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NEZAHUALCÓYOTL,
LUCRECIA HERRERA 1ª parte |
Nezahualcóyotl. Preámbulo Transportémonos con el pensamiento al sigo XV y principios del XVI, pleno renacimiento europeo, pero esta vez a Mesoamérica, antes de la llegada de los conquistadores, época en la que también se dio un resurgimiento de la antigua tradición tolteca que formaba el gran mundo nahual, dando a luz a las más extraordinarias y refinadas culturas con sus escuelas o casas de estudios superiores dirigidas por sacerdotes y sabios donde se instruía, y se iniciaba, en los misterios del ser –y la guerra– a los jóvenes hijos de la nobleza desde temprana edad: los calmécac donde se daban “las relaciones orales de lo que se sabe”, es decir, a través de la palabra transmitida de viva voz de generación en generación, y se guardaban celosamente sus libros de pinturas, los códices donde estaba recogido todo el saber desde antiguo, su visión del mundo y su cosmogonía, manifestación del Dios Desconocido que permanentemente “se inventa a Sí Mismo”, “Invisible como la noche e Impalpable como el viento”, “que tiene todo en sí”, pues es “el que está junto a todo”, y junto al cual está todo, “Señor del Cerca y junto”. Libros de “pinturas” en los que estaba conservado, guardado y pintado hasta el menor detalle, doblados a modo de un acordeón que al desplegarse, el mundo iba tomando forma, tal cual la Obra trazada y pintada por el pincel Divino, y que al replegarse, volvía a ocultarse en la unidad de ese rectángulo o cuadrado, el libro de pinturas, que todo contenía: su historia sagrada y mítica, su poesía, sus cantos y bailes, sus costumbres, sus juegos simbólicos, las artes y ciencias: la astrología, la adivinación, la música, la geometría y los números –númenes–, expresiones ritmadas y simbólicas de los aspectos y cualidades de Ometéotl, el Dios Dual 1, pero uno y solo dios, andrógino, que de su cuerpo increado, impasible, emanan dos energías opuestas y complementarias, femenino y masculino,
o sea, trino, que al desplegarse a través del movimiento, va expresándose de manera dual en los sucesivos planos o mundos que él crea, pero sólo ilusoriamente pues Él yace inmutable, quieto,
fuente y origen de todas las cosas. Revelación que los sabios y sacerdotes fueron grabando, enseñando y fijando en los corazones de los jóvenes aprendices, ideas que culminarían en lo que ellos llamaban “corazón endiosado”, “Dios en su corazón, que diviniza con su corazón a las cosas…”. Una sabiduría heredada de sus antepasados y de su dios civilizador, instructor y guía, Quetzalcóatl 3, Quetzalcóatl (Códice Tudela). es decir, de la antigua tradición tolteca que, a razón de ciertas circunstancias cíclicas, tuvo un resurgimiento apenas unos siglos antes de la conquista y, a partir de la cual, sufrió su rápida y total destrucción; su extraordinaria arquitectura, los grandes templos en honor a sus dioses construidos acorde a su visión del cosmos, en proporciones y medidas armónicas exactas, análogas a los planos o mundos celestes y a los movimientos de los astros, partiendo de una base estable y cuadrada o cuadriculada, a partir de la cual se creaban todas las cosas; las enormes estelas en piedra, talladas y grabadas con glifos y cuentas largas con fechas precisas del pasado, el presente y el porvenir. Sintetizado todo esto en sus extraordinarios y complejos calendarios astronómicos-astrológicos, adivinatorios y rituales que ordenaron el tiempo y el espacio de la vida de estos pueblos, conjugando en ellos los ciclos lunares, solares y venusinos, los solsticios y equinoccios, los días festivos y los nefastos, los movimientos cambiantes del Sol, la Luna y “la estrella grande” –Venus–, los planetas, las estrellas fijas, las constelaciones y las Pléyades; los colores –rojo, el oriente, región de la luz; negro, el norte, región de los muertos, lugar de frío y desierto; blanco, el poniente, la casa del sol; y azul, “región incierta, a la izquierda del sol”, (el sur)–, vinculados a los distintos “Soles” 4 –o Eras–, a los cuatro rumbos del espacio y a la quinta dirección, axial, y a los cuatro elementos, Fuego, Aire, Agua y Tierra, o Principios Universales en que se manifiesta la materia en permanente transformación sintetizándose en la quintaesencia, el Éter, punto central y corazón del hombre; los númenes, asociados a los días, a los animales, a las plantas, las piedras, los fenómenos naturales: el trueno, el rayo, el relámpago, el viento y la lluvia, a la agricultura y el maíz; un modelo o estructura de un pensamiento mágico-teúrgico en el que todo está incluido y entretejido entre sí conformando el Orden Universal, rigiendo la vida cotidiana de sus habitantes, regenerándose y transformándose a perpetuidad, a través de la vida, muerte y resurrección de un nuevo Sol, en perfecta concordancia con las grandes Eras conocidas desde la antigüedad por las culturas del Viejo Continente. Los Cuatro Soles. Centro de la Piedra del Sol, (extraído del libro de Alfonso Caso, El pueblo del Sol; reproducción de figura: Miguel Covarrubias). Enseñanzas que se manifestaron por su amor al arte y a la belleza en todas sus expresiones como lo ejemplifica su literatura y sus pinturas. Y lo fueron en Texcoco los magníficos jardines cuidadosamente diseñados por Nezahualcóyotl hasta el más mínimo detalle, llenos de aves