Grabado del Magasin Pittoresque
 
APROXIMACION A LA SIGNATURA ASTRAL DE LA FILOSOFIA
EMILIO SAURA
2a. Parte
2. ¿Se puede hablar de un tema radical de la Filosofía? 
Si la Filosofía es un organismo cuyas potencialidades se desenvuelven a lo largo de la historia, debería de ser posible fijar el momento de su nacimiento, al menos con cierta aproximación. A este propósito, parece adecuado identificar dicho nacimiento con la "madurez" de Tales, a quien todos colocan en el origen del nuevo saber. Ahora bien, el momento en cuestión suele conectarse con el eclipse del 28 de mayo del año 585 a.C., anunciado por el propio Tales. El tema erigido para el instante de la lunación y para las coordenadas de Mileto es el que figura a continuación. 
 
Lunación de Tales
Lunación de Tales
 
¿Cómo interpretarlo? En primer lugar, se trata de la madurez de nuestro autor, o, para ser más exactos, del momento en que comenzamos a saber de él como fundador de la Filosofía. Con lo cual el tema nos indicará asimismo, junto con su pensamiento y personalidad filosóficos, la dirección fundamental en que se va a mover la Filosofía y sus aspectos básicos. 

Y es interesante observar, ante todo, la conjunción de Luna y Sol con el "Sol Negro", cuya entrada en Géminis considerábamos (junto con la posición del polo opuesto en Sagitario) como la "definición esencial" de la Filosofía. El 28 de mayo del 585 a.C., el "Sol negro" se encuentra todavía dentro del grado 29 de Tauro (28.37' exactamente), como correspondería a una fase introductoria: pues bien, ese es el carácter que se atribuye comúnmente a Tales y al pensamiento presocrático. Curiosamente, 81 años más tarde en el mismo día del mismo mes (28 de mayo) se produce el ingreso del "Sol negro" en Géminis, con lo que da comienzo la Filosofía propiamente dicha: Heráclito y Parménides, cuyo pensamiento florece en torno a esa fecha, son, entre los presocráticos, los más próximos a lo que el nuevo saber va a representar a continuación. 

Continuamos con el estudio de la lunación. Junto a ella encontramos asimismo al nodo ascendente, lo que le otorga una relevancia mucho mayor, pues este factor simboliza la fusión alma-espíritu en su vertiente activa. Ahora bien, al hallarse en conjunción con la pareja Sol- Luna la sitúa ante un umbral decisivo, máxime cuando ambos planetas forman a su vez conjunción con el "Sol negro", la trascendencia en la esfera del espíritu. El eclipse solar anunciado por Tales y asociado a su madurez y al principio de la Filosofía nos habla, por tanto, de una ocultación del espíritu por la psique, de un predominio de ésta última, a la vez que de una teorización del saber, máxime si tenemos en cuenta que dicho eclipse se produce en conjunción con el "Sol negro", es decir, con la pura distancia o trascendencia. Con lo cual la privación o el alejamiento de ese espíritu deviene todavía mayor. Y, si es verdad que el eclipse sólo dura un tiempo, resulta indudable que, tal como aquí aparece, representa uno de los riesgos permanentes del pensamiento de Tales y, con él, de la Filosofía. Por consiguiente, la lunación del 28 de mayo del 585 a.C. no puede disociarse de esa referencia, por más que simbolice el afrontamiento de la mente con el espíritu absoluto a través de la unión activa psique-espíritu (Luna en conjunción con nodo ascendente, Sol y "Sol negro"). 

Pasemos a la vertiente macrocósmica del tema. En el apartado dedicado a la metodología nos referíamos a los sectores derivados, de los que Sagitario constituye el "sujeto" o la personificación de la Filosofía. ¿Qué factores encontramos en el signo? Ninguno, pero sí al final de Escorpión, lo cual denota una próxima activación del sujeto de la Filosofía, si bien al nivel más elevado, el del eje del "Sol negro". Es el polo cuya posición se identifica con la del perigeo solar el que hallamos en el grado 29 de Escorpión. Por lo tanto, el espíritu absoluto en su presencia o inmanencia tiene ante sí una nueva etapa, cuyo comienzo es inminente. 

