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DEL CONOCIMIENTO DURANTE EL KALI YUGA: APORTACIONES DE LOS PUEBLOS CALDEO Y CELTA (2ª parte) PABLO RÍO |
Para esta nueva actualización de SYMBOLOS, quisiéramos continuar con el recorrido iniciado en el número anterior (SYMBOLOS Nº 58) buscando claves simbólicas de transmisión durante la presente “Edad oscura”. En esta ocasión, después de habernos centrado en los caldeos y su papel en la antigua Mesopotamia,1 dirigimos nuestra mirada a la simbólica de la tradición celta y su papel en la transmisión del Conocimiento: ese “misterioso pueblo cuya cultura estuvo diseminada por toda Europa”2 y a quienes los griegos llamaron keltoi o gente oculta.3 En el presente artículo hablaremos de algunas cuestiones relacionadas con las castas de los pueblos celtas y su organización social tripartita y describiremos someramente algunas de sus deidades y héroes; pero sobre todo intentaremos hacernos una idea del papel de los sacerdotes Druidas en lo que René Guénon denominará “ensamblaje” entre la tradición celta y la cristiana. Nos detendremos un poco a observar ese desarrollo paulatino de la oposición entre los representantes de la autoridad espiritual y el poder temporal, y cómo la casta sacerdotal druida hubo de hacer frente a ello. Aunque todo es muy misterioso y las pistas son pocas. Al progresivo alejamiento del Principio habrá que añadir el carácter oral y ágrafo de la enseñanza de los denominados “hombres del roble”, lo que responde al carácter iniciático de la misma. Ni mucho menos agotamos la cuestión, primero porque la simbólica, como sabemos, desvela y vela al mismo tiempo; en segundo lugar porque se nos abren nuevas posibilidades de estudio que, por razones de extensión, merece la pena ir desgranando en sucesivas entregas. Nos contentaríamos, de momento, con una mejor comprensión del aporte y el papel que los celtas tuvieron en la historia antigua de Europa, pues detrás de la multiplicidad que se dio entre esos pueblos subyace la unidad en los principios presente en todas las tradiciones vinculadas a la Tradición Primordial. Y también porque son fuentes de las que beberá Europa durante siglos, drenando hacia la Tradición Hermética, a la que SYMBOLOS está indisolublemente unida.
Acerca de los denominados pueblos celtas y algunas de sus deidades Los especialistas nos dicen que la palabra “celta” no corresponde ni a una noción etnográfica ni arqueológica y que es un término utilizado por lingüistas e historiadores para referirse, en un sentido amplio, al conjunto de pueblos de finales de la edad del bronce y principios de la del hierro en Europa que hablaban lenguas celtas. La arqueología remite los orígenes de este pueblo a la Europa central o continental, la denominada cultura de los “campos de urnas” (unfield), entre el 1.300 y el 700 a. de C. Las primeras migraciones hacia lo que hoy es Francia y la Gran Bretaña se darán entre los siglos X y IX a. de C. Posteriormente, entre el 700 y el 600 a. de C. se difunde en Europa el uso del hierro a través de la denominada cultura del Hallstatt. Los celtas compartieron la Cultura de Hallstatt con los ilirios,4 a la vez que extendieron su presencia en el interior de la península ibérica, donde se establecieron en el siglo VII a. de C. Poco después, hacia el 500 a. de C., los arqueólogos hablan de la llamada cultura de la Tène. La arqueología, al rescatar los fragmentos, aporta material para observar la simbólica de esta pluralidad de pueblos, además de descubrir su genio artístico.
Las excavaciones procedentes de la Tène muestran cierto apogeo de la creatividad artística del genio celta. Gracias a éstas y otras tenemos constancia de la importancia que, según los autores antiguos, estos pueblos daban a la delimitación de un espacio sagrado,5 asociado al simbolismo del centro del mundo. Asimismo, las fosas rituales funerarias estaban en relación con las divinidades del mundo subterráneo.
Así pues, esta cultura:
A pesar de que la mayor parte de testimonios grecorromanos destacan su fiereza en la guerra, lo cierto es que los pueblos celtas también fueron portadores de un simbolismo universal que expresaron a través de sus artes y organización social. La guerra misma tiene un carácter sagrado.8 Y un papel relevante durante el Kali Yuga, indudablemente, lo que indica de algún modo el aceleramiento del desorden temporal.
