardó en ser rebajada a un papel sobre todo práctico, a medida que sus aplicaciones fueron ocupando el papel de las ciencias que aún podían conservar un cierto carácter especulativo. El tercer paso fue el de negar totalmente todo lo que está más allá de la naturaleza, fuera del alcance del individuo; es decir, la negación de la inteligencia y del conocimiento -esto es lo que se conoce como "naturalismo"- y la sustitución de la verdad por la utilidad -el "pragmatismo". Como naturaleza y devenir son sinónimos, el naturalismo es necesariamente una "filosofía del devenir", cuyo tipo más específicamente moderno es el "evolucionismo". Este, revistiendo la forma del "intuicionismo" reprocha a la razón el no poder aplicarse adecuadamente a lo que no es más que cambio y multiplicidad ni poder encerrar dentro de sus conceptos la indefinida complejidad de las cosas sensibles, y apela a una facultad propiamente infrarracional, a una intuición de carácter sentimental y "subconsciente". El descenso no se detiene, pues, en el nivel de lo humano puro y simple, sino que se precipita hasta la esfera de lo infrahumano, provocando la subversión de toda jerarquía normal.27 Esta marcha fatal explica porqué el racionalismo y el sentimentalismo son las tendencias principales de la mentalidad moderna, como dos caras de una misma moneda, cuando en apariencia son actitudes contrapuestas.28 

El "método científico" pretende que se pueden extraer leyes generales a partir de datos experimentales, y que la acumulación de éstos sirve para verificar los postulados generales. Pero, de un modo muy general, no puede haber validación experimental de una hipótesis, pues siempre es posible encontrar muchas teorías a través de las cuales los hechos se explican igualmente bien.29 La sola acumulación de un gran número de hechos o datos no puede demostrar una teoría, cosa que sólo sería factible si se pudiese registrar a todos en su multitud indefinida, lo cual es inviable. No es posible la certeza por vía experimental; la inducción es una vía invertida respecto a la del verdadero conocimiento, la de la síntesis. El análisis de un mayor número de hechos concordantes sólo hace que la teoría sea más probable, sin que jamás se pueda alcanzar la certidumbre. La ciencia moderna no puede ser otra cosa que un saber empírico de valor limitado, puesto que sus conocimientos no parten de los principios.30 A partir de la acumulación indefinida de detalles particulares, la ciencia profana no conduce más que a teorías puramente hipotéticas, que en muchas ocasiones están mucho menos inspiradas por los datos experimentales que por ideas preconcebidas y ciertas tendencias dominantes de la mentalidad moderna,31, 32, 33 y que en un buen número de casos, apenas edificadas, se derrumban para ser reemplazadas por otras que durarán todavía menos.34, 35 

La ciencia profana es un saber ignorante. Posee un cierto grado de realidad y eficacia en un cierto ámbito relativo y contingente, pero ignora lo esencial y carece de principio, como todo lo que pertenece en propiedad a la civilización occidental.36 Su valor es únicamente representativo y nulamente explicativo.37 

La ciencia moderna cree que todo ha sucedido de igual manera en todas las épocas, que no ha habido cambios cualitativos cíclicos que hayan afectado al macrocosmos y al microcosmos de manera distinta en los diversos períodos de tiempo.38 Cree, pues, que las capacidades de percepción del hombre, limitadas hoy a lo sensible y grosero, han sido siempre igualmente rasantes.39 

La mentalidad moderna proyecta sobre el dominio científico un deseo de simplicidad. Ciertos filósofos han llegado a formular un falso principio, según el cual "La naturaleza actúa siempre por las vías más simples".40 Esto no es más que un postulado gratuito, puesto que no hay nada que pueda obligar a actuar a la naturaleza así y no de otra manera. Este principio es, en el fondo, un deseo perezoso; se quiere que las cosas sean simples para que sean fáciles de comprender, lo que también concuerda con la concepción profana de una ciencia que debe estar "al alcance de todo el mundo".41 El mundo moderno está convencido de la superioridad de su ciencia porque ignora sus limitaciones, e intenta expandir tanto como es posible el "beneficio" de una instrucción obligatoria y uniforme, de tipo racional y memorístico, que es la única cualificación requerida para acceder al saber occidental.42 43 

La vulgarización científica consiste en eliminar lo que está más allá de la comprensión común, es decir, lo que es de orden intelectual. La obra occidental de vulgarización científica va en detrimento de la verdad, puesto que la disminuye y la deforma con la pretensión democrática de que todos los hombres sean igualmente capaces de comprender cualquier cosa, lo cual es algo manifiestamente imposible.44 No hay secreto en la ciencia profana, que está hecha para el gran público, lo cual es en suma toda su razón de ser; pero por otra parte, dado que ella se limita a la superficie de las cosas, no hay en su interior nada que valga la pena de mantener bajo reserva.45 

No se puede decir estrictamente que la vulgarización sea peligrosa, por lo menos, en tanto que ésta se circunscriba a los aspectos teóricos de una doctrina. En realidad, las verdades de un cierto orden se resisten a la vulgarización por su misma naturaleza, por más clara que sea su exposición; no pueden comprenderlas más que aquéllos que están cualificados para hacerlo.46 

 