En cuanto a los regentes de Sagitario, Júpiter y Neptuno, ¿qué nos indican? El primero, situado en Géminis, alude al exilio del pensar filosófico, a una alteridad que se presenta como compañera ineludible, a un extrañamiento del otro mundo (el lugar propio de la Filosofía) en éste. El segundo, colocado en Aries, representa un impulso místico, una afirmación del pensar filosófico a través de sus frutos o creaciones. 

Si atendemos a las posiciones de los demás planetas, observaremos la presencia de Marte y Mercurio en Géminis, al igual que Júpiter. Mercurio, regente de Géminis (lo otro de la Filosofía) se halla a 2 grados de Júpiter, con lo cual queda de manifiesto la situación de éste último, exiliado de su posición natural y enfrentado al mundo de la proximidad. Géminis adquiere, pues, gran relevancia en el esquema macrocósmico (al fin y al cabo, Sol y Luna se encuentran en la divisoria entre Tauro y Géminis), lo que denota un acercamiento del otro mundo a éste, uno de los temas básicos del filosofar. 

El otro signo especialmente importante es Aries, es donde Neptuno, el otro regente de la Filosofía, viene acompañado por Venus y Urano, es decir, el impulso místico se asocia al pensar empático y la intuición reactiva. A diferencia del complejo planetario de Géminis, que subraya la alteridad del pensar filosófico, los planetas de Aries potencian, por así decirlo, la mismidad. 

¿Cuál es, desde la óptica macrocósmica, el origen de la Filosofía? Puesto que el sector IV es Piscis, cabe hablar de un ámbito místico como el "humus" donde crece la Filosofía, una esfera de experiencia pasiva de la totalidad del universo, una vivencia del "Todo está en todo" hermético quizá necesitada de una puesta a prueba y de una involución fecunda que incorpore la racionalidad olvidada. Los gobernantes del signo, Júpiter y Neptuno (los mismos que en el caso de Sagitario, aunque polarizados diferentemente), ayudan a completar el cuadro. El segundo actúa como un apoyo o una materialización del origen; el primero profundiza en los orígenes y nos los presenta como algo que lleva en sí la tensión entre mística y racionalidad. Con lo cual el proyecto filosófico no aparece simplemente como desarraigo de un principio radicalmente diferente y opuesto, sino como un sacar a la superficie algo que estaba ya implícito en el origen. 

En cuanto al destino de la Filosofía, su significación en el mundo, su misión universal, aparece en conexión con el signo de Virgo, el de la racionalidad concreta y globalizadora. Dado que el regente, Mercurio, se encuentra en Géminis, podemos decir que el destino del filosofar se manifiesta y realiza en la comprensión de la alteridad. Por doquier aflora la necesidad de una involución: la encontramos igualmente en la posición de Plutón en Tauro (sector VI del macrocosmos), la cual supone el destierro de su lugar natural, Escorpión. Es la integración de lo excepcional en el ámbito de la cotidianidad. 

¿Qué decir del eje de la "Luna negra"? El lado del apogeo lo encontramos en Escorpión, lo que se interpreta como una distancia psíquica referida a la irracionalidad, que escapa a la actividad filosófica más habitual. El otro polo se halla en Tauro, lo que vincula la inmanencia anímica a la cotidianidad filosófica. 

Veamos, por último, la posición del eje nodal. Su polo descendente se halla en los últimos grados de Escorpión, la XII macrocósmica: unión alma-espíritu en la exterioridad y en el ámbito de lo extraordinario. El polo ascendente se sitúa en los últimos grados de Tauro, lo que significa el vínculo psique-espíritu en la interioridad y en la esfera de lo cotidiano. 

Si pasamos ahora el plano microcósmico y aplicamos el esquema de las casas derivadas, nos encontramos con que el sector IX, el sujeto de la Filosofía, se define por el signo de la Balanza, la mesura o el equilibrio. Como signo cardinal, pone el énfasis sobre el ser, y como perteneciente a la triplicidad aérea, señala la primacía de lo mental. El planeta gobernante, Venus, se sitúa en Aries, el signo de su destierro, lo que nos remite a la alteridad. El sextil a Mercurio y Júpiter indica una armonía entre la experiencia de la alteridad macrocósmica y la microcósmica. Por otra parte, el encuadernamiento de Venus entre Urano y Neptuno da a entender un vaivén entre la intuición reactiva y el impulso místico; además, puesto que Neptuno es uno de los regentes macrocósmicos de la Filosofía, cabe referirse a la conjunción entre la vertiente microcósmica del filosofar y la macrocósmica. Y así, en el tema que nos ocupa, el pensar empático y el impulso místico constituyen las dimensiones básicas del filosofar, que se muestra como esencialmente referido a la alteridad. 

