SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis

El zodíaco y el sagrado corazón.
Mármol astronómico de St. Denis d'Orques
René Guénon: "Le Cour du Monde dans la Kabbale
hebraïque". Revista Regnabit, julio-agosto 1926.

LA TRADICION HERMETICA
Y
RENE GUENON
MIREIA VALLS

1. PREFACIO

"1 Un día que había comenzado a meditar sobre los seres, y que mi pensamiento volaba en las alturas mientras mis sentidos corporales estaban atados como les ocurre a aquellos a los que vence un pesado sueño traído por exceso de alimento o por una gran fatiga del cuerpo, me pareció que ante mí se aparecía un ser inmenso, más allá de cualquier medida definible que, llamándome por mi nombre, me dijo: –¿Qué es lo que quieres oír y ver, y aprender y conocer por el entendimiento?

2 –¿Quién eres?, le pregunté. –Yo soy Poimandrés, respondió, el Noûs de la Soberaneidad Absoluta. Sé lo que quieres y estoy contigo dondequiera.

3 Y yo dije: –Quiero ser instruido sobre los seres, comprender su naturaleza, conocer a Dios. ¡Cómo deseo saber!, dije. A su vez me respondió: –Guarda bien en tu mente todo lo que quieres aprender y yo te enseñaré."

Hermes Trismegisto, Poimandrés.

Con estas palabras empieza el Poimandrés, uno de los libros del Corpus Hermeticum atribuído al mítico Hermes Trismegisto en donde éste revela la deidad transmisora y educadora de la Doctrina, la que ilumina a todo ser que se abra a su influjo espiritual. El mensaje que transmite, aunque universal, es especialmente apto para dirigirse al intelecto de los hombres de Occidente, y así se verifica en los innumerables sabios, filósofos o artistas herméticos que lo han recibido en la copa de su corazón y, reconociéndose en su esencia, lo han legado a su descendencia espiritual. Uno de estos hombres, contemporáneo nuestro, fue René Guénon (1886-1951), autor que rara vez ha sido calificado como 'hermetista'

"pese a reconocer en sus estudios la validez de la Iniciación Cosmogónica propia de la Tradición Hermética y los Misterios Menores como soporte del Hombre Primordial o Verdadero en su relación con los Principios Universales y posteriormente con el Misterio de lo que No-Es"1.

En el estudio que ahora nos ocupa nos centraremos fundamentalmente, sin pretender agotar todas las posibilidades de profundidad de que el tema es susceptible, en los textos que Guénon dejara escritos sobre la Tradición Hermética, dejando para cada cual interiorizar la rica simbólica de esta rama tradicional propia de Occidente y utilizarla como vehículo para la realización de su viaje interior en pos del verdadero y único Conocimiento, si es que así reconoce que debe ser y a ello está llamado.

Como ya habrá vivenciado el que se ha alimentado directamente de la obra del metafísico francés –o también el que, llegando a sus manos por primera vez uno de sus trabajos, se aventure a penetrar el sentido interior y profundo de sus palabras–, el legado de Guénon es de una vastedad y grandeza extraordinaria, y no precisamente por una manera particular de ver, interpretar o especular sobre el mensaje tradicional, cosa de la que Guénon siempre se mantuvo lejos, sino más bien porque el pensamiento que transmite en sus escritos parte siempre de los principios del Ser, revelados por la deidad y de origen y alcance suprahumano, lo cual confiere a dicho pensamiento un carácter universal. Lo original –en el sentido etimológico del término– en René Guénon es el punto de vista principial en el que se sitúa, el cual le lleva a repetir incesantemente que el fin último de la búsqueda del hombre es la Metafísica y que los diferentes códigos simbólicos, los mitos y los ritos de las diversas tradiciones son soportes para realizar este viaje hacia las entretelas de la conciencia; códigos que, partiendo de la Verdad una y única, se adaptan a las circunstancias de tiempo y espacio y a la naturaleza de los seres a los que se dirigen.

