LOS ELEMENTOS EN LA GEOGRAFIA DEL ALMA
1. Fuego
La Ciencia Sagrada establece la Identificación entre Ser y Conocer. Nombrar es el conocimiento de lo que una cosa es en sí, su esencia. Si bien, el nombrar, implica que surjan dos términos: objeto y sujeto de conocimiento. Por lo tanto, hay aquí una primera dualidad, el objeto es visto de este modo, como algo que es exterior o ajeno al sujeto que conoce, y es a través de esta separación que el objeto es dotado de una existencia particular. El proceso del conocimiento implica que el objeto sea conocido en su totalidad, esto sólo es posible si objeto y sujeto comparten una misma naturaleza, es decir, son una sola cosa.

En el Génesis se afirma que a Adán (el Hombre Universal) le es conferida la potestad de poner nombres a todos los seres y todas las cosas, es decir, dotarlas de existencia. Potestad que no sería tal si éstos no formaran ya parte de su naturaleza integral.

La capacidad de nombrar corresponde a la facultad intelectiva del hombre, a su posibilidad de Conocer, o mejor de Reconocer. Desde nuestro punto de vista individual nos parece que no podemos nombrar sino aquello que es “exterior” a nosotros, lo que constituye el objeto del conocimiento.

El sujeto al nombrar, entendemos que nombrar conlleva conocer, en cuanto a la esencia, y manifestar, en cuanto a la existencia, puede parecer que esté nombrando algo que es diferente a él mismo, una parte de sí mismo, o a sí mismo. Algo que sea diferente a él mismo es imposible ya que entre lo conocido y el Ser que conoce hay una identificación. Nombrar una parte de sí mismo sería un “conocimiento fragmentario”, por lo tanto un no verdadero conocimiento y una falsa identidad (pensemos que puede ser la individualidad con respecto al Ser). La posibilidad real es que se nombre a sí mismo, o dicho de otro modo que se conozca (se reconozca) a sí mismo y por tanto nada sea fuera de él.1

Esto que hace que parezca imposible la multiplicidad de los modos de manifestación, es decir, las existencias particulares, se resuelve teniendo en cuenta que si bien este nombre es pronunciado de forma simultánea por el sujeto, es entendido de forma sucesiva desde el punto de vista de la manifestación. Este nombre que es pronunciado simultáneamente “en el principio”, se convierte desde el punto de vista de la existencia en una oración, cuya estructura básica es un sujeto, un objeto y un verbo que los une. Recordamos las palabras pronunciadas por Yahvé a Moisés: “Yo soy el que soy” (Exodo 3, 14).

El Ser es uno en Sí mismo y en consecuencia, la Existencia Universal, que es la manifestación integral de sus posibilidades, es única en su esencia y su naturaleza íntima; pero ni la unidad del Ser ni la “unicidad” de la existencia excluyen la multiplicidad de los modos de manifestación, de ahí la indefinitud de los grados de la existencia en el orden gradual y cósmico, y la de los estados del Ser, en el orden de las existencias particulares.2

En el Génesis y el Evangelio de San Juan leemos que en el principio fue el Verbo o Logos. El Verbo o Logos, esta palabra sólo puede ser el Nombre único del Ser, su pronunciación corresponde a su manifestación. La Creación es en este sentido la exteriorización de lo que el Ser es en Sí mismo, de la Idea del Ser, teniendo presente que tal exteriorización es imposible, ya que como decíamos, la única realidad posible es que el Ser se conozca a Sí mismo y nada sea fuera de él, para resolver esta imposibilidad es necesario que el Ser se polarice en sujeto y objeto del conocimiento.

