|
REY-FILÓSOFO, POETA, CONSTRUCTOR Y GUERRERO. LUCRECIA HERRERA. Segunda parte. |
Códice Florentino.
Solamente él, / el Dador de la Vida.
Vana sabiduría tenía yo, / ¿acaso alguien no lo sabía? ¿Acaso alguien no? No tenía yo contento al lado de la gente. Realidades preciosas haces llover, / de ti proviene tu felicidad, ¡Dador de la Vida! Olorosas flores, flores preciosas, / con ansia yo las deseaba, vana sabiduría tenía yo...* Prefacio. Casi todo lo que sabemos de estos pueblos y su grandiosa civilización –aparte de los valiosísimos restos arqueológicos encontrados por arqueólogos y estudiosos a través de los siglos desde la conquista, es decir la cerámica, vasos, cuencos, jades, la escultura, piedras talladas y estelas con glifos y cuentas largas esculpidas a la par de sus reyes, y la extraordinaria arquitectura, templos y pirámides y los magníficos murales pintados en las paredes de los palacios que sobrevivieron el expolio de estas culturas–, y su renacimiento en los siglos XV y principio del XVI, ha sido a través de los cronistas y los primeros frailes misioneros o los escritos de los primeros conquistadores que llegaron a estas tierras, gente ruda y ambiciosa en su mayoría, que deslumbrados por las maravillas y riquezas que veían a su alrededor, los aspectos menos aparentes y más profundos de la vida y la cultura de los nahuas les pasó desapercibida. Pero no a los primeros misioneros que bien preparados y movidos por su afán de indagar, penetraron más hondo en su cultura pudiendo establecer los grandes mitos cosmogónicos, base del pensamiento náhuatl.1 De entre estos frailes, uno de los más importantes por su cuidadosa labor de recopilación y conservación de los documentos antiguos, fue Fray Bernardino de Sahagún, hombre instruido y culto –aunque obsesionado por lo demoníaco como la mayoría de los frailes que vinieron a evangelizar a los naturales–, que conocedor de las antiguas tradiciones del Viejo Mundo y la lengua náhuatl, pudo reconocer en algunos de los textos nahuas recogidos en Texcoco que sobrevivieron las quemas, en los Himnos Rituales y los Cantos procedentes de Tepepulco y en lo que narraron los indios mayores o ancianos de Tlatelolco y Tenochtitlán2, lo elevado y profundo de su pensamiento aprehendido por ellos “de memoria” desde niños en las escuelas presididas por los sabios y sacerdotes en el calmécac, y en el telpochcalli en el que se adiestraba a los jóvenes en el arte de la guerra. Estos “informantes”, como se les solía llamar, seguramente hijos de principales o sacerdotes, conocían y recordaban perfectamente las enseñanzas y doctrinas impartidas de viva voz, o sea a través de la palabra, en las escuelas superiores que pintadas y dibujadas en caracteres en sus libros de pinturas, sus códices sagrados, las debieron fijar en su memoria a través de disciplinas precisas y rigurosas que procuraban la aprehensión y el recuerdo de sus símbolos, mitos y ritos, y el conocimiento de su cosmogonía, es decir, las leyes que rigen el cosmos, los ritmos y ciclos, proporciones y medidas que lo conforman, los números o númenes –sus dioses–, la música, la geometría, la astronomía-astrología, la adivinación, la profecía y los sueños, o sea su visión del mundo y su lugar en él, conformando un gran entramado finamente entretejido en sus complejos y antiguos calendarios en los que la totalidad de su existencia estaba perfectamente articulada en el Tiempo. Pero es gracias a estos recopiladores que hemos podido conocer gran parte de la vida de aquellos pueblos y su cultura, comenzando por Fray Diego Durán, que desde temprana edad (c.1542-44), su padre le llevó a vivir a Texcoco donde se formó, reuniendo en dos tomos su Historia de las Indias de Nueva España, donde narra pormenorizadamente los Ritos y Ceremonias en las fiestas de los dioses, el Calendario Antiguo y la Historia, poniendo énfasis en Texcoco donde vivió, agregando valiosísimas anotaciones sobre Nezahualpilli, hijo de nuestro rey; también Juan Bautista Pomar y Alva Ixtlilxóchtli, ambos descendientes de Nezahualcóyotl, así como Fray Juan de Torquemada, Fray Toribio de Benavente o Motolinía como se hizo llamar a su llegada a las Indias, –y desde luego las importantísimas aportaciones contemporáneas de los estudios, comentarios y traducciones de Miguel León-Portilla, Ángel María Garibay y José Luis Martínez– que tan sólo son algunos, y que aquí citamos, especialmente Fray Bernardino de Sahagún quien dio principio a sus investigaciones a partir de 1547, unos años después de la llegada de los conquistadores a estas tierras, que reuniendo hombres ya maduros y