"Guénon conoció profundamente las más variadas tradiciones y culturas de diversos tiempos y lugares, encontrando siempre la esencia más pura de todas ellas; nacido cristiano, conocedor de las más altas verdades del Vedanta y de los secretos del Taoísmo y de la Masonería, conoció también en sus raíces las ideas propias de la Tradición Hermética, expresada por egipcios, griegos y romanos, judíos, cristianos e islámicos. Y aunque nos hace ver la necesidad de vincularse a una determinada forma tradicional para que sea posible la unión con el Principio, también nos enseña la posibilidad de comparar símbolos de distintas tradiciones, ya que si se traspasa el aspecto puramente formal del símbolo y se llega a su contenido esotérico, es decir, interior, se podrá comprobar que todas las tradiciones particulares son ramas de un mismo tronco; que existe una 'Tradición Unánime', una 'Tradición Primordial' de la que todas provienen y a la que la Iniciación y el simbolismo, bien entendidos, nos habrá de conducir. Que todas las tradiciones se refieren, aunque revistiéndose de apariencias formales diferentes, a la misma y única verdad. Y que existe una armonía entre los mitos, los ritos y los símbolos de todos los pueblos, ya que todos ellos tienen un vínculo directo con esa Gran Tradición Primordial"2.

Ubicado en esta perspectiva tan amplia y libre, René Guénon no dejó de aportar luces a lo largo de toda su obra sobre la Tradición Hermética y el dios que le da su nombre, vinculándola a la Tradición Unánime y estableciendo correspondencias con las diversas ramas también surgidas de ella. En el capítulo "Hermes" de su libro Formas tradicionales y ciclos cósmicos3, podemos leer:

"Sin preocuparnos mucho de lo que cada cual pueda pensar o decir, pues no está en nuestras costumbres el tomar en cuenta las opiniones individuales que no existen respecto de la tradición, no nos parece inútil aportar algunas nuevas precisiones que confirmen cuanto hemos dicho ya, y ello refiriéndonos más particularmente a lo que concierne a Hermes, ya que al menos nadie puede discutir que de él toma su nombre el hermetismo."

La Tradición Hermética es lo que concierne a Hermes, el cuerpo doctrinal inspirado o revelado por esa deidad universal.

En el artículo titulado "Algunas consideraciones sobre el hermetismo" aparecido en el libro Aperçus sur l'Initiation4, Guénon dice:

"En efecto, la doctrina así designada está referida a Hermes, en tanto que éste fue considerado por los Griegos como idéntico al Thoth egipcio; esto, además, presenta a esta doctrina como esencialmente derivada de una enseñanza sacerdotal, ya que Thoth, en su rol de conservador y transmisor de la tradición, no es otra cosa que la representación misma del antiguo sacerdocio egipcio, o mejor aún, para hablar más exactamente, del principio de inspiración 'suprahumano' del que éste tomaba su autoridad y en nombre del cual formulaba y comunicaba el conocimiento iniciático".

Hermes es, efectivamente, la idea-fuerza que vehicula el conocimiento por los mundos intermedios entre el cielo y la tierra, para que, tal como versa la Tabla de Esmeralda,

"se obren los milagros de una sola cosa".

Él da su nombre a la Tradición Hermética, tradición impregnada de todas las atribuciones y cualidades del dios acerca de las cuales Guénon afirma en el capítulo "Hermes" de Formas tradicionales y ciclos cósmicos antes mencionado (pág. 109):

"A este respecto, recordaremos también que a Hermes se lo representa como mensajero de los dioses y como su intérprete (herméneutès), papel que es exactamente el de intermediario entre el mundo celestial y el terrenal, y que tiene además la función de 'psicopompo', que, en un orden inferior, está relacionado manifiestamente con el campo de las posibilidades sutiles."

Y añade en una nota a pie de página:

"Estas dos funciones de mensajero de los Dioses y 'psicopompo', astrológicamente cabe referirlas respectivamente a un aspecto diurno y otro nocturno; también se puede, por otra parte, encontrar en él la correspondencia de las dos corrientes, descendente y ascendente, que simbolizan las dos serpientes del caduceo" (op. cit., pág. 109).

A las funciones de intermediario, iniciador en los misterios, conductor de las almas y educador de los hombres en las artes y ciencias sagradas cabe añadir también la de curandero divino, así como la de comerciante o patrocinador de todos los trueques e intercambios, la de protector de los viajeros y la de guía en las encrucijadas; pero de todas ellas, destaca como la más elevada la de representante de la Sabiduría divina. En este sentido, Guénon escribe:

"Quizá pudiera objetarse, cuando se trata de Hermetismo, que Hermes ocupa aquí el lugar del Thoth egipcio con el cual fue identificado, y que éste representa propiamente la Sabiduría, referida al sacerdocio en cuanto conservador y transmisor de la tradición; esto es cierto, pero como esa asimilación no pudo hacerse sin motivo, hay que admitir que en esto hay que considerar más especialmente cierto aspecto de Thoth, correspondiente a cierta parte de la tradición, la que comprende los conocimientos relacionados con el 'mundo intermedio'." (ibid.).