Examinemos las cosas más relevantes. Los orígenes de la actividad filosófica vienen marcados por el Sagitario (IV de la IX), que alude al ámbito de la lejanía, de la trascendencia; sus regentes, Júpiter y Neptuno se hallan, el primero en destierro y en el sector del pensamiento (la IX de la IX, algo así como el núcleo del pensar), lo que establece un vínculo entre el origen y la trascendencia; el segundo, en el sector del no-yo, objeto o mundo, lo que crea una relación entre el "humus" de la Filosofía y lo que no es ella. 

La alteridad del filosofar (VII de la IX) se encuentra en el signo Aries, cuyo gobernante, Marte, se sitúa en Géminis y en el sector del destino: por tanto, conexión entre alteridad y universalidad, algo que ya aparecía en el plano macrocósmico, antes analizado. 

Por último, la misión universal, el destino del pensar filosófico (la X de la IX) se relaciona con Géminis, en donde se encuentra Mercurio, junto con Marte, lo que se interpreta como una elevación de la alteridad de la esfera del destino. 

Hay que señalar, además, dos cosas: la primera, que la lunación acontece en el sector conectado con el núcleo del pensamiento (IX de la IX); la segunda, que los tres ejes ("Sol negro", "Luna negra" y nodal) afectan a los sectores II y VIII (si bien el del "Sol negro" es fronterizo de III y IX): importancia de la dialéctica vida-muerte o apego-desapego, siempre en relación con la mismidad filosófica. Por otro lado, la relevancia del entorno y del núcleo (III y IX de la IX respectivamente) deviene patente si atendemos a la proximidad del eje del "Sol negro". Aquí, la inmanencia del espíritu absoluto se vincula al entorno, en tanto que la trascendencia se asocia a la lejanía; es como si la experiencia de la cercanía del espíritu, a fuerza de ser algo familiar, necesitase ser contemplada desde lejos e intensificada desde la trascendencia. 

Comparemos ahora los resultados de nuestro análisis con las líneas básicas del pensamiento de Tales, según las noticias que de él nos han llegado. Se habla de Tales como el primer investigador de la naturaleza en Occidente, pero no en el sentido que después adquirirá el término (la "ciencia natural"), sino en una aceptación en la que aún no aparece la distinción entre "filosofía natural" y "ciencia natural": una y otra son indisociables. Por otra parte, el principio de todo no se encuentra aquí vinculado a fuerzas personales, a personificaciones, al menos en el sentido que les otorga la mitología. En efecto, la frase atribuida a Tales ("Todo está lleno de dioses") parece que hay que interpretarla más bien desde una óptica hilozoísta, es decir, según la concepción de que la materia era viviente. 

Como es sabido, Tales afirmaba que todo procede del agua, lo cual implica (conscientemente o inconscientemente) la idea de la unidad de todas las cosas. Así la pregunta "¿de dónde procede todo?", clave para el saber que ahora emerge, recibe una primera respuesta. Y, aunque las generaciones anteriores ya se habían hecho esa pregunta, contestándola, bien es verdad, desde perspectivas místicas, el pensamiento de Tales toma otros derroteros, como señala Wilhem Capelle en su Historia de la Filosofía Griega (Ed. Gredos, 1981, pp. 22-25). En lugar de preguntarse ¿Cómo de este principio se ha formado el mundo presente?", el interrogante es: "¿Qué fue, o más bien, qué es el principio?" Tras el cambio de los fenómenos, que nos muestra la vida de la naturaleza en las diversas estaciones, el florecer y el marchitarse, el morir y el nacer, se oculta un principio común a todas las cosas e invariable en su propia esencia. De manera embrionaria percibimos aquí la idea de una causa primera de todo lo real, algo que será designado en Aristóteles con la palabra arjé, que primeramente sólo significó "principio", en el sentido de origen primero de todas las cosas; ahora bien, ese origen se caracteriza por no tener a su vez ningún principio. Y así lo explica Aristóteles en su Metafísica, al hablar del pensamiento jónico. A aquello de donde todo ente tiene su origen y a donde todo vuelve cuando perece, permaneciendo la sustancia (ousía) y variando sólo sus estados, a eso mismo lo consideran como el elemento y el origen primero de todo. Nada nace ni perece en una naturaleza tal (sea una o varias): de ella nacen las demás cosas, mientras que ella misma perdura y continúa siendo siempre lo que es. 

