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EL HAIN DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS1 MARC GARCÍA |
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NOTA: La grafía de cada canto ritual (en color azul) interpretado por Lola Kiepja es un texto activo que, al pulsarlo, abre en pantalla aparte el archivo sonoro correspondiente. |
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![]() Una familia selk’nam. Fotografía de Martín Gusinde. |
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Los selk’nam debieron advertir que el exterminio progresivo de su pueblo a raíz de la colonización de la Tierra del Fuego iba a conducir al abandono de sus ritos y al olvido de sus mitos, y seguramente por ello aceptaron revelar sus más preciados secretos a algunos hombres blancos, aunque no sin reservas.2 Debemos a los relatos de estos occidentales casi todo lo que conocemos acerca del hain, el rito iniciático nuclear de la sociedad selk’nam.3 No había fechas predeterminadas ni una frecuencia establecida para la celebración del hain. Lo decisivo para llevarlo a cabo era la existencia de klóketen, jóvenes selk’nam aptos para la iniciación, y que hubiese caza abundante para que el rito pudiese desarrollarse sin penurias materiales.4 El hain tampoco tenía una duración fija, aunque se sabe que ésta era de varios meses por lo general. Se elegía para su realización un gran prado seco rodeado por el bosque en el que se habilitaba una franja como “escenario” para la representación de escenas rituales.5 La dimensión mayor de este escenario se orientaba de norte a sur. La gran choza ritual del hain se situaba en el lado este, con su entrada abierta hacia el bosque y dando la espalda, por lo tanto, al escenario, mientras que en el lado oeste se disponían las chozas del campamento que iban a habitar las mujeres y los niños durante el rito.6,7 Dice Martín Gusinde que la distancia entre la choza ritual y el campamento, o lo que es lo mismo, la profundidad del escenario, era de 190 pasos en el hain de 1923.8 |
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![]() Croquis del escenario, el campamento y la choza ceremonial del hain. Anne Chapman, op. cit. |
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Como en el hain arquetípico del tiempo de los howenh,9 la choza ritual de los selk’nam se sostenía sobre siete grandes postes —en este caso de madera—10 entre los que se intercalaban otros más delgados para completar su superficie cónica.11 Ésta se revestía exteriormente con terrones de pasto hasta una altura de unos tres metros para darle más cohesión y crear un ambiente interior abrigado de las inclemencias meteorológicas y de las miradas furtivas. Sobre el suelo de la choza, que se alfombraba con hojas verdes y pasto, se marcaba “una línea imaginaria, trazada de este a oeste desde la entrada” que “dividía el hain en dos hemisferios. A esta línea se la tenía por muy peligrosa, porque señalaba un profundo abismo o grieta (chali) que eventualmente conducía hasta un mar subterráneo muy hondo, que según Federico [Echeuline] tenía el nombre de chali koxain, de kox (mar) y ain (hay). El que accedía a la choza ponía cuidado en no pisar la ‘grieta’. Si entraba hacia la derecha, hacia el Norte, y luego quería pasar al Sur, tenía que salir de nuevo y reingresar por el lado izquierdo”.12 La edificación de la choza ritual se completaba con el encendido de un fuego central al comenzar el hain. |
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![]() Croquis de la choza ritual del hain. Martín Gusinde, ibid. (No está dibujada la línea en dirección este-oeste que divide la choza en dos hemisferios). |
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Los lineamientos del rito, según testimoniaban los hombres de conocimiento de los selk’nam, eran los que habían establecido los howenh en el primer “hain de los hombres”, el cual se basaba a su vez en el “hain de las mujeres” original.13 Una lectura rasante del mito unida a prejuicios propios de la mentalidad occidental —como el de la simpleza intelectual de los indígenas o el de la lucha de sexos— ha conducido a no pocos autores a la conclusión, para nosotros absurda, de que el hain era una martingala inventada por los varones para perpetuar su dominio sobre las féminas, y que tal era la razón por la cual no se les permitía acceder a éstas a la choza ritual ni tampoco participar en lo que se desarrollaba en su interior. Pensamos que todos los selk’nam adultos, hombres y mujeres, conocían perfectamente los mitos de su tradición y los secretos del hain, y que los papeles que unos y otras desempeñaban eran, simplemente, los más adecuados para que el rito llegase ser una encarnación viva de su arquetipo. De manera que todos actuaban en esta grandiosa muestra de teatro sagrado con múltiples escenas y personajes. Los actores y actrices se preparaban para la función pintándose el cuerpo con uno, dos o tres colores extraídos de arcillas (negra, gris, roja, ocre o blanca) y dibujos simbólicos relacionados con su haruwen —su “cielo” o territorio de procedencia— y su función en el hain. Los varones adultos iban tocados con un koschel o kóchil, prenda de forma triangular elaborada con piel de guanaco que se colocaba sobre la frente y se ataba con una nervadura trenzada a la cabeza. Mención aparte merecen las máscaras de los espíritus del hain, a las que los selk’nam dispensaban una gran veneración. Solían guardarlas ocultas en huecos de árboles cercanos14 y los hombres iban a buscarlas discretamente antes del inicio del rito para restaurarlas o bien rehacerlas —si estaban muy deterioradas—.Las había de dos clases: una cónica, llamada tolon, medía unos setenta centímetros de alto y era sostenida con ambas manos a la altura de las orejas. Tenía largas hendiduras para los ojos, ya que los actores solían desplazarse lateralmente sobre el escenario. La otra, asl, era una simple capucha de cuero rellenada con algunas hojas y un poco de pasto para darle una forma más bien redonda, pues estaba muy pegada a la cara. Cubría la cara enteramente y se la sujetaba por detrás. Tres pequeños orificios permitían ver y respirar. (...) A mi juicio, los hombres veneraban las máscaras precisamente porque en realidad no estaban actuando ni representando un espectáculo o una farsa para engañar a las mujeres, sino que, al personificar a un espíritu, se identificaban con el espíritu, que también ellos creían sobrenatural.15 Comienza el hain Cuando todavía es de noche y como harán cada día durante el transcurso del hain, las madres de los klóketen cantan haíchula delante de su tienda para llamar al alba.16 Las demás mujeres se les unen y horas después darán la bienvenida al Sol cantando juntas yóroheu, que significa “amanecer” en lengua selk’nam.17 Los hombres se van marchando sigilosamente a la gran choza ritual para prepararse. Allí, los dos Shoort que van a aparecer en la apertura del hain están siendo embadurnados con los colores rojo y blanco y cubiertos con los asl característicos de estos daimones.18 |
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![]() Dos Shoort. Fotografía de Martín Gusinde. |
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Shoort es el espíritu más dinámico y activo del hain y, sin duda, el más temido por las mujeres y los niños. Es el que tortura a los klóketen durante el rito de iniciación. Vive bajo la tierra con la espantosa Xalpen y, como ella, se presenta en el hain surgiendo del fuego. Es quien comienza la ceremonia y el último en aparecer en el día final. De todos los espíritus es el único que se presenta diariamente (si el tiempo lo permite) y que va todos los días al campamento para mezclarse con las mujeres y los niños. (...) Los movimientos de Shoort eran muy estereotipados. Como supuestamente era de roca, el “actor” debía tener un cuerpo muy duro, musculoso, y no dar signos de respirar. Se desplaza con pasos muy cortos, saltos repentinos, de pronto se para en seco, el cuerpo temblando. Mientras avanza mueve la cabeza, a tirones, de lado a lado, los puños cerrados con los dorsos hacia delante y los brazos arqueados. En el momento de entrar o salir del hain alza los brazos, que mantiene arqueados, los puños arriba, como si flexionara los bíceps. Como ocurre con los demás espíritus, Shoort no puede hablar. Todos sus movimientos son rígidos y tajantes, como para fascinar o crear pánico en el público.19 A primera hora de la tarde, todos los hombres están congregados en la choza ritual. Los “consejeros” del hain, que pueden ser xo’on (chamanes), lailuka-ain (sabios depositarios de la tradición) o chan-ain (“padres de la palabra”, capaces de predecir el futuro), les indican el lugar que deben ocupar. De pronto, todos “comienzan a cantar con voces firmes, rítmicas, enfáticas ho? ho? ho?20 El hain ha comenzado”.21 |