sabios entre los cincuenta y setenta años, especialmente de Texcoco, Tlatelolco y Tenochtitlán, como decíamos, pudo compilar una vastísima información y escribir su Historia General de las cosas de Nueva España, extraordinaria obra enciclopédica recopilada en náhuatl y castellano en la que narra y compendia prácticamente todos los ámbitos de la vida cotidiana de estos pueblos, sus costumbres, su íntima relación con la naturaleza: las piedras, las plantas, los animales, los fenómenos naturales, los remedios; su pensamiento filosófico y sabio, sus símbolos, mitos y ritos, las artes, la poesía, los cantos y bailes, el arte adivinatorio, la astrología-astronomía, los calendarios y los dioses a quienes estaban consagrados los días, meses y años, y las fiestas y ceremonias en su honor; sus genealogías, los reyes y señores, la guerra y sus juegos, los oficios, la arquitectura, los templos, palacios y jardines, etc., etc., etc.; en otras palabras, todos los aspectos que conforman una cultura tradicional acompañada de bellísimas pinturas hechas por los naturales que describen los hechos relatados a manera de un códice, obra conocida igualmente como el Códice Florentino. Códice Florentino. Dicho esto, vayamos, pues, a aquella época de esplendor y belleza expresada en todos los campos de la cultura, cuando estos pueblos alcanzaron el apogeo del renacimiento de su antigua tradición tolteca y que, por razones cíclicas, apenas faltaban unos pocos años para que vieran el fin de su extraordinaria civilización. Que por otro lado, relata Alva Ixtlilxóchtli, este hecho ya había sido profetizado por Nezahualcóyotl cuando en el año Ce ácatl, 1467, unos cinco años antes de su muerte, se terminó de construir el templo de Huitzilopochtli, dios solar y guerrero, numen tutelar de los mexicas a quien ofrecían sangrientos sacrificios humanos para perpetuar con el líquido vital derramado en su honor, la vida del Sol amenazado por el advenimiento de la quinta Edad o Sol final, edificación que, no olvidemos, sus poderosos aliados y familiares de Tenochtitlán con sus ideas místico-guerreras, le habían “obligado” a edificar. Códice Florentino.
En tal año como éste [Ce ácatl], / se destruirá este templo que ahora se estrena, / ¿quién se hallará presente?, / ¿será mi hijo o mi nieto? / “Ésta tabla arriba puesta: es la cuenta de los años, y es cosa antiquísima. Dicen, que el inventor della fue Quetzalcóatl”. Códice Florentino. Como tantos otros presagios que vaticinaron la catástrofe que se avecinaba, visibles por todos los habitantes de estos pueblos en el cielo y en la tierra, apareció por oriente una gran luz cuando gobernaba en Texcoco su hijo Nezahualpilli5, gran astrólogo y nigromante, y en México-Tenochtitlán el rey Motecuhzoma, a quien le tocó presenciar toda clase de señales, muy asombrosas, que auguraban la llegada de los españoles y la destrucción de a su extraordinaria cultura. Relata Sahagún:
Llama de fuego. Códice Florentino. El rey-poeta y su mundo. Según Alva Ixtlilxóchitl, en el año 6 Calli, esto es en 1433, Nezahualcóyotl se fue con toda su familia y corte a establecer y gobernar en Texcoco como rey. Se dice que “hizo el viaje por la laguna y desembarcó en el bosque de Acayácac donde lo recibieron los señores y la gente prominente del reino con fiestas y regocijos, y se fue a habitar a sus palacios de Cillan”. Valle de México. Dibujo de V. M. Castillo. En Nezahualcóyotl, Vida y Obra, José Luis Martínez. Una vez investido rey de Texcoco luego de un largo exilio, prolongadas guerras, persecuciones y luchas, habiendo podido consolidar su señorío y unir todas las provincias que lo constituían fructificando su reino en un período de relativa paz y bonanza, Nezahualcóyotl se concentró en hacer de su ciudad un centro de irradiación cultural en el mundo nahua. Sin descuidar los asuntos de la guerra –que merecían todo cuidado para estas culturas en permanente batalla, cuyas escuelas, los telpochcalli, estaban dedicadas a Tezcatlipoca, “patrón de la casta guerrera que presidía la orden militar de los caballeros-jaguares”7–, dio atención preferente a todo aquello relativo a la educación y el estudio, el culto divino, la filosofía, las leyes, la justicia y el cultivo y desarrollo de todas las artes desde donde emanaba el saber más refinado y profundo de su época. No sólo aquellas artes enseñadas en las escuelas literarias y musicales, sino las propias de los gremios y artesanos de diversas clases: los escribas-pintores, el artista de las plumas, los alfareros, orfebres, plateros, etc.; oficios vinculados al antiguo pensamiento tolteca heredado del gran