¿Cuál es este nombre, o lo que es lo mismo, qué es el Ser nacido del seno de la Posibilidad Infinita, de la Nada supraesencial, del Tao de los Taos? El nombre del Ser guarda el secreto de la Realidad trascendente, de su origen en la Posibilidad Infinita. Tomando como modelo el Arbol de la Cábala equivaldría a decir que Kether no ha salido de En Sof, (el nombre permanece en el silencio de su propio conocedor). La separación de ser y no-ser es sólo desde el punto de vista de la manifestación, de ahí que los cabalistas enseñen que es necesaria una “retirada” de la Deidad para que se produzca la Creación, que es la manifestación del Verbo. Se habla así de la Voluntad Creadora de la Deidad. El sonido primordial sólo puede ser el eco del silencio. La pronunciación del nombre sólo puede ser el reflejo del nombre que permanece en el silencio, siendo una misma cosa. Puede decirse que el silencio ha de ser negado para poder afirmarse, las matemáticas nos enseñan que uno elevado a cualquier número, incluso a 0 es 1.3

El Nombre único es el nombre de Dios, expresado por el Tetragrámaton (iod – hé – vau – hé) de la tradición hebrea. Este nombre expresa la esencia del Ser, lo que el Ser es en sí mismo, revelando su origen metafísico, su verdadera Naturaleza en la cual la Deidad se reconoce a Sí misma. Puesto que su verdadera Realidad es incognoscible y paradójicamente innombrable, ya que está más allá del ser y por lo tanto de cualquier conocimiento, hallándose en el Nombre, es inmanente a toda la manifestación, que no es sino su expresión, y para ésta lo incognoscible es su principio y su fin. Lo cual explica por qué dice la tradición que el Nombre de Dios es impronunciable, para ello sería necesario haber encontrado su Realidad esencial, y esto supone transcenderlo, más allá de cualquier conocimiento. Por este Nombre, el Ser se conoce a Sí mismo y conociéndose se trasciende.

Según el Zohar, la Iod expresa la unión indivisible y ontológica de las dos primeras sefiroth, Kether (la Corona) y Hokhmah (la Sabiduría). La punta o vértice superior de la Iod representa a Kether, la “raíz suprema”, que se sumerge y emana de En Sof, la Nada ilimitada y supraesencial, idéntica al No-Ser y al Deus Absconditus, del que extrae toda su realidad, pues recordaremos que Kether no es sino un punto afirmado en esa infinitud. De ese vértice, de Kether, emana Hokhmah, también llamado el “Padre”, simbolizado por el resto de la Iod, que se prolonga levemente hacia abajo, representando al Ser mismo dando origen a la manifestación. Pero para que ello sea así es necesario que Binah (la Inteligencia), también llamada la “Madre Suprema”, o principio pasivo de Kether, sea fecundada por Hokhmah, el principio activo, y esa fecundación es la que está expresando la segunda letra del Tetragrámaton, la . La unión de ésta con la Iod (Hokhmah) genera la tercera letra, la Vau, a la que se denomina el “Hijo”. La forma de esta letra, con su brazo inferior alargado hacia abajo sugiere perfectamente la manifestación propiamente dicha, pues esa letra representa la síntesis de las seis sefiroth de construcción cósmica, Hesed, Gueburah, Tifereth, Netsah, Hod y Yesod, las cuales, como dice el Zohar, “transmiten la herencia a la Hija”. Esta no es otra que la segunda , última letra del Tetragrámaton, la cual simboliza a la sefirah Malkhuth, el “Reino”, recipiente de todas las emanaciones sefiróticas, a las que distribuye en todo el orden creado. La Cábala denomina a estas cuatro letras la “familia divina”, aclarando que toda ella conforma una unidad, como el mismo Arbol de la Vida, o la propia realidad del Cosmos, a la que aquél ciertamente simboliza.4

El Ser es incognoscible en su verdadera Naturaleza, que pertenece al Misterio, pero se revela a través de su manifestación: la Existencia universal y los principios que la sustentan, lo que equivale a la Cosmogonía. La medida en que podemos conocerla es gradual, en la medida que el Ser se reconoce a Sí mismo, en el paso por estados cada vez menos condicionados, un estado totalmente incondicionado supondría la Suprema Identidad, más allá del Ser. No es el hombre, como ser individual, el que conoce a la deidad, sino la deidad la que se conoce a Sí misma, que en el caso del estado humano es a través del hombre, espiritualizando la materia y materializando el espíritu, como expresión de dos principios que son la polarización del Uno.

Hasta aquí venimos hablando de lo que el Ser es en Sí mismo, lo que corresponde en el Arbol Cabalístico, Modelo del Universo, a Atsiluth, al plano ontológico, que se compone de las tres primeras sefiroth, que son en realidad una sola, expresión de la triunidad de la Idea, de lo que el Ser es en Sí mismo: Kether es el Conocimiento, Hokhmah el sujeto que conoce (activo) y Binah el objeto conocido (pasivo).

