|
ENTRE LA RECTA Y LA CIRCUNFERENCIA MARÍA CORREA |
Musa Urania. Copia romana anónimo ático S. II, Museo Del Prado, Madrid. Esta es una de las nueve noches, la Memoria y el Alma del Mundo están consumando una adaptación, aunque ya la humanidad se está olvidando de esa posibilidad y en su letargo se abandona, sin saberlo ni creerlo, a la inevitable disolución. Todo sigue el plan divino… y Eros continúa anudando, o mejor aunando, este matrimonio del que nace el hermoso Recuerdo de Sí, Ciencia divina, “entrégate a la aspiración del Amor, sé quien en verdad eres, y nada más”. Decía el frontispicio de la academia de Platón: “No entres aquí si no eres geómetra”; pues ciertamente éste es, para cualquiera que se interese por los asuntos de la divina Ciencia, un requisito fundamental; que se abstengan los curiosos cuyo ánimo es incrustar su opinión, más que nada porque esa energía amorosa latente en toda verdadera ciencia le está vedada, no se revela más que al entregado amante de la Sabiduría, al buscarla, al llamarla; la recibe manifestando su deseo de Ella. Por otro lado, todos los autores que han conocido la materia sagrada coinciden en resaltar al Amor como energía o poder o divinidad necesaria para los vuelos más altos del alma y el éxtasis de su entrega o unión en el Espíritu. En todo está presente el Amor, todo viene a ser por amor y por él a todo le llega su posibilidad más elevada, todo es en la unidad de su abrazo. Aunque también es posible perderse bajo su aspecto siniestro que parece imperar al límite de lo múltiple, en el que se sumerge este mundo perforado por la estulticia actual; sin embargo dentro del equilibrio de la totalidad, en el espacio que roza el límite brilla “la negación de lo que no es” que devuelve al ser la posibilidad de reconocer su posición, su auténtico ser, dentro de la total Perfección. Eros, impulsor de la búsqueda, de la llamada, del encuentro y de la unión; maravillosa filiación de la Necesidad. Vayamos ahora al encuentro, con este gran cohesionador, del universo en alguna de sus representaciones geométricas, pues, observando las pautas que se dan entre los diferentes elementos que son la circunferencia y la recta –como las de los lados de los polígonos–, descubrimos que las armonías sutiles de su relación nacen de la presencia de este gran daimon, que además con su poder magnético resuelve misteriosamente la oposición, en una mismidad. Va, este escrito, a precisar de tu concentración, lector, para que traspasando la literalidad, te resulte bello el encuentro. Entendemos por Geometría, como viene expresado en el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos1, a la ciencia que:
Empezamos haciendo una parada concentrada en el punto original (0 en la imagen), principio de todas las figuras, símbolo del Principio primordial, no manifestado, que permanece inalterado y silente, dejando que se haga todo el proceso de su manifestación, o reflexión en todas las posibilidades del siendo del Ser, la obra más magnánima de su infinito poder y que la geometría quiere expresar a su nivel. Nos fijaremos en los polígonos regulares, siendo cada uno en sí mismo una expresión del amor, pues emanan del mismo centro, al que retornan, y la forma de cada uno es un todo cohesionado por esa energía amorosa que lo mantiene todo unido y equilibrado desde el centro uno y único. Y ahora nos deleitaremos en lo que nos revela una progresión en la que van proliferando el número de los lados de los polígonos, tomada la progresión como una unidad en sí, como imagen de la multiplicación de los seres2, que corre hacia la perfección y belleza de su último destino en un impulso del Amor3, aquí figurado este destino por la circunferencia que inscribe a todos estos polígonos. Lo mismo sería, agregando una dimensión más, con los poliedros y la esfera.