Tal como explica Fernando Trejos,

"René Guénon establece y demuestra asombrosas relaciones entre el Hermes griego, el Mercurio romano, el Thoth egipcio, el planeta denominado 'Budha' (Mercurio) en la India, el Odín (Woden o Wotan) escandinavo, y hasta el Quetzalcóatl mesoamericano, a los que también vincula con el arcángel Rafael, con el Enoc bíblico, con los profetas Elías (judío) e Idris (islámico) y con ciertos aspectos del propio Cristo, agregando que tendríamos que estar ciegos para no ver en este tipo de relaciones 'un signo de la unidad fundamental de todas las doctrinas tradicionales'"5.

Esta entidad universal intermediaria entre la deidad y los hombres que posibilita la perpetuación en el tiempo cíclico y atemporal de la transmisión del mensaje único y liberador de toda tradición –ya que, como acabamos de señalar, está presente en todas ellas con nombres diferentes pero simbolizando las mismas ideas– fue perfectamente reconocida por René Guénon, cuya obra ha sido, y es todavía, guía y faro luminoso para la humanidad del siglo presente. Y sin que esto suponga ningún etiquetamiento o categorización de su legado –que es de alcance universal y trasciende toda particularidad, parcialidad o tendencia– ni mucho menos de su persona –aspecto individual que, como él mismo ha afirmado, no existe para el pensamiento tradicional–, diríamos que el propio Guénon se hizo partícipe de las funciones de Hermes, y que más allá de lo que escribiera específicamente sobre la Tradición Hermética y que ya tendremos oportunidad de destacar, toda su obra en sí, que abarca la Doctrina de todas las tradiciones, supone una expresión sensible de la función transmisora de unas verdades de orden espiritual emanadas de un Principio Único. Las ideas vertidas en los libros de Guénon hacen realidad la máxima hermética

"Volver oculto lo manifiesto y manifiesto lo oculto"

y median entre las energías telúricas y las celestes en ambos sentidos; y sus palabras plasman con brillo e interpretan esas ideas para unos hombres, los de la humanidad actual, dormidos e ignorantes pero que aún portan en sí la posibilidad de despertar e iniciar el camino de retorno a su verdadera morada inmortal. Hermes, o mejor dicho, la energía por él simbolizada, conduce al 'viajero' a la restitución del estado de 'Hombre primordial', centro del estado humano y punto a partir del cual comienza el recorrido por los estados superiores del Ser. Conocer y aprehender en la copa del corazón el legado de René Guénon nos puede proporcionar las claves y pistas para emprender la senda de retorno hacia la verdadera Libertad, a sabiendas que esta Realidad no se conquista con la simple lectura de unos textos, sino efectivizando, con la asistencia del símbolo y del rito, lo que en ellos se expresa, es decir, llamando a la puerta que da acceso al recorrido por los 'Misterios del Ser', pidiendo y recibiendo la Iniciación, sea cual sea la vía tradicional por la que se opte –aunque para la mentalidad del hombre y mujer occidental la hermética sea la más afín a su naturaleza– y recorriéndola con una total entrega, hasta llegar a la fusión con el absoluto misterio del No-Ser.

 

2. LA TRADICION HERMETICA EN LA OBRA DE RENE GUENON

Una vez destacada la función transmisora, educadora y orientadora de toda la obra de René Guénon, así como su alcance universal, nos centraremos en las ideas que este autor aportó sobre la Tradición Hermética –doctrina que conforma el esoterismo occidental– a lo largo de sus estudios. Quisiéramos advertir que, aunque a efectos de una mayor claridad en la exposición procuraremos seguir un hilo conductor ordenado, nos mantendremos siempre lejos de cualquier sistematización, castrante de por sí. Invitamos al lector a la búsqueda paciente por sí mismo y a la profundización constante en la riquísima simbólica hermética, que es lo que verdaderamente interesa a cada cual, y que René Guénon, con suma brillantez, contribuye a iluminar en sus trabajos. Además, por nuestra parte, creemos que no está de más recordar que el interés en el estudio de la Tradición Hermética no obedece en absoluto a un afán de erudición, especulación o simple curiosidad, sino a la plena certeza de que esta rama tradicional de la Gran Tradición Primordial sigue viva desde sus orígenes míticos y se ha prolongado hasta nuestros días, aportando la posibilidad, a todo ser humano que sigue 'las vías que le han sido trazadas', de iniciar el recorrido hacia el centro de sí mismo, y llegado ahí, emprender el vuelo vertical hacia el estado verdaderamente incondicionado, la 'Identidad Suprema'.