Por todo ello creemos que los celtas tuvieron un papel intermediario y relevante, manteniendo viva la llama del conocimiento, entre su origen hiperbóreo11 y la civilización atlante. Participaron de una espiritualidad común y contribuyeron a la confluencia de corrientes que acoge la Tradición Hermética. Aunque será principalmente a través del cristianismo con el que se ensamblará, pues éste también atesora una simbólica universal que es inherente a todo espíritu tradicional.
Para el saber iniciático toda la creación es sagrada, y así lo expresan todas las cosmogonías de los pueblos tradicionales. Lo sagrado está indisolublemente ligado al misterio. Si a ello añadimos el correr de los siglos, no puede extrañarnos que muy poco sepamos –desde la perspectiva de la arqueología y/o de las fuentes documentales– acerca del profundo conocimiento que tenían los druidas, los sacerdotes de la tradición celta. Su papel en el transcurso del Kali Yuga ha permeado la simbólica de un saber procedente de antiquísimas fuentes de conocimiento que esta casta sacerdotal mantuvo y transmitió durante siglos, a través de la transmisión oral ágrafa y los códices petroglifos; también a través de la mitología y los relatos heroicos. Un conocimiento siempre ligado al equilibrio entre el Cielo y la Tierra; esto es a la naturaleza, la soledad y la historia sagrada de Occidente. Fue precisamente por este carácter iniciático que pudo transmitirse, gracias a “la existencia de poderosos colegios sacerdotales depositarios de las tradiciones sagradas que mantenían con un rigor formalista”.13
Destaca, asimismo, la importante herencia celta en la novela caballeresca o Roman artúrico en el tiempo que los galos convivían y guerreaban con los anglosajones y normandos: Tristán (s. XII d. C.), Chrétien de Trois y los lais bretones. Finalmente, en cuanto a la división tripartita de las sociedades celtas en general (funciones sacerdotal, guerrera y artesana) destacamos:
Deidades, héroes y reyes
Tuatha Dé Danann es el nombre de los descendientes de la diosa Danu. Parece corresponder al quinto grupo que habitaron Irlanda, siempre según la tradición de Lebor Gabála Érenn o “libro de las Invasiones”. Son pues, seres míticos que los escritos de la época cristiana rebajaron a reyes y héroes. Los Tuatha Dé descienden de Nemed, el líder de una raza anterior de habitantes de Irlanda. En Irlanda lucharon y vencieron contra los Formoré, deidades ctónicas asociadas a la oscuridad, la noche y la muerte. Aunque su aspecto era en general deforme o grotesco, destaca la diosa Morrigan a la que se le atribuye una blanca belleza. Los había indescriptibles como el dios de la oscuridad y rey de los muertos, Tethra, quien fue rey de los fomorianos antes que Balor. A su llegada a Irlanda, los Tuatha trajeron consigo cuatro poderosos talismanes u objetos de poder: la piedra de Fâl, que gritaba cuando quien debía ser rey la tocaba; la lanza flamígera17 (Lug), que garantizaba la victoria; la espada de Nûada, de la cual nadie podía escapar; y el caldero de Dagda, que lograba saciar a todo el mundo. Todo este armamento simbólico penetrará a través de las leyendas en el cristianismo y reflejará las relaciones entre la autoridad sacerdotal y el poder temporal o regio.
Dagda (asimilado a Júpiter) es el dios padre tribal, de la abundancia y de la regeneración. Tiene dos atributos: una porra y un caldero. Los extremos de la porra tenían el poder de matar, por un lado, y el poder de regenerar y dar la vida por el otro. El caldero tenía la virtud de saciar a cualquiera. Con la victoria de Roma sobre la Galia (58 y 51 a. de C.) las diferentes tribus quedan anexionadas al Imperio Romano.