La idea de la unidad de todas las cosas subyacentes al nuevo saber cabe asociarla al signo Sagitario, que apunta a una concepción global del mundo, a una consideración intelectual de la totalidad de lo real que tiene justamente como contrapolo la visión de las cosas como otros tantos elementos aislados o separados entre sí. Y son los planetas Júpiter y Neptuno los encargados de llevar a efecto esa actitud, operación sobre la cual los datos históricos no nos suministran mayores precisiones. Lo cierto es que la posición de Júpiter en Géminis aludía a una toma de conciencia de la condición aislada o fragmentada de las cosas, en tanto que la de Neptuno en Aries denotaba un impulso místico y globalizador que se manifiesta como una afirmación de la tendencia filosófica originaria simbolizada por Sagitario. Ahora bien, la posición de Marte (dispositor de Neptuno) en Géminis conectaba asimismo el impulso místico con el ámbito de la dispersión o separación de las cosas. 

¿Cómo explicar astrológicamente la doctrina de Tales según la cual todo procede del agua? Veamos en primer lugar en qué consiste el núcleo de esta teoría. La IX a partir de Sagitario es Leo, que apunta a una irradiación, a un dinamismo, a una energía que se expande y de donde todo procede. Es el Sol el portador de dicho poder o energía. Pues bien, el Sol se halla en conjunción con la Luna, ligada al elemento "agua", que deviene uno con la energía primordial. Si, además, tenemos en cuenta la conexión de uno de los planetas de la Filosofía, Neptuno, con el elemento "agua" (no en vano es también el regente de Piscis), no es de extrañar la doctrina de Tales. Y es curioso constatar la presencia de Plutón (gobernante del signo restante, Escorpión) en Tauro, sector VI de la Filosofía (la vida cotidiana). Por otra parte, si acudimos al tema del eclipse, en el que la IX designará a la Filosofía, observaremos tres factores básicos conectados con el agua: Venus, el pensar empático que define aquí al filosofar, se encuentra en conjunción con Neptuno; el mismo Venus, dispositor de la Luna; Plutón dispositor de la "Luna negra", oposición de ella. Hay, pues, multitud de factores que dicen relación al elemento "agua". 

Profundicemos un poco más en la noción de arjé o "principio". Antes lo relacionábamos con Leo (la IX de Sagitario), cuyo gobernante es el Sol. Ahora bien, si asignamos regencias a los dos polos del eje del "Sol negro", nos encontramos con que el situado del lado del apogeo gobierna a Acuario, mientras que el opuesto tiene su domicilio en Leo. Y así, este último factor vendrá a simbolizar el dinamismo del "principio" o su presencia activa en todos los fenómenos. Pues bien, en el tema que nos ocupa el perigeo se sitúa al final de Escorpión, lo cual se lee: el núcleo de lo real en su plena presencia se aproxima al punto de su autoconciencia, que alcanzará en el año 504 a.D., como señalábamos antes. No en vano hablamos de una época propedéutica y de transición: lo primero, porque el pensamiento de la mayoría de los presocráticos constituye un puente entre una cierta forma de "sofía" y lo que, desde Pitágoras, llamamos en Occidente Filosofía. 

Hasta el momento sólo nos hemos referido al "principio" en lo que tiene de presencia, plenitud, permanencia. ¿Y la otra dimensión, la capacidad para "oscurecerse", soportar cambios acoger en sí la distancia y la privación? Si consideramos que el "Sol negro" propiamente dicho, el punto cuya posición se identifica con el apogeo tiene a Acuario por domicilio, asociaremos a este signo (y a sus regentes, Urano y Saturno) con la vertiente privativa o distante de ese mismo principio. Por consiguiente, el principio tiene dos caras: la que subraya la constancia, la presencia, la permanencia, el ser, y la que se refiere a la privación, el vacío, la no permanencia, el cambio, la alteración. 