No es exagerado decir que toda la obra del metafísico francés está impregnada del simbolismo propio de la Tradición Hermética; en casi todos sus libros hace referencia a uno u otro símbolo hermético, aportando luces sobre sus posibles y simultáneos niveles de lectura, poniéndolos en correspondencia con códigos simbólicos de otras tradiciones y remarcando la unidad esencial de éstos. Pero con todo, no es fácil seguir el rastro de Hermes en los estudios de Guénon, como tampoco lo es reconocer con una visión superficial las pistas que el dios deja a su paso por el devenir cíclico del tiempo, desde el origen hasta la actualidad. La energía de Hermes es volátil, rápida, por momentos esquiva y siempre muy plástica; se manifiesta donde quiere y como quiere, en pequeños toques de atención que despiertan a aquél que se abre a su influjo; y cuando eso sucede, su revelación es clara, directa y penetrante. El movimiento contínuo que también simboliza lo convierte en una deidad especialmente apta para ser reconocida por el hombre occidental, abocado como está de lleno a la acción; pero es un movimiento que sólo tiene sentido por el punto central e inmóvil que lo genera, al cual conduce este guía indiscutible, que se corresponde con el estado que tradicionalmente se denomina del 'Hombre Verdadero'.

Nada tiene de extraño que la doctrina emanada de Hermes esté impregnada de sus mismas cualidades, y simultáneamente, que éstas se plasmen en sus concreciones materiales. Igualmente sucede con lo que escribiera René Guénon sobre la Tradición Hermética; el autor no le dedicó un volumen monográfico, sino que hallamos innumerables referencias a la misma y a su simbolismo diseminadas por muchos de sus libros, lo cual, por otra parte, nos permite abordarla desde diferentes perspectivas y percibir su carácter dúctil, versátil, ligero, fresco, y a la vez totalmente riguroso y certero.

Hay cuatro artículos en los que Guénon escribió más específicamente sobre la Tradición Hermética: "La Tradición Hermética", "Hermes" y "La Tumba de Hermes" aparecidos en la compilación póstuma Formas tradicionales y ciclos cósmicos ya citada y el acápite "Algunas consideraciones sobre el hermetismo" incluido en Aperçus sur l'Initiation6. En ellos se indican una serie de ideas que creemos importantísimo destacar y ubicar desde este mismo momento para disipar posibles errores o equívocos nacidos de una lectura parcial o sesgada de ciertos fragmentos acerca del alcance y la validez de la vía tradicional hermética. Nos estamos refiriendo, en primer lugar, a los fragmentos en los que René Guénon circunscribe el origen del hermetismo a la tradición egipcia, tradición ésta que en el momento del florecimiento alejandrino era ya incompleta pues había perdido lo que formaba parte de los conocimientos propios de la casta sacerdotal; sus códigos simbólicos, sin embargo, habían sido transferidos, con las adaptaciones necesarias, a la casta guerrera, hecho que aseguraba la continuidad en la transmisión iniciática. Guénon escribe:

"Es necesario advertir, en primer lugar, que la palabra 'hermetismo' indica que se trata de una tradición de origen egipcio, revestida más tarde de una forma helenizada, sin duda en la época alejandrina, y transmitida bajo esta forma, durante la edad media, tanto al mundo islámico como al mundo cristiano, y añadiremos, al segundo en gran parte por intermedio del primero, como lo prueban los numerosos términos árabes o arabizados adoptados por los hermetistas europeos, empezando por el mismo nombre de 'alquimia' (el-kimyâ)" (Aperçus sur l'Initiation, pág. 259).

Guénon se pregunta en el mismo artículo, un poco más adelante, lo que sigue, tras afirmar que esta doctrina deriva esencialmente de una enseñanza sacerdotal representada por Thoth y que por tanto procede directamente de la autoridad espiritual y se identifica con el conocimiento de orden supra-humano y verdaderamente espiritual:

"Dicho esto, la cuestión principal que se plantea es la siguiente: lo que se ha mantenido bajo el nombre de 'hermetismo', ¿puede considerarse que constituye una doctrina tradicional completa en ella misma?"

El autor contesta a su propia pregunta en estos términos:

"La respuesta no puede ser más que negativa, ya que aquí no se trata, estrictamente, de un conocimiento metafísico, sino solamente cosmológico, entendiendo, además, esta palabra en su doble aplicación 'macrocósmica' y 'microcósmica', pues va de suyo que, en toda concepción tradicional, hay siempre una estrecha correspondencia entre estos dos puntos de vista. No es pues admisible que el hermetismo, en el sentido que esta palabra ha tomado desde la época alejandrina y que ha guardado constantemente desde entonces, represente, ni que fuera a título de 'readaptación', la integralidad de la tradición egipcia" (op. cit., pág. 261).

