SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 
 
BUDISMO
III. La Doctrina (fin)
ANANDA K. COOMARASWAMY
Antes de preguntarnos lo que significa esto, observemos que sobrenatural no implica innatural, y que sobreesencial tampoco implica inesencial; y que no sería científico decir que tales logros son imposibles, a menos de que uno haya hecho el experimento de acuerdo con las disciplinas que se prescriben y que son perfectamente inteligibles. Llamar a estas cosas «milagrosas» no es decirlas «imposibles», sino sólo «maravillosas»; y como hemos dicho antes, siguiendo a Platón, «La Filosofía comienza en lo maravilloso». Además, debe comprenderse claramente que el Buddha, como otros maestros ortodoxos, no da ninguna importancia a estos poderes, que desaprueba fuertemente un cultivo de los poderes por los poderes mismos, y que, en cualquier caso, prohibe su exhibición pública por los monjes que los poseen. «Ciertamente», dice, «yo poseo estos tres poderes (ṛddhi) de moción a voluntad, de lectura de la mente, y de enseñanza; pero no puede haber ninguna comparación entre las dos primeras de estas maravillas (pratihārya), y la maravilla de mucho mayor alcance y muchísimo más productiva de mi enseñanza».134 Así pues, nos será más provechoso preguntar lo que implican tales maravillas, o las maravillas de Cristo, que preguntar si tales maravillas tuvieron lugar «realmente» en alguna ocasión dada;135 de la misma manera que, en la exégesis de otros cuentos de héroes, será mucho más útil preguntar lo que significan las «botas de siete leguas» y los «gorros de invisibilidad», que observar que no pueden comprarse en los grandes almacenes.  

En primer lugar, observamos que en los contextos brahmánicos, la omnisciencia, particularmente de los nacimientos, es un predicamento de Agni (jātavedas), el «Ojo en el Mundo», e igualmente del Sol «omni-vidente», el «Ojo de los Dioses»; y ello es así por la misma buena razón de que estos principios consubstanciales, son los poderes catalíticos aparte de los cuales no puede haber ningún nacimiento; y observamos además, que el poder de moción a voluntad, o lo que es la misma cosa, de moción sin locomoción, es un predicamento en los libros brahmánicos, del Espíritu o el Sí mismo Universal (ātman) por una parte, y de los seres liberados, conocedores del Sí mismo y asimilados al Sí mismo, por otra. Una vez que hemos comprendido que el Espíritu, el Sí mismo y Persona solar y universal, es una omnipresencia atemporal, se reconocerá que el Espíritu, por hipótesis, está naturalmente poseído de todos los poderes que se han descrito; el Espíritu es el «conocedor de todos los nacimientos» in saecula saeculorum, precisamente porque él es «donde todo dónde y todo cuándo tienen su foco», y porque está, indivisiblemente presente, tanto en todos los devenires pasados, como en todos los devenires futuros;136 y por el mismo motivo, encontramos que también se le llama «Providencia» (prajñā) o «Providencia Compendiosa» (prajñāna-ghana); y ello es así por la misma buena razón de que su conocimiento de los «eventos», no se deriva de los eventos mismos, sino que son los eventos los que se derivan de su conocimiento de sí mismo. En todos los libros brahmánicos los poderes que se han descrito son los del Señor: si el Comprehensor puede cambiar su forma y moverse a voluntad, es «de la misma manera en que Brahma puede cambiar su forma y moverse a voluntad»;137 es el Espíritu, finalmente el Sí mismo solar (ātman), quien, aunque él mismo es inmutable, sin embargo adelanta a todos.138 Todas estas cosas son poderes del Espíritu y de aquellos que son «en el Espíritu»; y si el más grande de todos estos milagros es con mucho el de la enseñanza, eso equivale a decir simplemente con San Ambrosio que «Todo lo que es verdadero, por quienquiera que se haya dicho, es del Espíritu Santo».139 Si los «signos y maravillas» se descartan tan a la ligera, no es porque sean irreales, sino porque la que pide un signo es una generación mala y adúltera.  