rey Quetzalcóatl que gobernó Tula en el siglo IX d. C., e íntimamente relacionados con lo que los toltecas llamaron toltequidad o toltecáyotl, “sinónimo de perfección, arte y sabiduría”. Artesanos. Oficiales de las plumas, orfebres, plateros. Códice Florentino. Ideas en las que, aún siendo un niño, Nezahualcóyotl había sido iniciado por el gran filósofo de su tiempo, Huitzilihuitzin, su maestro y tutor, y también por los sacerdotes, los tlamatinime, en el principal calmécac de Texcoco, escuela superior, presidida por Quetzalcóatl divinidad del Conocimiento y la Sabiduría, dedicada a la estricta y rigurosa educación de reyes y nobles donde, consecuentemente, se preparaba a los futuros sacerdotes, sabios y gobernantes. Aquí se transmitían las doctrinas y conocimientos más elevados: su historia sagrada y mítica, los cantos e himnos rituales, la interpretación de los “libros pintados”, las nociones calendáricas, la astronomía-astrología, la adivinación y la profecía, lo referente a los sueños y la música,
Conocimientos que estaban entrelazados en sus calendarios rituales, como decíamos más arriba, plenamente acordes a las pautas y movimientos recurrentes de los astros y las grandes Eras, o Soles, que conocían perfectamente, pues para el pensamiento náhuatl su ser no era sino la vivificación del tiempo siempre presente, donde todo estaba entretejido entre sí en perpetuo acontecer: la poesía, los cantos y bailes, sus fiestas y ritos, los sonidos de la naturaleza, sus costumbres, sus juegos simbólicos y rituales –como lo era el patolli, el juego de los ‘voladores’ y el juego de pelota–, que simbolizaban una cosmogonía en movimiento en la que los jugadores actuaban y actualizaban el drama cósmico. Juego de patolli. Códice Florentino. Juego de los voladores. Códice Fernández Leal. Juego de pelota. Códice Durán. En su libro El Simbolismo Precolombino, Federico González cita a Fray Diego de Landa que afirma:
Y no es de extrañar la singular importancia que este sabio rey concedió a la conservación y estudio de la lengua náhuatl. Asunto al que Nezahualcóyotl prestó especial atención, alcanzando Texcoco “gran prestigio donde los señores de la tierra enviaban a sus hijos para aprender lo más pulido de la lengua náhuatl, la poesía, la filosofía, la teología, la astronomía, la medicina y la historia”, en las escuelas especialmente instituidas para ello, “pues se les enseñaba a hablar bien, se les enseñaban los cantares, los que decían cantares divinos”,10 conservados en los libros de pinturas, los códices, custodiados por los sacerdotes en las llamadas Casas de Pinturas o archivos reales, donde permanecía la memoria de sus orígenes y la esencia de su tradición, hechos estos que llevaron a Texcoco a ser considerada la Atenas de su tiempo. En el Códice Matritense de la Academia de la Historia leemos que,
Describen los cronistas que junto a los templos, en torno a un gran patio para los bailes estaban construidos los cuicacalli o “casas de canto”, donde se guardaban los dos tipos de tambores12 o atabales, el huéhuetl y el teponaxtli, los palos percusores, las sonajas, las flautas, los caracoles, y la vestimenta ritual con la que iban ataviados los danzantes según la región o el género de danza que representaban. Códice Florentino. Allí vivían los maestros que enseñaban a los jóvenes los cantos, los bailes y la ejecución de los instrumentos musicales. Estos eran cantos que, por lo general, trataban acerca de las hazañas de los héroes, elogios a príncipes, exaltaciones guerreras, juegos, pantomimas y “cosas de amores” y otros temas que no eran, propiamente, los llamados “cantos divinos” o los antiguos cantos enseñados por los sacerdotes a los iniciados en el calmécac, que, también, se cantaban públicamente, a los que se unía la poesía y, a veces, el baile. Ya que además de esta escuela superior existía en Texcoco el Consejo de Música y Ciencias, la academia de poetas y las escuelas de arte adivinatorio, poesía y cantares.
Códice Florentino. Pero ¿quieres eran los autores de estos cantos, y cuándo y dónde se cantaban y bailaban?
Códice Durán. Estos llamados cuicapicque eran pues de dos clases diferentes: los adscritos a la casta sacerdotal que componían y cantaban los himnos a los dioses llevados a cabo en los templos, y, por otra parte, los de las casas reales y la nobleza que componían nuevos cantares cuando había habido una victoria en la guerra, “o levantaban nuevo señor, o se casaba con señora principal, o por otra novedad alguna,” que, por otra parte, se preparaban con anticipación y se hacían cuidadosos ensayos de cantos y danzas.