Aquí es necesario extendernos un poco para aclarar lo que Guénon entiende por una 'tradición completa', pues esto nos ayudará a comprender a qué se está refiriendo cuando habla de la 'incompletitud' del hermetismo:

"Toda tradición, para ser regular y completa debe comportar a la vez, en su aspecto esotérico, las dos iniciaciones, o más exactamente, las dos partes de la Iniciación, es decir, los 'grandes misterios' y los 'pequeños misterios', estando además éstos segundos subordinados a los primeros" (op. cit., pág. 255).

"Los 'pequeños misterios' comprenden todo lo que se refiere al desarrollo de las posibilidades del estado humano visto en su integridad; ellos alcanzan, pues, aquello que hemos denominado la perfección de este estado, es decir, lo que tradicionalmente es designado como la restauración del 'estado primordial'. Los 'grandes misterios' conciernen propiamente a la realización de los estados suprahumanos, tomando al ser en el punto donde lo dejan los 'pequeños misterios' –el centro del dominio de la individualidad humana– y conduciéndolo más allá de este dominio, a través de los estados supraindividuales pero todavía condicionados, hasta el estado incondicionado que es el verdadero fin, y que es designado como la 'Liberación final' o como 'Identidad Suprema'" (op. cit., pág. 248-249).

Por tanto, lo que es central en una tradición (del latín tradere, o sea la transmisión de un mensaje revelado) es precisamente la transmisión de la influencia espiritual efectivizada por la Iniciación, aunque como bien precisa Guénon, ésta, en el origen, no era necesaria, pues en ese tiempo mítico o no-tiempo (que no es más que un estado de la conciencia) la Verdad brillaba en todo su esplendor y era accesible por igual a todos los hombres:

"Es solamente en un periodo de más grande oscurecimiento que esta conciencia se pierde; y, desde entonces, la Iniciación deviene necesaria para permitir al hombre reencontrar, con esta conciencia, el estado anterior al cual ella es inherente; tal es, en efecto, la primera de las metas, la que se propone más inmediatamente" (op. cit., pág. 251).

Lo cierto es que la Iniciación, siendo una y única, adopta diferentes grados, pero

"lo que es necesario comprender bien ante todo, es que no hay ahí dos géneros de iniciación diferentes, sino estados o grados de una misma iniciación" (op. cit., pág. 248).

Estos grados corresponden a lo que se denomina 'iniciación sacerdotal', 'iniciación real' e 'iniciaciones de oficio', correspondiendo cada una de ellas a una casta o naturaleza humana diferenciada. Refiriéndose concretamente a los dos grados más elevados, Guénon dice:

"En realidad, en el origen, y anteriormente a la división de las castas, las dos funciones sacerdotal y real no existían en estado distintivo y diferenciado; estaban contenidas tanto la una como la otra en su principio común, que está más allá de las castas y del que ellas surgieron en una fase ulterior del ciclo de la humanidad terrestre" (op. cit., pág. 254).

Pero una vez hecha esta precisión, y entrados de lleno en lo que la tradición judeo-cristiana denomina 'la caída', esto es, el alejamiento cada vez más acentuado de la conciencia de unidad, surge la distinción entre los 'grandes misterios' y los 'pequeños misterios'; de ellos,

"los 'grandes misterios' están en relación directa con la 'iniciación sacerdotal', y los 'pequeños misterios' con la 'iniciación real', (...) los primeros pueden verse como del dominio propio de los Brâhmanes y los segundos como de los Kshatriyas. Se puede decir, además, que el primero de estos dominios es de orden 'sobrenatural' o 'metafísico', mientras que el segundo es solamente de orden 'natural' o 'físico'. (...) El conocimiento metafísico puro compete, pues, propiamente a los 'grandes misterios' y el conocimiento de las ciencias tradicionales a los 'pequeños misterios'" (op. cit., pág. 250).

La incompletitud del hermetismo sólo puede afirmarse por su relación con la también incompleta tradición egipcia con la que se entronca, en la cual, sin embargo, se había operado una transferencia de conocimientos de la casta sacerdotal a la guerrera que afluyó al hermetismo:

"No hay que ver en ello la más mínima contradicción con el hecho de que esta doctrina pertenezca propiamente al dominio de la iniciación real, ya que debe ser bien entendido que, en toda tradición regular y completa, es el sacerdote el que, en virtud de su función esencialmente educadora, confiere igualmente las dos iniciaciones, directa o indirectamente, y que asegura así la legitimidad efectiva de la iniciación real en sí misma vinculándola con su principio superior, de la misma manera que el poder temporal no puede tomar su legitimidad sino de una consagración recibida de la autoridad espiritual" (op. cit., pág. 260).