Frente a la afirmación de Lucano, que califica a los ritos celtas de bárbaros y bestiales, nos queda, como si de una conciliación de opuestos se tratase, la afirmación de Plinio, muy reveladora, por cierto: “ofrecen el pan y el vino”. Esto ya nos adelanta la íntima relación simbólica de esta tradición con la eucaristía cristiana y, por extensión, con la leyenda del Grial y las relaciones entre el sacerdocio y la realeza. A lo largo de la geografía central europea se han encontrado bastantes restos arqueológicos de columnas que se han dado en llamar “columnas de Júpiter”, erigidas por tribus germánicas, que prolongan un simbolismo arcaico referido al ser supremo celeste,22 de ahí la denominación.
No se sabe el nombre galo del dios asimilado por César a Mercurio, pero es muy verosímil que se trate del dios Lug:
De las cuatro grandes fiestas del calendario galo o gálico, la que comenzaba el 1 de agosto, Lugnasad, lleva su nombre. Esta fiesta marcaba la recogida de las cosechas. Numerosa toponimia, tanto en la propia península ibérica (galaico-astur y cántabra) como en diversos lugares del continente y las islas, lleva su nombre. Lug es descendiente de los dos contendientes, los Tuatha Dé Danann y los Formoré. Es pues una conciliación entre lo ctónico y lo celeste.
Luciano de Samosata, en el siglo II d. C., relaciona el nombre de Herakles con el celta Ogmios:
Finalmente, a propósito del caldero de Gundestrup, tan solo citar una de las escenas grabadas en la pieza de orfebrería en la que aparece el dios Cernunnos con una cornamenta y sujetando una serpiente con una mano. “Sabido es que la iconografía y el simbolismo religiosos del ciervo son arcaicos. […] Se podría, por consiguiente, interpretar a Cernunnos como un dios del tipo del «Señor de las fieras»”.26 No obstante, cabe hacer constar la complejidad del simbolismo del ciervo: por un lado, es la expresión de la regeneración y la creación continuadas, pues los ciervos renuevan su cornamenta periódicamente; por otra parte, para celtas y germanos era, al mismo tiempo que un antepasado mítico, un símbolo de fertilidad, animal funerario e incluso guía de los muertos. Era la caza preferida de reyes y héroes. El sacerdocio celta, los Druidas y la enseñanza esotérica Drus significa roble. Por tanto, el término Druida, entre otras muchas asociaciones lingüísticas que pudieran hacerse, refiere al ‘hombre del roble’, o el ‘hombre del bosque’. También fueron llamados hombres del árbol, cuyo fruto otorgaba el conocimiento y la inmortalidad. Esta casta sacerdotal de la tradición celta se hallaba unida por una espiritualidad común. Dichos sacerdotes, que también ejercieron como jueces, filósofos y médicos, siempre mantuvieron estrecha relación con la realeza, pues de la armonía de sus vínculos dependían los destinos de la tribu, poblado u organización social. Esto es, una armonía vista como “el reflejo de la unidad principial en la multiplicidad del mundo manifestado; y esa correspondencia es el verdadero fundamento del simbolismo”.27 Aunque muchos Druidas procedían de la nobleza o aristocracia, no obstante siempre parece haber existido la posibilidad de una enseñanza iniciática para el resto del pueblo celta; en todo caso después de veinte años de iniciación, según cuenta Diodoro Sículo. A lo largo de todo el Kali Yuga se avanza con firmeza en el alejamiento de la espiritualidad primordial. Y aunque en el origen de este periodo hubo una sola casta, según cuenta la tradición hindú (hamsa), las condiciones de oscurecimiento hicieron necesarias la aparición de las castas debido a la diferencia de naturaleza que se daba entre los individuos humanos. “La casta no es estrictamente hereditaria en principio, aunque con frecuencia haya podido llegar a serlo de hecho y en la aplicación práctica”.28 Dice César al respecto de los druidas en BG IV, 13 (De Bello Gallico):
Durante todo el período de formación, el aprendiz de druida vivía de lleno inmerso en la naturaleza, en sus bosques y grutas. Su aprendizaje era oral y se transmitía a través de poemas y canciones; el desarrollo y cultivo de la memoria juega un papel esencial aquí. Sus prácticas tienen un cierto carácter chamánico, incluso cuando estaban orientadas a la función judicial; así, pues, se dice que cuando actuaban como jueces, practicaban la técnica del ayuno como medio para reforzar la resolución de la demanda jurídica. Quisiéramos destacar aquí el poder de la magia celta y sus vínculos secretos y ocultos con otras artes herméticas, su relación con el pitagorismo, la alquimia (arte espagírica) y la