Motolinía o Fray Toribio de Benavente, en Memoriales o Libro de las cosas de la Nueva España agrega,
Códice Florentino. Los poemas más antiguos eran himnos de carácter mágico-litúrgico y mítico siendo estos últimos los que eran cantados y bailados en las grandes fiestas y celebraciones en honor a los dioses, tal como aparecen representados en los murales pintados en Teotihuacán con las volutas floridas saliendo de la boca. Mural de Teotihuacán. Estos ritos se componían de grandes procesiones presididas por los sacerdotes ataviados respectivamente a manera de los diversos dioses, y fueron quizás las primeras formas teatrales donde sacerdotes e iniciados representaban el papel de las deidades haciendo llegar al pueblo los poemas o cantos divinos.
Muchos de estos cantos antiguos rodeados del misterio propio de lo sagrado, hacen decir a Sahagun, desconcertado por lo que no comprende: “cantan sin poderse entender lo que en ellos se trata”,18 aunque Fray Diego Durán, con mejor conocimiento, poniendo más atención y reflexionando en lo que decían, reconoció su trasfondo doctrinal.
¿Pero, cómo debía ser el artista náhuatl? Recordemos que los nahuas tenía gran consideración por sus antepasados toltecas, de donde la idea de la toltequidad o toltecáyolt, o sea los ideales heredados de los habitantes de Tula, herencia que venía de muy antiguo pues se pensaban vinculados a los fundadores de Teotihuacán, la ciudad de los dioses, y aún, a sus orígenes más alejados en el tiempo “como fueron los pobladores de la mítica Tamoanchan, gentes venidas de las costas del Golfo de México a las que atribuyen la invención del calendario y [la escritura], la posesión de libros sagrados con antiguas doctrinas religiosas”20, y su mítico rey Quetzalcóatl, sabio y gran artista que gobernó Tula en el siglo IX, transmisor de las artes y ciencias más antiguas, a quién se le atribuía la formulación de toda una doctrina teológica acerca de Ometéotl, el supremo Dios dual. Por lo que el nombre que mejor expresa la idea del artista vendría a ser en lengua náhuatl, toltécatl, sobre todo si se percata de que en todos los textos donde se describen las cualidades y los rasgos característicos de los cantores, pintores, alfareros, etc. siempre se dice que “obran como toltecas”, fruto de la toltecáyotl.
Códice Florentino. Sin embargo:
Había, pues, que hacerse merecedor de ello, a través de una educación especial que recibían los “aspirantes” en las casas de canto, los cuicacalli, que requería de la severidad necesaria para dar a los jóvenes e inexpertos artistas “un rostro y un corazón firme como la piedra”. Y a través de esa entrega incondicional a su destino podía el toltécatl ser heredero de la gran tradición tolteca predestinado en función de su calendario, el tonalámatl, que
Llegado a ser un autentico artista, deviene él mismo eso que conoce pudiendo comunicar a los otros las verdades eternas que ha recibido y comprendido en su corazón. Ahora bien, debemos tomar en consideración la época que le tocó vivir a Nezahualcóyotl, siglo XV, pleno Renacimiento, momento de transición en el que, por razones cíclicas, el arte va desprendiéndose de su condición anónima adquiriendo ésta un “nombre y un rostro”, siendo Nezahualcóyotl “el primer poeta que pertenece ya plenamente a la nueva etapa”.24 Y en adelante muchos poetas, oficio por excelencia de reyes, fijarán su palabra de manera individual: “lo digo yo Nezahualcóyotl”, “Yo, rey Tecayehuatzin”, etc. como aparecen identificados muchos de los poemas recogidos en las dos grandes colecciones de poesía indígena. Tecayehuatzin y Nezahualcóyotl. “Flores y Cantos” de Nezahualcóyotl. El casamiento de Nezahualcóyotl con Azcalxochitzin, hija del infante Temictzin, de la nobleza mexicana se llevó a cabo con grandes celebraciones, alargándose cuatro meses, en los grandes palacios que