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EPOPEYA AMAZÓNICA ALBERTO PITARCH |
Fragmento del Atlas de Diego Homem (1565), en el que puede apreciarse el río Amazonas. Biblioteca Nacional, San Petersburgo. |
Gaspar de Carvajal fue un dominico que nació en la ciudad extremeña de Trujillo1 en 1504, recibiendo sus órdenes eclesiásticas el 30 de septiembre de 1535 en un monasterio de Castilla. Se desconocen datos sobre el entorno en el que el autor creció, lo que sí es cierto es que en aquel entonces existía una importante sede intelectual en la región, la Universidad de Salamanca, donde se estudiaba teología y otros temas como el derecho, la justicia, la economía, la matemática, la física o la astronomía, por lo que es muy probable que el autor se imbuyera de estos conocimientos tanto en las conversaciones que tenían lugar en la orden religiosa como también en todas aquellas fuentes a las que los dominicos tenían acceso, lo cual incluía la rica herencia grecolatina recogida en las grandes bibliotecas monásticas.
Cabe recordar que por aquel entonces la Inquisición tenía un enorme peso y poder en la corona de Castilla, lo que limitaba profundamente la libre circulación de cualquier libro que no fuera acorde con la rasante religiosidad del momento. Por este motivo, ordenarse como dominico era una de las estrategias más sutiles para acceder a bibliotecas y poder abrevar en el bagaje cultural precristiano. Y aunque la orden en sí estaba más inclinada hacia la corriente tomista-aristotélica que había imperado por centurias, eso no impedía el acceso a otros autores clásicos que representaban a otra corriente, como Platón, Hesíodo u Homero. De hecho, entre las filas dominicas se encuentran grandes pensadores como Tomás de Aquino, Maestro Eckhart o Alberto Magno, también el siempre amado Giordano Bruno –a quien más tarde condenarían– e incluso un célebre científico, Galileo Galilei. Lo curioso de la orden es que al mismo tiempo que se iba recrudeciendo el proceso inquisitorial en la península, también se estaba produciendo un cierto movimiento aperturista promovido por varios de sus miembros, quienes defendieron los derechos de los nativos americanos. Hecho que finalmente cristalizará en la Junta de Valladolid que tuvo lugar desde el 15 de agosto de 1550 al 4 de mayo de 1551, donde sobre bases teológicas se debatió alrededor de los derechos de los indígenas. Bartolomé de las Casas defendió a los americanos ante los argumentos de Juan Ginés de Sepúlveda, quien les declaraba la guerra por pecadores e idólatras. De las Casas –que era contrario a la corriente aristotélica imperante en la Orden– argumentaba que las civilizaciones erigidas por los nativos no eran inferiores a las europeas –citando para demostrarlo a la azteca– y que, además, la crueldad cometida en el Viejo Mundo y España era muy superior a lo que se estaba presenciando entre los indígenas en territorio americano. Este autor defendía que los indígenas fueran evangelizados, pero no por imposición. Gaspar de Carvajal pertenecía a la misma corriente que de las Casas, pues aunque era cristiano no pretendía imponer la concepción religiosa que tenía de los mundos celestiales. No compartía la cosmogonía indígena –¡cómo lo iba a hacer si el contexto espacio-temporal fue completamente distinto!–, pero tampoco la despreciaba. En sus propias palabras, una vez finalizada la epopeya por el Amazonas:
Finalmente, se actualizaron las Leyes de Indias y surgió la figura del protector de indios como resultado de esa Junta. Un año después de recibir las órdenes, Gaspar de Carvajal se enlistó hacia el Nuevo Mundo embarcándose en la aventura transatlántica, fundando tres años más tarde el primer monasterio dominico en Lima. Fue en dicha ciudad donde conoció a Gonzalo Pizarro, con quien rápidamente entablaría una relación de amistad ya que los dos procedían de la misma ciudad extremeña. Dos años más tarde, se embarcó como capellán en la expedición que Gonzalo lideró hacia los famosos “bosques de canela” y que terminaría con el descubrimiento accidental del río Amazonas y su navegación hasta el mar por sus caudalosas aguas. * Aquí empieza la epopeya amazónica, una aventura que se inicia