Por otra parte, si nos atenemos a la división que hace Guénon entre los 'Grandes Misterios' y los 'Pequeños Misterios', que tiene su razón de ser en el conjunto de la obra guénoniana pero que no hay que adoptar como una categorización sistemática y separativista, podríamos decir que el hermetismo es incompleto porque su ámbito es el de los Misterios Menores, pero jamás podríamos negar la autenticidad y la eficacia de la vía hermética. Ya hemos expresado más arriba que lo que es propiamente integrante de la iniciación real, a saber las ciencias y artes cosmológicas, tienen un valor indiscutible como soportes para recorrer los estadios del proceso iniciático:

"Estas ciencias eran tradicionales sobre todo porque ellas tenían, directa o indirectamente, un fundamento de orden metafísico, porque no eran, en suma, más que una aplicación de los principios metafísicos a tal o cual punto de vista más o menos especial, y este caso era en particular el de las especulaciones cosmológicas"7.

Es por esta razón por lo que Guénon afirma del hermetismo que ha podido servir

"de vehículo a verdades de un orden más elevado" (Aperçus sur l'Initiation, pág. 261),

y también:

"Una tal transposición es en efecto siempre posible mientras que el vínculo con un principio superior y verdaderamente trascendente no se haya roto, y hemos dicho que la 'Gran Obra' hermética puede ser contemplada ella misma como una representación del proceso iniciático en su conjunto; solamente que, no se trata entonces del hermetismo en sí, sino en tanto que él pueda servir de base a alguna cosa de otro orden" (op. cit., pág. 261-262, nota a pie de página).

He ahí el 'quid' de la cuestión que nos hace reconocer al hermetismo como una vía perfectamente regular injertada y expresada en formas iniciáticas diversas por medio de las cuales la cadena tradicional se ha continuado ininterrumpidamente y la transmisión de la influencia espiritual ha llegado, de ciclo en ciclo, hasta nuestros días. Además, esta última consideración sobre el hermetismo le da una amplitud extraordinaria, de tal manera que siendo su alcance el de la restitución del estado de 'Hombre Verdadero', permite al ser que hasta ahí viaja iniciar el camino de ascenso vertical por los estados superiores del ser. Repetimos con Federico González que:

"A quien verdaderamente está en la Vía del Conocimiento, poco le importa si está en un tramo llamado Misterios Menores o no; de hecho muchos miles de hermetistas han recorrido su camino muchísimo antes de que esta división restablecida recientemente por Guénon –y que en la didáctica de su obra tiene su sentido– tuviera para ellos algún tipo de validez"8.

Y también:

"Por nuestra parte estamos muy orgullosos de haber tenido la inmensa gracia de pertenecer a los Misterios Menores, a los que tomamos como propios del plano intermediario, recordando que estos Misterios Menores incluyen los misterios del cielo y de la tierra, del macro y microcosmos revelados por la Astronomía-Astrología y la Alquimia, dos ciencias propias de la Tradición Hermética. (...) Por lo que se ve que los Misterios Menores y los Mayores se interpenetran constantemente en la búsqueda del Graal, en la obtención del Conocimiento, y que estas nomenclaturas de los Misterios Mayores y Menores, por convencionales, no se corresponden siempre con la misma realidad de los hechos que se examinan bajo su luz, añadiendo que los Misterios Mayores, si verdaderamente lo son, por su misma condición de supra-humanos no son expresables en el lenguaje de los hombres"9.

Uno, entonces, descubre una visión amplísima, diríamos que universal, de lo que Guénon denomina hermetismo como una parte integrante de la Tradición Hermética, a la cual Federico González se refiere en estos términos:

"La Tradición Hermética es, pues, una forma de la Tradición Unánime, universal y primigenia –adecuada al ropaje histórico y a la mentalidad de ciertos pueblos y ciertos seres– que se ha manifestado aquí y allí, conformando y organizando la cultura y la civilización"10.

