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DAVID MARÍA CORREA |
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David por Donato di Betto Bordi. Realizada en torno a 1430 para Cosme el viejo de Medicis. 1.1. Introducción La escritura tiene en sí misma una posibilidad extraordinaria que siendo tan natural en nuestra vida, muy pocas veces nos paramos a pensar en ello. Es decir, que unas grafías concretas puestas en un orden determinado evoquen un concepto y un conjunto de éstos puedan transmitir ideas, es algo mágico; es como traspasar a otros casi de modo impersonal lo que un ser alcanza a comprender en silencio, pues esos destinatarios no tienen porqué conocerse y además pueden estar bien separados por los siglos o las distancias. Cuando eso que se expresa evoca lo Innombrable... ¿qué va uno a decir del milagro de la escritura sagrada? Un templo para el Nombre. Puede verse como un almacén de ideas o recuerdos pero además, y quizás sobre todo, es un medio de salvaguardar los recuerdos del alma, una memoria del Ser para que sus seres puedan acceder, de este modo, al despertar de la conciencia. Esto es bien misterioso, el misterio del símbolo al que le debemos la Vida. Hermes, Tú en verdad amas al hombre y nosotros “te amamos, te debemos la Vida”1, tu esencia en nosotros y nosotros en Ti a través de esta revelación tuya. Los libros sagrados no suelen seguir una lógica racional y sucesiva como entienden nuestros sentidos, sino que más bien promueven la ruptura de ese límite; es una simbólica que puede despertar imágenes e intuiciones de esos otros mundos por los que el alma realiza su viaje de vuelta hacia el Espíritu. Es obvio, además, que siendo esta escritura un símbolo que se plasma de diferentes modos, según la mentalidad y los términos que definen cada cultura en cada uno de sus tiempos, sería un error, en el que se cae a menudo, el tratar de darle un significado según nuestros conceptos y costumbres actuales. Así que aunque aúna los tiempos y lugares, será realmente bien recibida y bien devuelta o traducida a la cultura del momento sólo por quien está familiarizado con el verdadero sentido implícito en ella, sobre todo el simbólico. En el listado de eslabones herméticos que encontramos en el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos de Federico González Frías hay 360 nombres, tantos como grados en una circunferencia, un ciclo completo. Encabeza la lista el rey David (siglo X a. C.) al que se dedica este trabajo. Los relatos bíblicos basados en la vida del rey David pueden muy bien ser tomados en su conjunto como escritos mitológicos, referidos al conocimiento y traspaso de los mundos del alma, o la alquimia de lo que es este proceso en el que el héroe pasa por muchas combustiones recorriendo su psiquis, actuando con paciencia y perseverancia unidas a la oración, para salir airoso de las múltiples contiendas en las que se ve obligado a batallar para acercarse y llegar a conquistar la ciudad del Sí Mismo, donde arribará si consigue la total regeneración. Aunque no sólo cabe llegar, sino poder definitivamente establecerse en ella, como veremos que le ocurre a David con su ciudad, en la que finalmente conseguirá un reinado de paz para su hijo y su propio descanso, “la Paz, por fin la Paz, el final de la guerra”, en el Centro, lugar donde se dispondrá ya perfectamente todo lo necesario para dar cuerpo y cuidado al templo del Nombre de YHVH. Estas cuatro letras que designan el Nombre impronunciable u olvidado de Dios, se conocen como el Tetragrammaton, que quiere decir en griego “cuatro letras”, las que en escritura hebrea son ,יהוה leídas de derecha a izquierda y son YHVH en latín. Al ser impronunciable, cuando los judíos lo leen lo sustituyen por otro término; generalmente “Adonai” que quiere decir “Mi Señor”, o bien se refieren a él como “Ha Shem” que es “El Nombre”. 1. 2. Libros sobre David en el Antiguo Testamento Parte del legado histórico del rey David nos llega por los libros del Antiguo Testamento de Samuel I y II, Crónicas I y el libro primero de los Reyes en el primer capítulo, cuando entrega, en vida, el reino a Salomón su hijo; y también por las innumerables referencias que se han ido haciendo a lo largo de los siglos. Así mismo, lo que el rey David cantaba a YHVH ha cruzado por los tiempos en el Salterio, con los Salmos que se le atribuyen.
