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APUNTES SOBRE LOS TEHILIM MARC GARCÍA |
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I El texto original de los salmos, escritos en su totalidad en hebreo, ha llegado casi íntegro hasta nuestros días3 así como también su fonética —gracias a la versión puntuada que los judíos masoretas fijaron entre los siglos VI y X d.C.—, pero no su música. Apenas hay, y sólo en una parte de las composiciones, ciertas indicaciones sobre el estilo del canto (p.ej. shir hamaalot o “canto de peregrinación”, etc.) y anotaciones sobre el acompañamiento instrumental (“para instrumentos de cuerda”, “para flautas”, “para oboes y arpa”, etc.) o la entonación (“a media voz”, “en octava”, etc.).4 La autoría o atribución de los salmos figura reseñada en la mayoría de ellos; casi la mitad (73) son “de David”, 12 “de Asaf”5 y 11 “de los hijos de Coré”.6, 7 Se configuraron en un principio como colecciones parciales que se fueron agregando y fijando hasta establecerse la actual versión canónica de los Tehilim,8 la cual está dividida en cinco libros (salmos 1-41, 42-72, 73-89, 90-106 y 107-150), probablemente a imagen de la Torá. Cada uno de los libros acaba con una bendición y el salmo final, el 150, viene a ser como una conclusión de todo el volumen. Como ocurre en la Torá, en los textos de los Tehilim se trenzan tradiciones pertenecientes a distintas escuelas de sabiduría, en particular a las dos denominadas “yahavista” y “elohista”, cuyos escritos se distinguen principalmente por el nombre que recibe la deidad. De este modo, el salmista la invoca en ocasiones con el Nombre impronunciable (ha-Shem), el tetragrama YHVH que es “símbolo de la estructura del fundamento del ser, de las diez sefiroth emanando del Infinito”, y en otras con el nombre Elohim, la “forma plural de Eloha (Dios)”, el “octavo de los diez nombres divinos (correspondiente a ‘bendito sea Él’)”, el “palacio construido por el despliegue del punto principial en el encierro del principio, para su gloria y alabanza”.9, 10 Lo cual nos da idea de que los Tehilim están dirigidos a la deidad más alta, a la vez inmanente al ser humano y trascendente a toda limitación en el ámbito del ser, es decir, al Ser universal, al Uno y Todo. Por lo que no se trata de oraciones a ese “dios personal” tan caro a los religiosos judíos y cristianos, un “dios otro” dual con respecto a los hombres y las mujeres aunque los ame muchísimo. Amor que no ponemos en duda, pero es que hay otra visión más allá de esa concepción parcial y limitada de la deidad, y por la misma razón, otra manera, más alta, de leer y aprehender los salmos. Para atisbarla, quizás baste con restituir los nombres originales de la deidad con ayuda de una edición de los Tehilim en hebreo...11 II Dice el salmo 1:
Es tal cual: quienes ajenos al discurso mundano de los que “son como paja que se lleva el viento” ejercen la piedad, es decir gozan con el “recuerdo vivo de la presencia del Misterio expresándose a través nuestro mediante la comprensión de la doctrina esotérica recibida” —la Cosmogonía Perenne, que es la auténtica ley revelada por la deidad y transmitida a los adeptos de la Tradición Unánime a lo largo de los siglos—, son vivificados por la influencia espiritual que ésta vehicula y devuelven con amor lo recibido, ya sea como “bienes intelectuales, como anímicos [o] como materiales. Lo cual no quiere decir que por este medio la vida se convierta en un paseo despreocupado y exento de dificultades, sino más bien que la piedad aplicada a los actos se traduce en hechos de bondad —Gracia, Misericordia— como una de las formas del Amor en consonancia con la búsqueda de la paz”.13 III El salmo 44 reza así:
Muchos hombres y mujeres justos del mundo deben haberse formulado, cuando el ciclo de su tradición estaba por terminar, preguntas parecidas a las que se hace el salmista: ¿por qué oculta la deidad su rostro en este tiempo miserable en que vivimos? O ¿por qué los oráculos han enmudecido cuando se dice que los dioses vivían antaño con los seres humanos y éstos eran casi divinos? Algo que no se puede entender salvo que se asuma que el mundo creado por los Elohim, por razones misteriosas que se nos escapan, es un cosmos pulsante sometido a leyes cíclicas a causa de las cuales, en palabras de Plutarco, incluso la virtud más excelente carece del “privilegio de nunca agotarse o debilitarse y subsistir indefinidamente. El tiempo altera todas las substancias que se encuentran en la región sublunar, según nuestro parecer. Incluso hay filósofos que sostienen que tampoco resisten la acción del tiempo las cosas que ocupan las regiones superiores, y que, incapaces de soportar una existencia eterna, pasan por fases sucesivas de transformación y renovación”.15 De modo que los “pecados” que fueron cometiendo aquí y allí los integrantes del pueblo judío y sus gobernantes, lejos de ser la causa de su ruina como nación tal como pretenden ciertas lecturas religiosas de la Torá y la Biblia (recordemos que la historia de Israel está llena de crímenes y engaños que en otro tiempo sirvieron para conducirlo a grandes gestas bendecidas por la deidad), son simplemente hechos integrados en el oscurecimiento inexorable del ciclo de su tradición, una caída, eso sí, acelerada por la turbidez creciente de las inteligencias de aquellos que se dejaban arrastrar por la corriente del devenir. Hoy pasa exactamente lo mismo. Y los dioses no van a despertar de su siesta; pero el justo puede comprender a la luz de la doctrina, y quizás perplejo, dar gracias por ese diseño universal con arreglo al cual, extrañamente, le ha tocado salir a escena en estos momentos crepusculares. E invocar silenciosamente al Principio del que forma parte. IV Hay cantos de los Tehilim cuya estructura es quizás tan significativa como su contenido. Nos referimos a los “salmos alfabéticos”, composiciones en las que el primer verso comienza con la primera letra del alefato (alef), el segundo con la segunda letra (beth) y así sucesivamente hasta la última (taw). Se ha dicho que el propósito de esta forma de construir los salmos era facilitar su memorización; pero pensamos que el motivo principal era más bien tocante a lo simbólico y ritual: dar pie a una meditación sobre la emanación de las 22 letras sagradas, las que junto a las 10 sefiroth o numeraciones componen los “treinta y dos senderos que perforan, uno por uno, la oscuridad” de lo increado, a través de los cuales “fluye la luz translúcida (Or habahyr) llamada Sabiduría” que emana “de la fuente del Todo”.16 E imitar con ellas, como creaturas hechas a imagen de su hacedor, el gesto creador primigenio nombrando a las cosas, incluso a la deidad más alta. Dice un antiguo midrash citado por Charles Mopsik:
El salmo 34 es una de esas composiciones. Se da la circunstancia de que en el texto que ha llegado hasta nuestros días falta el verso correspondiente a la letra vav, muy posiblemente por una omisión involuntaria de algún copista, pero aparece una línea final añadida tras la que comienza con taw que permite que el canto conserve su estructura de 22 versos. Devolvamos su amplitud a esta invocación restituyéndole el tetragrama impronunciable YHVH, “el pilar al cual se aferran todas las Sefirot, superiores e inferiores; se unen en él de abajo hacia arriba y de él emanan de arriba hacia abajo”.18 Y como una cuerda que al ser pulsada hace vibrar otra cuerda, que inspire en nosotros un nuevo canto a la Unidad. Al que es y que necesariamente somos porque no hay más ser que su ser. Al que está más allá de las formas y las contiene, así como a todos los arquetipos. A la cara inteligible de la Suprema Identidad, la faz expuesta del misterio del Absoluto y puerta de su inmenso abismo incognoscible. Nada se puede decir de él salvo que es el que es. Y nada cabe hacer ante su grandeza salvo invocarla, reconociéndola en nuestro interior como en todas partes y bendiciendo a ese Ser que es nuestro ser.