2. Aire
El plano de Atsiluth es inmanifestado, para pasar a la manifestación, es necesaria como decíamos antes la polarización en sujeto y objeto de conocimiento. El sujeto, que realiza la acción, es activo, y el objeto, que la recibe, es pasivo. El sujeto al ser el conocedor, está indisolublemente unido al conocimiento, mientras que el objeto es la expresión de las potencialidades inherentes al sujeto. La acción de conocer del sujeto al objeto es el inicio del movimiento y por tanto de la manifestación, corresponde a la pronunciación del Nombre, y pertenece ya al plano de la Creación o de Beriyah.

En el simbolismo geométrico la triunidad de la Idea se representa por un triángulo equilátero, del que al unir los tres vértices resulta un cuarto punto, entendido como el punto del que emanan, representa por lo más alto el Misterio de lo divino, en este caso es un simbolismo análogo al Delta masónico. Visto como la resultante de los tres puntos anteriores es el símbolo del cuaternario, ley que rige toda la manifestación. Este cuarto punto está relacionado con la sefirah Hesed, es el Amor o la Misericordia que se irradia a toda la Creación. Es el simbolismo del triángulo invertido como reflejo del primero, pero puesto que la triunidad de la idea se reduce a un único y mismo punto, es análogo al simbolismo anterior.

Las etapas que van conformando la manifestación pueden simbolizarse por la “caída” del punto a la línea, de ésta a la figura y finalmente de esta primera forma al volumen, o sea al cuerpo de tres dimensiones. Así, el triángulo, que expresa la triunidad de la idea, si se le suma un cuarto punto, resultante de la intersección de los vértices, y llevado a la tridimensionalidad, define la primera forma volumétrica, el tetraedro regular. Lo que también se simboliza en la tetraktys pitagórica: 1+2+3+4=10. 10 = 1+0 es la vuelta al Uno. Tal como dice el Tao-te-King: “El Tao engendra al Uno, el Uno engendra al Dos, el Dos engendra al Tres. El Tres engendra todos los seres”.

En el plano cosmogónico estos dos principios, activo y pasivo, se traducen como los dos polos de la manifestación, son el yang y el yin de la tradición extremo-oriental. Como términos absolutos están fuera de la manifestación, en la que no existe yang sin yin, y viceversa. Constituyen el principio y el fin de la manifestación, pero al no hallarse incluidos en ésta se puede decir que la curva de la existencia nunca se cierra. No puede haber sujeto sin objeto de conocimiento, esto negaría al propio conocimiento, y tampoco objeto sin sujeto de conocimiento, primero porque el objeto emana del sujeto, y segundo, ¿quién conocería?

En efecto, el aspecto yang de los seres responde a lo que en ellos hay de esencial o espiritual, y se sabe que el Espíritu se identifica con la Luz en el simbolismo de todas las tradiciones; por otra parte, su aspecto yin es aquél por el que se atienen a la substancia, y ésta, por la ininteligibilidad inherente a su indistinción o a su estado de pura potencialidad, puede definirse adecuadamente como la raíz oscura de toda existencia. Este punto de vista se puede decir también, tomando prestado el lenguaje aristotélico y escolástico, que yang es todo lo que está en acto y yin todo lo que está en potencia, o que todo ser es yang en la medida en que está en acto, y yin en la medida en que está en potencia, puesto que esos dos aspectos se encuentran necesariamente reunidos en todo lo manifestado.5

Yang, lo esencial, es lo permanente, y ying, lo substancial, es lo cambiante o mutable. Recordemos aquí que la idea permanece constante a pesar de sus posibilidades indefinidas de manifestación, lo que significa que es del lado de la substancia donde se halla la raíz de todo “devenir”, en oposición a la inmutabilidad de la “esencia”.

Es, pues, desde el punto de vista de la substancia que podemos establecer diferencias y grados, como efecto del movimiento. Esencia y substancia convertidas en los polos de la manifestación pueden ser vistas como los extremos de un eje vertical, en el que de este modo existen dos tendencias.6 Es la tensión producida por ambas tendencias la que produce una tercera que constituye la expansión horizontal de un estado del Ser o grado de Conocimiento. Con respecto a la expansión horizontal el punto donde se produce esta tensión, se constituye en el centro de dicho estado, e igualmente por analogía se establece una doble corriente de acercamiento o alejamiento de su principio o estado primordial.