medicina, así como con otras artes simbólicas que entrarán a formar parte de la Tradición Hermética. Algunas, como ya hemos visto, se insertarán en el cristianismo, otras se convertirán en prácticas y conocimientos ocultos y perseguidos, como la hechicería. Para los druidas, los cuatro elementos eran como etapas de regeneración de la energía. Su visión era genuinamente chamánica: no poseían la tierra, sino que era la tierra quien los poseía, y de ella extraían los elixires, la fuerza de los vegetales como la del muérdago, por ejemplo. Tenían una concepción de la medicina que daba suma importancia a la palabra como vibración, mediante la recitación de frases de poder; y la música, asimismo, como un modo de curar y otorgar conocimiento. También de ellos derivan los baños curativos. Aunque la transmisión de los conocimientos druidas era oral y no hay registros escritos, eso no significa que ellos mismos no conocieran otras lenguas –tales como el latín, y supieran manejarlas y escribirlas–, sino que refleja el carácter esotérico de la transmisión al tratarse de un saber iniciático. No obstante, con el tiempo Roma ira poniendo cerco a la clase sacerdotal druida. Plinio aplaudirá que el emperador Tiberio (14 a 37 d. C.) introdujera leyes prohibiendo, no solo a los druidas, sino a otros adivinos y curanderos, creyendo con ello que se acabarían los sacrificios humanos que se les atribuían. Suetonio, asimismo, señala que anteriormente el emperador Augusto (27 a. de C. a 14 d. C.), decretó que los druidas no podían ostentar la ciudadanía romana, seguido de una ley expedida por Claudio (41 a 54 d. C.), quien prohibió las prácticas religiosas de los druidas.
Los druidas son mencionados en varios cuentos medievales de la Irlanda cristiana donde se les retrata ampliamente como hechiceros que se oponían a la llegada del cristianismo. Pero alrededor del año 750 d. C. la palabra “druida” aparece en un poema del monje irlandés Blathmac (convertido al cristianismo), escribiendo acerca de Jesús y diciendo que él fue “...mejor que un profeta, con más conocimientos que cualquier druida, un rey que fue obispo y un completo sabio”.
Se cuenta que Carlomagno llamó a los hombres de saber irlandeses (que habrían absorbido el conocimiento celta y la síntesis con el cristianismo) para la forja de su imperio. Esos textos medioevales reflejan la inspiración espiritual o comunicación con la divinidad facilitada por el druida. Su principal función era mantener y establecer una armonía y equilibrio entre las cosas del Cielo y las de la Tierra a todos los niveles. La tierra sólo puede dar frutos si existe armonía entre el Rey y el Sacerdote, entre Arturo y Merlín. Nos dice de ellos la leyenda:
Es Robert de Borón quien cuenta el establecimiento de la Tabla Redonda como la mesa del Santo Grial, a imagen de la Santa Cena cristiana. En la Tabla Redonda hay un asiento vacío, que en las leyendas celtas estaba reservado al caballero Galath, un lugar destinado al mejor caballero, a aquél que realizara la Obra; esto es, la hazaña de desvelar los Misterios del Grial. También llamado asiento peligroso, representa una prueba que puede o no ser superada, una remembranza del Judas de la Santa Cena. Hay que destacar que el Rey Arturo no se sienta en la mesa, su papel se halla invisible en el centro. Otra simbólica del asiento peligroso se relaciona con la piedra fálica, asiento donde el Rey debía sentarse y la piedra tenía que gritar como símbolo de aceptación. Un ejemplo de pervivencia de esta simbólica a través del folklore son los llamados “galitos”, unas piedras oscilantes ante las que se danza y se toca música, para que bailen. Queda ejemplo de ello en la actualidad en Muxía (Galicia), en la ermita de Nuestra Señora de la Barca, alrededor de cuyas piedras se danza en septiembre la muñeira. Druidas y Caballeros, autoridad espiritual y poder temporal. El Jabalí y la Osa
Para comprender estos vínculos entre castas,35 hemos de abstraernos un poco del plano de la contingencia histórica y ubicarnos “exclusivamente en el dominio de los principios”.36 Anteriormente hemos aportado unos pocos datos arqueológicos y culturales, pero para comprender el transcurrir de la historia antigua de Europa, debemos señalar que todo el primer milenio a. de C. supone una fase ya avanzada del Kali Yuga. Y eso conlleva también una fase avanzada de alejamiento de la espiritualidad primordial en los pueblos tradicionales. La consecuencia de esta ley cíclica es, primero, una separación, y luego, una frecuente y mayor oposición entre los representantes de ambos poderes.