Y hasta aquí estas breves notas sobre los Tehilim con las que no hemos pretendido más que sugerir que, como en otros libros del Tanakh, cabe una lectura simbólica más allá de la alegoría —siempre dual— que permite redescubrirlos como poderosas alabanzas a la Unidad, al Ser que somos y es Todo. Decíamos al comenzar que los Tehilim fueron compuestos a lo largo de casi mil años y a buen seguro que el punto de vista de sus autores no fue siempre el mismo; pero todos los cantos invocan invariablemente a la deidad más alta, llamada por los cabalistas “Altura superior” y “Corona”. YHVH, Elohim son nombres de poder que resuenan en nuestra alma y encienden en nuestro interior el deseo de identificarnos con el Ser Universal, de serlo plenamente y alcanzar el umbral del Misterio más profundo. |
| NOTAS | |
| 1 | El nombre “salterio” deriva del griego psaltérion, “poema para ser acompañado con un instrumento de cuerda”. |
| 2 | Ver p. ej. François Castel. Historia de Israel y de Judá. Ed. Verbo Divino, Estella, 1984. |
| 3 | El contenido del Libro de los Salmos de la Biblia cristiana es prácticamente idéntico al de los Tehilim. |
| 4 | Ver Biblia de Jerusalén. Ed. Desclée de Bouwer, Bilbao, 1990. En algunos salmos figura además la acotación “del maestro de coro”; se trata de himnos concebidos originalmente para ser interpretados por el coro del templo de Jerusalén. |
| 5 | Músico célebre en el tiempo del rey David. Era levita y uno de los directores de canto del templo de Jerusalén. |
| 6 | Coré es un personaje bíblico de la tribu de Leví que se amotinó contra Moisés y Aarón. El Libro de los Números explica que, tras su rebelión, la tierra se abrió debajo de él y de los demás sublevados, y “se los tragó con sus familias, así como a todos los hombres de Coré, con todos sus bienes” (Nm 16, 32). Sin embargo, según se dice más adelante, “los hijos de Coré no murieron” (Nm 26, 11). |
| 7 | Hay también algunos salmos atribuidos a Moisés, Salomón, Hemán (músico levita de la época del rey David; era nieto del profeta Samuel) y Etán (poeta de las cortes de los reyes David y Salomón). Sólo en 35 de las 150 composiciones no consta un autor. |
| 8 | Ésta encabeza los Ketuvim (=“Escritos”), la tercera y última parte del Tanakh o “biblia hebrea” (la primera es la Torá, “Ley”, y la segunda los Nevi’im, “Profetas”). El Tanakh incluye los mismos libros que el Antiguo Testamento a excepción de los considerados apócrifos en el canon hebreo (Tobías, Judith, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc y los dos libros de los Macabeos). |
| 9 | Citas de distintos autores cabalistas recogidas en el glosario de la obra de Federico González y Mireia Valls Presencia viva de la Cábala. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006. |
| 10 | En la Biblia cristiana, YHVH suele traducirse por “Yahveh” y Elohim por “Dios”. Pertenecen a la escuela yahavista los salmos 1 a 41 y 90 a 150, a excepción del 108 que es de la escuela elohista como el resto de los Tehilim. Ver Biblia de Jerusalén, op. cit. |
| 11 | Para las citas que siguen hemos empleado, como texto base en castellano, el de la Biblia de Jerusalén y el texto hebreo de la versión bilingüe de los Tehilim editado por Guillermo N. Bergmann en Amazon Italia Logística, Torrazza Piemonte, 2020. |
| 12 | Ver nota 11. Hemos devuelto al texto en castellano el nombre YHVH allí donde aparecía “Yahveh”, conforme a la versión original en hebreo. |
| 13 | Carlos Alcolea, “Comentario sobre La Senda de los Rectos de Moshe Hayim Luzzatto”. En: Ateneo del Agartha, La Cábala en el corazón. Colección Aleteo de Mercurio nº 10, ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025. |
| 14 | Ver nota 11. Hemos devuelto al texto en castellano el nombre Elohim donde aparecía “Dios” y el de Adonai —el cuarto de los diez nombres divinos, que significa “quien decreta y hace subsistir” (ver Federico González y Mireia Valls, op. cit.)— donde decía “Señor”, conforme a la versión original en hebreo. También hemos reemplazado el tratamiento de “tu” que se da a Elohim en la Biblia de Jerusalén por el de “vos” para que los verbos de los predicados relativos a la deidad aparezcan en plural. |
| 15 | Plutarco. Sobre los oráculos. Ed. J. J. de Olañeta, Palma de Mallorca, 2007. |
| 16 | De una cita del Comentario al Sefer Yetsirah de Nahmánides recogida por Federico González y Mireia Valls, ibid. |
| 17 | Cita del autor incluida en el trabajo de Lucrecia Herrera “Nota acerca del libro La palmera de Débora de Moshé ben Ya’acob Cordovero”. Ateneo del Agartha, La Cábala en el corazón, op. cit. Dice el Génesis que Enós, hijo de Set, “fue el primero en invocar el nombre de YHVH” (Gn 4, 26). |
| 18 | Pasaje de Las puertas de la Luz de Rabbí Josef Gikatilla citado por María Correa en el artículo “Las sefiroth y la magia de los números en la Cábala”. Ateneo del Agartha, La Cábala en el corazón, ibid. |
| 19 | Ver nota 12. |
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