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![]() Halemink, lailuka-ain y consejero del hain de 1923. Fotografía de Martín Gusinde. |
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Los k’pin de los klóketen, los supervisores o guías designados, van a buscar a los candidatos al campamento y los toman del brazo para conducirlos a una choza donde los lavan y los pintan con una mezcla de agua, arcilla roja y grasa de guanaco.22 Cuando ya está seca, sus madres, que han acompañado a sus hijos llorando, cantan junto a las demás mujeres kot te hepé (“su cuerpo está seco”).23 Seguidamente, éstas dibujan sobre los rostros de sus chicos tres líneas verticales de color blanco, una sobre el eje de la nariz y una más a cada lado de la cara. Poco antes del final de estos preparativos, los hombres reunidos en la choza ritual vuelven a cantar ho? ho? ho? y dos Shoort comparecen en el escenario, uno por el lado norte y otro por el sur. “Los Shoort vienen a mostrar su impaciencia por recibir a los klóketen, y los hombres en la choza donde los iniciados aún están siendo pintados llaman la atención de todos los presentes para que miren a los Shoort”.24 Tras esta breve primera visita al campamento, los Shoort regresan a la choza ritual y las mujeres jóvenes y las adolescentes, que se han pintado el cuerpo de rojo como los klóketen, salen a danzar alegremente sobre el escenario. Terminado el ritual de preparación de los candidatos, los k’pin los revisten con sus mantos de piel de guanaco y los acompañan fuera de la choza. |
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![]() Tres jóvenes mujeres selk’nam preparadas para una danza en el hain de 1923. La del centro es Ángela Loij, informante de Anne Chapman décadas más tarde. Fotografía de Martín Gusinde. |
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La iniciación de los klóketen Dos Shoort vuelven a salir de la choza ritual, uno por cada lado, y los hombres entonan nuevamente ho? ho? ho? Los k’pin, los klóketen y sus madres, que lloran y se lamentan cada vez más intensamente, avanzan hacia los Shoort mientras las jóvenes bailan alegremente y saludan a los espíritus. La comitiva se detiene en el centro del escenario; los Shoort se marchan y los k’pin hacen avanzar lentamente a los klóketen hasta la choza ritual, en la que los introducen. En su interior, los adultos forman un círculo en torno al fuego, al que miran fijamente; van pintados con los atributos de sus haruwen respectivos y llevan sus mantos al hombro. Martín Gusinde, asistente al hain de 1923, describe así lo que sucede a continuación: Apenas concluido este ordenamiento, los hombres quitaron a los dos iniciandos sus abrigos de piel. Nuevamente estaban parados aquí totalmente desnudos, con su pintura roja, los brazos puestos junto al cuerpo y con rígida inmovilidad. Halemink ordenó entonces con voz fuerte: “¡Mirad hacia arriba!”. (...) Esto era considerado como preparación para la lucha con Shoort.25 Repentinamente saltaron dos de estos espíritus, como si hubieran salido del fuego, en medio del ruedo. Hasta ese momento habían estado muy bien escondidos detrás de los hombres parados muy juntos uno al otro. (...) Cada uno de estos espíritus se puso en el suelo delante de uno de los dos iniciandos. Estaba arrodillado en el piso con las piernas algo abiertas y las nalgas sobre los talones. Llevaban la pintura característica de los Shoort, es decir, sobre fondo rojo algunos puntos blancos grandes. Su cabeza estaba escondida tras una máscara. (...) Un helado terror recorrió a los candidatos, que tímidamente bajaron algo la vista. Shoort rodeó con ambos brazos las rodillas del muchacho, lo apretó fuertemente contra sí, lo sacudió, lo levantó y lo puso nuevamente en el suelo. Hasta entonces, cada candidato había apretado fuertemente sus brazos contra su cuerpo. Ahora, los hombres ordenaron colocar las manos —con los dedos entrelazados— sobre la cabeza, y los codos extendidos lateralmente. (...) De un movimiento repentino, [Shoort] asió los genitales del muchacho, los apretó fuertemente (...) e incrementó su resoplar. Durante unos quince minutos jugó y tironeó de los genitales. (...) El espíritu concluyó su juego mediante un tironeo especialmente fuerte y vibrante de los genitales, que había tomado con ambas manos; al mismo tiempo, exhaló un soplido estridente.26 Y prosigue la narración: Al cabo de una pausa de unos cinco minutos, comenzó la verdadera lucha del klóketen con Shoort. La vivacidad de los hombres circundantes aumentó. Los candidatos ya cansados fueron autorizados a bajar las manos. Shoort en cambio se había quedado en la misma posición de arrodillado que ocupaba antes, por lo que era difícil de tumbar y de asir. Primero abrazó las rodillas del muchacho para hacerlo caer. Los hombres daban voces de aliento: “¡Defiéndete, agarra a Shoort!” Primero con timidez, después con mayor confianza, trataba el candidato de asir al espíritu. Pero lo que más lograba era sacarse de encima al espíritu, cuando éste intentaba tumbarlo, apretarlo contra la pared o inclinarlo contra el piso. (...) Desde largo rato atrás nuestros dos klóketen tenían todo el cuerpo bañado en transpiración. Totalmente agotados, respiraban con la boca abierta, sus últimas fuerzas se habían consumido ya. (...) Ahora, por fin, sería revelado a los klóketen el secreto de los espíritus. La lucha había durado más de treinta minutos, la fuerza de los klóketen estaba totalmente agotada. Los Shoort volvieron a su posición inicial, dejaron los brazos caer libremente y cruzaron las manos entre las piernas; bajaron un poco la cabeza. (...) Pasaron algunos segundos de la incertidumbre más embarazosa. Como respuesta a una señal disimulada del inspector, cada guía dijo a su protegido: “¡La lucha ha terminado...!”. Pero tiempo para un reposo no se les dejó; pues cada guía se puso al lado de su protegido y le dijo, señalando la máscara: “¡Tómala!”. Temblando de miedo, el examinando apenas si osaba colocar la punta del dedo sobre los hombros del espíritu; lo que hacía más bien era un ligero toque. Así continuó palpando, constantemente incitado por su guía, el pecho y el cuello del Shoort con su dedo índice. Al final se atrevió a tocar con el dedo también la máscara misma. Los presentes lo acosaban tan amenazadoramente, que por último puso toda la mano en la parte superior de la máscara. Ahora no le quedaba más remedio que asirla. Aterrorizado, la levantó lentamente. Su mirada se endureció: ¡tenía frente a sí la cara de un hombre que conocía muy bien...! Este le sonreía, pero permanecía inmóvil... ¡El muchacho no sabía lo que le sucedía! Se le veía sumamente perturbado, aunque en los rostros de la gente ya se veía un poco de hilaridad. Dándoles ánimo, Halemink dijo sonriendo pícaramente “¡Todo esto sucede para que os asustéis; así jugamos nosotros, los hombres!”.27 Acto seguido, los consejeros del hain atan sobre las frentes de los klóketen sendos kóchil para denotar su victoria sobre Shoort y simbolizar su ingreso en la comunidad de los adultos. Los k’pin, por su parte, los recubren con sus mantos. |
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![]() Los dos klóketen del hain de 1923, cubiertos con sus kóchil. Fotografía de Martín Gusinde. |