Pues cabe tener siempre presente que:
Habremos de continuar necesariamente con algunas de las cuestiones que se han suscitado durante este recorrido; no podemos ni debemos dejar pasar por alto el simbolismo del Grial y sus vínculos con la parte más central de la doctrina cristiana, como es el simbolismo del corazón; cuestión que pretendemos tratar en una próxima ocasión. Asimismo creemos que el marco medioeval en el que se desarrolla la Alquimia también se deja penetrar por los conocimientos de los llamados “hombres del roble”. Los vínculos con el pitagorismo en torno a la simbólica del número cinco también son evidentes. Queda pues, materia por tratar en torno a la herencia celta en el legado europeo que acoge la Tradición Hermética. Continuaremos el camino emprendido, que no es otro sino la tarea de reunir lo disperso con el símbolo como herramienta. “Sin paso por el infierno no se hace el camino del cielo”, “previa purga del alma en el crisol de la Tierra”.41
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NOTAS. | |
1 | https://symbolos.com/n58verano2020/mesopotamia/14.claves-transmision/0.claves-transmision.htm |
2 | Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. |
3 | Que proviene del griego Hecateo de Mileto del 517 a. de C. |
4 | Los ilirios absorbieron los procesos culturales que tuvieron lugar entre la península balcánica y el río Danubio. Durante las Edades de los Metales se extendieron desde el norte del Epiro hasta las costas del mar Báltico y desde la actual Suiza hasta Polonia. Se los identifica como los responsables del desarrollo, en la actual Polonia durante la Edad del Bronce, de la cultura lusaciana, la cual influyó en la expansión de la cultura de los campos de urnas de Europa. Fue, sin embargo, en la alta Austria donde desarrollaron sus manifestaciones más importantes, desde el final de la Edad del Bronce a la primera mitad de la Edad del Hierro. Esta etapa se conoce como la cultura de Hallstatt. En este periodo gozaron de su mayor expansión, alcanzando el lago Lemán en la actual Suiza. Es entonces también cuando influyen notablemente sobre los ligures. [Fuente: Wikipedia]. |
5 | “Entre los celtas, el cráneo constituía el receptáculo por excelencia de una fuerza sagrada, de origen divino, que protegía al propietario contra toda clase de peligros y le aseguraba a la vez salud, riqueza y victoria”. Mircea Eliade, Historia de las creencias e ideas religiosas II. De gautama buda al triunfo del cristianismo. Paidós ed., Barcelona, 1999, pág. 171. |
6 | Ibíd, pág. 170. |
7 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, op. cit. |
8 | Ver al respecto de la cultura mesopotámica el artículo “Los orígenes de la guerra son sagrados”, de Cristina Flórez-Estrada: https://symbolos.com/n58verano2020/mesopotamia/11.origenes-de-la-guerra-sagrados/0.origenes-de-la-guerra-sagrados.htm |
9 | Mircea Eliade, ibíd., págs. 169 y 185. |
10 | Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, ibíd. |
11 | Respecto al término “hiperbórea” leemos: “Región que simboliza el más destacado nombre pues comienza con el término hiper que es un superlativo de lo «mejor», o sea que no sólo se destaca el mero nombre geográfico o físico de una región sino la referencia indirecta a lo que está más allá del orden que se conoce exclusivamente por los sentidos, es decir, otro estado de la realidad que el polo norte está simbolizando, como Eje del Mundo.” Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, ibíd., pág. 438. |
12 | René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Paidós, Barcelona, 1995, pág. 129. |
13 | BG VI, 13. Cita tomada de Mircea Eliade, ibíd. |
14 | Ibíd., pág. 173. |
15 | Ibíd. |
16 | Ibíd., pág. 181. |
17 | Esta lanza perdía su llama si vertía sangre humana. |
18 | Mircea Eliade, ibíd., pág. 174. |