de distinto colorido, plumaje y canto, animales variados, libres y en magníficas jaulas a manera de lo que hoy día es un zoológico, y donde se cultivaban variedad de plantas aromáticas y salutíferas y “flores raras traídas de lugares remotos”, regados por grandes acueductos que llevaban el agua desde el lago a la ciudad, hacia las acequias, estanques con peces y fuentes, y a los inmensos bosques que incluían montañas reservadas para la caza “en los que habían muchos venados, conejos y liebres”, y estaban sembrados de cedros y abetos, y otras variedades que a la llegada de los españoles aún estaban en pie. Espacios mágicos y numénicos de apariciones y visiones, donde Nezahualcóyotl se retiraba a meditar y ayunar sumergido en la soledad y el silencio por tiempos prolongados y donde le gustaba perderse, y escaparse sin ser visto, escabulléndose por secretas grutas en una pequeña barca que allí tenía, o por cuevas subterráneas que lo llevan lejos del palacio por largos pasadizos conocidos sólo por pocos. En este jardín había hecho construir muchas salas y aposentos para recibir a los señores, poetas e intelectuales de otros señoríos donde había un patio privado para las danzas y representaciones teatrales y concursos de poesía, reuniones que eran habituales en el Jardín de Tetzcotzingo. Y los amplios y majestuosos palacios cuyas paredes estaban todas estucadas con pinturas de sus dioses, códigos simbólicos y murales que relataban sus mitos ancestrales, construcciones ordenadas y divididas en estancias destinadas a los distintos asuntos de gobierno, a las diversas casas de estudios dedicadas a la enseñanza de los nobles y los futuros sacerdotes, los aposentos reales y los dedicados a la educación y crianza de las hijas del rey; las escuelas para la educación de los jóvenes del pueblo, y sus plazas privadas y públicas, donde se llevaban a cabo las grandes fiestas y ritos en los que participaba todo el pueblo, cantando y bailando al unísono con gran mesura y gravedad llevando el compás al ritmo de sus tambores, atabales y sonajas en cuentas precisas que conocían y nadie se equivocaba; y los asombrosos trajes, con los que iban ataviados sacerdotes y reyes en estos ritos y fiestas, cuajados de plumas finamente tejidas con piedras preciosas, como imagen de los dioses que encarnaban. Sin olvidar hacer mención del gran dique, obra de ingenio, diseñado por Nezahualcóyotl para evitar las inundaciones de la ciudad de Tenochtitlán, impidiendo, igualmente, se mezclaran las aguas dulces con las saladas del lago. Detalle del primer mapa de la ciudad de Tenochtitlan donde se puede ver el dique de Nezahualcóyotl que se extendía por más de 16 km., gran obra, de la que se dice, le valió la reputación de mejor arquitecto de las Américas. Y esto es sólo una pincelada de lo que fueron estos reinos que se necesitaría larga historia para describir tan maravillosa creación. Apenas unos años más tarde, todo, o casi todo lo descripto más arriba sería quemado y destruido por quienes insensibles a la belleza y esplendor de lo que veían y escuchaban –sin olvidar todas aquellas valiosísimas excepciones–, sumidos en la ignorancia y degradación, y cegados por el odio y el fanatismo religioso inquisitorial, el poder y la ambición del oro, no supieron –ni quisieron– reconocer el símbolo y la sacralidad de todo lo que les rodeaba, expresión de una cultura inspirada y revelada a sus sacerdotes y sabios por los dioses civilizadores, instructores y guías de los hombres en todos los tiempos y lugares, a quienes estos pueblos reconocían como los aspectos de un solo y único dios, el Dios Desconocido. Años mozos Se dice que Texcoco, situada en la ribera oriental del gran lago en el Valle de México, capital del señorío chichimeca de Acolhuacan y uno de los más antiguos del mundo nahual, era la Atenas de América por aquellos tiempos cuando el gran rey Nezahualcóyotl –y luego, su hijo Nezahualpilli–, reinó. Desde niño, llegado entre los seis y ocho años fue enviado al calmécac, iniciándose “en la severa educación destinada a la nobleza”. Tlamatini en el calmécac en el papel de educador. (Códice Mendocino). Narran los cronistas que su padre designó a Huitzilihuitzin, considerado en su época un gran filósofo, “para su buena crianza y doctrina”, siendo para el joven Nezahualcóyotl el maestro que despertaría el amor por el conocimiento del antiguo pensamiento tolteca y su sensibilidad poética acompañándole durante toda su vida y adversidad. Acolmiztli Nezahualcóyotl, cuyos nombres significan “brazo o fuerza de león y coyote hambriento o ayunado”, era descendiente, por lado paterno, de muy nobles y antiguos antepasados, pues se tenían por sucesores legítimos de los legendarios toltecas. Por lado materno, estaba íntimamente emparentado con el señorío de México-Tenochtitlán pues su madre, Matlalcihuatzin, era hija del rey mexica Huitzilíhuitl. Árbol de la familia. Nezahualcóyotl y sus padres. (Códice Xólotl). Durante sus diecisiete primeros años sufrió el exilio y constantes persecuciones y luchas, de las que siempre logró escaparse, milagrosa o mágicamente, pues se dice que desde su nacimiento los astrólogos habían precisado que tenía un signo afortunado digno de grandes reyes. Recogido y traducido por A. M. Garibay en su Historia de la literatura náhuatl se relata una leyenda de la época en que Nezahualcóyotl pasó refugiado con sus parientes mexicas, o aztecas, y que expresa con claridad el carácter predestinado de este joven príncipe:
Presagio que se verá hecho realidad apenas unos años más tarde cuando ayudado por pueblos aliados y conformando un formidable ejercito, la ciudad de Azcapotzalco, gobernada por el tirano tepaneca Maxtla –hijo de Tezozómoc, asesino del padre de Nezahualcóyotl –, queda asolada. Finalmente llega el momento preciso de ser jurado señor de Texcoco, a sus veintinueve años de edad, por los señores de México-Tenochtitlán y Tlacopan, –en la ciudad de México, o ya en Texcoco– y por los nobles de los tres reinos que conformaron la Triple Alianza, relato sobre el que volveremos más adelante. Recuerda aquel día, cuando apenas tenía doce años y ya se oían los tambores de guerra contra los tepanecas, cómo su padre, el rey Ixtlilxóchitl el Viejo 5, lo designa sucesor y heredero de su reino conforme a los ritos toltecas, dirigiéndose en nombre de ambos a su dios Tezcatlipoca 6, Tezcaltipoca. (Códice Borgia 17). rito al que se unen los consejos recibidos de los sacerdotes que guardaban la vieja sabiduría. Pero, sobre todo, el día de su coronación, el joven príncipe guarda muy vivo en su memoria y corazón, aquel otro momento, cuando apenas cuatro años después de ser designado heredero al trono –esto es a sus dieciséis años–, arreciada la guerra contra los tepanecas y luego de defender su ciudad “por cincuenta días inútilmente”, su padre se ve obligado a abandonar Texcoco para salvarle la vida, no sin antes dejar a su familia y criados escondidos y resguardados en uno de los bosques pertenecientes a su señorío, mientras él y el joven Nezahualcóyotl, acompañados únicamente por dos de sus capitanes se refugian “en una profunda barranca”, en una cueva del bosque; ya sitiados por sus enemigos, los de Azcapotzalco, y viendo su padre, el rey, que su muerte era inminente le habla así:
Subido a un árbol “muy copudo” y oculto entre el tupido follaje, presencia la última batalla y la muerte despiadada de su padre. Nezahualcóyotl presencia la muerte de su padre. (Códice Xólotl). Al retirarse los enemigos, recogen el cuerpo del difunto rey, lo amortajan y lo velan por la noche, para ser incinerado al día siguiente “conforme a los ritos toltecas” guardando “sus cenizas secretamente hasta que fuese tiempo de honrarlas como se debía”. Valerosos tezcocanos se impusieron el deber de proteger y esconder al príncipe y a su hermano mayor conduciéndolos, y escapando, por peñascos y quebradas hasta el lago, donde habían convenido con su tío abuelo, Itzcóatl, entonces futuro rey de México-Tenochtitlán, les recogería en una barca. Allí estaban, como convenido, diez de sus hijos “que luego de reconocerse con gran cautela” embarcaron rumbo a puerto seguro. Y así comienza una larga e intensa vida (Nezahualcóyotl vivió 71 años, desde 1402 a 1472) no exenta de contradicciones, desgarros y cuestionamientos internos respecto a sus intuiciones intelectuales-espirituales, guerras constantes, sublevaciones, venturas y desventuras. Los primeros años hasta su coronación los pasó en el exilio, como ya se ha apuntado, primero, entre los señores de Tlaxcala que eran sus tíos quienes le habían dado refugio y lo habían criado. Pero tan pronto se repuso de sus pesares se trasladó a Chalco, pasando desapercibido disfrazado de soldado, viviendo en adelante entre escaramuzas, asesinatos y concertando, secretamente, alianzas para la recuperación de su señorío; traiciones y situaciones peligrosas que él mismo provocaba, de las que siempre escapa ileso por su astucia, los giros del destino… seguro por la protección de los hados… y de alguna manera u otra, de allegados y aliados, y, sobre todo, de su instructor y guía espiritual, Huitzilihuitzin. Muy probablemente es durante esta época que compone este canto en el que reflexiona sobre las adversidades que le toca vivir:
Mas, después de una época de paz forzada, cuando acogido por sus parientes y tías en México-Tenochtitlán, ellas “pidieron de merced al tirano la vida de su sobrino...; y por segunda vez… pidieron del tirano pudiese ir a Tetzcuco en donde le restituyó los palacios y casas de sus padres y abuelos, y algunos lugares para que le sirviesen con lo cual tuvo alguna más libertad”, para tratar de restaurar su imperio, según relata fray Juan de Torquemada en Los 21 libros rituales y Monarquía indiana. El príncipe Nezahualcóyotl aprovecha este tiempo para completar su educación y preparación militar, seguramente en la escuela de estudios superiores, el calmécac, o tlacateo –una variante tezcocana de aquél–, donde continúa su instrucción empezada desde niño, con los sacerdotes y sabios en el conocimiento de los códices y los calendarios en ellos pintados y los misterios más profundos de la antigua tradición tolteca.
pues
Sacerdote contemplando las estrellas. (Códice Mendocino 63). En el Códice Matritense de la Real Academia se encuentra recogida la pintura del sabio náhuatl con una anotación a la par en castellano de fray Bernardino de Sahagún que dice: sabios o philosophos, haciendo alusión, seguramente, al parentesco con los filósofos del mundo clásico. El texto completo describe el sabio náhuatl, los tlamatinime, poseedores de la tinta negra y roja (la sabiduría) de sus códices, entregados al conocimiento de la antigua doctrina náhuatl.