Vemos aquí la expresión de la ley del cuaternario.

Tal es el caso de la tradición hindú, su teogonía y cosmogonía. De ella queremos destacar a los tres gunas, que representan energías o principios presentes en todas las cosas. La primera es sattwa, asimilada a la energía sutil y celeste, a la que se opone tamas, identificada con la atracción gravitacional de lo denso de la Tierra. La fuerza de la una es invertida con respecto a la otra. Pero ambas en un punto se unen, complementándose. Sattwa y tamas se encuentran sobre un mismo eje vertical a distintos niveles. Y la distancia media entre ellas es el lugar en que se conjugan. Esta identificación y neutralización da lugar a una tercera energía, generada por la expansión de la potencia de las otras dos, gestando un plano de irradiación horizontal, rajas, que es la proyección de las energías opuestas del plano vertical, la que junto con ellas, y como principios presentes en todas las cosas, en el cosmos entero, dará lugar al Mundo.7

3. Agua
Decíamos que esencia y substancia corresponden con los dos polos de un eje vertical. Este eje corresponde a la jerarquía de los grados del ser, que se diferencian en función de la identidad de la substancia con la esencia. No como algo cuantitativo, sino cualitativo, en el sentido en que podemos también expresarlo diciendo que la diferencia está en la medida con que el Ser se conoce a Sí mismo. Cualquier punto de este eje se puede ver como un reflejo determinado de la Identidad primera, que aparece así condicionado por el estado de la substancia con respecto a la esencia. La expansión horizontal de este punto, constituye su manifestación, una existencia particular.

Las condiciones, que definen un estado particular de manifestación, son igualmente reflejos de los Principios potenciales contenidos en la unidad, empleando el simbolismo matemático corresponderían a 11,12,13,14,10.8

En el caso del conjunto de la existencia corporal, estas condiciones son la forma, la materia, el espacio, el tiempo, y la vida. Para el estado humano, la forma (yang) y la materia (yin) corresponden a los dos polos de manifestación, y la tensión producida por ambos aspectos da lugar a la expansión horizontal, extensión que se enmarca dentro de las coordenadas espacio-tiempo, el ámbito de la existencia humana. La vida en este caso corresponde al centro de la cruz derivada de la intersección de ambos ejes. El nacimiento de cada individuo es un reflejo materializado de la forma de hombre, concretizado en unas coordenadas espacio-tiempo, manifestando de este modo la vida.

4. Tierra
Es desde el punto de vista de la manifestación, y más en particular desde el estado de la existencia corporal, en el que nos encontramos, el punto de partida desde donde podemos conocer la Cosmogonía. Los cinco elementos como principios constitutivos de los cuerpos, presentes en una u otra proporción, y considerados como determinaciones particulares de realidades superiores, permiten establecer analogías que posibilitan el ascenso de lo microcósmico a lo macrocósmico.

Los elementos se pueden ver como diferentes modalidades vibratorias de la materia, los cuales se hacen sucesivamente perceptibles a cada uno de los sentidos de nuestra individualidad. Los sentidos sensibles, oído, vista, gusto, tacto y olfato, son si pudiera así decirse intérpretes, bajo unas condiciones determinadas, de la realidad. Puesto que esta Realidad está más allá de cualquier condicionamiento, lo que percibimos a través de los sentidos, sólo puede ser apenas un reflejo ilusorio: la realidad sensible.

Es por lo mismo por lo que la observación bien sea a través de microscopios o telescopios, sólo aumenta la capacidad de la vista en este caso, pero no su forma de percibir la realidad, es una cuestión cuantitativa y no cualitativa, percepción que no varía mientras esté sujeta a una serie de condiciones inherentes al estado humano.