Ya hablamos más arriba de la posición del perigeo. En cuanto al apogeo, se sitúa al final de Tauro, de manera que es inminente el ingreso de Géminis, con lo que eso significa de alteridad. Pues bien, si el factor de presencia o plenitud se sitúa en Sagitario, el de privación, ausencia o distancia aparece en el opuesto, Géminis. Pero, en ocasiones, hemos visto cómo este signo agrupa a varios planetas, entre ellos a Júpiter, gobernante de Sagitario. ¿Qué quiere decir esto? Que el impulso filosófico se caracteriza por una salida de la mismidad hacia su contrario, la alteridad, un abandono de la presencia y un deseo de comprender la ausencia, un descenso desde el reino lejano de la plenitud para encararse en el ámbito de la proximidad, marcado por el vacío, la privación, la dispersión. 

Todo ello lo percibimos ya en el tema del eclipse anunciado por Tales y vinculado a la madurez de su pensamiento, por más que los datos que sobre él poseemos no resulten demasiado explícitos: con todo, la idea de que el agua es el principio de todas las cosas surge de una nueva actitud mental cuyo punto de partida es el mundo de la naturaleza y sus cambios, el cual se experimenta como un ámbito escindido y, por consiguiente, necesitado de fundamentación. La lunación del 28 de mayo del 585 a.C., que tiene lugar en conjunción con el "Sol negro", no hace sino poner de manifiesto la nueva experiencia de las cosas. Por otra parte, el encuadernamiento de Venus por Urano y Neptuno al que aludíamos más arriba señala que el pensar empático representado por Venus se vincula, de un lado, a una dimensión mística (el sujeto de la Filosofía) y, de otro, al reconocimiento de una distancia (Urano, regente de Acuario, en el cual tiene también su domicilio el "Sol negro", símbolo de distanciamiento y ausencia). Se trata, pues, de un nuevo horizonte, que queda reflejado por las configuraciones indicadas y en el que quizá conviene profundizar a la vista de otro tema importante como es el vernal del mismo año 585 a.C. 

 
Vernal del 585 a.C.
Vernal del 585 a. C.
 
El tema en cuestión se refiere lógicamente a las líneas maestras del pensamiento durante un año, a contar desde el 27 de marzo del 585 a.C., y reflejará los parámetros esenciales que concurren en el nacimiento de la Filosofía. 

Examinemos en primer lugar el esquema macrocósmico. Encontramos a Júpiter, primer gobernante de Sagitario (la Filosofía en su mismidad), al final de Tauro, en conjunción con el Sol negro y la "Cabeza del Dragón": por consiguiente, la mismidad filosófica en el ámbito de la alteridad sirve de canal al polo de la dispersión y de la distancia, a la vez que se sitúa en el punto de unión ascendente entre el alma y el espíritu, el cual actúa de puente entre la subjetividad filosófica y la esfera trascendental del cambio, la privación, la separación. 

En cuanto al otro regente de Sagitario, Neptuno, se halla en Aries, el sector de la creatividad filosófica: el impulso místico se afirma sin dificultad. Por otra parte, la conjunción de Neptuno con el perigeo lunar da a entender una alianza entre la vertiente mística de la subjetividad filosófica y la dimensión inmanente o presencial del alma. El cuadro se completa si consideramos que Neptuno es el dispositor de Mercurio, situado en Piscis: la subjetividad mística de la Filosofía es capaz de asumir la alteridad, una alteridad conectada con el "humus" en que brota el filosofar. Percibimos, por tanto, un doble movimiento: uno, horizontal, que afecta a Júpiter (la subjetividad englobante), desplazándolo hacia la esfera de la alteridad (la objetividad inmediata); otro, vertical, referido a Mercurio (de un lado, la alteridad, como gobernante de Géminis; de otro, la universalidad, el destino, como regente de Virgo), que lo sitúa en el ámbito de los orígenes, marcado por la impronta mística. El recorrido es casi circular: la subjetividad filosófica, que sale de sí a través de Júpiter, retorna a sí mediante Neptuno. 