Maestro con sus alumnos. (Códice Florentino). Y la iniciación en la “poesía y los cantos”, forma ritual importantísima, dado que los tlamatinime, sabios-sacerdotes y guías espirituales que presidían las escuelas de estudios superiores pensaban que esta manera ritmada de invocación-evocación poética emanada de una intuición espiritual, mantenía viva la memoria de su Origen y Tradición –de dónde venían y quiénes eran–; en otros términos, las ideas metafísicas que les habían sido transmitidas de viva voz en el calmécac, que Nezahualcóyotl y otros nobles de señoríos cercanos conocían pues se habían sumergido desde muy jóvenes en la lectura y estudio de los viejos códices, sus libros de pinturas, de dónde su visión del Universo e inspiración poética.
(Códice Mendocino). Y a raíz de sus investigaciones y experiencias espirituales vieron que la simbólica de la “flor y canto” era la “única y verdadera en la tierra” siendo esta forma poética la más apta para la manifestación de sus meditaciones y especulaciones más profundas relacionadas con los misterios de la vida, su transitoriedad y la fragilidad de todo cuanto existe, la muerte, el Ser y el Dios Oculto y Desconocido, “sin forma y figura”.
Estas enseñanzas habían sido transmitidas por el mítico rey de Tula (del siglo IX d. c.), Quetzalcóatl, considerado gran artista, sabio y héroe cultural, quien las conservó y dio un nuevo giro a las antiguas creencias, provenientes seguramente de la “ciudad de los dioses”, Teotihuacán, que por esta época sobrevino su misteriosa ruina. Ideas relacionadas con lo que los toltecas llamaron “toltequidad o toltecáyotl”, “sinónimo de perfección, arte y sabiduría”, en oposición a la tradición místico-guerrera relacionada con las “guerras floridas”, y el dios guerreo, Huitzilopochtli, identificado con el Sol, impuestas por Tlacaélel, consejero de Itzcóatl, rey de México-Tenochtitlán. Nezahualcóyotl se había opuesto a estas nuevas formas de culto al igual que los otros señoríos “más allá de los volcanes”, como igualmente lo habían hecho algunos nobles del mismo México-Tenochtitlán aunque de manera más velada. De aquel rey-sacerdote, histórico y mítico llamado Quetzalcóatl que gobernó Tula, –y a quien “se atribuye la formulación de toda una doctrina teológica acerca de Ometéotl, el supremo Dios dual”–, 15 cuyas enseñanzas y culto al dios Quetzalcóatl, símbolo de la sabiduría, fueron fundamentales en el resurgimiento de la cultura tolteca se relatan varios mitos, pero en el Códice Matritense de la Real Academia de la Historia y en los Anales de Cuauhtitlán ha quedado recogido el recuerdo de lo que con celo guardaban los nahuas de la grandeza del rey Quetzalcóatl. El Rey de Tula. (Códice Florentino).
Pero,
(Códice Florentino).
Y del que se afirma habrá de volver… * * Abrimos ahora un paréntesis para relatar un hecho importantísimo que nos expone Miguel León-Portilla en su libro La Filosofía Náhuatl, haciendo referencia y apoyándose en lo recogido por los cronistas y los textos indígenas; se trata del pensamiento y actuación, verdaderamente increíbles, de un personaje azteca casi desconocido, Tlacaélel, poderoso consejero de los gobernantes mexicas, y pariente de Nezahualcóyotl, ya que éste personaje era hijo de su abuelo materno, Huitzilíhuitl II, como veremos a continuación, que introduciendo unas reformas revulsivas, no sólo modificó toda la manera de ver y concebir la vida y creencias del pueblo mexica, sino que reescribió su historia, relacionada íntimamente con una visión místico-guerrera y su dios tutelar Huitzilopochtli, que llevaría a la consolidación de la supremacía azteca en la grandeza militar, comercial y política, así como en la esfera del arte. Tlacaélel, el poder tras el trono.
Por aquel entonces, los tepanecas de Azcapotzalco, expandían su poder y domino tiranizando no sólo a Texcoco, como hemos visto, sino también a los mexicas y a otros pueblos cercanos, los que tenían que aceptar todo tipo de vejaciones, o reaccionar iniciando la guerra. Itzcoátl, rey de México-Tenochtitlán, hacia 1424, había elegido someterse al tirano Maxtla, hijo del ya fallecido Tezozómoc, evitando de esta manera la aniquilación de su pueblo.
Largo sería relatar cómo vencieron los mexicas a los tepanecas, pero se narra que a Tlacaélel se debió la primera victoria. Y una vez establecida la paz lo primero que emprendió Itzcoátl, del que se afirma “no hacía más que lo que Tlacaélel le aconsejaba”, fue una doble reforma:
Y sigue desvelándonos León-Portilla que:
Huitzilopochtli. (Códice Borbónico).