Y:

"La Tradición Hermética, es decir el esoterismo occidental, se ha mantenido vivo desde sus orígenes egipcios y griegos y forma parte de la columna vertebral de nuestra cultura. La larga lista de iniciados, desde los textos que los testimonian en los jeroglíficos egipcios y en los escritos griegos, incluyendo a Orfeo, Pitágoras y Platón son los maestros de esta Tradición ligada directamente con la divinidad Thoth-Hermes y su proyección filosófica en Alejandría en el s. III y hermético-alquímica en la Edad Media y el Renacimiento, continuando hasta nuestros días. La Tradición Hermética es, junto con los demás valores culturales que conforman el pensamiento occidental, incluidas las religiones que coexisten con él, la vía iniciática por excelencia para todos aquellos que han nacido o viven en Occidente y tienen las estructuras de su impronta cultural"11.

Lo cierto es que si nos sumergimos en el estudio de los textos de René Guénon, descubriremos por doquier elementos de la vía tradicional hermética abordados desde diversas perspectivas, corroborando que también para el autor francés la Tradición Hermética reúne en sí la posibilidad del recorrido iniciático en su integridad. Así podemos citar, por ejemplo, del volumen Formas tradicionales y ciclos cósmicos, además de los capítulos ya mencionados, los acápites 'Algunas observaciones sobre la doctrina de los ciclos cósmicos', 'Atlántida e Hiperbórea', 'Lugar de la tradición Atlante en el Manvántara', 'La tumba de Hermes' y la reseña del libro Les Origenes de la Gènese et l'enseignement des Temples de l'ancienne Egipte, en los que se investiga sobre la génesis de esta tradición, ubicándola en el lugar que le corresponde dentro del devenir cíclico del tiempo y entroncándola también con su origen mítico y atemporal, es decir, relacionándola con la Gran Tradición Primordial. A destacar también algunos de los artículos recogidos en el volumen Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada referidos al simbolismo de la manifestación cíclica, como por ejemplo el titulado 'Shet' y 'El jabalí y la osa', los cuales aportan valiosas informaciones sobre estas cuestiones.

Por otro lado, en el libro Autoridad Espiritual y Poder Temporal, Guénon aborda temas tan importantes para el pensamiento tradicional como 'Autoridad y jerarquía' –siempre reflejo de un orden interior–, 'Funciones del sacerdocio y de la realeza', 'La naturaleza respectiva de los Brâhmanes y de los Kshatriyas', 'Dependencia de la realeza respecto del sacerdocio' y 'La revuelta de los Kshatriyas' entre otros acápites de sumo interés; haciendo las transposiciones analógicas correspondientes, estos textos resultan perfectamente ilustradores para comprender el ámbito de actuación que es propio de la Tradición Hermética, la naturaleza de los seres individuales que acoge, las adaptaciones que se han ido realizando en su seno para transmitirse ininterrumpidamente y los peligros de degradación existentes si se desvía o se rompe la cadena sutil de transmisión de la influencia espiritual (ver acerca de esto último el capítulo 'La usurpación de la realeza y sus consecuencias').

Sin duda alguna, otro de los libros impregnados hasta la médula del simbolismo de la Gran Obra es La Gran Tríada, en el que Guénon, partiendo del estudio del simbolismo de la Tríada extremoriental, establece numerosos paralelismos e identidades (a diferentes niveles y usando las leyes de la analogía) con la cosmogonía y lo cosmológico tal cual lo vivencia y expresa la Tradición Hermética. En este volumen hay numerosas alusiones a las ciencias cosmológicas que alcanzan un gran desarrollo en el hermetismo, a saber, la Astrología-Astronomía y la Alquimia, y muchas referencias al proceso de la 'Gran Obra', que es como la Alquimia denomina a la Iniciación. Son muy interesantes respecto a estos temas los capítulos titulados 'Solve y coagula', 'Números celestiales y números terrenales', 'Azufre, mercurio y sal', 'Entre la escuadra y el compás' y 'Hombre Verdadero y Hombre Trascendente'. Se trata de textos de un valor inestimable para entender la raíz y la expresión de las operaciones de la alquimia espiritual y para ver su identidad esencial con otras formas tradicionales tan alejadas en el tiempo y el espacio como puede ser la extremoriental.