había hecho construir y que ahora se estrenaban. Allí presentes estaban los monarcas aliados Motecuhzoma Ilhuicaminatcin, Tlatoani de México-Tenochtitlán y Totoquihuatzin, señor se Tlacopan y los demás señores importantes de los tres señoríos que conformaban la Triple Alianza. Narra Torquemada que para despedir a los invitados hubo un convite general, pero que en medio de la fiesta y las celebraciones, Nezahualcóyotl empezó a sentirse invadido por una gran melancolía y desasimiento que le hizo “percibir en aquellas glorias su vanidad, la fugacidad de la vida y la destrucción y muerte hacia donde marchaban fatalmente los hombre y sus obras”.25
Códice Florentino. No se conserva el canto al que alude Torquemada pero Alva Ixtlilxóchtli se refiere a otro poema tocante al mismo tema que
Códice Florentino. Poco se sabe de las circunstancias en las que Nezahualcóyotl compuso sus poemas aunque sí hay referencias a los ya citados más arriba. Tampoco sabemos si algunos de los cantos que compuso fueron destinados a ser bailados y cantados en las plazas publicas o para los areitos, representados por multitudes de personas, aunque haya participado en ellas. Estos cantos debieron ser muy simples y breves para poder ser memorizados y repetidos en secuencias exactas por todos los que en ellos participaban. De estos festejos populares relata Motolinía:
Códice Florentino. Más bien los poemas de Nezahualcóyotl y los de otros poetas de su entorno son reflexiones filosóficas y eran compuestos para ser cantados a modo de diálogos en las casas de canto o de pinturas a las que él hace alusión en sus poemas; también, en los espectáculos llevados a cabo en los grandes patios de sus palacios, perfectamente adecuados para las reuniones de amistad entre los señores y poetas de varios señoríos, con alabanzas a la belleza y a la sabiduría propia de la vida espiritual de estos pueblos. La idea del tiempo y su fugacidad, la transitoriedad de todo cuanto existe es un tema fundamental en las meditaciones de Nezahualcóyotl, idea a la que vuelve, una y otra vez, en sus poemas, pues se pregunta: ¿”si sólo por poco tiempo aquí” y si la vida es sueño, una ilusión, cómo puede conocerse o decirse algo verdadero sobre lo que está “más allá”, sobre lo que nos sobrepasa? Sólo con “flores y cantos”, es decir a través de una poética, fruto de la intuición intelectual-espiritual expresada por el lenguaje simbólico de la poesía es que se puede decir algo verdadero sobre la tierra, ya que, aunque las “flores” se amarillecen y marchitan aquí, las palabras, nunca perecerán pues “son llevadas allá, a la casa dorada de plumas”, donde mora la divinidad.
Gran admiración despertó Nezahualcóyotl por su conocimiento y sabiduría, “como forjador de cantos, maestro versado en todas las artes y profundo conocedor de las cosas ocultas,” como dice M. León-Portilla en su obra Literaturas de Mesoamérica.
Pues…
De los doscientos cantos recopilados, treinta y siete se le atribuyen a este sabio rey y poeta que formuló poemas de todo tipo. Los “Cantos de Primavera” debieron ser compuestos para las celebraciones y festividades florales que presidía Xochiquétzal, deidad de las flores y mariposas que según Durán: “éste era el más solemne baile que esta nación tenía”. Códice Durán.
–¡Alegraos!, canta Nezahualcóyotl, invitando a los otros poetas a participar:
Pero sus poemas más graves relacionados con sus especulaciones y meditaciones metafísicas, la región del misterio, “el inventor de sí mismo, el “que está junto a todo, y junto al cual está todo”, el “Dador de la Vida”, por su naturaleza íntima y profunda los hacía más adecuados para ser cantados o salmodiados en las Academias de Texcoco con otros poetas y sabios en forma de diálogos o concursos.
... ¿A dónde iremos?... ¿Allá dónde la muerte no existe…?
–Estoy embriagado–, se decía a sí mismo.