* * Y aquí cerramos este paréntesis del importante tema relacionado con la primera quema de los códices ordenada por Itzcoátl y Tlacaélel que Nezahualcóyotl no había permitido llegara hasta Texcoco, citado del profundo, bien documentado y comentado libro de M. León-Portilla, que no ha dejado de sorprendernos pues nada sabíamos de este episodio fundamental de la historia de los aztecas, y que no sólo nos ha abierto una puerta a la compresión de esta cultura, sino a todo lo acontecido durante este período en Texcoco, en relación al sabio rey Nezahualcóyotl, a quien le tocó representar un papel bastante paradójico en la escena del mundo náhuatl de entonces, debiendo vivir, y conocer a fondo la totalidad de los aspectos de su tradición, aceptando y actuando acorde a las circunstancias de su tiempo, pero siguiendo siempre las intuiciones más íntimas de su corazón, sin negar las otras, pues si bien no estaba de acuerdo con los sacrificios humanos, su estrecho vínculo familiar –su madre (recordemos) era hija de Huitzilíhuitl II, rey de Tenochtitlán–, su educación mexica y las largas estadías allí, determinaron o le forzaron a adoptar la misma organización civil y religiosa. Y siendo el señorío de Texcoco un aliado de México-Tenochtitlán “no se liberó de esta barbarie a pesar de que Nezahualcóyotl parece haberse esforzado cuanto le fue posible por evitar la matanza religiosa” 21. Narra Torquemada que “nunca mandó sacrificar hombres, sino animales, y se cuenta que muchas veces amonestó a sus hijos en secreto para que no adorasen a sus dioses, y que sólo lo hicieran por cumplimiento…” 22. Agrega el historiador Alva Ixtlilxóchitl:
En otras palabras, que nunca dejó de reconocer su verdadera identidad espiritual entroncada en la antigua tradición náhuatl venida de Teotihuacán (palabra cuya etimología, según León-Portilla viene de: teutl, dios; ti, causa; hua, posesión; y can, lugar, “Teotihuacán valdría tanto como ‘lugar que tiene por propio transformar a uno en dios’”, y su dios Quetzalcóatl, símbolo de la Sabiduría. Además debemos mencionar algunas otras cosas relacionadas con este tema pues Nezahualcóyotl pertenecía a la élite guerrera instaurada en México-Tenochtitlán. De esta manera podemos completar este complejo panorama, y comprender más ampliamente las contradicciones internas que seguramente vivía, cantadas en sus poesías, y que le llevaron a cuestionarse, sobre todo en su edad madura –a partir de unos ‘hechos asombrosos’ que se le manifestaron durante un prolongado retiro y ayuno en la soledad de su jardín–, las ideas impuestas por los aztecas relacionadas con los sacrificios humanos para mantener, con el “líquido precioso”, la vida del Sol dado el advenimiento de la Quinta Edad; ritos en los que él había sido igualmente iniciado durante su estadía en México-Tenochtitlán, como veremos en seguida, pero con los que, cuando ya rey de Texcoco no estuvo de acuerdo al punto de prohibirlos en todo su reino, y llevarlo a construir un gran templo –frente al que le habían obligado a erigir dedicado a Huitzilopochtli y a Tlaloc, dios de la lluvia–, en honor al Tloque in Nahuaque, el Dios Desconocido al que proclamó como Único y Verdadero Dios. El escritor mestizo citado más arriba, Don Fernando Alva Ixtlilxóchitl, descendiente de Nezahualcóyotl, deja este detallado testimonio en su libro Historias chichimecas, publicadas por Alfredo Chavero en Obras Completas, México:
Y agrega Miguel León Portilla en su libro Los Antiguos mexicanos, a través de sus crónicas y cantares:
A raíz de las luchas que habían durado años, desde la muerte de su padre, con los tiranos de Azcapotzalco –que por otra parte, también se adjudicaban ser descendientes directos de Xólotl, el legendario caudillo de las tribus nómades, razón por la cual Tezozómoc quería hacerse con el señorío de Texcoco–, auxiliado por otros pueblos aliados finalmente derrotan a los tepanecas, y fue a partir de esa victoria que nació la necesidad de formar una alianza. Las circunstancias familiares que unían a Tenochtitlán y Texcoco, y el hecho de que ambos pueblos compartían un ámbito geográfico en el Valle de México hizo factible conformar una alianza, a la “que tuvieron el acierto de designar, para que compartiese con ellos la hegemonía, a una ciudad de la tribu vencida, Tlacopan, bajo el mando de Totoquihuatzin, que sería un aliado firme”. La Triple Alianza. (Códice Osuna). Al constituirse la Alianza, Itzcoátl señor de México–Tenochtitlan, Nezahuacóyotl, señor de Texcoco y Totoquihuatzin, señor de Tlacopan recibieron “los títulos correspondientes como sus respectivos antepasados”. La gloria que alcanzaron con esta alianza será recordada por muchos años en cantos como este que recoge Alva Ixtlilxóchitl y que se cantaban en sus fiestas y convites:
Dado el triunfo conjunto se organizo y restauró la hermandad militar de los Caballeros Águilas y Tigres, tan frecuentemente mencionada en los cantos y poemas, aludiendo al águila como emblema del sol y al tigre como emblema de la tierra, “caballeros que volando como águilas en armas y valentía y en ánimo invencible por excelencia, les llamaban águilas y tigres”. Caballeros Águilas y Tigres. (Códice Florentino). En los Ms. Cantares mexicanos, traducido por A. M. Garibay, se canta la fundación y restauración de esta hermandad, en la que participaron los tres señoríos aliados en Tenochtitlan:
Asimismo, relata José Luis Martínez, en su libro Nezahualcóyotl , Vida y Obra, que:
Canto de iniciación