Samuel y Crónicas De los escritos de Samuel I y II, se dice que
Es de observar que en estos libros de Samuel, tal como actualmente nos llegan, se menciona la muerte de este profeta, por lo que se deduce se acabaron de escribir por otras manos, como se dice más arriba, afirmación que también se encuentra al final del libro de I Crónicas cuando el escriba hace referencia a Gad y Natán:
Lo que no quita la posibilidad de que fueran transmitiéndose primeramente de forma oral y puestos por escrito siglos más tarde como la mayoría de todos estos libros. El libro primero de las Crónicas es atribuido al escriba Esdras (480-440 a. C.), que quinientos años más tarde redactó lo que hasta entonces venía siendo parte de la tradición oral judía, dándonos la genealogía de este pueblo desde Adán hasta Saúl y David, para luego continuar con la de sus descendientes hasta finales del cautiverio de Babilonia, pues “todos los israelitas estaban registrados en las genealogías e inscritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá, cuando fueron deportados a Babilonia por sus infidelidades”.4 Por ello se dice también que este libro, junto con el II, son como “los anales de los días”. Esta genealogía da paso en el décimo libro al relato de la muerte de Saúl y sus hijos en un ataque de los Filisteos, lo cual es casi exacto a lo explicado en Samuel I, 31 aunque aquí con ciertos toques religiosos característicos de esa época. En los siguientes capítulos encontramos datos de cuándo y cómo se fueron allegando a David miembros de todas las tribus israelitas, desde su separación de Saúl hasta su proclamación como Rey, refiriendo también toda su genealogía y los mismos hechos que en Samuel II hasta el final, con algunos añadidos que en éste no están, y viceversa, sin tocar otras cuestiones que en Samuel se tratan extensamente, como por ejemplo todo lo referente a Betsabé. Estos dos libros, llenos de datos numéricos y nombres, tienen por momentos una apariencia de puro registro histórico sin más. Sin embargo se encuentra en ellos un fondo de enseñanza que traspasó las fronteras temporales, formando parte de un corpus que ha alimentado a muchos seres humanos en el correr de los días. Su lenguaje es el de la Tradición Perenne, que se expresó de esta manera en su día y por siglos, y no sólo en los libros bíblicos, pues los combates de David en las filas del entonces rey Saúl, la inversión de su relación por los celos del que era el rey, las persecuciones y batallas, su realeza, sus logros, sus relaciones amorosas, cantos, etc., son historias bien semejantes también a las epopeyas de otras tradiciones 5.