Es necesario trascender esta percepción, posibilidad que se nos da gracias a la iniciación, a través de la cual se produce el despertar de la intuición intelectual, que nos permite otras lecturas de la realidad. Tal como se dice en el ir al libro La Rueda en la página del autorPrograma Agartha:

… da acceso a una región metafísica en la que los seres y las cosas no están sujetos ya al devenir ni signados por la muerte. Esa visión esotérica identifica al hombre con el Sí Mismo, es decir, con su verdadero ser, su esencia inmortal de la que se percata gracias al Conocimiento y al recuerdo de Sí.

Los elementos constituyen

una cadena, o serie sucesiva, ya que el Fuego se equipara al principio vital, que el Aire transporta, y el Agua difunde hasta concretarse en Tierra. [ir al libro La Rueda en la página del autoribíd.]

La Tierra (principio físico) es una solidificación del agua, constituyendo el estado más grosero de la materia, siempre dentro de sus posibilidades de concreción. En este estado el individuo puede parecer ser una entidad independiente, encerrado en la realidad que percibe a través de sus sentidos sensibles, cuando sólo constituye una posibilidad o aspecto indefinido del hombre primordial, y con respecto a la Verdadera Identidad una vaga ilusión con aspecto de ser.

Este es sin embargo, el punto de partida del hombre, su estado individual, es esta la materia de la obra que ha de ser transformada en un modo de realidad diferente, pero ello sólo es posible si se ha encendido el fuego del athanor por el soplo del viento, o lo que es lo mismo, se ha despertado la luz de la inteligencia, lo que es análogo al “Fiat lux”. El hombre ha reconocido el eco de un Nombre alojado en lo más profundo de su corazón que guarda el misterio de su Verdadera Identidad. El trabajo alquímico supone la espiritualización de la materia, la transformación de lo denso a lo sutil, y la materialización del espíritu, o la unión de lo que es indisoluble.

En el elemento Agua (principio fluídico) las energías que predominan son rajas y tamas, por lo tanto las características que lo definen son la fluidez y la densidad, se lo asocia al plano de Yetsirah, del psiquismo inferior, origen de las pasiones, el equilibrio es más inestable. Se puede decir que hay una mayor capacidad de mutabilidad, que tiende hacia la multiplicidad, de aquí que esté relacionado con las artes plásticas. El artista busca la expresión de esa forma o idea arquetípica que quiere recrear.

Para la Alquimia, cada elemento participa de los principios representados por el azufre (activo), el mercurio (negativo) y la sal (neutro), equiparables a los tres gunas de la tradición hindú. Estos tres principios por los cuatro elementos constituyen 12 entidades representadas por el Zodíaco. Expresando todas las posibilidades de manifestación, todas ellas tendentes hacia el mismo centro que las ha generado.

El Aire (principio gaseoso) es considerado un elemento neutro ya que en él predomina la energía de rajas. Se asocia al plano de Beriyah y al alma superior. Elemento neutro conjuga las energías del fuego y del agua, uniendo lo de arriba y lo de abajo. En el plano de Beriyah se encuentra la sefirah Tifereth, que está asociada con el sello de Salomón, cuya grafía puede verse como la intersección de los dos triángulos símbolos del fuego y el agua, figura en la que también están presentes los símbolos de los otros dos elementos.

Tifereth está también asociada, con relación al estado humano, con el estado edénico o primordial. El hombre primordial al igual que el aire se convierte en transmisor del Espíritu, de la Voluntad del Cielo, pero puesto que hay elementos más sutiles, es posible elevarse a ellos en el camino de reconocimiento de la Verdadera Identidad.

Es un estado de la materia relacionado con la transmisión de toda posibilidad, que tiene que ver con la irradiación del punto en las seis direcciones del espacio, conformando una extensión indefinida.

El Fuego (principio radiante) se equipara al principio vital porque es lo más cercano al centro, en el caso del estado humano al estado edénico, y por analogía se lo asocia con el plano de “Atsiluth”, o sea al Ser y al Espíritu. En el fuego las energías que predominan son sattwa y rajas, y a ellas corresponden las dos características que lo definen: luz y calor.

El Fuego expresa la primera posibilidad de la materia: unirse a la forma, constituye una tendencia ascendente o de elevación hacia el principio. Ello presupone un estado “previo” neutro, el aire, como un estado transmisor de cualquier posibilidad; e igualmente ha de suponer un estado de mayor densidad o alejamiento de su principio, a este corresponde el elemento agua, que llevado al máximo de su posibilidad de solidificación es el estado del elemento tierra.