Vemos que desde joven, Nezahualcóyotl fue un gran guerreo iniciado como Caballero del Sol, “un soldado de excepción, con narices, labios y orejas perforados y las borlas rojas a la espalda”, vinculado profundamente con la élite militar azteca. Estas borlas que colgaban de una trenza desde la coronilla a la que se ataba un plumaje de plumas verdes, azules y coloradas, eran otorgadas a los nobles por el rey en señal de agradecimiento por una gran hazaña. Además, probablemente “él mismo realizó alguna vez la función del verdugo ritual, en ocasiones como la inauguración del Cuauhxicalli, o piedra del sol para los sacrificios, que hizo construir Moctezuma y en cuya ceremonia estuvo presente”, según relata Fray Diego Durán en su Historia de la Indias de Nueva España, cap. XXIII. Mucho debió luchar en su corazón éste príncipe para oponerse a estos rituales en los que había sido iniciado y participado tan activamente. Nezahualcóyotl como guerrero. Pero otros eran los pensamientos que Nezahualcóyotl albergaba en su corazón, los que le llevaron a convertir a Texcoco en el centro cultural más importante de la época; lugar a donde los otros señoríos, incluso los de México-Tenochtitlán, enviaban a los príncipes, sus hijos, a estudiar con los tlamatinime, y a instruirse en el conocimiento de la lengua náhuatl, que Nezahualcóyotl se encargó muy especialmente de cuidar y preservar al igual que todas las artes: la arquitectura, la escritura, la poesía, las artes adivinatorias, la música, el canto y el baile, la pintura, la cerámica, la alfarería, la plumería, los fundidores de metales, los orfebres, gematistas, oficios que eran considerados sagrados pues en realidad para la mentalidad náhuatl no había diferencia entre éstos y su ser. Entronización Pues bien, llegado a este punto, vayamos de nuevo a la ciudad de México, a aquel día cuando a sus veintinueve años, finalmente, es coronado rey de Texcoco. Vestido por los sacerdotes,
Encontrándose frente al ídolo desató su vestidura quedando desnudo. Le fue entregado el sahumerio con copal e invocando a las cuatro direcciones del espacio empezó a hablar, terminando su discurso con esta palabras:
Volviendo su rostro hacia el sacerdote principal o sucesor de Quetzalcóatl, éste comenzó a dirigirle larga plática ritual hablándole así:
Y más adelante:
Y para terminar:
Entronización. Pasado un tiempo desde su coronación aún en México y de haber logrado concretar los límites entre los señoríos aliados, fijando una línea de norte a sur quedando la parte oriental para Texcoco y la occidental para México–Tenochtitlan, Nezahualcóyotl decidió trasladarse finalmente con toda su familia y corte a gobernar en Texcoco, ciudad situada al norte del Valle de México a la orilla del lago, reconquistando, pacificando y uniendo todas las provincias correspondientes a su señorío, ordenando su reino y convirtiendo rápidamente a Texcoco en el centro cultural más importante de su tiempo de donde emanaba todo saber, y lo más refinado de su pensamiento que aplicó a todos los órdenes de la cultura. Pues antes de partir para Texcoco y teniendo ya en mente todas las obras que quería llevar a cabo le pidió a su tío Itzcóatl, que le diera “cantidad de oficiales de todas las artes”, a los que se sumó muchos otros de las ciudades que conformaban la Triple Alianza. De allí en adelante, comenta Juan Bautista Pomar, bisnieto de Nezahualcóyotl, nacido de padre español en Texcoco hacia 1535, que:
Arriba, Nezahualcóyotl con su hijo Nezahualpilli gobernando en su Palacio de Texcoco. (Códice Quinatzin).
Continuará… |
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BIBLIOGRAFÍA.
–Federico González Frías, El Simbolismo Precolombino, cosmovisión de las Culturas Arcaicas, Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016. |
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NOTAS. | |
1 | Transcribimos a continuación, por su claridad, lo que Federico González Frías cita en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, extraído de uno de los libros que nos ha servido de guía en este trabajo: Nezahualcóyotl, Vida y Obra, por José Luis Martínez –magníficamente escrito y documentado–, respecto a las ideas y los nombres que daban los nahuas a su dios Dual, pero único y solo Dios, Ometéotl, andrógino, manifestación del “que a sí mismo se inventa” expresando así su origen metafísico, el Dios Desconocido: “En la base de la concepción teológica tolteca se encuentra un doble principio creador, masculino y femenino a la vez, al que llamaron Ometéotl, que engendró a los dioses, al mundo y a los hombres. Este dios de la dualidad o creador supremo habita en «el sitio de las nueve divisiones» o cielos o «sobre los doce cielos» o en «el treceno cielo», y va tomando diferentes aspectos al actuar en el universo…” Es Señor y Señora de la dualidad (Ometecuhtli, Omecíhuatl). Es Señor y Señora de nuestro sustento (Tonacatecuhtli, Tonacacíhuatl). Es madre y padre de los dioses, el dios viejo (in teteu inan, in tetu ita, Huehuetéotl). Es al mismo tiempo el dios del fuego (in Xiuhtecuhtli), ya que mora en el ombligo (tle-xi-co: en el lugar del ombligo del fuego). Es el espejo del día y de la noche (Tezcatlanextia, Tezcatlipoca). Es el astro que hace lucir las cosas y faldellín luminoso de estrellas (Citlallatónac, Citlalinicue). Es señor de las aguas (Tláloc), el del brillo solar de jade y la de la falda de jade (Chalchiuhtlatónac, Chalchiuhtlicue). Es nuestra madre, muestro padre (in Tonan, in Tota). Es, en una palabra, Ometéotl que vive en el lugar de la dualidad (Omeyocan). Ometéotl tiene, además, los siguientes atributos existenciales: Es Yohualli-ehécatl, que Sahagún traduce como «invisible e impalpable»; [Noche y Viento]. Es In Tloque in Nahuaque, «El dueño del cerca y del junto», como propone León-Portilla, o «Cabe quien está el ser de todas las cosas, conservándolas y sustentándolas», según fray Alonso de Molina (Vocabulario en lengua castellana y mexicana, f 148 r), o «Aquel que tiene todo en sí», según Francisco Javier Clavijero (Historia antigua de México, lib. VI, Cap. 1) o «El que está junto a todo, y junto al cual está todo», según Garibay (Historia de la literatura náhuatl, t. III, p. 408); Es Ipalnemohuani, «Aquel por quien se vive», según Clavijero (Ibídem), o el «Dador de la Vida», como lo traduce Garibay en sus versiones de los cantares nahuas; Es Totecuio in ilhuicahua in tlalticpacque in mictlane, «Nuestro Señor, dueño del cielo, de la tierra y de la región de los muertos», según León-Portilla; Es Moyocoyani, «El que a sí mismo se inventa», según León-Portilla.” (Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, ver entrada: Ometéotl y Dios Desconocido, Ed. Libros de Innombrable, Zaragoza, 2013). |
2 | Informantes de Sahagún, Códice Florentino. Extraído de Miguel León-Portilla, Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, Fondo de Cultura Económica, México, 1974. |
3 | “De Quetzalcóatl, indicaremos que hay varias versiones de la historia de este personaje mítico, las que corresponden asimismo a la verticalidad de sus funciones como dios, o sea, como emisario de la energía divina. Sin embargo, todas ellas confluyen en este esquema de lo descendente-ascendente con ciertas características particulares o secundarias que es interesante observar.