19 | “Por lo que se refiere a Taranis, el significado de su nombre es claro, pues procede de la raíz taran, trueno. Bajo su forma secundaria, Taranos, se aproxima al dios de los germanos Donar, y al igual que éste ha sido asimilado a Júpiter. Es, por tanto, verosímil que las columnas de Júpiter con el gigante estuvieran consagradas a Taranis, el Tonante, antiguo dios celta del cielo. Mircea Eliade. ibíd., pág. 179. |
20 | Ibíd., pág. 178. Cita tomada del poeta Lucano en su Farsalia. |
21 | Ibíd., pág. 185. |
22 | Se erigieron entre los siglos II y III, sobre todo en las cercanías de asentamientos o villas romanas de las provincias germanas. También se dieron algunos ejemplos en la Galia y en Britania. Estos monumentos no se cercaban con muros ni vallas, e iban acompañados de un altar. La base estaba constituida normalmente por las cuatro piedras del dios, como se hacía normalmente para otros dioses. La columna soportaba una personificación de los siete días de la semana. La columna estaba coronada con una estatua de Júpiter, normalmente montado sobre un caballo y luchando contra gigantes o serpientes. En algunos casos, como en Walheim, el capitel era decorado con cuatro cabezas que interpretaban las fases del día (mañana, mediodía, tarde y noche). En total, toda la columna solía medir unos 4 metros, existiendo excepciones como la de Maguncia, de 9 metros de altura. Las columnas de la Germania superior normalmente representaban a Júpiter con un gigante, tal y como se ha descrito; a este tipo se las conoce como las “Columnas de Júpiter Gigante”. A su vez, en la Germania inferior suele aparecer Júpiter solo, en cuyo caso se le denomina “Columnas de Júpiter”. [Fuente Wikipedia]. |
23 | Mircea Eliade, ibíd., pág. 175. |
24 | Ibid., pág. 176. J. de Vries, op. cit., pág. 62 que añade: “Pero no hemos de olvidar que esta asimilación no explica sino un punto concreto de su personalidad, extremadamente compleja”. |
25 | Mircea Eliade, ibíd., pág. 177. |
26 | Ibíd., pág. 180. |
27 | René Guénon, Autoridad Espiritual y poder temporal. Paidós Orientalia, Barcelona, 2001, pág. 24. |
28 | Ibíd., pág. 19. |
29 | Mircea Eliade, ibíd., pág. 184. Claramente relacionado con el simbolismo del “Centro del Mundo”. |
30 | Ibíd., pág. 187-188. |
31 | René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, op. cit, pág. 30. |
32 | Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: Arturo, ibíd. |
33 | René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, ibíd., pág. 129. |
34 | Ibíd., pág. 133. |
35 | Ver Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Acápite “Las castas”. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003. |
36 | René Guénon, Autoridad Espiritual y poder temporal, op. cit., pág. 11. |
37 | Ibíd, pág. 28. |
38 | Ibíd, pág. 22. |
39 | René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, ibíd., pág. 133. |
40 | Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: Osa-jabalí, ibíd. |
41 | Carlos Alcolea, Las aventuras de Inanna. Onda Hermética. Teatro de Voces. https://www.ivoox.com/escuchar-audios-onda-hermetica-teatro-de-voces_al_22763438_1.html?show=programs |
BIBLIOGRAFÍA. Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003. Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Mircea Eliade. Historia de las creencias e ideas religiosas II. De gautama buda al triunfo del cristianismo. Paidós ed., Barcelona, 1999. René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Paidós Orientalia, Barcelona, 1995. René Guénon, El Rey del Mundo. Paidós Orientalia, Barcelona, 2003. René Guénon, Autoridad Espiritual y poder temporal. Paidós Orientalia, Barcelona, 2001. René Guénon, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos. Paidós Orientalia, Barcelona, 1997. |
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