El Buddha se describe a sí mismo como incognoscible (ananuvedya) aquí y ahora; ni los Dioses ni los hombres pueden verle; aquellos que le ven en una forma o que le piensan en palabras no le ven en absoluto.140 «Yo no soy sacerdote ni príncipe ni marido ni nadie en absoluto; yo voy errante en el mundo, un Nadie instruido, sin contaminar por las cualidades humanas (alipyamāna…mānavebhyaḥ); es inútil preguntar mi nombre de familia (gotra)».141 No deja ninguna huella por la que pueda ser rastreado.142 El Buddha no puede ser aprehendido por otro que sí mismo, y no puede decirse de esta Persona Supernal (parama-puruṇa), que, después de la disolución del cuerpo y del complejo psíquico, él deviene o no deviene, y tampoco pueden afirmarse o negarse de él estas dos cosas; todo lo que puede decirse es que «él es»; preguntar qué o dónde es sería fútil.143 «El que ve la Ley (dharma) me ve»;144 y por eso es por lo que, en la iconografía antigua, al Buddha no se le representa en la forma humana, sino por símbolos tales como el de la «Rueda de la Ley», de la cual él es el movedor inmanente. Y así es como era enteramente en los libros brahmánicos, donde Brahma, que no tiene nombre personal ni nombre de familia145 y que no puede ser rastreado, es el Espíritu (ātman) que jamás deviene alguien -¿Quién conoce donde es este Brahma?-146 el Sí mismo interior que es incontaminado,147 el Sí mismo supremo, del que no puede decirse nada verdadero (neti, neti), y que no puede aprehenderse excepto por el pensamiento «Ello es». Ciertamente, es con referencia a ese principio inefable por lo que el Buddha dice que: «Hay un innacido, un indevenido, un inhecho, un incompuesto, y si no fuera por ese innacido, indevenido, inhecho, e incompuesto, no podría mostrarse ninguna vida de escape del nacimiento, del devenir, de la hechura, y de la composición»;148 y nosotros no vemos lo que ese «innacido» puede ser, excepto «Ese» Espíritu (ātman) in-animado (anātmya) aparte de cuyo ser (sat) invisible no podría haber vida en ninguna parte.149 El Buddha niega llanamente que haya enseñado nunca la cesación o la aniquilación de una esencia; todo lo que él enseña es la puesta de un fin al sufrimiento.150  

En un famoso pasaje de las Cuestiones de Milinda, Nāgasena usa el antiguo símbolo del carro para quebrar la creencia del Rey en la realidad de su propia «personalidad».151 Apenas necesitamos decir que en toda la literatura brahmánica y budista (así como también en Platón y en Filón)152 el «carro» representa el vehículo psico-físico, vehículo como el cual o en el cual -según nuestro conocimiento de «quien somos»- vivimos y nos movemos.153 Los caballos son los sentidos, las riendas sus controles, la mente el cochero, y el Espíritu o el Sí mismo real (ātman) el auriga (rathī),154 es decir, el pasajero y propietario, que es el único que conoce el destino del vehículo; si se permite que los caballos se desboquen con la mente, el vehículo se extraviará; pero si se les doma y se les guía con la mente, de acuerdo con su conocimiento del Sí mismo, el Sí mismo volverá a casa. En nuestro texto budista se recalca con fuerza que todo lo que compone el carro y el equipamiento, a saber, el cuerpo-y-alma, está desprovisto de toda substancia esencial; «carro» y «sí mismo» son sólo los nombres convencionales de agregados compuestos, y no implican existencias independientes ni distinguibles de los factores que los componen; y de la misma manera que a una confección se le llama «carro» por conveniencia, así, a la personalidad humana debe llamársele un «sí mismo» sólo por conveniencia. Y de la misma manera que la expresión repetida «Eso no es mi Sí mismo», se ha malentendido tan a menudo en el sentido de que «No hay ningún Sí mismo», así, el análisis destructivo de la personalidad vehicular, se ha tomado en el sentido de que no hay ninguna Persona. Se protesta de que «se ha omitido al auriga».155 

La realidad es que no se dice nada a favor o en contra de la presencia imperceptible, en el vehículo compuesto, de una substancia eterna distinta de él, y una y la misma en todos los vehículos. Ciertamente, Nāgasena, que se niega a considerarse como un «alguien», y que mantiene que «Nāgasena» no es nada sino un nombre para el agregado inconstante del fenómeno psico-físico, podría haber dicho de sí mismo: «Vivo, pero no "yo", sino la Ley en mí». Y si tomamos en consideración otros textos pali, encontraremos, ciertamente, que se da por establecido un auriga, y quien y lo que él es, a saber, uno que «jamás ha devenido alguien». De hecho, el auriga es La Ley Eterna (dharma);156 y mientras que «los carros del rey envejecen, y de la misma manera los cuerpos también envejecen, la Ley Eterna de las existencias no envejece».157 El Buddha se identifica a sí mismo -ese Sí mismo que llama su refugio-158 con esta Ley159 y se llama a sí mismo el «mejor de los aurigas»,160 un auriga que doma hombres, como si fueran caballos.161 Y, finalmente, encontramos un análisis detallado del «carro», que concluye con la afirmación de que el conductor es el Sí mismo (ātman), casi en las mismas palabras de las Upanishads.162 La afirmación de un comentador budista, de que el Buddha es el Sí mismo Espiritual (ātman) es ciertamente correcta.163 Esa «Gran Persona» (mahāpuruṇa) es el auriga en todos los seres.  