en la vertiente oriental de la cordillera de los Andes y que se adentra en la frondosa geografía sudamericana en busca del “país de la canela”. ¿Los protagonistas? En última instancia, el arquetipo del héroe, o sea de aquél que se enfrenta con valentía y respeto a las distintas pruebas que van surgiendo en su entorno antes de poder acceder a la gloria del país de los inmortales. Pero no va solo, sino que lo acompaña un equipo, cuyos miembros simbolizan cada una de las facultades divinas atraídas a este mundo y que son dispuestas al mismo tiempo en un todo armónico, en el que cada cual representa el papel que le ha sido asignado, dando lo mejor de sí y conformando entre todos una unidad indisoluble. Se trata de un viaje arquetípico, una aventura que es inherente a la manifestación de las energías cósmicas y que se fundamenta en el ímpetu y la sed del buscador que anhela encontrarse; aquél que se pregunta por su verdadero Yo y que intuye en lo más profundo de su alma que es sólo a través de la entrega y el sacrificio como podrá hallar las claves para descifrar y comprender su verdadera Identidad. Por lo que al tratarse de un gesto arquetípico, nada tiene de diferente del de los héroes de las epopeyas de Gilgamesh, de Homero o de la Eneida de Virgilio, excepto los nombres propios y el contexto formal en el que se desarrolla la gesta. Con ello no estamos afirmando que los miembros de esta expedición la vivieran desde este punto de vista simbólico y arquetípico, pero para nosotros, la lectura de dicha epopeya nos ha hecho ponerla en correspondencia con esas grandes aventuras míticas que siempre y en cualquier momento pueden ser encarnadas. En este caso, es Francisco de Orellana3 el que guiará a través de la selva amazónica a toda la tripulación hasta cruzar los 4800 kilómetros que separaban los Andes de la desembocadura atlántica del río. La casualidad4 hizo que lo que en un principio tenía que ser una breve incursión en búsqueda de víveres, se transformara en un viaje de siete meses y múltiples aventuras y desventuras. La epopeya comienza cuando Gonzalo Pizarro manda construir un bergantín para que el capitán Orellana y sus hombres atraviesen el río en búsqueda de víveres. Y así el capitán Orellana tomó consigo 57 hombres, con los cuales se metió en el barco ya dicho y en ciertas canoas que a los indios se habían tomado, y comenzó a seguir el río abajo con propósito de luego dar la vuelta si comida se hallase, lo cual salió al contrario de cómo todos pensábamos, porque no hallamos comida en doscientas leguas ni nosotros la hallábamos, de cuya causa padecimos muy gran necesidad, como adelante se dirá, y así íbamos caminando suplicando a Nuestro Señor tuviese por bien de nos encaminar en aquella jornada de manera que pudiésemos volver a nuestros compañeros.5 |
“Interior of primaeval of forest on the Amazons”, recogido en el volumen The Naturalist on the River Amazons escrito por Henry Walter Bates, University of California, 1962. |
La expedición se fue adentrando en territorio selvático y el alimento seguía sin aparecer, llegando a tener que comer “cueros, cintas y suelas de zapatos cocido con algunas yerbas”. Así, en un momento dado:
Aquí se puede ver lo que será una constante en cada una de las líneas de esta crónica; ésta es la fe y la entrega a un Destino que aparece signado por una potencia superior –identificado en términos cristianos como Nuestro Señor–, ante cuya grandeza el capitán y sus hombres tan sólo pueden rendirse como seres individuales y entregarse como parte integrante de un todo mayor, que incluye tanto a los protagonistas activos de esta aventura como a sus complementarios pasivos, simbolizados aquí por la energía femenina que la selva representa, conjugando de esta forma las dos corrientes cósmicas que signan la creación –masculina y femenina, o positiva y negativa–. El capitán tenía la función de guiar y alentar a su tripulación para que la obra se llevara a cabo. Por supuesto este aliento no siempre era material a través de la obtención de alimentos o bebidas, sino sobre todo intelectual, pues a través de la palabra aquél podía calmar el desasosiego, la fatiga, el hambre y la desidia de su tripulación.