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Por más que para Gusinde y los informantes de Anne Chapman —y acaso también para los consejeros de los últimos hain— el propósito de la escena de combate con Shoort y los agarres previos fuera algo tan vano como “desgastar al klóketen para que en adelante se muestre dócil y dispuesto a obedecer las órdenes de sus mayores”,28 no nos pasan por alto las analogías que existen entre el rito de los selk’nam y los ritos de iniciación de otras tradiciones, semejanzas que aportan claves importantes para comprender la simbólica del hain de una manera cabal. El encuentro con Shoort, que sujeta al klóketen por los testículos, es una imagen nítida del enfrentamiento con unos estados inferiores del ser que el candidato ha de reconocer y someter para poder acceder a la iniciación. Lo que ve el klóketen cuando retira la máscara de Shoort es la cara de un compañero de tribu, o sea una analogía de sí mismo que le está revelando que esos estados inferiores que ha enfrentado forman parte de su propio ser, como también los estados superiores a los que pretende acceder por medio de la iniciación.29 Por lo que suponer que el rito de iniciación de los klóketen termina con su vestidura como adulto tras el combate preliminar con Shoort, como sostienen muchos de los autores que han escrito sobre el hain, sería algo así como asumir que el rito de iniciación masónica finaliza tras la estancia del postulante en el gabinete de reflexión —la llamada “prueba de la tierra”— y su ingreso a rastras y con los ojos vendados en la logia. El rito prosigue y los neófitos selk’nam van a ser sometidos a nuevas pruebas simbólicas de gran dureza, como por ejemplo el viaje nocturno de caza que emprenden poco después de su encuentro con Shoort, un largo recorrido a través del bosque o por la montaña junto a los consejeros del hain y los k’pin. Estos últimos entregan a cada klóketen un arco y un carcaj de flechas que han de conseguir utilizar con destreza en una fría noche en la que les van a asaltar nuevos temores. Halemink iba adelante con paso acelerado. Tomó el camino hacia las sierras cercanas, a través de un bosque poco frecuentado, provisto de abundante maleza de arbustos entrelazados. A cada paso encontraban hojarasca seca y troncos en descomposición, y en varios tramos el terreno se hacía muy pantanoso. ¡Justamente a través de esos obstáculos iba la marcha! Los candidatos debían hacer esfuerzos sobrehumanos para mantener el ritmo. Ni una sola palabra permitió Halemink. “¡Siempre adelante!, eran las pocas palabras que decía. Los muchachos, debiluchos como eran, jadeaban penosamente cuando comenzó a avanzarse cuesta arriba con el mismo paso forzado utilizado hasta ahora. Desde aquí, desde la cima, se bajó nuevamente, más o menos a los saltos, cruzando extensas zonas de terreno pedregoso, para llegar finalmente, tras un gran rodeo, a la Choza Grande. Hacia las tres de la mañana arribó todo el grupo. Los iniciados se desplomaron totalmente agotados.30 Si el viaje de caza se prolongaba mucho y los adultos decidían acampar fuera,31 los klóketen eran los encargados de ir a por leña, hacer fuego y vigilarlo durante toda la noche. También debían acarrear la carne de guanaco que se hubiera cazado y asarla. Siempre les correspondían raciones exiguas, pero no les estaba permitido quejarse. “Todas las mañanas [el klóketen] debía pintar su cuerpo de blanco, igual que lo hacía en la choza del hain. Para divertirse, los hombres competían con el klóketen, arrojando sus flechas a un manto que colocaban como blanco y corrían o luchaban con él”.32 |
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![]() Dos cazadores selk’nam. Fotografía de Martín Gusinde. |
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De vuelta a la choza ritual, los jóvenes siguen desempeñando las tareas ya asignadas y han de ocuparse, además, de la limpieza (barrer la choza, quemar los desperdicios, etc.) y de evitar que los perros roben comida. De noche, “y a lo largo de todos los meses que dure la ceremonia, los consejeros y otros hombres sabios relatan a sus compañeros, dirigiéndose en especial al klóketen, el origen del hain (...). El klóketen escuchará también muchas historias que explican el origen del mundo y la sociedad actual. Le enseñarán los misterios de la naturaleza, de los animales, del viento, del mar, de las estrellas y del sol y, sobre todo, de la luna. Su atención y su inteligencia son puestas a prueba con preguntas tales como ‘Cuando Krren [Sol] vivía sobre la Tierra, ¿de dónde venía la luz del día?’”.33 De este modo se van revelando los misterios de la cosmogonía a los neófitos y éstos se hacen partícipes de ella.34 El punto culminante del hain es la dramatización de la muerte de los klóketen a manos de Xalpen y su nacimiento a una nueva vida. Numen terrible, Xalpen reina en el inframundo y gobierna sobre todos los espíritus de la Tierra, que están sometidos a su poder —todos menos uno: el cómico Halaháches, del que hablaremos más adelante—. Aunque sea esposa de Shoort, codicia a los hombres y a los klóketen en particular, y éstos deben complacer sus apetitos de comida y sexo so pena de ser muertos “con la larga y filosa uña de su dedo índice”. Xalpen surge de las profundidades de la tierra a través del fuego del hain. Llega con su gran bolsa de cuero, adornada con rayas rojas y blancas, que se propone llenar de comida y que se llevará para hacerse un festín a solas. Las mujeres saben en qué momento viene porque los hombres gritan wa desde el interior [de la choza ritual] del hain. Si tiene hambre, su bolsa vuela fuera del hain indicando que debe ser rellenada, y pronto. Entonces las mujeres corren llevando canastas repletas de hongos, bayas, pescado o cualquier otro alimento, porque Xalpen acepta todo lo que se pueda comer. Mientras corren, cantan ha? ha? ha? alborozadas35 y se aproximan tan cerca [de la choza ritual] del hain como les está permitido, compitiendo a veces en sus carreras. (...) Pero en un paroxismo de voracidad e ira, Xalpen “mata” a varios hombres, aunque no todavía a los klóketen, cuyo turno llegará más tarde. Federico [Echeuline] insistía en que ella podía matar a un hombre en cualquier momento. Cuando esto sucede, la choza del hain tiembla, y los pavorosos gritos de wa son oídos por las mujeres que los identifican y se lamentan: “Xalpen ha matado a...”. Entonces, cada mujer canta su k’meyu36 para calmar la furia de Xalpen. Poco después escuchan el suave batir de palmas que anuncia la llegada de Olum, el pequeño chamán, y las mujeres se regocijan en la seguridad de que él lo volverá a la vida.37 La muerte de los klóketen es figurada en la choza ritual de noche. A resultas de los coitos reiterados de la lujuriosa Xalpen con los klóketen, ésta queda embarazada. Los dolores de parto la tornan aún más incontrolable y en el momento en que son más intensos arroja un arco fuera de [la choza ritual] del hain. Este es un signo ominoso. Significa que está por matar a alguien para desahogar la furia que le provocan sus dolores. El hain se estremece como nunca, sus espantosos gritos sordos retumban atravesando las paredes, llamaradas salen del techo como si la choza entera estuviera encendida, y usando su larga y filosa uña, Xalpen destripa a los klóketen, uno por uno. Las mujeres que oyen los terribles wa, el gemido de cada klóketen en el momento de expirar, entonan el canto yó te kó ho li.38 esperando en vano aplacar a la asesina que está matando a los padres de su propio bebé. De pronto todo es silencio, y las mujeres saben que el bebé ha nacido y que Xalpen se lo ha llevado con ella al inframundo. (...) Poco después, las mujeres reunidas en el linde del escenario ven a dos hombres mayores cargando un cadáver empapado en sangre. Uno de ellos sostiene la cabeza que cuelga a un lado, pesadamente; el otro sus piernas y sus pies; sus ojos están cerrados; la sangre parece filtrarse de las orejas y la boca y mana de sus entrañas, de la herida abierta desde el cuello hasta los genitales. La procesión se mueve lenta y silenciosamente por el escenario y regresa a [la choza ritual del] hain. Al poco tiempo salen otros dos hombres mayores cargando un segundo cadáver (...). Las mujeres se aproximan tanto como les está permitido, cantando el lamento hain koj hórsho.39 Las mayores dan un paso al frente y agitan sus mantos en un intento por devolver el aliento a los cuerpos.40 Al cabo de uno o dos días de la masacre, los klóketen, que se habían ocultado en el bosque tras la exhibición pública de sus cadáveres, regresan sin ser vistos a la choza ritual del hain. En ese momento, Olum comienza su trabajo de “juntar sangre” para devolver la vida a los iniciados. La señal de que Olum ha recreado vida es el sonido de un rápido y suave batir de palmas acompañado por un chasquido de lenguas,41 que se oye sobre un fondo de acompasado ritmo, hecho por los hombres sobre el suelo [de la choza ritual] del hain. Poco después, un verdadero chamán grita a las mujeres: “Ya está bien. Kai ko’osé. Retírense. Kai joje wi. Los klóketen están de nuevo vivos. Klóketen kau ko’osé. Federico [Echeuline] comentó que entonces las mujeres sentían un gran alivio.42 |