Por otro lado, en el ya citado Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, los capítulos dedicados al simbolismo de la forma cósmica y los del simbolismo del corazón también presentan claras referencias al proceso cosmogónico, análogo al iniciático, con numerosas consideraciones acerca de la alquimia y la Gran Obra y explicaciones sobre los símbolos hermético-alquímicos: el caduceo, los cuatro elementos, el éter o quintaesencia de los alquimistas, el Athanor u horno alquímico, la serpiente, el Huevo del Mundo y las transmutaciones metálicas como reflejo de las transmutaciones interiores, por citar sólo algunos ejemplos. Otros capítulos de este mismo libro nos acercan a la otra ciencia afín al hermetismo que es la Astronomía-Astrología, la cual recibe gran parte de sus concepciones del Pitagorismo. Estos acápites son, por ejemplo, 'El zodíaco y los puntos cardinales', 'Algunos aspectos del simbolismo de Jano', 'El simbolismo del zodíaco entre los pitagóricos' y 'El simbolismo solsticial de Jano'. Para finalizar con este volumen fundamental en el corpus guenoniano, no podemos dejar de citar el capítulo 'Los guardianes de Tierra Santa', de suma importancia para entender la vinculación de la Tradición Hermética con el Centro Supremo, así como para profundizar en el recorrido histórico de esta tradición y en las organizaciones iniciáticas del medioevo –fundamentalmente los Templarios– que fueron su expresión visible, así como para reconocer las altas funciones que encarnaron.

Estas ideas se complementan con las relatadas en otro libro de Guénon, El esoterismo de Dante, donde continuamos hallando pistas del paso y vigencia del hermetismo a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento. En palabras de Guénon:

"Esta doctrina esotérica, sea cual fuere la designación particular que quiera otorgársele hasta la aparición del rosacrucianismo propiamente dicho (incluso si se considera darle una denominación), presentaba caracteres que permiten incorporarla a lo que suele denominarse hermetismo. La historia de esta tradición hermética está íntimamente vinculada con el desarrollo de las Órdenes de caballería; y, en la época que analizamos era cobijada por organizaciones iniciáticas tales como la Fede Santa y los Fieles del Amor, y también de esa Massenie du Saint Graal."12

Igualmente en Esoterismo cristiano. Dante - El Grial - Los Templarios13, aparecen valiosísimas informaciones al respecto.

Tampoco podemos dejar de referirnos a los dos volúmenes de Études sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage en los que Guénon aborda de lleno el estudio de estas dos organizaciones iniciáticas de oficio, de las cuales se puede afirmar que son formas luminosas que adopta la Tradición Hermética en nuestros oscuros días, y también que son vías iniciáticas que han acogido en su seno el rico simbolismo hermético como soporte para la realización espiritual, vivificando de este modo la Tradición Hermética. Además debemos mencionar Aperçus sur l'Initiation e Initiation et réalisation spirituelle, que de una forma realmente nítida aportan luces sobre las características del proceso iniciático tal cual lo vivencian todas las verdaderas tradiciones y en los que también se menciona la posibilidad de la 'Iniciación directa o iniciación solitaria' –tan afín a la naturaleza de la Tradición Hermética– así como de los riesgos y dificultades que ésta implica. Para terminar debemos citar tres libros que insinúan el ámbito de la metafísica, a saber, El simbolismo de la cruz, Los estados múltiples del ser y El Rey del Mundo que con sus luces ubican todo el proceso de la Gran Obra en la totalidad y simultaneidad de los estados del ser y clarifican el fin último de todo proceso iniciático. Por lo demás, sin haber pretendido ofrecer una visión cerrada o estática de la huella de la Tradición Hermética en la obra de René Guénon, animamos al lector a proseguir su propia labor de investigación y estudio, así como la meditación en estos textos que abren puertas al conocimiento del Sí-Mismo.


 
Cont. y final

NOTAS
1 Federico González, "La Iniciación hermética y René Guénon". SYMBOLOS Nº 11-12. Guatemala 1996, pág. 222.
2 Fernando Trejos, "René Guénon: Simbolismo e iniciación". SYMBOLOS Nº 9-10. Guatemala 1995, pág. 33.
3 Ed. Obelisco. Barcelona 1984, pág. 108.
4 Editions Traditionnelles. París 1992, pág. 260.
5 Fernando Trejos, "Hermes". SYMBOLOS Nº 11-12. Guatemala 1996, pág. 53.
6 Editions Traditionnelles. París 1992.
7 René Guénon. "Las dualidades cósmicas". SYMBOLOS Nº 11-12. Guatemala 1996, pág. 358.
8 "La Iniciación Hermética y René Guénon". Ibid., pág. 225.
9 Ibid., pág. 225-226.
10 La Rueda. Una imagen simbólica del cosmos. Symbolos. Barcelona 1986, pág. 92.
11 "Carta al lector". SYMBOLOS Nº 11-12. Guatemala 1996, p. 7.
12 El Esoterismo de Dante, Ed. Dédalo. Buenos Aires 1989, pág. 55.
13 Ed. Obelisco. Buenos Aires 1993.
   
 

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