Creemos que ahora se ha dicho suficiente para mostrar, más allá de toda posible duda, que el «Buddha» y la «Gran Persona», el «Arhat», el «Brahma-devenido» y el «Dios de Dioses» de los textos pali es el Espíritu (ātman) y el Hombre Interior de todos los seres, y que es «Ese Uno» que se hace a sí mismo múltiple, y en quien todos los seres, nuevamente, «devienen uno»; que el Buddha es Brahma, Prajāpati, la Luz de las luces, el Fuego o el Sol, o por cualquier otro nombre que los libros antiguos llamen al Primer Principio; y para mostrar que en la medida en que se describen la «vida» y las obras del Buddha, lo que se recuenta así, son las hazañas de Brahma como Agni e Indra. Agni e Indra son el Sacerdote y el Rey «in divinis», y es con estas dos posibilidades como nace el Buddha, y son estas dos posibilidades las que se realizan; pues, aunque en un sentido su reino no es de este mundo, es igualmente cierto que, como Cakravartin, él es a la vez sacerdote y rey, en el mismo sentido en que Cristo es «a la vez sacerdote y rey». Estamos forzados, por la lógica de las escrituras164 mismas, a decir que Agnendrau, el Buddha, Krishna, Moisés y Cristo son nombres de uno y el mismo «descenso», cuyo nacimiento es eterno; a reconocer que todas las escrituras sin excepción, requieren de nosotros, en términos positivos, que conozcamos a nuestro Sí mismo, y, por el mismo motivo, que conozcamos lo que no es nuestro Sí mismo, sino lo que se llama equivocadamente un «sí mismo»; y que la Vía para devenir lo que nosotros somos, requiere una retirada de nuestra consciencia de ser de todas las falsas identificaciones de nuestro ser con lo que nosotros no somos, pero que pensamos ser cuando decimos «yo pienso» o «yo hago». Haber «devenido limpio» (śuddha, katharos), es haber distinguido nuestro Sí mismo de todos sus accidentes psico-físicos, tanto corporales como mentales; por otra parte, haber identificado nuestro Sí mismo con alguno de éstos accidentes, es el peor tipo posible de falacia patética, y toda la causa de «nuestros» sufrimientos y de «nuestra» mortalidad, de los cuales, nadie que todavía es alguien, puede liberarse. Se cuenta que un erudito confucionista suplicaba al vigésimo octavo patriarca budista, Bodhidharma, que «pacificara su alma». El Patriarca replicó, «muéstramela, y la pacificaré». El confucionista repuso «Ese es mi problema, que no puedo encontrarla». Bodhidharma replicó, «Tu deseo está concedido». El confucionista comprendió, y partió en paz.165  

Es enteramente contrario a la doctrina budista, como lo es también a la doctrina vedántica, considerarnos a «nosotros mismos» como errantes en la vorágine fatalmente determinada del flujo del mundo (saṁsāra). «Nuestro Sí mismo inmortal» es todo excepto una «personalidad superviviente».166 No es este hombre, Fulano, quien vuelve a casa y se pierde de vista,167 sino que es el Sí mismo pródigo quien se recuerda a sí mismo; y quien, habiendo sido muchos, es ahora nuevamente uno, Uno e inescrutable, Deus absconditus. «Ningún hombre ha ascendido al cielo, sino el que descendió del cielo», y, por consiguiente, «Si un hombre quiere seguirme, que se niegue a sí mismo»168. «El reino de Dios no es para nadie sino el completamente muerto»169. La realización del Nirvāṇa es el «Vuelo del Solo al Solo»170. «Éste es el Vacío que pasa al Vacío»171. 