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![]() El chamán Tenenesk presenta a K’terrnen, el “niño maravilloso”. Fotografía de Martín Gusinde. |
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El nacimiento de K’terrnen, el hijo de Xalpen al que Gusinde llama significativamente “niño maravilloso”, está representado por un joven hauwitpin (=”de belleza perfecta”). K’terrnen puede ser de uno u otro sexo.43 Un chamán anuncia su presentación inminente poco después del retorno a la vida de los klóketen: “Pronto podréis ver algo hermoso, ¡preparaos ahora!”. Las mujeres corren a pintar “sus caras con hileras de pequeños puntos blancos en forma de abanico, desde sus párpados inferiores hasta las mejillas. Cuando oyen el suave batir de palmas desde el hain, saben que K’terrnen está emergiendo desde el seno de la tierra y comienzan el canto de bienvenida héj ká rak? o has kwa ra ka,44 extendiendo y doblando sus brazos sucesivamente para atraer al bebé fuera [de la choza ritual] del hain y poder así regocijarse admirando la ofrenda de vida de Xalpen”.45 Al rato, el “niño maravilloso” emerge de la choza ritual sostenido por un chamán de cada lado y dando pasos muy cortos. K’terrnen, que mantiene sus brazos rígidos junto al cuerpo —porque su naturaleza es pétrea—, porta una máscara cónica y su cuerpo, pintado de color rojo con líneas rojas y blancas, está recubierto con hileras paralelas de plumón que van desde el ápice de la máscara hasta la punta de los dedos de las manos y los pies. Minutos después, la comitiva deshace su camino retrocediendo lentamente, o sea dando la cara a las mujeres congregadas en el escenario. Cuando el bebé regresa a la choza ritual, “los hombres lo saludan batiendo palmas con suavidad, en tanto las mujeres gritan: ‘¡Ha bajado! Kau kó? him’. Un chamán cierra la escena diciendo a las mujeres: ‘Ahora regresad rápidamente a vuestras chozas’”.46 La presentación pública de K’terrnen se repite varias veces durante unas horas.47 Las obras de referencia sobre el hain no ahondan en la dimensión simbólica de la unión sexual con Xalpen, la muerte —y resurrección— de los klóketen y el nacimiento de K’terrnen, hechos que están claramente conectados entre sí. Para quienes estamos imbuidos del punto de vista hermético, el coito con la diosa del inframundo es una imagen simbólica de la “visita al interior de la tierra” del iniciado, de su ingreso en una caverna en la que se gestan los metales, es decir las “energías de los astros presentes en forma coagulada” que conforman su alma.48 Allí debe “rectificarlos para encontrar la piedra oculta”, es decir transmutarlos, llevarlos a su máxima perfección despojándolos de todas sus adherencias espurias; así quedarán convertidos en el oro de los filósofos. Estos trabajos alquímicos, que quizás se repitan y puede que no pocas veces a lo largo de la vida del adepto, conllevan la muerte del hombre viejo que había ingresado en el inframundo y su renacer como “niño maravilloso”. Cada regeneración que sufren los adeptos es un nuevo nacimiento de Dios, que se va abriendo paso en las aguas, se trata de un acontecimiento solemne, es la aparición de la criatura llamada “Niño alquímico”, el Niño dios, en el interior de una individualidad, que lo autogenera —en la Tradición Taoísta llamada “La Endogenia del Inmortal”. Siendo esa aparición majestuosa el inicio de un camino —es un niño— hasta la coronación de la “Gran Obra”. Eso es lo extraordinario, que es una autogeneración, lo que es evidente en cualquier proceso creativo, especialmente en la planta que es el ejemplo más notorio y sencillo (y en la domesticación de ella, la agricultura). Incluso el que ha realizado esta Obra, tal vez no lo sabe del todo, o no lo sabe, y lo más probable es que le dé otro nombre, pero el numen sigue siendo el mismo. De hecho, todos los dioses, coinciden en el Dios Inmanifestado. Hay que insistir en que se trata de un proceso autoinducido por medio de la Vía Simbólica de la Tradición Hermética, en nuestro caso, e igualmente bajo otros cielos podrá verse de manera muy diferente aunque ambos se centran en el mismo Misterio.49 De este modo, K’terrnen y el klóketen que reaparece tras su muerte son dos caras de una misma realidad: la del iniciado que se ha autoparido como hombre nuevo. Hay otra cuestión cuyo simbolismo ha sido pasado por alto o no parece haberse comprendido bien por los estudiosos del hain: el secreto que los klóketen deben mantener acerca de lo que acontece en la choza ritual. Tras el combate ritual con Shoort, uno de los consejeros mira al joven y le dice: “¡Todo esto sucede para que os asustéis; así jugamos nosotros, los hombres!... ¡Cuídate de hablar con mujeres y niños acerca de estas cosas! ¡Tu muerte sería inmediata...!” (...) Al klóketen se le advertirá con insistencia no revelar nunca el “secreto” a las mujeres, como tampoco mencionar jamás lo que ocurre en la choza del hain. Una y otra vez se le prevendrá que sus acciones serán vigiladas cuando vuelva a su vida normal y que cualquier seña, por leve que fuera, que provoque la menor sospecha en las mujeres o los niños acerca del conocimiento prohibido, le costará la vida de inmediato; y también a las personas involucradas”.50 Si como hemos dicho más arriba y creemos que el propio desarrollo del hain evidencia en cierto modo, todos los selk’nam adultos, tanto hombres como mujeres, eran conocedores de los “secretos” del hain,51 ¿qué sentido podían tener esas amenazas tremendas, de un calibre semejante a las que se profieren en la Masonería cuando se hace jurar a los recipiendarios que jamás revelarán secreto alguno de la Orden? Está claro que tal exigencia de secreto reviste un carácter ritual que entronca con el hain arquetípico, el “hain de los hombres” del tiempo de los howenh, basado a su vez en el que la Luna y las demás mujeres howenh oficiaban ocultando sus secretos al Sol y a sus compañeros.52 Pero es que, además, el secreto iniciático es en sí mismo un símbolo de aquello que por su naturaleza no puede ser revelado. Aquí por supuesto no nos estamos refiriendo a la reserva sobre la tramoya y la actoría por hombres de carne y hueso de los personajes numénicos, sino sobre aquello que verdaderamente se opera en la iniciación. El secreto, como el misterio, lo desconocido (el más allá), son categorías del pensamiento y las virtudes más despejadas si se las considera desde la verticalidad y la metafísica. El secreto ocurre en un estado muy alto de desarrollo intelectual, que implica callar lo que se sabe para así hacerse digno de ello. Hay muchas otras frases evangélicas que se refieren al callar o a ‘no tirar margaritas (perlas) a los cerdos’, etc. Este secreto es el propio misterio del mundo en sí y de lo Innombrable y por lo tanto una virtud característica de él. Nombrar algo es manifestarlo, a cualquier nivel que sea; por el contrario guardar el secreto de su esencia es participar en su inmanifestación. El secreto es un reflejo de lo suprahumano, de lo supracósmico, y de la Idea del misterio que sigue siendo, pese al conocimiento de las causas de toda la creación. De hecho, es comulgar con ella, ser uno con ella de una forma consubstancial con su misterio impenetrable. (...) Tampoco el secreto es algo que deba guardarse ocultándolo de los otros. Como ya hemos dicho, es en sí la presencia de algo que siempre permanecerá incognoscible, incógnito. El secreto tiene la majestad de aquello que no es audible y, como lo invisible, no podrá ser visto jamás por el ojo de los sentidos, ni oído de ninguna manera. El secreto humano es pues una imagen de lo que el alto nombre de secreto significa, y manifiesta lo que no es de este mundo.53 Otros personajes del hain El hain continúa con otras escenas que no siempre se suceden en el mismo orden y que a veces se repiten varias veces a lo largo del rito.54 Sus protagonistas son otros personajes numénicos cuyas energías y acciones han de concurrir para que la magna obra de teatro sagrado se consume y alcance sus fines en lo invisible. Tanu Xalpen apenas se muestra en el hain,55 pero no así su hermano Tanu. Gusinde dice que es “un barrigudo apacible, alegre e inofensivo, que a nadie hace daño. Es de sexo masculino y sube a la tierra, con el fin de observar aquí el quehacer de los selk’nam” —tras lo que regresa al inframundo—, y también que “todo el mundo se regocija con la figura informe, voluminosa de Tanu”.56 |