Reyes I Los capítulos de este libro que se refieren al rey David son los dos primeros, en forma casi de apéndice de los libros de Samuel. Por su similitud con las profecías se le atribuyen al profeta Jeremías (650-586 a. C.). Salmos Sobre los Salmos, leemos en esta fuente actual (nos referimos al internet, medio por el que se accede a cualquier información a una velocidad diríamos que hermética, aunque uno no deje de tener sus reparos en cuanto a la veracidad de todo lo que ahí se encuentra; sin embargo utilizado con precaución puede facilitar muchos estudios):
Esto en lo que se refiere a su importancia y a su posterior estudio; en cuanto a su contenido hay que decir que dejando la mente en pausa y entregados a las ondas de estos cantos, nos encontramos con verdaderas formas de expresar la belleza que se da en cualquier tipo de contacto con la deidad. Es el canto de la necesidad de esta realidad en nosotros, el canto de nuestras desesperaciones en la dificultad, de nuestras debilidades, el canto agradecido por el apoyo en las contiendas y en los logros..., el canto que va dando forma a la esencia de nuestro ser, el canto de la Verdad, y el canto del más sublime Amor. Siempre dirigido a YHVH. 1.3. David, rey (r. 1010-970 a. C.), “El elegido de Dios”
El sentido de esta máxima Hermética que encabeza la Tabla Esmeralda es simbolizado perfectamente por la imagen que conocemos como la Estrella de David o Sello de Salomón. Si en este escrito se resaltan más unos detalles que otros acerca de este personaje –entre los muchísimos que se pueden percibir–, se debe a un puro azar, y no existe la pretensión de dar más importancia a unos que a otros, pues todos hacen alusión a la misma epopeya en pos del Conocimiento y ponen nombre a las dificultades o entorpecimientos, que de un modo u otro, tratan de dificultar el avance hacia la Ciudad Celeste donde está nuestro Amor esperando. También decir que la aproximación a los relatos sobre la vida de este rey es a sabiendas de que muchos datos simbólicos de estos escritos se nos escapan; somos conscientes de las limitaciones, además de las propias, también las debidas a las diferencias culturales, al paso de los años y a las barreras de las traducciones. Tomamos muy agradecidos el alimento de una enseñanza que sigue –muy vivamente– dejándose percibir y que habla al alma de cada quien, en tiempo presente, a través del relato simbólico de todos los periplos y logros de este grandísimo guerrero “elegido de Dios”, según quiere decir su nombre, David. Cuando se toma conciencia de otra realidad diferente a la que nos proporcionan los sentidos, empieza uno a distinguir en sí mismo otra forma de ser a la que creía única, y comienza a identificar la doble tendencia interna que surge entre lo que llamamos el “héroe” y el “traidor”. El primero es divino y lucha por alcanzar su destino espiritual, el segundo es puramente humano, profundamente interesado en los placeres y amores terrenales. Esta toma de conciencia nos encamina hacia la iniciación que:
El que puede llegar hasta el fin sólo es el héroe y lo conseguirá en tanto que someta al traidor, en un periplo lleno de luchas internas que se entablan a diferentes niveles según se progresa. En esta contienda viene a nuestro auxilio el mito que nos ayuda a identificar las múltiples formas adoptadas por el enemigo y los diferentes modos de batirlo según se presente, siempre bajo la protección de los dioses a los que de continuo conviene invocar. En el texto bíblico estas dos facetas de nuestro ser pueden asociarse a David como el héroe, y disfrazado de varios otros personajes, al traidor. La primera forma que toma el enemigo queda muy bien reflejada en el rey Saúl, una potencia guerrera con ambiciones de poder y fama entre los suyos. Y entrando ya de lleno en el texto, la primera alusión a David la encontramos en la voz de YHVH cuando envía a su profeta Samuel a ungir con aceite al pequeño de Jesé de Belén, en un acto donde ya se advierte la incomprensión de Saúl. La unción con aceite era entonces el rito mediante el cual se celebraba el descenso de una influencia espiritual. Éste estaba contenido en un cuerno8, y la unción era ejecutada por el representante en la tierra designado para hacer efectiva esa potencia contenida simbólicamente en el líquido dorado:
En adelante, el escrito reúne las figuras de Saúl y de David cuya relación se verá afectada por continuos encuentros y desencuentros, atracciones y repulsiones, y la dualidad que antes hemos descrito entre el héroe y el traidor puede ahora asociarse, haciendo las transposiciones adecuadas, a las dos energías cósmicas, las constructivas y las destructivas, que surgidas del desdoblamiento de un eje central donde reside el equilibrio, a él retornan cuando se conjugan. En este sentido se puede ver que el texto hace proceder de YHVH no sólo las bendiciones, sino además los males que se sufren, como lo ejemplifica el hecho de mencionar a “un espíritu malo que viene de YHVH”, o la “ira de YHVH” –a la cual dará cabida Saúl–, que a pesar de tener un carácter “maligno”, según nos expresaríamos hoy día, es un aspecto de la deidad que se da en la manifestación. Esto mismo también se puede apreciar cuando, de forma casi idéntica, los libros de Crónicas y de Samuel relatan el mismo hecho, y a lo que en el primero se le da el nombre de “Satán”, en el de Samuel quedó registrado como la “ira de YHVH”. De Satán dice el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos de Federico González Frías:
El primero de los encuentros viene por el sufrimiento que padece Saúl envuelto por un “espíritu malo”, lo que precisará la intervención de la energía contraria para retornar al equilibrio, y para ello harán llamar a David, verdadero conocedor del arte musical con el que se expresa la armonía divina.