En relación con Piscis haremos una constatación curiosa: los orígenes del pensar filosófico se relacionan con un signo acuático; no es de extrañar, por tanto, que la doctrina del primer filósofo del que tenemos noticia gire en torno al agua. En último extremo, todo surge del agua, vuelve a ella y se reduce a ella. El agua aparecería entonces como uno de los factores asociados a Piscis; a lo largo de la historia de la Filosofía se han desarrollado otro muchos, pero todos pueden englobarse bajo idéntico simbolismo. De este modo, podemos decir que la Filosofía "es" Tales y, al mismo tiempo, no lo es. Y permite comprender simultáneamente la identidad y la diferencia en el símbolo. 

Veamos ahora cual es el núcleo del pensar en Tales y, con las distinciones arriba señaladas, el de la Filosofía. Tal núcleo vendrá expresado por Leo, su regente y los planetas localizados en el signo. El sol, en 0- Aries, subraya la importancia de creación filosófica, que se presenta como una plasmación directa de aquel núcleo. La conjunción Sol-Urano denota el matiz desde el que la Filosofía se hace cargo de lo que constituye su esencia: justamente desde un pensar intuitivo que parte de la constatación de una distancia. Además, la posición de Saturno en Leo introduce otro matiz: el núcleo de lo real aparece como algo estructurado, pero difícilmente accesible a un pensar esquematizador o sistemático, a no ser que vaya aliado a la intuición. También hay que decir que el proyecto de sistematización viene obstaculizado por la posición de Saturno en cuadratura con el eje de la "Luna negra" (la tensión entre distanciamiento mental y proximidad): el intento peca por defecto o por exceso. 

Un punto a destacar es la posición de la Luna en Acuario, sector III de la Filosofía, lo que da a entender una tematización del "agua", la cual se confirma en el plano macrocósmico: en efecto, la Luna se encuentra en IX (la mismidad), en conjunción con Venus, que ya en el tema del eclipse aparecía conectada con la IX, situada en Libra. Nuevamente se trata aquí del pensar empático, esta vez relacionado con la Luna, que representa el "agua", pero también la plasticidad. Por su parte, el dispositor de Venus, Urano, aporta algunos matices: el pensar empático y plástico se halla dominado por la intuición, la cual es el distintivo de un distanciamiento, lo otro de la Filosofía, aquello de lo que siempre se hace cargo. Y, puesto que Urano está en conjunción con el Sol y en el sector II, cabe pensar en un poder de sintetizar los contrarios, a saber, el núcleo inmanente del ser, su aspecto inalterable, y la dimensión cambiante. Al mismo tiempo, Urano en trígono con Saturno denota una alianza entre la intuición distanciadora y el pensar esquemático, él mismo en dificultades (Saturno exiliado en Leo) para comprender el núcleo originario del Ser y su constante presencia, que, por lo demás, aparece aquí como la alteridad del pensar filosófico vuelto a los fenómenos, a lo que se manifiesta. 

Otro punto a considerar es la posición de la "luna negra" en el sector IX del microcosmos, el que aparecía en relación con la mismidad en el tema del eclipse. ¿Qué significa dicha posición? Algo así como la privación o la distancia en el ámbito psíquico, una capacidad estructurante y objetivadora que define a la Filosofía en su núcleo más profundo. Bien es verdad que la cuadratura a Saturno disminuye tal capacidad. 

En cuanto al destino o la misión universal de la Filosofía, casi coincide con el signo de Sagitario. Y se refuerza por la presencia del perigeo solar y del nodo ascendente: el primer factor es presencia, plenitud, permanencia en la esfera del espíritu absoluto; el segundo representa la unión exterior alma-espíritu, que nos procura el acceso a aquella. Es una experiencia pasiva de lo que hemos llamado la inmanencia del espíritu absoluto, el factor más abarcante. El destino del pensamiento de Tales y de la Filosofía sin más se manifiesta, pues, como una universalización de la presencia o de la permanencia, a la cual sólo cabe acceder de manera pasiva. Al fin y a la postre, si la salida hacia lo otro tenía un carácter activo, es lógico que la contrapartida se distinga por su pasividad. 