    UttiṇŚhata jāgrata prāpya varān nibodhata (KU. III.14)  
    Ye suttā te pabbujjatha (Itivuttaka, p. 41)  
Traducción: Pedro Rodea
 
NOTAS   Abreviaturas utilizadas
134 A. I.171, 172 de los tres poderes, a saber, de recordación de los nacimientos, de lectura del pensamiento de los demás, y de enseñanza (adesa-pāṭihāriyam), él último es el más considerable y más productivo (abhikkaṅkataraṁ ca paṇitataraṁ ca).
135 «No fue ninguna maravilla que el Agua de la Vida reviviera al pez muerto: la maravilla fue que el pez muerto mostrara la vía a la Fuente de la Vida». Sikandar Nāmā, LXIX.48-49.
136 AV. X.8.1, 12; KU. IV.13; Praś. Up. IV.5 etc.
137 ŚA. VII.22.
138 BU. IV.3.12; çśā Up. 4; MU. II.2.
139 San Ambrosio, Glosa sobre I Cor. 12.3.
140 M. I.140, 141 El Buddha es ananuvejjo, «más allá de observación»; similarmente otros Arahats son sin huellas (vaṭṭaṁ tesaṁ n'atthi paññāpanāya). S. I.23; Vajracchedika Sūtra; cf. S. III.III sig., y Hermes Lib. XIII.3.
141 Sn. 455, 456, 648. «Abandona la identificación con tu familia, tu clan, con tu nombre, y con tu estatuto en la vida, los cuales están asociados con tu cuerpo vivo…» Śaṅkarācārya, Vivekachudamani, 298.
142 Dh. 179 (tam buddham anantagocaram apadaṁ, kena padena nessattha); como Brahma, BU. III.8.8, Muṇḍ. Up. I.2.6; Devas JUB. III.35.7 (na…padam asti, padena ha vai punar mṛtyur anveti); Gāyatrī, BU. V.14.7 (apad asi, na hi padyase, Śaṅkaranetinety-ātmavat). Todo esto tiene que ver con la naturaleza original y finalmente sin pies (ofidiana) de la Divinidad, cuyos vestigia pedis marcan la Vía sólo hasta la Puerta del Sol, Janua Coeli, ver nota 343.
143 S. III.116 f., 118. tathāgato anupalabbhiyamāno. Cf. S. V.282 sig. sobre los iddhis del Tathāgata. Yasmin samaye Tathāgato kāyam pi citte samādahati (sintetiza el cuerpo en la mente) āttam pi kāye samādahat: y entra adentro y experimenta el sentido de felicidad y de ligereza; entonces el cuerpo del Tathāgata deviene más ligero, más manejable, y más radiante… y en tales momentos el cuerpo del Tathāgata, fácilmente (appa kasirena), se eleva desde la tierra al aire, y entonces (abhi udgacchati) goza (paccanubhoti) de toda suerte de iddhis….
144 S. III.120 yo kho dhammam passati man passati.
145 BU. III.8.8; Muṇḍ. Up. I.1.6; JUB. III.14.1; Rūmī, Mathnawī I.3055-65.
146 KU. II.18, 25; cf. Mil. 73, el Buddha «es», pero «ni aquí ni allí»; sólo puede designársele en el cuerpo del Dhamma. Parinibbāna en vida, a la muerte, o en el más allá; finalmente, el ganador del mar deviene un akanitthagāmi.
147 BU. IV.4.23; KU. V.11; MU. III.2 etc.
148 Udāna 80, 93; CU. VIII.13.
149 Taitt. Up. II.7, ver Nota 240. Fedro 247 C – achrōmatos te kai aschēmatistos kai anaphēs ousiamonō theatē nōl = esencia sin color y sin forma, intangible… visible sólo para la mente (adeiktos = no mostrada).
150 M. I.137-140, cf. D. II.68 y passim.
151 Mil. 26-28; S. I.135; Vis. 593, 594.
152 Eg. «Leyes» 898 D sig., «Fedro» 246 E-256 D, cf. nota 347.
153 «Como el cual» si nos identificamos a nosotros mismos con la «personalidad»; «en el cual» si reconocemos a nuestro Sí mismo como la Persona Interior.
154 El auriga es ya sea Agni (RV. X.51.6), o ya sea el Soplo («prāṇa» = Brahma, el Ātman, el Sol), el Soplo al que «no puede darse ningún nombre» (AA. II.3.8, o el Sí mismo espiritual (Ātman, KU. III.3; J. V.252), o el Dhamma (S. I.33). El auriga proficiente (susārathi) guía a sus caballos a donde él quiere (RV. VI.75.6) -de la misma manera que nosotros podríamos decir ahora que el conductor experto de un coche o de un aeroplano le conduce a donde él quiere. 
Así Boecio, «De consol.», IV.1: 
    Donde el gran rey tiene su cetro, 
    y las riendas del mundo sostiene temperado, 
    Y, firme en su veloz carro, 
    a todo pone en orden.
Para el contraste entre caballos (los sentidos) buenos y viciosos, cf. KU. III.6, Dh. 94 y Śvet. Up. II.9; cf. también RV. X.44.7 paralelo a Fedro 248 E.
155 Mrs. Rhys Davids, Milinda Questions, 1930, p. 33. [Debe ser recordado que Mrs. Rhys Davids era espiritista. En respuesta a sus palabras sobre la página titular de Sākya puede citarse Vis. 594 «Hay Dioses y hombres que se deleitan en el devenir. Cuando se les enseña la Ley para la cesación del devenir, su espíritu no responde»].
156 S. I.33 dhammāhaṁ sārathim brūmi; cf. Jātaka Nº 457 dhammo na jaraṁ upeti; Sn. 1139 dhammamsanditthikam akālikam