Mas,
En su jardín de Tetzcotzinco, donde Nezahualcóyotl solía retirarse a sus meditaciones y ayunos, había un patio con “muchas salas y aposentos” de gran amplitud para recibir a los señores de México y Tlacopan. Allí se llevaban a cabo reuniones dedicadas a las danzas y representaciones teatrales en las que muy probablemente, también, se cantaban los mitos genésicos recreando a través de la escenificación, con un recitado rítmico y reiterativo el gesto y el movimiento, los ciclos y ritmos cósmicos, es decir su cosmogonía en perfecta correspondencia con sus ritos iniciáticos razón por la cual estas representaciones tomaron tal relevancia entre estos pueblos. Mientras…, pasaban los años, y hacia 1464 ocurrieron unos acontecimientos muy dolorosos que entristecieron a Nezahualcóyotl. Resultó que su único hijo, Tetzauhpiltzintli, nacido de su matrimonio con la reina Azcalxochitzin y que para entonces tenía veinte años, fue acusado de traición a la patria y fue ajusticiado por los jueces. Injustamente o no, es difícil de precisar, pero que Nezahualcóyotl respetó la decisión de los jueces a pesar de que la acusación iba contra su amado y “prodigioso” hijo, muestra su profundo respeto por la justicia. Ahora el reino se encontraba sin heredero y la guerra que mantenía con los chalcas se alargaba indefinidamente y se hacía cada ves más cruenta. Un hijo de Nezahualcóyotl (con una de sus concubinas, que muchas tenía), y otros dos de Axayácatl, señor de Tenochtitlán, que andaban de cacería en los bosques cercanos al palacio fueron asesinados por sus enemigos y sus cuerpos ultrajados cruelmente. Apesadumbrado por estos acontecimientos pidió consejo a los sacerdotes que le dijeron debía recurrir a los sacrificios humanos para aplacar la ira de los dioses. Pero afirmado en sus más íntimas creencias,
Y estando el rey en sus meditaciones, una noche sucedió algo verdaderamente, asombroso, mágico y portentoso que relata Alva Ixtlilxóchtli en sus Relaciones Históricas o Historia chichimeca:
Pero Nezahualcóyotl escuchaba en su corazón, persistentemente, el anuncio de que debía empezar a desatarse de todo cuanto había sido su vida. Su primo, Moctezuma Ilhuicamina que gobernaba México-Tenochtitlán, con quien había vivido muy de cerca tantas empresas, entre ellas las prolongadas batallas en su juventud contra los tepanecas donde habían brillado como valientes guerreros, Caballeros Águilas-Tigres, iniciación que igualmente habían compartido, enfermó en 1469. Fue a visitarlo y para complacerlo le compuso un poema para ser representado y bailado:
Ese mismo año murió el señor de México-Tenochtitlán y Nezahualcóyotl fue a las exequias, y a la jura del nuevo rey, Axayácatl, el cuarto señor de Tenochtitlán que él veía reinar, desde la época de su tío Itzcóatl, que gobernó trece años, y los prósperos veintinueve del gobierno de Moctezuma I. Pero apenas unos años más tarde, en 1472, Nezahualcóyotl cayó enfermo por primera vez, y sintiéndose cercano a la muerte dio a conocer su determinación de ser sucedido por su hijo Nezahualpilli, encomendando la tutela del príncipe, que apenas tenía siete años, a su prudente hijo Acapipioltzin,
Y reuniendo a todos sus hijos, familiares y servidores,
Había dispuesto “que dijesen que había ido a tierras lejanas a descansar y que nunca volvería”; se decía entre las gentes que “había sido trasladado entre los dioses”.
Acaso, por un instante, algunos presintieron, como tantos otros vaticinios, que con la muerte de este gran rey, bien amado, comenzaba a morir el mundo indígena. Reintegrado en su principio quedaba la memoria de Nezahualcóyotl que los tlacuilos iban fijando en las imágenes que pintaban, de igual manera que fluía, en lo invisible, el recuerdo de los cantos que había compuesto y que eran repetidos con profunda devoción en las festividades y reuniones de poetas y príncipes, “pasados de memoria en memoria”. Códice Mendoza.
Epílogo. Y así termina este mágico y nada convencional recorrido de la mano de un gran príncipe, Acolmiztli Nezahualcóyotl, “brazo o fuerza de león y coyote hambriento o ayunado” del que poco y nada se sabe cómo era personalmente, pero sí le conocemos por sus obras, su “actuar” en el mundo y por su pensamiento, fruto de sus especulaciones e intuiciones espirituales, sin excluir nada, deviniendo un gran Rey, vinculado por su iniciación en los calmécac a la sabiduría, el conocimiento y a Quetzalcóatl, y por su iniciación en la orden de Caballeros Águilas-Tigres, a la casta guerrera y a Tezcatlipoca. Quetzalcóatl y Tezcatlipoca. Códice Florentino. En otras palabras, sabio y filósofo, un tlamatinime, como algunas veces se le identifica, conocedor de la armonía y el orden celeste, la cosmogonía y las artes y ciencias a ella vinculadas, poeta, adivino y profeta, experimentado rey-guerrero y, por ende, conocedor y actor en las cosas terrestres; renombrado legislador, conocido por su profundo sentido de la justicia, famoso arquitecto, constructor de templos, palacios y jardines, de acueductos, y del gran dique en Tenochtitlán que impedía se mezclaran las aguas dulces con las saladas del lago, por nombrar algunas de sus obras, y virtudes. También llamado Yoyontzin, nombre o entidad misteriosa con la que él solía dialogar e identificarse en sus cantos. Predestinado para reinar en una época en la que la antigua tradición tolteca venida de Tula, estrechamente relacionada con su dios Quetzalcóatl, vio, por su actuación “activa” en el mundo, el resurgimiento de la doctrina teológica acerca de Ometéotl, el supremo Dios dual, Uno y Único dios, andrógino que va tomando distintos aspectos al actuar en el universo, uno de cuyos nombres es Tloque in Nahuaque al que Nezahualcóyotl cantaba y elevaba sus meditaciones e invocaciones que, “invisible como la noche e impalpable como el viento”, “se inventa a Sí Mismo”. “Aquel que tiene todo en sí”, pues es “el que está junto a todo, y junto al cual está todo”, Señor del Cerca y Junto, el “Dador de la Vida”, que yace oculto, impasible, inmóvil, en lo más profundo del corazón de cada ser, Fuente y Origen de todo cuanto existe. |
BIBLIOGRAFÍA.