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![]() Tanu. Fotografía de Martín Gusinde. |
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La cabeza de Tanu es cónica, y de su abultado cuerpo, sólo sus pantorrillas y los pies están al descubierto. Su disfraz está hecho con un armazón de arcos atados los unos a los otros, relleno de pasto, juncos y hojas y cubierto con pieles de guanaco, sobre las que se pintan bandas y rayas blancas, negras y rojas y se pegan algunos plumones. Tanu se desplaza siempre lateralmente o hacia el público, a paso lento. La aparición de Tanu está precedida de una danza de los klóketen y los adultos más jóvenes, que entonan en voz muy alta hu? ku?57 Tanu emerge lentamente de la choza ritual acompañado por un anciano y se desplaza hacia un costado. Los jóvenes, arrastrando los pies, forman un círculo alrededor de la fogata prendida en el escenario y cantan hush lish héuwan58 Las mujeres mayores se reúnen en el borde del campamento y las solteras danzan en fila sobre el escenario, formación que los jóvenes rodean. Acabada la danza, Tanu regresa a la choza ritual seguido por los varones.59 Halaháches Halaháches, también conocido como Kataix o Ko’taix, es el contrapunto de Xalpen. Cualquiera reconoce sin esfuerzo alguno la personalidad de Kataix, observando simplemente sus cualidades más llamativas. Es considerado como extremadamente influyente, e incluso está en condiciones de disputar temporalmente a Xalpen su privilegio; pues cuando ingresa a la Choza Grande, aquélla se retira pronto bajo tierra, y puede administrar él solo las cosas allí. Cuando Xalpen descarga sus explosiones de ira contra los hombres presentes, suele aparecer e interceder en favor de éstos, y su sola presencia es suficiente para que Xalpen ponga término repentinamente a sus arbitrariedades.60 |
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![]() Halaháches. Fotografía de Martín Gusinde. |
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Halaháches es “sumamente grotesco y aterrador; pero cuando está de humor, es cómico”. Su cuerpo es blanco con anchas bandas horizontales de color rojo. La “cerrada máscara blanca que se ajusta a su cabeza ostenta largos cuernos hechos con un arco, forrados y pintados, que miden alrededor de un metro”. Se mueve rápidamente de lado a lado y constantemente “agarra su mentón con la mano izquierda, levantando el codo, mientras que con un largo y puntiagudo palo que sostiene con la mano derecha, hace amplios movimientos semicirculares”.61 Su llegada es anunciada por los hombres cantando ua repetidamente. Las mujeres, al oírlo, entonan Halaháches62 para dar la bienvenida al numen que va a abolir temporalmente el reinado de Xalpen, un hecho que es subrayado con la aparición de los klóketen libres y sin máscara sobre el escenario. Pese al carácter liberador de Halaháches, “es para él un placer ser cruel con [los hombres], atormentarlos arbitrariamente e incluso matarlos.63 Por eso las mujeres arrojan pequeñas bolas de arcilla contra él, para que abandone su costumbre de maltratar a los hombres”; proyectiles que el daimon siempre esquiva ágilmente sobre el escenario.64 Hayílan Los Hayílan son sirvientes o “peones” de Shoort. Van encapuchados como éste, aunque son contrahechos y de andar torpe. Insolentes a la vez que cómicos, suelen aparecer en parejas, uno viejo y el otro más joven, como si hubiesen llegado desde el bosque. Los klóketen han de trabajar para los Hayílan y éstos deben vigilarlos cuando los novicios salen a cazar, aunque con frecuencia extravían a sus pupilos y caminan de regreso al campamento llenos de enojo. Entonces, de improviso, las mujeres ven a un par de Hayílan cubiertos de lodo, uno cargando al otro sobre las espaldas. El de abajo tropieza, resbala y a poco ambos caen al suelo, rodando uno sobre otro como si estuvieran exhaustos. Luego, apoyándose pesadamente en sus bastones retorcidos, muestran gran irritación porque sus klóketen se les han escapado. Las madres se juntan en el lindero del bosque y les cantan ho kreek.65 Como esta palabra es un nombre para Shoort, implica una comparación burlona y esto lo captan los Hayílan y se enojan aún más. (...) Sólo falta eso para que los Hayílan se exasperen del todo. Amenazan a las mujeres con los puños y hacen pantomimas que dan a entender que azotarán a los klóketen cuando los agarren.66 |
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![]() Un Hayílan. Fotografía de Martín Gusinde. |
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De este tenor son las payasadas de los Hayílan. En ocasiones se ponen muy agresivos y golpean las chozas del campamento con sus garrotes, o bien arrancan las pieles de guanaco que las recubren y se las llevan consigo al bosque. Generadores de desorden, son capaces de las mayores groserías contra las mujeres, de las que sus maridos u otros parientes deben defenderlas.67 Matan Matan es un daimon bailarín que procede del cielo. Lola Kiepja y Ángela Loij, informantes de Anne Chapman, decían que era un espíritu femenino mientras que para Martín Gusinde se trataba de un numen masculino. Sea como fuere, es un personaje representado por un hombre —en este caso, de una gran agilidad— como el resto de los espíritus del hain. Porta una alta máscara cónica y el recubrimiento de su cuerpo, rojo con franjas y manchas ovaladas de color blanco, es muy característico. Los hombres congregados en la choza ritual anuncian su llegada inminente con el canto lo lo lo lo, invocación que las mujeres continúan entonando ho ho ho. |
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![]() Matan. Fotografía de Martín Gusinde. |
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Matan viene de día y el público “siempre la aclama con entusiasmo y más aún cuando ejecuta sus asombrosos saltos verticales. Entre cada salto da pequeños brincos laterales, sujetando firmemente la máscara con las dos manos, a la altura de las orejas (...). Un chamán precede a Matan para anunciar su llegada a las mujeres, que precipitadamente se dirigen al borde del escenario para saludarla cantando Matan, Matan, Matan.68 El espíritu entra con un gran salto mientras el chamán se aparta para observar sus movimientos y cerciorarse de que la máscara se mantiene firme en su lugar. Las mujeres cantan más y más para que Matan se acerque a ellas”.69 Kulan y Koshménk Kulan es un numen femenino que comparte algunos aspectos con la Afrodita griega. Vive en el cielo como Matan, y es joven y muy esbelta.70 Los hombres anuncian su descenso al hain cantando yoyoyoyo muy rápidamente. Kulan viene a menudo y siempre de noche. Cuando oyen su canto, las mujeres y los niños se esconden bajo sus mantos dentro de sus viviendas, sobre todo si Kulan entra al campamento, lo que, sin embargo, rara vez ocurre. (...) Lleva una máscara cónica pintada de rojo y una ancha banda blanca que la surca desde la punta y se continúa sobre el cuerpo hasta el bajo vientre, que es tapado por un taparrabo. Otras bandas de color le atraviesan el torso, y sus delicados pechos (hechos con bolsitas de cuero) apenas se insinúan. (...) Aparece siempre rodeada de sus amantes, anteriores, presentes y futuros, y, naturalmente, las mujeres no la quieren. Aun así, a veces les cantan mak chian (hermosa mujer). Cuando se cree que Kulan ha subido a los cielos acompañada por uno o más de sus admiradores, las mujeres cantan maukel71 para rogarle que regrese y libere a sus hombres.72 |