Realizada en mármol por Michelangelo alrededor de 1503. Galleria dell’Accademia, Florencia (Italia). Otra virtud que caracterizó siempre a David y necesaria para un buen guerrero es la valentía inteligente, que se basa en una confianza en la posibilidad de vencer. David la cultivó mientras estaba al cuidado del rebaño de su padre, protegiéndolo contra los ataques de leones y osos. Y con esa experiencia frente a las bestias, envestido de extraordinario valor, bajo su atuendo de pastor y armado con su honda, se enfrentará más adelante y acabará con el gigante Goliat, pues “ha insultado las huestes de Dios vivo”. Alude este pasaje a “lo más pequeño, lo más poderoso”:
Llamar por el nombre que nos han revelado, desde el corazón, tiene el poder de participación real en la esencia de la divinidad que se invoca, y será de ese modo como, antes de lanzarse a la contienda, David llamará al Dios de los ejércitos, a YHVH Sebaot:
La palabra hebrea Sebaot viene de la raíz saba que significa combatir o ejército, y también se emplea para referirse al servicio a Dios14; dice también esta fuente que la palabra era utilizada por los padres de la iglesia para referirse a las huestes celestes. Esta faceta guerrera de la deidad se conocía en la antigua Grecia con el nombre de Ares, y Marte entre los romanos. Aunque bajo diferentes formas o nombres, la esencia es eterna y la misma en todas las tradiciones, por lo que no debiera ser tan difícil encontrar la coincidencia entre todas ellas, coincidencia que con el paso del tiempo se han empeñado los hombres en deshacer, derivando en los extremismos actuales. Tras dar muerte al gigante filisteo, hazaña que a todos sorprendió, la vida de David da un giro y pasa a servir al rey Saúl:
Los gestos heroicos de David despiertan a su vez las energías amables que apoyan y disfrutan o comparten el éxito, y las que atrapan y tratan de impedir cualquier logro. Por otro lado, lo que es favorable en una etapa del Conocimiento puede convertirse en un entorpecimiento para avanzar, quizás severo, en otras. Saúl al que David llegó a amar profundamente y al que en cierto modo le debe el éxito en sus hazañas, se torna en el enemigo fatal que le perseguirá dondequiera que estuviera para darle muerte. La vieja envidia es la que ha despertado en Saúl, torpeza del hombre cuya vista se pierde en su rededor, un mal que llega a nuestro tiempo engrandecido por considerarse normalizado, pero enferma al alma que hundida en la dualidad no conseguirá trascenderla. Como se ve, ésta carece de preferencias y en cualquiera que la deje entrar se acomodará y destrozará su corazón. El rey Saúl, ahora devorado por esta fatal destructora, intentará dar muerte a David, pero éste cuenta con el favor de los Inmortales:
Lo que desemboca en la persecución furiosa de Saúl hacia el que fuera su más fiel servidor, y mientras ésta perduró, se encontraron en contadas ocasiones en las que el destino siempre dio la oportunidad a David para hacer con Saúl según su parecer. El hijo de Jesé únicamente le aplicó severos toques de atención para que recapacitara, cosa que por momentos parecía que ocurría. Aunque finalmente no sucedió así. El arte del toreo con nuestro enemigo interno incluye el hacerse con el arma apropiada en cada situación, a veces espada y otras ingenio, y no es la primera vez que nos encontramos que por momentos el “hacerse el loco” es lo más conveniente:
Y,
Señalaremos el hecho de que el encuentro que se produjo tras la enemistad declarada de Saúl a David, fue en una gruta, simbólicamente lugar de las iniciaciones y es curioso que encontrándose David en el interior, Saúl se ve forzado a entrar por necesidad tras la llamada de su cuerpo a evacuar. En este pasaje también se pone de relieve el respeto y amor que las partes se profesan, aunque a Saúl le pudo más la fuerza de sus celos:
Y más adelante le responde Saúl:
Vivir en el empeño de la destrucción ante lo que hace peligrar nuestra individualidad, honor o poder, imagen, fama o estatus… es la incomprensión que sufrió y atormentó a Saúl. Desde el punto de vista inverso, estas amenazas que provienen de la ignorancia son pruebas que deben ser superadas, y ocasionalmente nos envuelven en situaciones difíciles de resolver, que no precisan tanto de la acción y sí de mucha paciencia, pues este tipo de inconvenientes llevan su ritmo propio y hay que saber esperar, a veces estoicamente –mientras su potencia decrece por falta de una energía que los alimente– para que finalmente se disuelvan por sí mismos. Así el desespero llevó a Saúl, tras repetidos intentos fallidos de dar muerte a David, a desear y mandar ejecutar la suya propia. Tras lo cual el pueblo proclamó a David como el nuevo rey de Israel. Otro personaje que influyó en David fue Jonatán, hijo de Saúl; el amor profundo que desde el primer instante de su encuentro ambos se profesaban, es la proyección de aquel amor que es natural en el alma, el que despierta su deseo de unión con lo que le recuerda y la mueve hacia su principio. Así cantó David cuando se enteró de la muerte de este ser tan querido:
Todo esto se dice que ocurrió antes de su treinta aniversario. Y de pastor de ovejas, David vino a apacentar al pueblo de Israel, a ser un pastor de hombres como Hermes, un Poimandrés:
Transponiendo de nuevo el mito al viaje de nuestra propia alma, reconocemos en las siguientes palabras de David a aquellos cojos de alma que interrumpen su entrega en favor y por la conquista de lo sagrado; blandos que se dejan penetrar por esas fuerzas contrarias al movimiento natural del alma y venden su corazón a la razón, pues ésta les ofrece todo tipo de justificaciones para retirarse del esfuerzo sacro. A esos que optan por quedarse cómodamente en este eclipse del corazón, se les aborrece desde lo alto, y su incapacidad de moldearse celestes, les mantiene en el límite de lo humano. En este mundo todo está medido a la perfección, y los dioses no se pierden esta contienda sagrada. Hoy en día toca estar en primera fila batallando junto con las huestes celestes contra el poder de las sombras, si es que uno quiere realmente conocer los Cielos para realizar, en su unión con la Tierra, toda la belleza y perfección de la manifestación que lleva a YHVH.