Continuación y fin
René Guénon

NOTAS
1 SEMNI, "Información sobre futuros proyectos de investigación y desarrollo tecnológico de la UE", septiembre de 1994.
2 Ver René Guénon, Orient et Occident (en lo sucesivo, OO), 1ª parte, cap. 1.
3 Ibid., La Crise du Monde Moderne (en lo sucesivo, CM), cap. 7.
4 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 1.
5 La ceguera que esta sugestión produce es tanta que la concepción del progreso absoluto ha logrado abrirse paso hasta nuestros días, pese a que hechos sensibles como las agresiones a la naturaleza producidas por las realizaciones prácticas subordinadas a esa fantasía han puesto en tela de juicio, incluso desde un punto de vista puramente contingente, la verosimilitud de tal ilusión. De esta crisis ecológica, el concepto del progreso ha salido airoso y rejuvenecido con el nombre de "Desarrollo Sostenible", término que se ha hecho popular a partir de la llamada Cumbre de la Tierra celebrada en 1992 bajo el patrocinio de la Organización de las Naciones Unidas.
6 Ver René Guénon, Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps (en lo sucesivo, RQ), cap. 7. 
7 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 3.
8 Ibid., CM, cap. 3 y OO, 2ª parte, cap. 2.
9 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2 y OO, 2ªa parte, cap. 1.
10 Ibid., CM, cap. 7.
11 Ibid., RQ, cap. 11.
12 Ibid., CM, cap. 1.
13 Ibid., RQ, cap. 12.
14 A este respecto y a título de ejemplo, es significativo el abanico de titulaciones universitarias que se imparten en los centros de la recientemente creada Universidad Ramón Llull, auspiciada por el Arzobispado de Barcelona y varias órdenes religiosas, entre las que se encuentran la Compañía de Jesús y los Hermanos de la Salle.
15 Ver René Guénon, RQ, cap. 2.
16 Ibid., RQ, cap. 10.
17 Ibid., RQ, cap. 7.
18 Ibid., CM, cap. 7.
19 Este espíritu cuantitativo tiene un claro reflejo en la propia "producción científica" occidental. En las universidades e institutos de investigación europeos y americanos, se ejerce una gran presión sobre los "científicos" a fin de que publiquen el máximo número posible de artículos en revistas especializadas "de impacto". En nuestro país, una parte del salario de los profesores universitarios se fija en función de la cantidad de artículos publicados durante los últimos seis años. Nos atreveríamos a decir que la calidad e incluso la simple inteligibilidad de esos trabajos cuenta mucho menos que su número. Sólo así nos explicamos, por ejemplo, que se prime la publicación en revistas de idioma anglosajón.
20 En el ámbito de la ciencia occidental es conocido el mito de la "excelencia científica". Esta sólo está al alcance de aquéllos que se especializan en temas extraordinariamente restringidos en los que alcanzan una supuesta posición de liderazgo -"saben más que nadie". Por supuesto, el rasero con el que se mide el grado de liderazgo es el currículum de publicaciones.
21 El propósito de ciencias como por ejemplo la Ecología, la Bioestadística o la Biogeoquímica no es ninguna síntesis de saberes. Se trata más bien de ejercicios de yuxtaposición de ciencias especializadas cuyo resultado es algo que pertenece al mismo orden cuantitativo que los objetos de éstas.
22 Ver René Guénon, OO, 1ª parte, cap. 2.
23 Ibid., RQ, cap. 5.
24 Ibid., CM, cap. 5.
25 Ibid., RQ, cap. 13.
26 Ibid., RQ, cap. 4.
27 Ibid., CM, cap. 5.
28 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
29 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
30  Ibid., RQ, cap. 10.
31 Ibid., RQ, cap. 17.
32  En cuanto a la influencia de determinadas tendencias sobre la formulación de teorías científicas, hay que destacar la importancia de la "moda" en el ámbito de la investigación que se desarrolla en Occidente. La popularización de determinados conceptos o sistemas, o su elevación a la categoría de temas de interés prioritario por parte de las Administraciones Públicas, provoca aluviones de trabajos de investigación que se esfuerzan por incorporarlos en sus respectivos desarrollos teóricos.
33 El hecho de que la investigación científica occidental se organice en base a "proyectos" da idea de la incertidumbre que envuelve todo lo que se relaciona con la ciencia profana.
34 Ver René Guénon, CM, cap. 3.
35  Un ejemplo caricaturesco de este fenómeno es el episodio del supuesto descubrimiento de la fusión fría en Estados Unidos, hace unos pocos años.
36 Ver René Guénon, OO, 1ª parte, cap. 2.
37 Ibid., RQ, cap. 14.
38 Uno de los ejemplos más claros de esta visión miope lo encontramos en la Geología. La hipótesis básica que sustenta las modernas interpretaciones geológico-históricas es la del "actualismo", según el cual los fenómenos geológicos habrían ocurrido siempre en la misma forma en que suceden en la actualidad. Esta teoría fue acuñada a mediados del siglo pasado por dos geólogos anglosajones, y se impuso al denominado "catastrofismo", el cual suponía que en la historia de la Tierra hay una alternancia de períodos en los que la vida se desenvuelve normalmente y de épocas catastróficas en los que grandes cataclismos han borrado todo rastro de vida. El diluvio universal habría sido la última de estas grandes catástrofes.
39 Ver René Guénon, RQ, cap. 19.
40 Esta afirmación, u otras equivalentes, son hoy en día una especie de verdad sobreentendida que muchos profesores universitarios creen. En el ámbito de la Mecánica Racional, por ejemplo, esta sugestión se ve reforzada por la simplicidad de las expresiones matemáticas de las leyes fundamentales que describen el movimiento de un sólido.
41 Ver René Guénon, RQ, cap. 11.
42 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
43 El proselitismo occidental se vierte en todas direcciones. Se exporta a otras sociedades, y se inculca a todos los miembros de la civilización occidental con independencia de cuál sea la cualificación intelectual de cada individuo. Datos como que en España haya más de cincuenta universidades y alrededor de un millón y medio de estudiantes universitarios son suficientemente reveladores en este sentido.
44 Ibid., OO, 1ª parte, cap. 2.
45 Ibid., RQ, cap. 12.
46 Ibid., RQ, cap. 12.
 
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