En lo que se refiere a los cimientos de la Filosofía, la conjunción de Júpiter con el "Sol negro" y la "Cabeza del Dragón" es definitoria: simboliza la subjetividad en su salida de sí y en su asunción de la alteridad, un exilio que afronta la dimensión separativa del espíritu absoluto a través de la unión ascendente alma-espíritu. Puesto que Júpiter ocupa la cúspide de la IV, podemos hablar de un verdadero descensus ad inferos. Sin embargo, semejante tránsito no lo sufre la subjetividad filosófica como una caída en la exterioridad, sino más bien a la manera de una acción consciente y meditada. Se manifiesta aquí una vertiente esencial del filosofar que mucho más tarde comenzará a ser tematizada de un modo continuado en la fenomenología de Husserl. Anteriormente nos referíamos al "agua" de Tales como uno de los niveles a que puede ser interpretado el origen de la Filosofía. Hemos de añadir algo: su universalidad. En todas las culturas y religiones aparece el agua como símbolo de la plasticidad, pero también de la movilidad y del cambio y, en definitiva, de la "materia prima" o del "caos primordial", como quiera que se entienda. Vistas así las cosas, el "agua" de Tales bien puede interpretarse astrológicamente como un avatar del "Sol negro", quedando con ello elevada al plano más global de la realidad. En las diferentes escuelas o corrientes filosóficas se manifestaría de diversas formas, todas ellas inteligibles a partir del mencionado simbolismo, del que constituirían otras tantas variaciones o ilustraciones. Pero veamos lo que nos dice al respecto el tercer tema. 
 

 
Sol en Sagitario (585 a.C.)
Sol en Sagitario (585 a.C.)
 
En el plano macrocósmico nos encontramos con que la mismidad filosófica (Sagitario) queda matizada por la conjunción Sol-Mercurio, lo que la pone en conexión con el núcleo de la Filosofía (significado por Leo, cuyo regente es el Sol), pero también con la alteridad (marcada por Géminis y su gobernante, Mercurio). De esta manera, en la Filosofía quedan integradas su dimensión más profunda y su vertiente exterior u objetiva. Y si en el tema del eclipse encontrábamos a Mercurio en Géminis, dominando el ámbito de la proximidad o inmediatez, aquí lo hallamos en el signo opuesto, como para significar la asunción de lo próximo en la lejanía, de la alteridad en la mismidad. Por eso ambos temas resultan complementarios y nos muestran las dos facetas del filosofar y el doble movimiento de vaivén que lo caracteriza: de la abstracción a la concreción y viceversa, de lo universal a lo inmediato y retorno. Trasladado a la concepción de Tales, hablaríamos de un exilio de los entes en el mundo y de su retorno al origen, al "agua" primordial. Es decir, el "agua" exteriorizada sería la dispersión, la pluralidad de las cosas del mundo, en tanto que la mismidad del "agua" se caracterizaría por un estado de unidad y de permanencia. Polos que, como decíamos más arriba, podríamos atribuir a los dos extremos del "Sol negro". 

Pero definamos un poco más la subjetividad. Júpiter en Cáncer, signo de su exaltación, nos permite concluir que la cuadratura a Urano da a entender una tensión entre la mismidad y el ámbito de la dispersión: no en vano ese planeta rige al sector III. Y, como toda tensión, es creadora de conciencia. En este caso, a través del contraste entre una subjetividad que pugna por afirmarse y el entorno. En cuanto a Neptuno, se encuentra en Aries y en oposición con Marte, lo que se interpreta como una dificultad para desarrollar el aspecto místico de la Filosofía. 

Otro punto a considerar, esta vez en conexión con el núcleo del filosofar, es la posición de Saturno en Leo y en cuadratura con el eje nodal: conflicto entre la capacidad estructurante y la unión alma-espíritu. 

El tema del ingreso solar en Sagitario hace aflorar, por tanto, una serie de contrastes que no se manifestaban en los anteriores y que tienen que ver con aspectos fundamentales de la Filosofía. Lo más notable es la gran concentración de planetas y ejes en torno al primer grado de Sagitario y Géminis: Sol, Venus, Mercurio, los ejes del "Sol negro" y de la "Luna negra". El núcleo del ser, el ámbito de la inmediatez, el equilibrio de los contrarios, junto con la autopresencia del espíritu y la distancia en el seno de la psique quedan modulados por el Sagitario. Con la particularidad de que los dos últimos factores se sitúan en un mismo grado, el 29 de Escorpión, conjunción que pone en relieve la intensidad de la actitud filosófica y su carácter radical. De lo que se trata, en definitiva, es de un afrontamiento alma-espíritu, inmediatez-lejanía, individualidad-trascendentalidad, parcialidad-globalidad, por desarrollar de alguna manera el simbolismo y a sabiendas de su riqueza inagotable. 