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![]() Kulan. Fotografía de Martín Gusinde. |
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Koshménk es el marido de Kulan que, como ella, vive en los cielos. Sus atributos guardan parecido con los de su esposa: una gran máscara cónica y el color rojo que recubre completamente completamente su cuerpo, sobre el cual están dibujadas anchas bandas verticales de color blanco. “Koshménk es el cornudo bajo cualquier criterio, y sus representaciones causan mucha hilaridad entre las mujeres, que lo saludan cantando húp ke kep”.73 Cuando Koshménk echa de menos a su mujer, corre de un lado a otro y la busca en la Choza Grande o junto a ella. Más adelante se anima a acercarse hasta las cercanías del campamento y, mediante gestos característicos, expresa la suposición de que su mujer ha sido raptada por los selk’nam. Si luego, al regresar a la choza del Klóketen [la choza ritual del hain], ve allá a su esposa, se conforma con esto. Pero si no la encuentra, y en la rueda de los hombres observa un vacío, monta en cólera. ¡Desconfianza y sospecha le dicen que ambos se han alejado para dedicarse a manejos secretos! Su excitación se descarga inmediatamente contra los hombres presentes. En el paroxismo de la ira arroja a un hombre fuera de la Choza Grande, y lo hace con tal violencia que éste sigue rodando un buen trecho. A otro lo carga y lo lleva bajo un árbol cercano. Allí lo arroja al aire con tanta fuerza que el hombre queda sentado en las ramas. A un tercero lo cuelga de un poste de la entrada. Algunos hombres salen corriendo despavoridos del interior de la Choza Grande y se esconden rápidamente en el campamento. Los últimos que quedan, por fin, dejan escuchar fuertes gritos de terror. Este tormento de los hombres dura muchas horas, y a veces se prolonga durante toda la noche. Solamente cuando Kulan regresa otra vez junto a su marido, su frenesí se detiene.74 A veces aparecen sobre el escenario varios Koshmenk pertenecientes a distintos cielos75 que pelean entre sí por los favores de Kulan. |
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![]() Dos Koshmenk. Fotografía de Martín Gusinde. |
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Ulen Ulen es un espíritu masculino del norte de la Tierra del Fuego. Es extremadamente veloz y tiene una enorme cabeza representada con una máscara corta y abultada de corteza de árbol, rellena de hojas y pasto seco y terminada en una punta roma. La máscara, que es de un color rojo algo más claro que el de la pintura que recubre el cuerpo del actor —junto a varias franjas horizontales de color blanco— y está surcada por líneas blancas y rojas, debe estar bien atada al rostro del ejecutante para que no pueda moverse durante su actuación. |
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![]() Ulen. Fotografía de Martín Gusinde. |
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Sin anunciarse mediante un llamado especial, [Ulen] comienza con su juego. Algunos hombres que regresan al campamento llaman la atención disimuladamente y en el momento oportuno sobre su aparición. Repentinamente, Ulen asoma por el lado derecho de la choza del Klóketen [la choza ritual del hain] su cabeza y su brazo izquierdo, que mantiene algo inclinados, como si le costara cierto esfuerzo mirar por el borde. En esta posición mira algunos minutos hacia el campamento. Con un movimiento repentino desaparece de este lado de la entrada y en el mismo instante puede ser observado asomando por el otro lado de la entrada. La súbita desaparición por la derecha y la casi instantánea aparición por la izquierda de la entrada a la choza testimonian su sorprendente agilidad, si se tiene en cuenta que el espacio es ancho. Todos los espectadores admiran su habilidad.76 “Entre bastidores”, desde luego, hay dos Ulen rigurosamente idénticos, ubicados a cada lado del hain. Un tercer hombre, en medio de ambos, les señala el momento en que deben asomar la cabeza y el brazo. Los actores ensayan una y otra vez para poder coordinar sus movimientos con absoluta precisión y permanecer inmóviles durante varios minutos.77 Kulpush y Hóshtan Kulpush y Hóshtan son númenes femeninos del inframundo cuyas energías se manifiestan a través de las danzas que se realizan en su honor. Sus personajes no se presentan públicamente en el hain. |
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![]() Danza en honor a Kulpush. Fotografía de Lucas Bridges. |
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Kulpush “vive bajo tierra, siempre a solas y es soltera. En líneas generales es considerada como bonachona y amistosa frente a los hombres, a pesar de las molestas actividades que les exige. Puesto que ella goza con estas danzas,78 los hombres deben avenirse a ellas. Pero la conducta de este espíritu es mucho menos malintencionada que la de Xalpen”.79 Que un consejero llame a realizar las danzas de Kulpush es señal de que este daimon ha aparecido invisiblemente en la choza ritual, hecho que los hombres anuncian entonando ho ho ho a intervalos cortos. Las mujeres retoman el ho ho ho en el campamento, mientras se reúnen al borde del escenario dispuestas a presenciar la primera danza. Luego, entonan junto a los hombres kulpush repetidas veces.80 De Hóshtan se dice que posee un cuerpo semejante al de los seres humanos, que “se mueve con saltos de rana y permanece constantemente en una posición acurrucada, como en cuclillas. A una orden suya, los selk’nam deben imitarlo en la posición y en la manera de caminar. Pero el espíritu no se muestra malévolo”.81 Cuando Hóshtan emerge en el interior de la choza ritual, “los hombres cantan héhéhé82 y las mujeres se aproximan al borde del escenario esperando gozosas lo que es, sin duda, una de sus danzas-juego favoritas. Ángela [Loij] la llamaba Hóshtan wáixten, que puede ser traducido literalmente como ‘Hóshtan cae abajo con sus pies para arriba’ (...)”.83 |
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![]() Danza Hóshtan wáixten. Fotografía de Martín Gusinde. |
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Hashé y Wakús Hashé y su esposa Wakús son emisarios de Xalpen que visitan con frecuencia el campamento cuando en la choza ritual se acaban las provisiones de carne y pigmentos para los personajes del hain. No son propiamente númenes y por ello no portan máscara, aunque sí van caracterizados: el pelo revuelto, la cara tiznada con carbón, la cabeza ceñida con una corona de ramas y hojas y el cuerpo cubierto con una piel de guanaco con el pelo hacia dentro. Hashé porta un cayado. “Cuando la pareja está por salir de [la choza ritual] del hain, los hombres cantan hú kú hú,84 otro nombre de Hashé, y palabras como ‘Mujeres den ákel’85 (...). Hashé y Wakús cruzan el escenario de rodillas, cantando cada vez más fuerte a medida que se acercan al campamento (...); piden regalos con sólo gestos y ademanes. Si en una choza no ofrecen nada, Hashé roba un trozo de carne o de ocre, o arroja ceniza a las mujeres. (...) Él recibe los regalos de carne y ocre, mientras ella carga lo pesado, como corresponde a una esposa. Ambos son chiteré (glotones) y comen mucha carne, guardando sólo una parte para Xalpen”.86 |
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![]() Fotografía de Martín Gusinde. |