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4 | Recogido en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, Federico González Frías nos da una síntesis de la visión náhuatl de la grandes eras, de las cuales hay varias versiones.
“Los mesoamericanos llaman ‘soles’ a cada una de las grandes eras en que se divide el ciclo completo. Existen varias versiones, en las distintas tribus, de cómo fueron los soles anteriores, y cómo terminaron cada uno de ellos. Según una versión muy conocida de los aztecas, todos los soles, ciclos, o eras terminan siempre en grandes cataclismos, originados por Quetzalcóatl o Tezcatlipoca dioses enemigos cuyos combates determinan la historia del universo. El primer sol, regido por Tezcatlipoca, el tigre, es frío, nocturno y se relaciona con el norte; en ese mundo habitaron los gigantes, que fueron destruidos al ser devorados por el tigre. El segundo sol es de viento, y está bajo el patrocinio de Quetzalcóatl, corresponde al oeste y fue destruido por un gran viento que derribó los árboles haciendo perecer a casi toda la humanidad; quedaron unos cuantos hombres convertidos en monos. En el tercero los dioses pusieron a Tláloc, dios de la lluvia, como el sol; acabó cuando Quetzalcóatl hizo que lloviera fuego, quedando unos pocos hombres convertidos en pájaros; este sol corresponde al sur. El cuarto sol es acuático, situado bajo el signo de Chalchiuhtlicue, diosa del agua, hermana de Tláloc; este sol corresponde al este y terminó por inundación cuando Tezcatlipoca hizo que lloviera, pereciendo los hombres o siendo transformados en peces. Actualmente vivimos en el quinto sol, el cual correspondería al centro, ya que los anteriores cuatro se colocan en cada uno de los puntos cardinales; es un sol regido por Xiuhtecutli, una de las diosas del fuego, y acaba por terremoto o temblor de tierra”. La Teogonía e Historia de los Mexicanos dice: “El quinto sol, signo del cuarto ollín (movimiento), se dice Olintonatiuh (sol del movimiento), en éste habrá terremotos y hambre general, con que hemos de perecer.” Ciclos solares: “Se refería, se decía / que así hubo ya antes cuatro vidas, / y que ésta era la quinta edad. Como lo sabían los viejos, / en el año 1-Conejo / se cimentó la tierra y el cielo. / Y así lo sabían, / que cuando se cimentó la tierra y el cielo, / habían existido ya cuatro clases de hombres, / cuatro clases de vidas. / Sabían igualmente que cada una de ellas / había existido en un Sol (una edad). Y decían que a los primeros hombres / su dios los hizo, los forjó de ceniza. / Esto lo atribuían a Quetzalcóatl, / cuyo signo es 7-Viento, / él los hizo, él los inventó. / El primer Sol (edad) que fue cimentado, / su signo fue 4-Agua, / se llamó Sol de Agua. / En él sucedió / que todo se lo llevó el agua. / Las gentes se convirtieron en peces. Se cimentó luego el segundo Sol (edad). / Su signo era 4-Tigre. / Se llamaba Sol de Tigre. / En él sucedió / que se oprimió el cielo, / el Sol no seguía su camino. / Al llegar el Sol al mediodía, / luego se hacía de noche / y cuando ya se oscurecía, /los tigres se comían a las gentes. / Y en este Sol vivían los gigantes. /Decían los viejos / que los gigantes así se saludaban: / "no se caiga usted", / porque quien se caía, / se caía para siempre. Se cimentó luego el tercer Sol. / Su signo era 4-Lluvia. / Se decía Sol de Lluvia (de fuego). / Sucedió que durante él llovió fuego, los que en él vivían se quemaron. / Y durante él llovió también arena. / Y decían que en él / llovieron las piedrezuelas que vemos, / que hirvió la piedra tezontle / y que entonces se enrojecieron los peñascos. Su signo era 4-Viento, / Se cimentó luego el cuarto Sol. / Se decía Sol de Viento. / Durante él todo fue llevado por el viento. / Todos se volvieron monos. / Por los montes se esparcieron, /se fueron a vivir los hombres-monos. El Quinto Sol: / 4-Movimiento su signo. / Se llama Sol de Movimiento, / porque se mueve, sigue su camino. / Y como andan diciendo los viejos, / en él habrá movimientos de tierra, / habrá hambre / y así pereceremos. / En el año 13-Caña, / se dice que vino a existir / nació el Sol que ahora existe. Entonces fue cuando iluminó, / cuando amaneció, / el Sol de movimiento que ahora existe. / 4-Movimiento es su signo. / Es éste el quinto Sol que se cimentó, / en él habrá movimientos de tierra, / en él habrá hambres. Este Sol, su nombre, 4-Movimiento, / éste es nuestro Sol, / en el que vivimos ahora, / y aquí está su señal, / cómo cayó en el fuego el Sol, / en el fogón divino, / allá en Teotihuacán. / Igualmente fue este Sol / de nuestro príncipe, en Tula, /o sea de Quetzalcóatl.” (De Los Antiguos Mexicanos a través de sus Crónicas y Cantares. Poemas recogidos por Miguel León Portilla. Extraído del Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos de Federico González Frías, ya citado. Ver entrada: Ciclos–Ciclología). |
5 | Era el sexto señor chichimeca, descendiente del mismo Xólotl, caudillo de tribus nómades venidas del norte con filiación y lengua náhuatl, que hacia el siglo XII encabezó la conquista de Tula, ciudad para entonces en decadencia, estableciendo, finalmente, la capital de su extenso dominio en Texcoco. Durante su largo reinado, Ixtlilxóchitl adoptó plenamente los usos y costumbres toltecas. “Esta singular voluntad de educación de los tezcocanos o acoluhas culminó con Nezahualcóyotl, que aparece como el representante más típico y más refinado de la cultura mexicana clásica”.