– Federico González, El Simbolismo Precolombino, Cosmovisión de las culturas Arcaicas. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016. |
|
NOTAS. | |
* | Poema de Nezahualcóyotl, Ms. Romances de los señores de la Nueva España. Trad. León-Portilla, en el libro de José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra. Fondo de Cultura Económica, México, 1980. |
1 | Miguel León-Portilla, La Filosofía Náhuatl. UNAM, México, 1979. |
2 | Ángel María Garibay, Historia de la Literatura Náhuatl. Editorial Porrúa, México, 1971. |
3 | Alva Ixtlilxóchitl, Historia chichimeca, Obras históricas. Extraído del libro de José Luis Martínez, op. cit. |
4 | José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, ibíd. |
5 | Narra Durán que: “Era nigromántico y hechicero, el cual declaraba muchas cosas por venir, las cuales él sacaba por sus conjeturas que de las causas conocía. Y así, estando el gran rey Motecuhzoma un día muy descuidado fuele dado aviso de cómo el rey de Tezcuco, Nezahualpilli, era venido, y admirándose de su venida, tan repentina y sin pensar, salió de su recogimiento a le recibir, y haciéndole las cortesías el uno al otro, se entraron juntos al recogimiento y secreto donde siempre Motecuhzoma estaba, y preguntándole la causa de su venida, le respondió: ‘Poderoso y gran señor, mucho quisiera no inquietar tu ánimo poderoso, quieto y reposado, pero fuérzame la obligación que tengo de te servir y darte cuenta de una cosa extraña y maravillosa, que, por permiso y voluntad del señor de los cielos, de la noche y el día y del aire, ha de acontecer en tu tiempo. Por lo cual, debes estar avisado y advertido y con mucho cuidado, porque yo he alcanzado por cosa muy verdadera que de aquí a muy pocos años, nuestras ciudades serán destruidas y asoladas; nosotros y nuestros hijos, muertos, y nuestros vasallos, apocados y destruidos. Y de esto no tengas duda. (…) Y más te digo: que antes de muchos días verás en el cielo señales que serán pronóstico de lo que te digo. Y no por eso te desasosiegues ni inquietes, que lo que ha de suceder, es imposible huirle el rostro. Pero de una cosa me siento muy consolado, que ya yo no veré estas calamidades y aflicciones, porque mis días ya son muy breves. Y a esta causa, quise, antes que muera, dejarte este aviso como a hijo mío muy querido’. Y llorando los dos, Motecuhzoma empezó a hacer algunos clamores a los dioses y a pedir se le acabaran los días, por no ver lo que le anunciaban que en su tiempo había de acontecer; dándole, empero, las gracias por el aviso y partiéndose (Nezahualpilli) para su ciudad, el rey Motecuhzoma quedó muy afligido y atemorizado y guardando en su pecho todo lo que le dijeron, sin dar a nadie parte de su secreto”. Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España, Tomo II, cap. LXI. Ed. Porrúa, México, 1967. |
6 | Fray Bernardino Sahagún, Sahagun Códice Florentino, Libro VIII, De los reyes y señores… Facsímil del Manuscrito de la Colección Palatina de la Biblioteca Medicea Laurenziana, reproducción de Historia General de las cosas de Nueva España, Gobierno de México, 1979-80. |
7 | “Tezcatlipoca tenía entre otros títulos sagrados el de Tepochtli, ‘el joven’ y Yáotl, ‘el guerrero’; es el patrón de los guerreros jóvenes (perpetuamente joven) que ingresaban en el Tepochcalli a la edad de quince años. Presidía también la orden militar de los caballeros-jaguares. Aparece siempre como patrón de la casta guerrera. Más tarde se le identificará con Huitzilopochtli que ya no tiene un simbolismo polar sino solar. |
8 | Federico González, El Simbolismo Precolombino, Cosmovisión de las culturas Arcaicas, cap. XVII, Arte y Cosmogonía. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016. |
9 | Fray Diego de Landa, Relación de las Cosas de Yucatán, cap. VII. Cita extraída de Federico González, El Simbolismo Precolombino, Cosmovisión de las culturas Arcaicas, cap. VIII, La Iniciación, op. cit. |
10 | Miguel León-Portilla, Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares. Fondo de Cultura Económica, México, 1974. |