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Hainxo y Hainxoheuwan Aunque Gusinde establece una distinción entre estos daimones, como esposo y esposa, y de éstos con Tanu —por su gran parecido—, lo más probable es que los tres sean aspectos de una misma entidad numénica. Así lo sugiere Anne Chapman y vienen a corroborarlo Ángela Loij y Federico Echeuline. Otro elemento que apoya esta asimilación es que el vocablo Hainxoheuwan aparezca en el canto hush lish héuwan87 de la danza de los klóketen en honor a Tanu.88 Para terminar El último hain ha echado el telón. Los selk’nam nunca van a volver a representarlo; su ciclo se ha cumplido. Pero han querido que perviviera la memoria de sus ritos, sus mitos, sus cantos sagrados y su cosmogonía a través de los intermediarios, muy pocos, a los que aceptaron revelar sus secretos cuando su fin como pueblo y cultura estaba cercano. Es algo parecido a lo que distintos pueblos precolombinos hicieron por medio de los cronistas de indias siglos antes. Cabe que los relatores de uno y otro tiempo no se dieran cuenta de toda la dimensión de lo que se les estaba transmitiendo; es casi seguro que fue así en la mayoría de los casos. Pero muchos fueron capaces de consignarlo fidedignamente en registros que han llegado hasta nuestros días y en los que también podemos leer entre líneas. Un legado que uno se siente llamado a vivificar por medio de la intelección en el silencio de su gabinete, en aquel espacio a cubierto en el que se labora con los símbolos y las analogías para efectivizar la iniciación. |
NOTAS | |
1 | Este trabajo es una continuación de nuestro artículo El primer hain, aparecido en el número 61 de la Revista SYMBOLOS (solsticio de invierno 2021). Ver on line: El primer Hain. |
2 | Se pueden contar con los dedos de una mano los extranjeros aceptados en un hain: un náufrago al que los selk’nam llamaban Jack (a finales del siglo XIX), los hermanos Will y Lucas Bridges (entre 1914 y 1920) y Martín Gusinde (1923). Lucas Bridges narra así la deliberación que los selk’nam mantuvieron acerca de su admisión: “Cuando llegué, un grupo de hombres reunido alrededor de una hoguera estaba empeñado en un debate sobre mis aptitudes para ser admitido como miembro de la logia [el hain]; las opiniones estaban divididas. La minoría, encabezada por los conservadores Shishkolh y Shijyolh, era contraria a la propuesta. Entre aquellos que me apoyaban enérgicamente estaban Halimink y Tininisk, el influyente curandero. Después de referirse a varios episodios de mi vida, que justificaban la estimación de esos hombres primitivos, Tininisk concluyó diciendo que aunque yo parecía un hombre blanco, mi corazón, que él como joön [chamán] podía ver con sus propios ojos, era el corazón de un ona [selk’nam]. Estas palabras hicieron enmudecer a la oposición y de inmediato se realizaron los trámites de mi ingreso al Hain como novicio”. E. Lucas Bridges, El último confín de la Tierra. Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2008. Halimink (o Halemink) y Tininisk (o Tenenesk) estuvieron igualmente presentes en el hain de 1923, al que asistió Martín Gusinde. |
3 | Posteriormente Anne Chapman, en sus viajes de estudio a Tierra del Fuego entre 1965 y 1976, pudo profundizar en diversos aspectos del rito a partir de las entrevistas que mantuvo con Lola Kiepja y otros descendientes de los selk’nam, como Ángela Loij y Federico Echeuline (este último fue iniciado en el hain de 1933, quizás el último que se celebró). Mireia Valls ha dedicado a Lola Kiepja, la última chamana selk’nam, un podcast de su programa “Poetas, chamanas y profetas: el poder de la palabra”: (Escuchar), en el que incluye cantos rituales del hain, interpretados por Lola y registrados por Chapman en 1965, que aquí volveremos a recordar. |
4 | Según Gusinde, los selk’nam del sur solían reunirse preferentemente durante los meses de invierno por la mayor cantidad de alimento disponible, mientras que los grupos del norte solían hacerlo en verano. La aparición de una ballena varada en la playa podía ser determinante para que la celebración del hain se trasladara al litoral. Martín Gusinde, Los indios de Tierra del Fuego, vol. I. “Los Selk’nam”. Centro Argentino de Etnología Americana, Buenos Aires, 1982. |
5 | Otras se llevaban a cabo a cubierto, en el interior de la choza ritual. Escribe Anne Chapman: “Los mejores sitios para la ceremonia eran bien conocidos, y se reparaban las chozas de hain anteriores para ser usadas de nuevo. En la época indígena, si la ceremonia llegaba a prolongarse más de un año, los participantes cambiaban de sitio varias veces. Durante uno de los últimos hain, en 1933, que sólo duró unos meses, según me dijo Federico [Echeuline], la gente cambió de sitio cinco veces”. Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas. Ed. Emecé, Buenos Aires, 1998. |
6 | Los hombres vivían en la choza ritual durante el hain. |
7 | De este modo, el acceso de los klóketen a la choza ritual con motivo de su iniciación suponía un viaje de occidente a oriente mientras que el desplazamiento de los espíritus del hain que visitaban el campamento era en sentido opuesto. Aquí se podría establecer paralelismos con las circulaciones rituales en ritos iniciáticos de otras tradiciones. |
8 | Martín Gusinde. Los indios de Tierra del Fuego, op. cit. |
9 | Los ancestros. Ver Marc García, El primer hain, op. cit. |
10 | Gusinde explica que los nombres con los que se designaba a esos siete postes eran los de los siete howenh que construyeron la choza ritual del primer hain. |
11 | La choza ritual del hain de 1923 tenía un diámetro interior de 8 metros y una altura de casi 6 metros. En cuanto a su entrada por el este, su anchura era de algo más de 4 metros. Martín Gusinde. Los indios de Tierra del Fuego, ibid. |
12 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. La apertura de este foso simbólico, cuyo significado era análogo a la del mundus de la antigua Roma en las festividades del Mundus Patet, suponía el establecimiento de una conexión franca con el inframundo que posibilitaba la comparecencia de los dioses del ámbito subterráneo en la choza ritual del hain, símbolo de la Tierra (su base) y del Cielo (su ápice). |
13 | Ver Marc García, ibid. |
14 | Donde las habían depositado al término de un hain anterior. |
15 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
16 | En la voz de Lola Kiepja, registrada por Anne Chapman: escuchar. |
17 | Ver nota 16. A partir del minuto 1:15 de la grabación, Lola va alternando el canto yóroheu con haíchula. |
18 | Gusinde y Chapman apuntan que hay ocho Shoort diferentes que simbolizan el transcurso del tiempo en el día, como sus respectivos nombres y su aparición en distintos momentos del ciclo diurno revelan. |
19 | Ibid. |
20 | Las mujeres también entonaban este canto cuando Shoort estaba por visitar su campamento. En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
21 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. En el hain de 1923 —al que asistió Martín Gusinde—, los consejeros del hain, Tenenesk y Halemink, eran respectivamente un xo’on y un lailuka-ain. |
22 | Cada k’pin tiene asignado un klóketen. El papel del k’pin recuerda al del hermano presentador en el rito de iniciación masónica. |
23 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
24 | Ibid. |
25 | Gusinde transcribe este nombre selk’nam como So’orte, pero hemos optado por seguir utilizando la grafía Shoort que emplea Anne Chapman. |
26 | Martín Gusinde. Los indios de Tierra del Fuego, ibid. |
27 | Ibid. |
28 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. Para Lucas Bridges, los ritos de los selk’nam eran una pura superstición. |
29 | Esta escena nos recuerda el momento en que, en el ritual masónico de iniciación según el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, se muestra al candidato un espejo —en el que se ve a sí mismo— y luego su reverso, donde está escrito “Conócete a ti mismo”. |
30 | Martín Gusinde. Los indios de Tierra del Fuego, ibid. |
31 | Gusinde dice, que en épocas anteriores, esta primera excursión de caza podía llegar a durar cuatro días. |
32 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
33 | Ibid. Recuérdese que Kreen, el Sol, era originalmente un howenh. Ver e.g. Marc García, ibid. |
34 | “(...) puesto que la recitación ritual del mito cosmogónico implica la reactualización de este acontecimiento primordial, se deduce que aquél para quien se recita queda proyectado mágicamente al ‘comienzo del Mundo’ y se convierte en contemporáneo de la cosmogonía”. Texto de Mircea Eliade citado en Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Rito”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Integramente en versión online: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. |