Decíamos que los elementos se pueden ver como modalidades vibratorias de la materia, quizás sea más claro al recordar el sonido primordial que da origen a la Creación, si como se sabe el sonido se propaga por ondas, estas producen las vibraciones o alteraciones de la materia.

El Eter constituye la primera determinación o alteración de la materia indiferenciada, penetrada por el sonido inaudible, pertenece aún al dominio de lo inmanifestado y pertenece al Misterio. Es el inicio del movimiento en el que la esencia se polariza en substancia, en la Gran Madre, en un estado de potencialidad pura. De aquí que el Eter esté relacionado con la primera forma andrógina, (que como vimos es expresada geométricamente por el triángulo), utilizaremos en este caso el simbolismo de una esfera indefinida por su poder de expresar la totalidad.

Antes de todas las cosas fue Caos; y después Gea la de amplio seno, asiento siempre sólido de todos los inmortales (…); y después Eros, el más hermoso entre los Dioses Inmortales…9

En el paso de la quietud, del absoluto reposo, al movimiento, este aún es no-actuante, descrito como elemental y homogéneo. El Eter origina un tiempo y un espacio virtuales, un tiempo eterno y un espacio sin extensión, y a los otros elementos en un estado aún de indiferenciación, ya que como veíamos el punto contiene en sí todas las posibilidades de manifestación.

El Eter, que está extendido por todas partes, penetra al mismo tiempo el exterior y el interior de las cosas.10

El Eter es la quintaesencia de la tradición hermética, el cinco es el valor numérico de la letra , la segunda y cuarta letra del tetragramatón, la primera simboliza la cópula entre Hokhmah y Binah,11 y la segunda a Malkhuth, el receptáculo de las energías de todas la sefiroth. Siendo el estado virginal de la materia, es también su perfección, ya que no existe dualidad, aunque sea su origen. Si observamos los cuadros mágicos de los elementos, basados en el cuadrado natural de base 15, el número central que permanece fijo es el 5. Correspondería también según el simbolismo empleado anteriormente a 10,12 al centro del cuadrado y de la cruz, que geométricamente configura los cinco puntos que definen la estrella pentagramática, e igualmente está relacionado con el logaritmo pentagramático.

La separación del cielo y la tierra (lo vertical y lo horizontal) dentro de esa primera esfera primordial, constituye el inicio de la manifestación, y el inicio del movimiento, de la acción. Acción que legítimamente se dirige hacia la unión con el principio, efecto del Amor, una de cuyas manifestaciones es para nosotros la vida. Cualquier diferenciación de los elementos parte del Eter. Si decíamos que el Eter está relacionado con la polarización de la esencia en substancia, principios indivisibles, este estado “virtual” pasa a ser efectivo a través de la afirmación, en modo manifestado, de la Voluntad del Ser, lo que corresponde a la sefirah Hesed. En hebreo la palabra Unidad (Ehad) y Amor (Ahabah) tienen el mismo valor numérico, el 13, 1+3=4. Se trata de unir lo que está separado, y puesto que la polarización en dos principios, activo y pasivo, es de algún modo una negación del Ser, éste ha de afirmarse dando lugar al número cuatro, y que como decíamos anteriormente es el número que signa toda la Creación.

A modo de conclusión incluimos un fragmento de El simbolismo de la cruz, de René Guénon:13

“La naturaleza dual del “Arbol de la Ciencia” sólo se presenta a Adán en el momento mismo de la “caída”, ya que es entonces cuando se vuelve “conocedor del bien y del mal”. Es también entonces cuando se aleja del centro, que es el lugar de la unidad primera, a la que corresponde el “Arbol de la Vida”; y es precisamente “para guardar el camino del Arbol de la Vida” por lo que los 
Kerubim (los “tetramorfos”, que sintetizan en sí el cuaternario de las fuerzas elementales), armados con la espada flameante, son colocados a la entrada del Edén. Este centro se ha vuelto inaccesible para el hombre caído, tras perder el “sentido de la eternidad”, que es también el “sentido de la unidad”; y volver al centro, mediante la restauración del “estado primordial”, y alcanzar el “Arbol de la Vida”, es recuperar ese “sentido de la eternidad”. Por otra parte, es sabido que la propia cruz de Cristo se identifica simbólicamente con el “Arbol de la Ciencia”, de modo que éste, después de haber sido el instrumento de la “caída”, se convertiría así en el de la “redención”. Vemos que aquí se expresa la conexión de estas dos ideas de “caída” y “redención”, que son en cierto modo inversas una de la otra, y hay ahí una alusión al restablecimiento del orden primordial. En este nuevo papel, el “Arbol de la Ciencia” se asimila en cierto modo al “Arbol de la Vida”, al haberse reintegrado efectivamente la dualidad en la unidad.”