11 | Informantes de Sahagún, Códice Matritense de la Academia de la Historia, trad. León-Portilla, Trece poetas del mundo azteca, extraído del libro de José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, ibíd. |
12 | Para estos pueblos el tambor es considerado un “altar circular y portátil que recoge y exhala el ritmo universal. (…) Muchos pueblos se mantienen conectados por el sonido de tambores que constituyen un lenguaje; utilizan estos elementos para comunicarse, repitiendo unos ritos que ha conocido el hombre desde siempre. Los tambores y sus sonidos son la voz de los dioses hecha carne y llaman tanto a la alegría y el baile como a la guerra”. Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Tambor”, op. cit. |
13 | Alva Ixtlilxóchitl, Historia chichimeca, Obras históricas. Extraído del libro de José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, ibíd. |
14 | Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme, tomo I, op. cit. |
15 | José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, ibíd. |
16 | Motolinía, Fray Toribio de Benavente en Memoriales o Libro de las cosas de la Nueva España, extraído del libro de José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, ibíd. |
17 | Miguel León Portilla, Literaturas de Mesoamérica. SEP, México, 1984. |
18 | Ángel María Garibay, Historia de la Literatura Náhuatl, op.cit. |
19 | Fray Diego Durán, Historias de las Indias de Nueva España, Libro de los ritos y ceremonias en las fiestas de los dioses… tomo I, cap. XXI, op. cit. |
20 | Miguel León-Portilla, La Filosofía Náhuatl, cap.VI, “Los más antiguos vestigios”, ibíd. |
21 | Informantes de Sahagún, Códice Matritense de la Real Academia. Citado por Miguel León-Portilla, Los Antiguos Mexicanos a través de sus crónicas y cantares, op. cit. |
22 | Miguel León-Portilla, La filosofía náhuatl, cap. V. “Concepción náhuatl del arte”, ibíd. |
23 | Ibíd. |
24 | José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra. Ibíd. |
25 | Ibíd. |
26 | Fray Juan de Torquemada, Los 21 libros rituales y Monarquía indiana. Tomo I, extraído de José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, ibíd. |
27 | Alva Ixtlilxóchtli, Historia Chichimeca, Obras Históricas, tomo II. Extraído de José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, ibíd. |
28 | Motolinía, Memoriales, en la obra Nezahualcóyotl, Vida y Obra ya citada de José Luis Martínez, ibíd. |
29 | Miguel León-Portilla, Los antiguos mexicanos, a través de sus crónicas y cantares, ibíd. |
30 | Ms. Romances de los señores de la Nueva España. Trad. Garibay, Poesía náhuatl, en José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, ibíd. |
31 | Romances de los señores de la Nueva España, extraído de Miguel León-Portilla, Literaturas de Mesoamérica, op. cit. |
32 | Ibíd. |
33 | Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme, tomo I, cap. XXI, ibíd. |
34 | Romances de los señores de la Nueva España, extraído de Nezahualcóyotl, Vida y Obra, ibíd. |
35 | Ms. Romances de los señores de la Nueva España. Trad. León-Portilla, Trece poetas del mundo azteca, de su libro Literaturas de Mesoamérica, ibíd. |
36 | Miguel León-Portilla, Literaturas de Mesoamérica, Cantares mexicanos, op. cit. |
37 | Ibíd. |
38 | Ibíd. |
39 | Relaciones Históricas o Historia chichimeca, extraído de José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, ibíd. |
40 | Largo sería contar este maravilloso y “mágico” relato en su totalidad recogido por Ixtlilxóchtli, en sus Relaciones Históricas o Historia chichimeca, por lo que hemos reproducido esta síntesis de J. L. Martínez en su libro ya citado. |
41 | Canto de Nezahualcóyotl de Acolhuacan. (Con que saludó a Motecuhzoma el Viejo, cuando estaba éste enfermo). Cantares mexicanos, en Miguel León-Portilla, Literaturas de Mesoamérica, ibíd. |
42 | Alva Ixtlilxóchitl, Historia chichimeca, Obras históricas. extraído de José Luis Martínez, Nezahualcóyotl, Vida y Obra, ibíd. |
43 | Ibíd. |
44 | Ms Cantares mexicanos. Trad. A. M. Garibay, Historia de la Literatura náhuatl, íbíd. |
45 | Ms. Cantares mexicanos, en Miguel León-Portilla, Literaturas de Mesoamérica, ibíd. |
|