35 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
36 | Cada mujer poseía uno o varios k’meyu, cantos tradicionales para apaciguar a Xalpen y a Shoort que heredaban de sus progenitores y eran propios de su haruwen. Ver Enrique Flores, Cantos chamánicos selknam. Revista de Literaturas Populares, año IX, nº 2, México, 2009. |
37 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. “Olum es un espíritu que reside bajo la tierra, llega a la choza ceremonial pero nunca es visto por mujeres o niños. Es de estatura baja, solo alcanza a la mitad de la de un selk’nam adulto, pese a ello posee una fuerza y agilidad extraordinaria. Como luchador no hay otro igual, su mayor placer es medirse con todos. Como chamán es tan poderoso que restaura la vida a las víctimas de Xalpen y Halaháches. Su arte es tal que las heridas no dejan cicatrices, incluso recoge la sangre derramada y la devuelve a cada uno. Buen amigo de todos, es el salvador de los hombres, siempre bien intencionado, su disposición para ayudar nunca se acaba”. (De la web Pueblos Originarios. Dioses y Personajes Míticos. Ver online: Sitio web). |
38 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
39 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
40 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. En el hain de 1923, la escena de la muerte de los klóketen y su renacimiento se representó dos veces, “lo que ilustra acerca del carácter teatral del hain” (ibid.). Curiosamente, la autora contrapone el “carácter teatral” de la escena a su “carácter ritual” argumentando que, si fuese un rito, “esta escena, lógicamente, se representaría una sola vez. Siendo un ritual, ¿cuál sería la necesidad o justificación de repetirla?” (ibid.). Pensamos que la autora demuestra que desconoce el alcance del teatro sagrado y el poder gnoseológico de la reiteración ritual. Y también que un iniciado ha de morir numerosas veces para llegar a efectivizar su viaje por los estados superiores del ser. |
41 | Por Lola Kiepja: escuchar. |
42 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
43 | “Si es una niña, el ‘actor’ aprieta sus genitales entre las piernas y los ata con un cordón hecho de tendones de guanaco”. Ibid. |
44 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
45 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
46 | Ibid. |
47 | Como la escena de la muerte y resurrección de los klóketen, cabe que el nacimiento y presentación de K’terrnen se represente en alguna otra ocasión durante el hain, no necesariamente precedida por aquélla. |
48 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Metales”, op. cit. |
49 | Entrada: “Creación”, ibid. |
50 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
51 | La antropóloga estadounidense dice “que las mujeres sabían que eran hombres disfrazados los que pretendían representar a los espíritus, con una excepción: Xalpen; que ellas reconocían las formas humanas aunque no, quizá, la identidad de cada uno de los ‘actores’”. Ibid. |
52 | “También sostengo que ellas [las mujeres selk’nam] sabían que los espíritus de la época hoowin [o howenh] habían sido presentados de esa manera, que esta presentación era tradicional y, por consiguiente, no sólo se justificaba sino que constituía una parte imprescindible de la ceremonia”. Ibid. |
53 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Secreto”, ibid. |
54 | Para una visión completa de las escenas del hain y sus danzas rituales, remitimos al lector interesado a las obras citadas de Martín Gusinde y Anne Chapman. |
55 | “A Xalpen rara vez la mostraban en público y en algunas ceremonias ni siquiera aparecía. En 1923 fue exhibida una sola vez, a los treinta y un días del comienzo. Xalpen era el único espíritu representado por una efigie, aunque podía suceder que un hombre, o más, la movieran desde adentro. Construían el armazón con largos arcos de caza firmemente atados con nervios de guanaco y medía seis metros de alto (en 1923). Estaba parcialmente rellena con ramas, ramitas, hojas y pasto y cubierta con cueros de guanaco”. Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
56 | Martín Gusinde. Los indios de Tierra del Fuego, ibid. Para Anne Chapman, Tanu es un daimon femenino. |
57 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
58 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
59 | Ver Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
60 | Martín Gusinde. Los indios de Tierra del Fuego, ibid. |
61 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
62 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
63 | Olum les devolverá la vida |
64 | Martín Gusinde. Los indios de Tierra del Fuego, ibid. |
65 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
66 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
67 | Hayílan “elige la noche para meterse en el campamento y fingir atacar a las mujeres. Ellas lo oían jadear urgido por la excitación sexual mientras tanteaba las paredes de sus viviendas, buscando la entrada”. Ibid. |
68 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
69 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
70 | Este personaje está representado por un klóketen delgado. |
71 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar |
72 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
73 | Ibid. En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
74 | Martín Gusinde. Los indios de Tierra del Fuego, ibid. Como ya hemos comentado en alguna ocasión, Gusinde llama al hain “ceremonia del Klóketen”. |
75 | En la cosmogonía selk’nam hay cuatro cielos (shó’on), uno por punto cardinal, concebidos como las “cordilleras invisibles del infinito”. “La primera era la más magnífica, pero la más traicionera, la gran cordillera resbalosa del este (de Wíntek), la matriz del viento del este. Un mar de agua hirviente rodeaba esta cordillera. Más allá, en el infinito, moraba Pémaulk [Temaukel], la más abstracta y distante de todas las divinidades, cuyo mismo nombre significa el firmamento. La cordillera del oeste (de Kénenik) era el centro, la matriz del viento del oeste y la de los grandes chamanes del hoowin [o howenh] Shénu (Viento) y su hermano Krren (Sol). (...) En la bella cordillera del sur (de Kéikruk), matriz del viento del sur, vivía Lechuza (Shéit) y su poderoso hermano Nieve (Hosh). La hermana de ambos, la grande y antaño soberana chamán Luna (Kreeh), también pertenecía al cielo del sur. Finalmente, en la resbalosa cordillera del norte (de Kámuk) habitaban Mar (Kox) y su hermana Lluvia (Chénu). De aquí era el flamenco mítico (Télil), y la matriz del norte generaba al viento del mar. Las cordilleras eran los cielos (shó’on) a donde regresaban las “almas” (kaspi o mehn) de los seres humanos al morir para fundirse o reunirse con las fuerzas eternas del universo”. Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
76 | Martín Gusinde. Los indios de Tierra del Fuego, ibid. |
77 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
78 | Se conocen cuatro danzas en honor a Kulpush, que Anne Chapman llama “del Brinco”, “Ondulante”, “del Pingüino” y “del Empujón” a la vista de las descripciones que Lucas Bridges y Martín Gusinde hacen de las mismas. Ver E. Lucas Bridges, El último confín de la Tierra, op. cit. y Martín Gusinde. Los indios de Tierra del Fuego, ibid. |
79 | Martín Gusinde, ibid. |
80 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
81 | Martín Gusinde. Los indios de Tierra del Fuego, ibid. El autor añade que “hay muchas Hóshtan bajo tierra”. |
82 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
83 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
84 | En la voz de Lola Kiepja: escuchar. |
85 | El akél es una mezcla de ocre y grasa animal usada para la pintura de los cuerpos y de algunas piezas de indumentaria. |
86 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
87 | Ver nota 58. |
88 | Anne Chapman. Los selk’nam. La vida de los onas, ibid. |
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