O más adelante,
Lo cual nos recuerda el valor de la palabra no sólo en las epopeyas de Homero sino también en la tradición cabalística, donde aquélla es creadora, transmisora de las ideas universales y también sanadora. |
Indígenas navegando en el Amazonas, ca. 1829, J. M. Rugendas –dibujante–, Dupressoir –litógrafo–, litografía. |
Durante todo el viaje cada uno de los integrantes de la expedición encarnó la función que le había sido encomendada; el capitán simbolizaba el héroe prototípico mientras que el resto de la tripulación tenía asignado el papel para el cual poseía mayores dotes, siguiendo así el plan divino y procurando una aventura ordenada.
El recorrido sigue río abajo y los expedicionarios se enfrentan a poderosas energías naturales, como la vez que tuvieron que navegar con “muchos remolinos” que llevándolos de un lado al otro del río impedían tomar tierra y conseguir víveres, acrecentando la hambruna entre la tripulación. Otras veces era necesario amarrar la nave y dirigirse a pie tierra adentro en búsqueda de alimentos, pidiendo ayuda a los nativos que se prestaran a ello. Aparte de la intempestiva bravura del río, también tenían que afrontar un peligro mucho más minúsculo, aunque igualmente molesto: los millones de mosquitos que por tramos hacían insoportable la existencia, lo que recuerda las plagas egipcias de la epopeya judeocristiana recogida en el libro del Éxodo. |
“Forests of the Amazon”, Guyot’s The Earth Common School Geography, 1868. |
Pero el viaje continúa y con él las aventuras, la sorpresa y el asombro de adentrarse en lo desconocido, el reconocimiento de nuevas tierras, los encuentros con sus habitantes y también la llamada al ingenio con el que frecuentemente tenían que contar para sobrevivir, lo cual incluye asimismo hechos extraordinarios como el relatado que sigue:
El simbolismo de este fragmento aparentemente anecdótico revela la presencia de lo mágico y lo milagroso en esta gesta. El hueso-nuez, parte fundamental del arma que permite a la tripulación seguir con vida, es también el símbolo de la esencia y la concentración que “posibilita el eje para el ser humano”;12 éste es tragado por un pez,13 animal que habita las aguas que simbolizan el mundo intermediario. De todo lo cual se puede entrever que se produce una caída de un plano superior a otro inferior. Sin embargo, la tripulación pesca el pez y lo destripa, recuperando de este modo la nuez y pudiendo restablecer el orden original, lo cual es válido tanto si nos referimos a la lectura simbólica del hecho como si leemos únicamente su sentido literal. Tras este hecho extraordinario siguen otros que no están explícitamente indicados, aunque eso no quita nada de mágico al asunto. Por ejemplo, nos preguntamos, ¿cómo es posible que una embarcación con setenta hombres pudiera hacer frente a miles de indígenas? La idea de desproporción salta aquí a la vista y uno no puede sino aceptar que había un Destino trazado en todo este tema de la conquista y los descubrimientos que se fueron produciendo en todo el continente americano, siendo el del Amazonas uno de ellos.
O más adelante,
Lo cual, además, nos deja entrever la presencia de una cultura –o varias– en la cuenca del amazonas que sobrepasa en mucho lo que hoy se conoce como grupos tribales. A través del testimonio de estos exploradores, se supo que existían verdaderas civilizaciones a lo largo de la ribera amazónica, muchas de ellas organizadas en torno a grandes ciudades, enlazadas entre sí mediante infraestructuras adecuadas. Pero todavía nos siguieron dos días y dos noches, sin nos dejar reposar, que tanto tardamos en salir de la población deste gran señor llamado Machiparro, que al parecer de todos duró más de ochenta leguas, que era toda una lengua, estas todas pobladas, que no había de poblado a poblado un tiro de ballesta, y el que más lejos no estaría media legua. Y hubo pueblo que duró cinco leguas sin reslanzar casa de casa, que era cosa maravillosa de ver.16 - 17 |
Figura de la cultura amazónica Marayó, siglo VIII a XIV. |
Traspasada la región de Machiparro se adentraron en la tierra de Omagua, de distinto señorío. Allí se toparon con una casa de placer en un pueblo asentado sobre una barranca.