W.M. Urban, The Intelligible World, 1929, p.231 – Hay hombres que «sienten que lo que no puede ponerse en los términos de tiempo carece de significado…»; [sin embargo] W.H. Sheldon, en Modern Schoolman XXI.133 – «…la noción de un ser estático e inmutable debe comprenderse como significando más bien un proceso tan intensamente vivaz, es decir, tan extremadamente veloz en los términos del tiempo, como para comprender el comienzo y el fin en un solo toque». 

Ningún individuo puede ver todo a la vez

«Cuanto más se identifica la vida del yo con la vida del no-yo, más intensamente se vive», Abdul Hādi, «L'Immortalité en Islam», Voile d'Isis, Enero de 1934.

157 D. II.120 katam me saraṇam attano.
158 Santo Tomás de Aquino, Sum. Theol. I.71-91 Filnis Deiest ipsa lex aeterna.
159 S. III.120 Yo kho dhammam passati so mam passati, yo mam passati so dhammam passati. Similarmente D. III.84 Bhagavato'mhidhammajoDhammakāyo iti pi brahmakāyo iti pi, dhammmabhūto iti pi; S. II.221 Bhagavato'mhi puttodhammajo; S. IV.94 dhammabhūto brahmabhūtodhammasāmi tathāgato; A. II.211 brahmabhūtena attanā; S. III.83 brahmabhūtābuddhā. No puede haber ninguna duda sobre cualquiera de las identificaciones dhamma = brahma = buddha = attā: como en BU. II.5.11 ayaṁ dharmaḥ… ayam ātmā idam amṛtam idam brahma idaṁ sarvam. En Dh. 169, 364, (II.25.2) dhamma es claramente el equivalente de brahma, y de ātman. Un Buddha es lo que denotan todos o cualquiera de estos términos, y, por el mismo motivo, «es ningún que» (akiṁcano, Dh. 421, Sn. 1063), y es «sin analogía» (yassa n'atthi upamā kvaci, Sn. 1139). 

Cf. Śaiva Siddhānta Samgraha IV.5 par la identidad del Brahman y del Ātman. M. I.111 Bhagavā jānam jānāti, passam passati, cakkhu-bhūto, ñānabhūto, dhammabhūto, brahmabhūto. «El Buddha es el Conocedor del conocimiento, el Veedor de la visión, es el Ojo que deviene, la Gnosis que deviene, el Dhamma que deviene, el Brahman que deviene». Que el Buddha se identifica con Brahma, está implícito también en yakkha. Ver The Yakṣa of the Ṛgveda and the Upaniṣads. 

«Eso que el Buddha predicó, el Dhamma kat'exochen (distinción, excelencia), era el orden de la ley del universo, inmanente, eterna, increada, no si fuera sólo interpretada por él, y mucho menos como si fuera inventada o decretada por él» (PTS Pali Dic., s.v. Dhamma).