Examinemos ahora el aspecto microcósmico. La IX, o sea, la I de la Filosofía se halla en Capricornio, lo que se interpreta como un pensamiento más "terrestre", más concreto que el que afloraba en los anteriores temas. Saturno en Leo y en el sector VIII significa una mentalidad sistemática que se desarrolla con dificultad y se pone a prueba, ya que forma cuadratura con el eje nodal, el de la unión alma- espíritu. Nos hallamos ante un pensar enfrentado a la trascendentalidad, la cual se presenta como una tarea no imposible, pero sí extremadamente ardua. No obstante, el núcleo de lo real, caracterizado aquí por el signo de Virgo y su regente, Mercurio, se presenta como algo accesible, como una ocasión para elevar la mente a otras consideraciones más profundas que enlazan con intuiciones básicas de una sabiduría tradicional. Lo que en el plano macrocósmico aparecía como el factor decisivo (la conjunción Sol, Venus, Mercurio, "Luna negra", "Sol negro") queda aquí ligado a otro aspecto de la Filosofía, a su dimensión más honda, conectada con una intersubjetividad superior (XI de la IX), así como con la inclinación "instintiva" de la mismidad (V de la IX). Es en ambos sectores donde se deja sentir la conjunción entre los extremos del alma y del espíritu (ejes del "Sol negro" y de la "Luna negra"). 

Los planetas Júpiter y Neptuno son en el plano microcósmico los regentes de las casas III (la mente concreta, el entorno) y XI (el acceso a la intersubjetividad, al ámbito de los "tutores"), cada uno a su nivel. El primero se encuentra en el sector VI, lo que establece una conexión con la cotidianidad; a Neptuno lo hallamos en el IV, lo que nos remite a los orígenes o cimientos de la Filosofía. 

Así, los tres temas astrales analizados nos muestran diferentes aspectos del nacimiento del nuevo saber. El de la lunación nos habla de la madurez del padre de la Filosofía, describiendo los supuestos de los que arranca su doctrina, así como los motivos fundamentales de la misma. El tema vernal se refiere al desarrollo del pensamiento para el año en que empieza a manifestarse la Filosofía. El del ingreso solar en Sagitario hace aflorar algunos aspectos específicamente filosóficos o tematiza la actividad filosófica en un momento cósmico de especial intensidad. 

Quedan así reflejadas las circunstancias cósmicas del origen del nuevo saber y, por consiguiente, los elementos básicos que luego se desarrollarán a partir del germen en que aparecen por vez primera: la doctrina de Tales. Y, de la misma manera que el "agua" se presenta como el "principio" de todas las cosas, el arjé, las demás teorías filosóficas vendrán a ser otras tantas ilustraciones o variaciones de ese "principio" o, para ser más exactos, diversos niveles de interpretación de un mismo símbolo. Reducido a su última raíz, ese símbolo no es otro que el del eje del "Sol negro", cuyos extremos constituyen justamente los dos polos del "espíritu absoluto": presencia-ausencia, plenitud-privación, inmanencia-trascendencia, proximidad-lejanía, permanencia-cambio, mismidad-alteridad y así sucesivamente. Evidentemente, semejante símbolo vendrá modulado y matizado por otros muchos: el eje de la "Luna negra", el nodal, el eje Sagitario- Géminis, el eje "mediador" Virgo-Piscis, aparte de las polaridades planetarias más importantes, que traducen en el plano dinámico lo que otras denotan estáticamente. 

Veremos jugar todo ese registro en los hitos básicos de la historia, en donde las atmósferas creadas por el eje del "Sol negro" a su paso por los distintos grados zodiacales quedarán matizadas por los demás factores y elementos, en sus relaciones mutuas y en los aspectos que irán formando con el eje antes citado. Y el quehacer de la historia de la Filosofía será justamente el de ilustrar tales conexiones mediante la exposición de los problemas esenciales de que parte cada sistema filosófico y de las soluciones a que llega. 

 
Athanasius Kircher, 
Amsterdam 1671
 
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