Y seguimos con las andanzas de David descubriendo ahora en sus amores un episodio que bellamente desencadena la risa y ataca directamente “todo tipo de moralina”, ésta que desde que nació ha ido mudando su piel como la serpiente, ampliando su campaña en las extensiones de la historia. El pasaje se recoge en el segundo libro de Samuel y relata cómo conoce y se enamora el rey de Betsabé, y cómo se hizo con esta mujer tras procurar la muerte de su marido, un fiel servidor suyo. Entre muchos significados que se le pueden encontrar es interesante observar que del linaje de esta unión, surgida de una usurpación, vendrá a nacer el Mesías, El Salvador24. El primer hijo de esta pareja, engendrado de un apareamiento adúltero, se lo llevará el Señor a los pocos días de ver la luz, y a su vez muchos de los males que más adelante sufrirán los hombres de David habrán venido por este acto del rey; sin embargo, cuando todos los desequilibrios desatados se comprenden y reorganizan en una nueva unión, Betsabé dará a luz al hombre sabio, Salomón, de cuya estirpe vino Jesús. Volvemos a insistir en la limitación que supone una lectura literal de los textos y ritos sagrados para comprender la energía actuante que con ellos se activa. Y teniendo esto en cuenta, nos aproximamos a este otro pasaje, que con los prejuicios que se han ido incrustando en nuestra sociedad actual, resulta casi incomprensible. Está basado en la magia universal que liga todos los estados del Ser, y en el conocimiento de cómo funciona; se trata de la práctica de ciertos ritos para la activación o aplacamiento de las energías divinas, siendo el logro o resultado de ello, siempre, muy superior a lo que se ofrende. Con el rito se busca un restablecimiento del orden de abajo, en la tierra, según es el orden celeste, lo que también se entiende como una purificación, y es una necesidad para todo pueblo o ser tradicional. Será bajo este punto de vista universal que se comprenda que en ciertas ocasiones, la efectividad del rito precisa la entrega en “sacrificio” de las vidas de humanos; un tipo de ofrenda que también era común en otras tradiciones, tal la de los aborígenes americanos, con la que aún se ceban la críticas de los contemporáneos, tachando a estas culturas ancestrales de salvajes e ignorantes. Sin que éste sea el último sentido, sí vale la pena decir que sin sacrificio de lo humano no hay acceso a lo divino.
Idas y venidas, luchas continuas, ora con enemigos ora con los que se decían amigos, incluso con familiares; encuentros y desencuentros, amores humanos y divinos, toda una vida entregada a la búsqueda y conquista del Centro, la verdadera Fortaleza, un lugar inmaculado.
Las barreras que circundan el centro son límites que según se miren serán oposiciones que no dejan traspasar lo que es diferente al mundo que protegen, y por otro lado, al participar de ambos espacios, es la escala que posibilita el traspaso de uno a otro, pues al ser el espejo último del mundo superior, refleja la imagen por la que puede conocerse ese otro espacio y acceder a él. En el reconocimiento de Jerusalén como centro sagrado y meta de lo que se iniciara con Moisés cuando dirigió al pueblo de Israel al encuentro de la Tierra prometida, David declara que allí ha quedado establecido una imagen del eje del mundo:
Este gesto de consagración como omphalos del Mundo que imprimiera David a la ciudad de Jerusalén, a pesar de todos los tipos de destrozos que desde entonces ha sufrido y los avatares por los que han pasado sus residentes, ha querido el destino que siguiera vivo en nuestro tiempo:
Reconocido el omphalos, Hiram enviará mensajeros y maderas de cedro, albañiles y carpinteros para edificarle una casa a David. Es la primera vez que se consolida un centro para los israelitas que venían por siglos viviendo en tiendas. En las alturas de Sión es donde se decidirá más tarde levantar el templo del Nombre, cuando el asentamiento en Jerusalén fuera del todo firme, pues aún le vinieron traiciones y ataques a David, desde lo más cercano, lo que está ejemplificado en este caso en su hijo Absalón que se proclamó rey y le usurpó todo, todo, incluso las concubinas, por lo que David se vio obligado a abandonar Sión. Hay entidades e impurezas en nuestro atanor alquímico que todavía conviene purificar, aunque están tan incrustadas que es casi imposible detectarlas, y al mínimo descuido se hacen con el trono y se embisten ellas mismas de su imaginada autoridad. ¡Muy peligrosos estos enemigos tan queridos y tan próximos! Las pruebas para la conquista definitiva del centro precisan revestirse de “un frío desapego”, o sea, saber identificar y armarse de sangre fría para amputar estas adherencias tan difíciles de resolver, colaborando con total entrega y con Fe en los dioses ya que por momentos cuesta mucho reconocer la jerarquía de nuestros amores y poner las relaciones humanas en su justo lugar. No fue David directamente quien acabó con Saúl y tampoco será él quien termine con su propio hijo, sino que Absalón, por su torpeza, en plena contienda “quedó atrapado entre el Cielo y la Tierra”, y Joab lo remató, mas la tristeza del rey por esta muerte ofendió a los soldados que le ayudaron en la batalla. Libre Sión de usurpadores, David cruza el Jordán de vuelta para asentarse en su Ciudad, aunque siempre alerta pues los intrusos que amenazan ese lugar sagrado no cesan de manifestarse incordiando. En este mismo relato se da otra de las afirmaciones que aquí y allá se hacen en el libro, provocando algún respingo a la mente que pausa la lectura para intentar digerir ese mensaje que la pura palabra deja resbalar; ese día que David tuvo que atacar al que había sido su pueblo, pero que ahora le traicionaba arrimándose a su hijo Absalón, tras vencerlo dijo: “El contorno y el día devoraron más hombres que la espada”29. Ahí queda.