Tras el sorprendente encuentro, dejaron la región de Omagua y se adentraron en Paguana, cuyo centro no se encontraba sobre el río sino que se accedía a través de angostos caminos tierra adentro. Prosiguiendo río abajo, la expedición se topó con un templo cuyo avistamiento marcará el inicio del conocimiento de la valerosa tribu de las amazonas.
Desde luego el encuentro con este templo resonaría en las almas de los viajeros no tanto por su vinculación con las amazonas, a las que muchos de los indios tributaban, sino por el reconocimiento de una arquitectura revelada expresada a través de la geometría y los símbolos universales. |
Vasija de la cultura amazónica Marayó, siglo VIII a XIV. |
Más adelante se topan con las muy sonadas picotas rematadas con cabezas de muertos. Aunque el cronista no entra en más detalle, se quiere destacar el punto de vista simbólico que hace de la cabeza la “parte” celestial del ser humano, que junto con la estaca en la que está clavada, simbolizaría la presencia de la inmanencia divina expandiéndose y retrayéndose desde el eje del mundo; lo que evidenciaría de forma clara el estado de dichas culturas que para nada deberían ser vistas como salvajes o bárbaras, más bien todo lo contrario, aunque el comprenderlas implique dar al traste con todos los prejuicios higiénico-morales. Del mismo modo, los exploradores también se encuentran un trecho más allá con un pueblo muy guerrero regido por Tinamostón, sociedad que se dice comía carne humana, lo cual trae a la memoria a los arcaicos ritos llevados a cabo por los poblados nómades noreuropeos ligados con la caza y la guerra y que no eran sino ritos de pasaje mediante los cuales se establecía una asimilación de la potencia del cuerpo digerido. Tras las picotas, una lluvia de flechas anuncia la incursión en territorio de las amazonas:20
El relato de Carvajal sobre las batallas de las amazonas podría parecer calcado del de los relatos helénicos, los cuales seguramente conocía por la educación que había recibido. Aunque no es así, no es una copia lo que vio con sus propios ojos, sino la manifestación de un arquetipo adaptado a otro espacio geográfico. O sea, la manifestación de la energía femenina concentrada en una selva amazónica fértil y acuosa, expresada a través del rigor del fuego y la volatibilidad del arco y concentrada en tierras ideales. Así, el viaje de Orellana y Carvajal contenía también la misma posibilidad de glorificación que tuvo el de Hércules o Aquiles milenios antes, no mediante la eliminación del enemigo y la posesión de sus pertenencias materiales sino mediante la integración de lo que éstas representan en su interior, armonizando así las dos corrientes cósmicas bajo un único latido. |
Interior de la selva amazónica, publicado por Carl Friedrich Philipp von Martius 1794-1868, naturalista alemán integrante de la misión austriaca que recorrió Brasil entre los años 1817 y 1820. A su regreso a Europa publicó las obras “Reise in Bresilien” y “Flora Brasiliensis”. |
Tras las amazonas un episodio de profecía y adivinación:
Y es que la presencia de las aves como portadoras de mensajes y transmisoras de augurios y revelaciones es unánime en todas las tradiciones del mundo, incluidas la cristiana y las precolombinas. En éstas llegaban a tener una función primordial al aparecer directamente vinculadas con el establecimiento del calendario tal y como queda recogido en los códices Borgia, en el Borbónico o en el Tonalámatl de Aubiny, así como también con el orden del espacio a través de la fundación de ciudades y culturas, como aparece recogido por ejemplo en el relato de la fundación de Tenochtitlan. O sea, que el hecho de que Carvajal relatara esta anécdota en su crónica testimonia en cierto modo la comprensión del simbolismo de la naturaleza como expresión viva de la divinidad, libro graficado a través de los elementos naturales cuya lectura facilitará la comprensión del pasado, presente y futuro. |
Fotografía actual del río amazonas. |
Y para terminar esta exploración extraordinaria, la llegada a la desembocadura en el meandro del Amazonas. Un lugar poblado por docenas de pequeñas islas al que se accede después de haber salido por la “boca del dragón”, recordando a Dante y a Virgilio y también a los miles de cuentos atesorados en el folclore del globo entero que testimonian la salida de las tinieblas a la luz como parte elemental de un viaje más allá del tiempo que se lleva a cabo guiado únicamente por la voz del corazón.