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6 | “Deidad náhuatl, principal de las tribus nahuas de la parte oriental del Valle de México. Dios astral de la oscuridad y del cielo nocturno.
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7 | José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra. Fondo de Cultura Económica, México, 1980. |
8 | Ms. Romances de los señores de la Nueva España, fragmentos, trad. Miguel León-Portilla, extraído de José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, Fondo de Cultura Económica, México, 1980. |
9 | Códice Florentino. Miguel León-Portilla, Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, Fondo de Cultura Económica, México, 1974. |
10 | Informantes de Sahagún, Códice Matritense de la Real Academia, fol. 115v. 116r. Miguel León-Portilla Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, Fondo de Cultura Económica, México, 1974. |
11 | Miguel León-Portilla, La Filosofía Náhuatl, UNAM, México, 1974. |
12 | Ms. cantares mexicanos, Miguel León-Portilla, Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, Fondo de Cultura Económica, México, 1974. |
13 | Ibid. |
14 | Ibid. |
15 | Miguel León-Portilla, Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, Fondo de Cultura Económica, México, 1974. |
16 | Anales de Cuauhtitlán (Códice Chimalpopoca) Miguel León-Portilla, La Filosofía Náhuatl, UNAM, México, 1974). |
17 | Ms. Cantares Mexicanos, Ángel M. Garibay K., La Literatura Náhuatl, Ed. Joaquín Mortiz, México, 1975. |
18 | “Importantísimo dios azteca que guía a su pueblo en su peregrinaje hasta Tenochtitlan. Dios de la guerra, los conquistadores lo llamaban peyorativamente Vichilobos: los dioses primigenios Ometecuhtli y su esposa Omecíhuatl, increados y que habitaban en el decimotercero cielo decretaron que este dios y Quetzalcóatl fundaran el ciclo actual. En su honor se festejaban grandes fiestas en el cerro de Huizoctlan. Era hijo de la virgen Coatlicue que había sido embarazada con unas plumas y vituperada por no haber sido creída su versión.”
(Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: Huitzilopochtli). |
19 | Canto a Huitzilopochtli, Veinte Himnos Sacros de los Nahuas, versión A. M. Garibay de M. León-Portilla, La Filosofía Náhuatl. |
20 | Ms. Cantares mexicanos; M. León-Portilla, La Filosofía Náhuatl. |
21 | Aunque, como era de esperarse, no tardaron en surgir desavenencias entre Itzcóatl y Nezahualcóyotl, a partir del incumplimiento por parte del rey mexica de lo pactado con su sobrino, llegando al extremo de ser retado por Nezahualcóyotl al frente de un gran ejército entrando en Tenochtitlán. Itzcóatl acepta su derrota y Nezahualcóyotl, habiendo podido, con esta victoria, hacerse con el señorío de México-Tenochtitlán, sabiamente, les perdona de manera magnánima, manteniendo de esta forma un equilibrio entre los pueblos y las alianzas existentes. Otra disputa se produjo, más luego, entre Motecuhzoma Ilhuicamina y Nezahualcóyotl cuando éste no aceptó colaborar en la construcción del gran templo a Huitzilopochtli resultando en escaramuzas y afrontes entre señoríos, pero a pesar de estas desavenencias se conservó la Alianza manteniéndose la supremacía militar y política de Tenochtitlán, si bien Texcoco “sobresalía como centro de leyes, normas sociales y creaciones filosóficas, literarias e históricas”, según relata A. M. Garibay en su libro Estudios de Cultura Náhuatl. |
22 | Miguel León-Portilla, La Filosofía Náhuatl, UNAM, México, 1974. |
23 | José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, Fondo de Cultura Económica, México, 1980. |
24 | José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, op. cit. |
25 | Ibid. |
26 | Ibid. |
27 | Fr. Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de Nueva España, Edición de Ángel María Garibay K., Editorial Porrúa, México, 1979. Extraído de José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra. Fondo de Cultura Económica, México, 1980. |
28 | Ibid. |
29 | Ibid. |
30 | Juan Bautista Pomar, Relación de Texcoco, extraído del libro de J. L. Martínez ya citado. |
31 | Ms. Cantares mexicanos, M. León-Portilla, La Filosofía Náhuatl, ya citado.. |
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