Ahora, firmemente instalado en su ciudad y limpia de malhechores, llegó el tiempo en que consideró David traer el arca. En su traslado desde Baala de Judá31. “David y toda la casa de Israel bailaban delante de Yahveh con todas sus fuerzas, cantando con cítaras, arpas, adufes, sistros y cimbalillos”. Todos participaban del verdadero arte de la música, cuyas vibraciones mnemotécnicas producen furor en el alma. El sonido de estas ondas concéntricas orienta el corazón hacia Dios y en ciertas ocasiones envuelve de tal frenesí al alma que parece estallar en todas las partículas del cuerpo. Así bailaba David al son de esta música, semidesnudo, con inmensa alegría, olvidado de los miramientos del mundo. Y será Mikal, su esposa e hija de Saúl, la que intentará impedir y abortar ese delirio que rompe las cadenas y posibilita un contacto directo con lo sagrado; la misma entidad que podemos identificar en nosotros, la que criada con los bagajes mundanos vuelve siempre que puede a la duda, pues navega en las inseguridades que le produce lo desconocido, y se avergüenza ante la posibilidad de que le asocien con ello, como le pasó al apóstol Pedro que, aún habiendo sido avisado, negó tres veces a su Maestro Jesús. Temor..., vergüenza..., etc., nos van acompañando hasta que no nos sentemos definitivamente en “la butaca del centro”, en nuestro corazón, donde ningún miramiento del mundo importa, pues ya el único alimento que sostiene su impulso es lo referente a la deidad. Incluimos a continuación, en primer lugar, además del texto bíblico de David que se refiere a esta “vieja enemiga”, un mito de los griegos que trata de la misma idea:
Y seguidamente, éste es el texto del rey David:
Añadiremos algo más sobre la danza. Karl Kerényi, refiriéndose a los Mysteria, escribe:
Colocaron el Arca en medio de la tienda que David había hecho construir para ella. Su canto de gracias así comienza:
Aunque previamente, durante el transporte del Arca se da un hecho curioso y poco comprendido que hizo demorar la subida del Arca a la ciudad:
Pues ¿quién es uno para “tocar” lo Sagrado? ¿Qué va uno a aportar a lo Perfecto? Uno se cree ¿qué?..., uno se piensa que… ¿qué? ¿Un salvador de la deidad? Como si el poder de este mundo estuviese en nuestras manos. Ningún algo ni ningún alguien alcanza los ámbitos sacros del Nombre, y ¿quién es el que osa hacerlo? Sólo en el corazón más puro, en esa nada de nada de uno, es posible albergar la potencia del Arca. David reflexionó en este hecho que le llevó a pensar que todavía no estaba preparada su ciudad para el Arca:
Todos los seres que se van nombrando en estos libros, desde Saúl, Jonatán, Mikal, Absalón, Uzza...etc., son nombres de las entidades que podemos encontrar en nosotros opacando la naturaleza de nuestro verdadero ser que se corresponde con el héroe David; y cuando nos han mostrado como actúan, nos resulta mucho más fácil identificarlas y redirigir nuestro corazón en la realización de la gran Obra. Es, pues, bueno y de agradecer a todo y a todos los que nos ayudan a descubrir nuestras torpezas o nos señalan, del modo que sea, por donde es que erramos; esas voces en última instancia proceden del maestro interno. La soberbia dicen que fue el primero de los errores que desvió al hombre de su centro, por lo que en estos trabajos difícilmente se logrará la victoria sin la humildad del individuo en favor del amor excelso a la Deidad. Cantó este luchador los logros del Triunfo divino, y reconociendo en YHVH todas sus victorias, la musa le inspiró cosas tan bellas como estas:
En sus últimos tiempos David reunió todos sus esfuerzos en los preparativos para cristalizar sus conocimientos de la Ciencia Sagrada en un templo a la gloria del Nombre, un lugar en el que asentar el Arca –esencia y guía del pueblo judío– que se había albergado en tiendas móviles desde su salida de Egipto, fijando de este modo su tradición en la tierra prometida donde les llevó Moises. Y llegada la hora de dejar su cuerpo, entre sus últimas palabras, entrega esta frase en la que ya unido lo de arriba con lo de abajo, se reconoce en el espíritu:
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NOTAS. | |
1 | Los entrecomillados sin referencia alguna, como éste, pertenecen a citas de diferentes obras de Federico González Frías. |
2 | Talmud; Bava Batra 14b-15a. |
3 | Extraído de Internet. |
4 | I Crónicas, 9,1, ésta y todas las citas bíblicas que siguen han sido extraídas de la Biblia Católica online, Biblia de Jerusalén. |
5 | Esto mismo y en concreto haciendo referencia a los griegos, se encuentra dicho en el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos de Federico González Frías. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. También en la red, http://diccionariodesimbolos.com/indice.htm |
6 | René Guénon. El Rey del Mundo. Ed. Paidós Orientalia, Barcelona. |
7 | Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. SYMBOLOS: Revista Internacional de Arte-Cultura-Gnosis http://introduccionalsimbolismo.com/prefacio.htm |
8 | “Los cuernos son un atributo de la potencia del Espíritu que "desciende" a la naturaleza del hombre, al que fecunda y transfigura integrándolo en la entidad superior, que es su verdadero Sí Mismo”. Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, op. cit. |
9 | I Samuel, 16, 1-13. |
10 | Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, op. cit. |
11 | I Samuel, 16, 14-19. |
12 | I Samuel, 17. |
13 | Ibíd. |
14 | Extraído de internet. |
15 | I Samuel 18. |
16 | Ibíd. |
17 | I Samuel, 21. |
18 | I Samuel, 23. |
19 | I Samuel, 24. |
20 | Ibíd. |
21 | II Samuel, 1. |
22 | II Samuel, 5. |
23 | Ibíd. |
24 | Mateo, 1. |
25 | II Samuel, 21. |
26 | I Crónicas, 11. |
27 | Salmos, 110. De David. |
28 | Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, op. cit. |
29 | II Samuel 18, 8. |
30 | I Crónicas 14. |
31 | II Samuel, 6, también se cita en Crónicas 13, 5. |
32 | Entrecomillado: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos de Federico González Frías. Entrada: “Adversario”. Cita completa: de la pag. de Facebook: “Teatro Sagrado de la Memoria” en notas dedicadas a “Las Bacantes de Eurípides”. |
33 | II Samuel, 6. |
34 | “Misterios de los Cabiros” cap. I, mencionado en el Diccionario de Símbolos y Temas Misterios, op. cit. |
35 | I Crónicas, 16. |
36 | II Samuel, 6. |
37 | Ibíd. |
38 | II Samuel, 22. |
39 | II Samuel, 23. |