Empieza nuestra progresión con el polígono más simple, el triángulo equilátero, le sigue el cuadrado y luego el pentágono y así sucesivamente al ir aumentando la cantidad de lados, lo que va dando paso a polígonos con lados cada vez más cortos, cada vez más ajustados a los puntos de los que se formaría la circunferencia en la que se inscriben. Y así el aumento progresivo de la cantidad de lados va dando apariencia a una figura polígona más y más semejante a la circunferencia, y hasta parecería confundirse con ella, proliferando hasta lo indefinido sin llegar nunca a igualarse, o sí, si da el salto de lo recto a lo curvo llegado a su límite. Nos explicamos: los polígonos representan las indefinidas expresiones que se incluyen en la posibilidad total de manifestación figurada por dicha circunferencia. La proliferación de los lados será como un impulso amoroso en la progresión de las diferentes figuraciones que, de este modo, corren hacia su destino, el que es a su vez el sostén y fundamento, que limitándolas, da sentido a su ser; la perfección de un todo manifestado que también lo simboliza aquí la circunferencia, pues en ella están todas estas figuras incluidas y es además la más perfecta figura reveladora del punto inmanifiesto, el centro, ya que con todos los puntos que la conforman maravillosamente equidistantes de éste, nos revela su realidad; su inapariencia se evidencia, y de este modo es siempre presente aunque ausente de toda afectación, como ya se dicho más arriba. Y penetrando en el detalle… Generalmente las reglas naturales funcionan de modo que el doble es dos veces un elemento, y la mitad es la división en dos partes iguales. Esto tan básico o literal, se quiebra en nuestra figuración, y con asombro comprobamos que aquí, los lados de los polígonos se expanden con otras reglas afectadas por la imantación hacia la curvatura. Pues poniendo como ejemplo al hexágono, polígono de seis lados, podemos observar que éstos no miden la mitad de un lado del polígono que tiene la exacta mitad de lados, el triángulo inscrito en la misma circunferencia, como podría pensarse según lo dicho anteriormente; sino que atraído por la circunferencia, hacia ella se estiran estos lados midiendo algo más de la mitad (A y B en la figura: siendo A la mitad del lado del triángulo y B la medida del lado del hexágono); y lo mismo con el octágono y el cuadrado, los lados del primero (D en la figura) son mayores que la exacta mitad de los del segundo (C en la figura); e igualmente con decágono y el pentágono, y sucesivamente con todos los polígonos. Podría decirse que al multiplicarse el número de lados en ellos, la medida de estos lados no sigue las reglas de lo lineal sino que experimentan una imantación y se extienden bajo el influjo amoroso de la circunferencia que los inscribe. Así la posibilidad de lo recto (lados del polígono) se va expresando con un vuelo, atraída por la belleza y perfección de la circunferencia. Podríamos decir que se descubre el Amor divino imantando a la vez que todo va siendo, tomando cuidado para reunir toda expresión, nuevamente, en el todo de sí Mismo. De aquí y de allá, donde sea que se dé cualquier expresión del Ser, siempre presente estará “el deseo de procreación en lo bello”4. Además dado que los lados de los polígonos son rectas acotadas por la circunferencia en que ellos inscriben todas sus posibilidades de figuración, puede abrirnos a otros significados este escrito de Giordano Bruno en el “Quíntuplo y simple grado de progresión, primer grado de progresión”5, donde dice:
Otra imagen de la obra amorosa de unión de los aparentemente opuestos –recta y circunferencia–, la encontramos al llevarlos al límite de sus expresiones. Así pues, una circunferencia que se agranda indefinidamente tiende a una recta, o inversamente una recta que se extiende indefinidamente vuelve a encontrarse con su origen, una circunferencia. De igual manera llevadas ambas al grado más ínfimo de su expresión, son coincidentes en la primerísima expresión de su origen. ¡Iguales en su nacimiento y en su máxima expresión!, ¡¡Oh, pequeño gran dios!! ¡Nacido con la primerísima división o intención de ser para que todo permanezca en su Unidad, sea como sea que se manifieste! Ya dijo Diotima en voz de Sócrates en el Banquete de Platón al referirse a este gran daimon: “de suerte que el todo queda unido consigo mismo como un continuo”6. Hemos comprobado la aspiración de la circunferencia hacia sí de las formaciones incluidas en ella misma, como una necesidad de toda manifestación de llegar a su destino, a través del gran guía y cohesionador que es Amor. Dice Marsilio Ficino en su obra Teología Platónica que “el alma de cada esfera atrae hacia sí las partículas de su esfera igual que el imán al hierro”7. Los límites de cada mundo atraen hacia sí todas sus diferenciaciones y en ellos se encuentra la puerta de acceso a los mundos o estados superiores. Esta es la obra de absorción de las partes en su todo y todos los “todos” en el Todo, el funcionamiento básico de toda esta gran maquinaria que es el Cosmos, regido así, con simplicísimo y poderoso amor, por todas las jerarquías celestes. Y si habíamos asociado la circunferencia a la perfecta manifestación del punto, resulta muy bello esto que nos dice Giordano Bruno en su obra De la Causa el Principio y el Uno y que de diferentes maneras otros también han expresado:
Y también dice que “la dimensión infinita, por no ser magnitud, coincide con lo indivisible, igual que la multitud infinita, por no ser número, coincide con la unidad”8. Vemos así que en la circunferencia figuran todos los miembros del uno, del centro, del punto, desplegados en toda su extensión, como el mismo movimiento circular de las Gracias por las que todo vuelve al origen en el majestuoso gesto trino del amor del Uno, en el que se “desenfrena un deseo de dar, un goce inmenso en recibir y la necesidad de devolver, movido en sí por la Belleza”. Un solo Todo y solo Uno, por el Ser del Amor o por el Amor del Ser. Las figuras que hemos estado tratando de los polígonos que multiplican sus lados dentro de la circunferencia está en cierto modo presente en la geometría de una rosa en pleno esplendor, con unos pétalos sobrepuestos a otros y éstos a otros más, creciendo en número con la sencilla intención de expresar su ser.
Rosa es esta bella y perfumada corola circular. Además ya se sabe que en el nombre de Rose (rosa en inglés) se esconde el de Eros. Eros, Eros, Eros. Te llegaste para el rapto.
|