La aventura ha llegado a su fin. El círculo se cierra en un plano y se abre en otro completamente distinto, nuevo. El alma respira henchida en nuevas imágenes y analogías que la lectura simbólica de la geografía americana le ha facilitado. Pero el viaje no termina aquí, toca seguir penetrando el cosmos e ir ascendiendo a través de los distintos planos de lectura a una realidad mucho más desnuda y descarnada. Es tiempo de volver renacidos a la tierra que les vio nacer, la expedición sigue dejando atrás el continente americano y adentrándose así en la búsqueda de nuevas aventuras en el:
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NOTAS | |
1 | Otros exploradores que nacieron en la misma ciudad y que también participaron en la conquista de América son Francisco y Gonzalo Pizarro, Francisco de Orellana o Diego García Paredes. |
2 | Descubrimiento del río Amazonas por el Capitán Francisco de Orellana, Relación de Gaspar de Carvajal. Agosto de 1542. Edición y notas de Mª de las Nieves Pinillos Iglesias. Ed. Babelia, Madrid, 2011. |
3 | Es importante destacar que desde que Orellana lidera la expedición, ésta tan sólo tenía como meta la supervivencia y no el enriquecimiento mediante la acumulación de metales preciosos, por lo que cada una de las paradas que tenían lugar era con fines de aprovisionamiento de víveres y otros materiales de construcción que les facilitaran la travesía.
“Y después, ido tan contento que digo [el cacique], que mirase el capitán que tenía necesidad que él se lo daría; y el capitán, le dijo que de ninguna cosa más que de comida le mandase proveer”.O en otro momento dado, estando en la provincia de Omagua: “Y también se halló en este pueblo oro y plata, pero como nuestra intención no era sino buscar de comer y procurar cómo salvásemos las vidas, y diésemos noticia de tan grande cosa, no curábamos ni se nos daba nada por ninguna riqueza”. |
4 | Sin embargo, aquí no podemos dejar de reconocer la siempre reveladora presencia de Hermes-Thot en las encrucijadas. |
5 | Descubrimiento del río Amazonas por el Capitán Francisco de Orellana, Relación de Gaspar de Carvajal. Agosto de 1542, op. cit. |
6 | Ibíd. |
7 | Ibíd. |
8 | Ibíd. |
9 | Ibíd. |
10 | Hueso sujeto al tablero de la ballesta para armar la cuerda. |
11 | Ibíd. |
12 | Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entradas: Hueso y Pez. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. |
13 | Este pasaje nos recuerda el capítulo bíblico de Jonás y la ballena. |
14 | Descubrimiento del río Amazonas por el Capitán Francisco de Orellana, Relación de Gaspar de Carvajal. Agosto de 1542, ibíd. |
15 | Ibíd. |
16 | Una legua correspondería a unos 4,2 km, por lo que ochenta leguas serían 336 kilómetros. |
17 | Ibíd. |
18 | Ibíd. |
19 | Ibíd. |
20 | Una de las cuales le hizo perder el ojo a nuestro cronista. |
21 | Ibíd. |
22 | Ibíd. |
23 | Ibíd. |
24 | “Himno a Océano”, recogido en el volumen Himnos del Agartha, escrito por los integrantes del Ateneo del Agartha y publicado por Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019. |
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