160 Sn. 83 buddhaṁ dhammasāminaṁ vītataṇhaṁ dīpaduttamaṁ sārathīnam pavaram. Dhammasāmi = RV. X.129.3 satyadharmendra, RV. X.129.3, 8, 9 «el único Rey del mundo, el Dios de los Dioses, el Satyadharmā», cf. I.12.7, X.34.8; y el dhārmas-tejomayo'mṛtaḥ puruahayamātmāidam brahma de BU. II.5.11. El Dhamma budista (nomos, logos, ratio) es el Dharma eterno de BU. I.5.23 («De él, de Vāyu, Prāṇa, los Dioses hicieron su Ley»); y de BU. I.4.14 «No hay nada más allá de esta Ley, de esta Verdad»; Sn. 884 «Ciertamente, la verdad es una, no hay ninguna otra». M. II.206-207. Lo que el Buddha enseña es brahmāṇam, «la vía a la intimidad del Brahman», y puede enseñarla porque puede decir de sí mismo brahmāṇam cāhambrahma lokam prajānāmi, a saber, que él ha nacido allí y siempre ha vivido allí». Cf. BG. XVIII.54 brahma-bhūta prasannātmā.
161 Vin. I.35, A. I.173, II.155.
162 J. VI.252 kāyo te ratha… attā vā sārathi; S. IV.292 ratho tikho immass'etam cātumahābhūtikassa kāyassa adhivacanam; como KU. III.3 ātmānaṁ rathinaṁ viddhi, śarīram rathameva tu. Theragatha I.574 kammayantena rathito; BG. XVIII.61, Maitri Up. IV.4. Cf. Platón, Leyes 898 C y Timeo 49 E ochēma, el cuerpo como el vehículo de la cabeza, que es la parte gobernante más divina.
163 Udāna 67, Comentario.
164 Cf. Sister Nivedita, The Web of Indian Life, cap. XIII.
165 D.T. Suzuki en JPTS. 1906/7, p. 13.
166 S. III.25, 26 yoyam āyasmā evaṁnāmo evaṁgotta = bhārahāro = puggala.
167 Sn. 1074-6 nāmakāyā vimutto, attham paleti, na upeti saṅkhamatthaṁ gatassa na pamāṇam atthi
Muṇḍ. Up. III.2.8, 9 nāmarūpād vimutktaḥamṛto bhavati; BG. XV.5 dvandvair vimuktāḥ.
168 Juan 13.36; Marcos 8.34. Quien quiera seguirle, debe ser capaz de decir con San Pablo, «Vivo, pero no yo, sino Cristo en mí» (Gál. 2.20). No puede haber ningún retorno a Dios, excepto como de igual a igual, y esa igualdad, en las palabras de Nicolás de Cusa, requiere una ablatio omnis alteritatis et diversitatis (la desaparición de toda otreidad y diversidad).
169 Maestro Eckhart, ed. Evans I. p. 419.
170 Plotino, Eneadas VI.9.11.
171 AA. II.3.8 Yad akarād akaram eti.
Las notas y referencias precedentes están lejos de ser exhaustivas. Tienen la intención de ayudar al lector a hacerse con un contenido significativo para los diferentes términos que no podían explicarse plenamente en las conferencias según se dieron, y de permitir al erudito rastrear algunas de las fuentes. En las conferencias, las palabras pali se han dado en sus formas sánscritas, pero en las notas las palabras pali se han citado como tales. He puesto cuidado en cotejar enteramente las fuentes budistas y brahmánicas: Tal vez habría sido mejor tratar todo el tema como uno, sin hacer ninguna distinción entre el budismo y el brahmanismo. Ciertamente, ha llegado el tiempo en que habrá de escribirse una Summa de la Philosophia Perennis, que se base imparcialmente en todas las fuentes ortodoxas, cualesquiera que sean. 

Se han citado algunos notables paralelos platónicos y cristianos, primero, con el fin de mostrar más claramente, porque se hallan en contextos más familiares, el significado de algunas doctrinas indias, y segundo, para poner de relieve que la Philosophia Perennis, el Sanātana Dharma, el Akāliko Dhammo, es siempre y por todas partes congruente consigo misma. Estas citas no se han hecho como una contribución a la historia literaria (cf. René Guénon, Introduction to the Study of the Hindu Doctrines, 1945, p. 58); nosotros no sugerimos que se hayan adoptado de doctrinas o símbolos en una u otra dirección, ni que haya habido una originación independiente de ideas similares, sino que hay una herencia común, desde un tiempo muy anterior a nuestros textos, de lo que San Agustín llama la «sabiduría que no se hizo, sino que es en este presente, como siempre ha sido, y como será siempre» (Conf. IX.10). Como dice acertadamente Lord Chalmers de los paralelos entre el cristianismo y el budismo, «Aquí no se trata de un único credo adoptado a partir de otro; la relación es mucho más profunda que eso» (Buddha's Teachings, HOS. 37, 1932, p. XX).

 
A. K. Coomaraswamy
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