El Conocimiento se inicia con “una mirada primordial que el Ser efectúa en la Posibilidad del Sí Mismo al pronunciar el Fiat Lux”,14 lo que da lugar a la Creación, es análogo a la iniciación y supone la victoria de la luz sobre las tinieblas, o el nacimiento del sol dentro de la tierra. Beatriz Ramada


Sección Estudios Generales
Notas
SYMBOLOS: Arte - Cultura -Gnosis
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NOTAS
1 El empleo que aquí hacemos de un discurso “lógico”, es un mero recurso que está muy relacionado con nuestra mentalidad occidental. Tenemos presente, sin embargo, que la Verdad se revela en el corazón, y su lenguaje, la Poesía. Así ha sido para las culturas tradicionales que han expresado a través de símbolos, mitos y ritos el Misterio de lo que es inexpresable.
2 René Guénon, Los estados múltiples del Ser. Editorial Olañeta, 2006, pág. 44.
3 Con respecto a 10 = 1, citaremos a Federico González, en su libro ir al libro La Rueda en la página del autorLa Rueda, una imagen simbólica del Cosmos, pág. 29: “La unidad actúa como símbolo y conecta la unidad aritmética (que será generadora de la serie numérica) con la unidad metafísica, que también pudiera signarse con el cero aritmético.”
4 ir al libro La Rueda en la página del autorIntroducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS Nº 25-26.
5 René Guénon, La Gran Tríada. Editorial Paidós, 2004, pág. 42.
6 Los extremos de este eje vertical son un mismo punto, el alfa y el omega, el corazón de la Existencia Universal (o el huevo del mundo) cuyo ritmo, sístole-diástole, produce dos energías de expansión y concentración de las posibilidades del Ser. Por otro lado este eje vertical y las dos energías que lo recorren, ascendente-descendente, es el símbolo del caduceo del dios Hermes.
7 ir al libro La Rueda en la página del autorPrograma Agartha. Revista SYMBOLOS Nº 25-26.
8 Al hablar de condiciones nos situamos en el punto de vista de la sustancia, de aquí que nos interese el simbolismo matemático de 1 elevado a los cuatro primeros números naturales y al cero, ya que gracias a él podemos ver cómo la unidad, lo esencial, se mantiene fijo, mientras que es la potencia, la posibilidad, la que define su grado, 11 plano de Atsiluth, 12 plano de Beriyah, 13 plano de Yetsirah, 14 plano de Asiyah, 10 En Sof, entendido como la Posibilidad Infinita.
9 Hesíodo, Teogonía. Editorial Porrúa, pág. 4.
10 Cita de Shankaracharya en el artículo “Las condiciones de la existencia corporal” de René Guénon, incluido en Mélanges. Gallimard, París 1976.
11 Para los pitagóricos y para el taoísmo el 5 es el “número nupcial” en tanto que es suma del primer número par o femenino, el 2, y el primer número impar o masculino, el 3. La sefirah Hokhmah, signada por el número 2, es considerada el Padre, y Binah, signada por el número 3, la Madre. Una de las posibles explicaciones a esta aparente oposición es la separación cíclica entre nómadas y sedentarios.
12 El simbolismo del número 5 es análogo en lo microcósmico a 10 en lo macro-cósmico, ambos estarían relacionados con el principio substancial, el primero correspondería a la posibilidad indefinida y el segundo a la posibilidad infinita.
13 René Guénon, El simbolismo de la cruz. Editorial Olañeta, pág. 73 y 74.
14 José Manuel Río, ir al libro La Rueda en la página del autor“Simbólica de las Artes liberales”. Revista telemática SYMBOLOS.