SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

PHOENIX 33
EL LIBRO DEL SECRETO

MIREIA VALLS


Sintonía del programa. “Unforgettable”, por Natalie Cole y Nat King Cole.

Locutor: ¡Bienvenidos a esta nueva emisión de Phoenix 33! Saludos afectuosos a nuestros fieles oyentes, al público que nos acompaña en el estudio y a los integrantes del Ateneo del Agartha, siempre incondicionales. ¡Hola a todos! Hoy nos proponemos reseguir —diríamos mejor a penetrar en profundidad— otra de las novelas de Federico González, y lo haremos introduciendo algunas novedades en el formato del programa. Hemos invitado a nuestro público habitual a incorporarse en la mesa redonda de los contertulios, para así compartir entre todos las impresiones acerca de la obra que nos convoca; y también para envolvernos de tal modo con la atmósfera del relato que lo que en él se vierte nos capture y a la vez libere. Muchas gracias por vuestra participación en este experimento. Bueno, El Libro del Secreto es un breve, brevísimo escrito, de apenas 108 páginas; una verdadera filigrana de orfebrería publicada por la Ed. Libros del Innombrable en el año 2009. El texto va entretejiendo de manera muy sutil y misteriosa una trama y urdimbre de mundos visibles e invisibles vividos por la pareja protagonista. Dispongamos sin más demora nuestra alma a ser arrebatada por un discurso que no admite etiquetas y abrámonos al asombro y a la certeza.

Pausa musical. Claude Bolling, “Hanna’s Theme”.

Voz del Ateneo: ¿Qué extraño magnetismo posee El Libro del Secreto que desde su comienzo te rapta y no lo puedes dejar de leer hasta el fin?

Voz del público: Hay algo indescriptible atravesando cada una de sus palabras.

Voz del Ateneo: Sí, una presencia invisible ilumina y guía a los personajes centrales, Caín Negrín —aunque todo el mundo lo conocía por Carlos— y su esposa Raquel, judíos europeos asentados desde que eran muy jóvenes en la capital de Argentina.

Voz del público: Él, descendiente de prósperos y acaudalados judíos europeos que residieron en Berlín, Madrid y finalmente radicados en Buenos Aires, va describiendo en primera persona su existencia compartida con su bella y culta esposa; una cotidianidad marcada por su amor a la literatura, la filosofía, la historia, el arte, el teatro, la música, el baile y el cultivo de todas estas artes que les permite su situación acomodada.

Voz del público: Pero la descripción de sus ocupaciones, aficiones e intereses desarrollados con una serena fluidez viene más adelante, pues el relato se inicia con la irrupción de un hecho interpretado al unísono por ambos miembros de la pareja como algo fuera de lo común y de lo ordinario; algo de carácter sagrado que en adelante signará sus existencias.

Locutor: Efectivamente, escuchemos cómo da comienzo la novela.

Caín: “Ibamos caminando por la calle una mañana mi mujer y yo después de haber realizado una diligencia, distraídos en nuestra conversación, cuando de pronto y casi simultáneamente observamos una vidriera que teníamos a la derecha de nuestro recorrido; ambos nos detuvimos un poco abruptamente y nos quedamos mirando el interior de la vitrina, y oí como en un sueño que mi esposa decía:”

Raquel: “¡Hannah!”

Caín: “Absortos nos quedamos durante unos minutos contemplando ese espectáculo asombroso para nuestros ojos y volvimos a mirarnos a la cara con una expresión seguramente tan incrédula como extraña; como la vidriera estaba turbia, un poco sucia en realidad, nos atropellamos para entrar a la tienda, que era la casa Guerrico y Williams —hoy inexistente—, y nos acercamos decididamente al motivo de nuestra atención. En efecto, una niña como de seis o siete años y una adolescente estaban frente a nosotros. La niña se encontraba en mejor estado, mientras la púber tenía un poco descascarado su rostro, como si se le hubiera caído su maquillaje (me molestó que hubiera comenzado a pintarse tan joven). Las dos tenían los labios un poco rojos, ojos de color celeste y un pelo rubio que la primera llevaba en tirabuzones sobre sus hombros, mientras la segunda ostentaba una melena corta, un poco a lo ‘garçon’.
Nos acercamos embargados por la emoción y pudimos contemplarlas de cerca, a cosa de dos o tres metros, donde nos detuvimos para no perder la visión de conjunto. Quedamos otros breves instantes en silencio y tras mirarnos nuevamente con mi mujer observé que una lágrima había comenzado a correrle por la mejilla, que se correspondía con la opresión casi dolorosa que yo percibía en mi garganta. Mi esposa entonces tomó entre sus brazos a la pequeña mientras yo alternaba mi visión entre la una y la otra. Al observar nuestra profunda conmoción se acercó un empleado hacia nosotros y amablemente nos preguntó si estábamos interesados en ellas.
Mucho, respondí con cierta vehemencia”.1

Sintonía del programa.

Locutor: Y es que Caín y Raquel no habían podido tener hijos, lo que les causaba una cierta melancolía y desazón al constatar día tras día que su linaje quedaría interrumpido y no tendrían unos herederos directos, no sólo de sus bienes materiales, sino de la espiritualidad que anidaba en sus corazones y que era el motor esencial de su existencia, aun no siendo todavía plenamente conscientes de ello. El encuentro con aquellas dos “niñas” —que como bien pueden suponer nuestros oyentes eran unas muñecas—, dio un vuelco definitivo a sus vidas.

Voz del público: Así de extrañas e inesperadas son las señales de los mensajeros de otros mundos.

Voz del público: Por eso quienes las reconocen y siguen el hilo que les tienden esas entidades, con plena fe y confianza, empiezan a vivir una existencia mágica, que a la vista de la mentalidad profana, racionalista y materialista es cosa de ilusos o ingenuos si no de locos.

Voz del público: Sin embargo, así es la certeza, una recepción directa de los efluvios celestes que no admiten duda, grabados como cera ardiente en el corazón.

Voz del público: Y ya no hay quien los borre.

Voz del Ateneo: De ahí que Caín y Raquel sigan con su cotidianidad aparentemente “normal” y guarden con una discreción extrema la llegada de las “niñas” a su casa, poniéndolas a salvo de las miradas extrañas, empezando por las del personal doméstico que les asiste y de toda su extensa familia, que a ciencia cierta no habrían entendido nada de nada sobre este acontecimiento asombroso.

Locutor: Es lógico que se protejan, pues ni ellos mismos reconocen todavía el alcance de lo que les ha sucedido, aunque sí saben que no es un hecho baladí, lo que les lleva a instaurar los primeros ritos para con sus “hijas”.

Voz del Ateneo: Comenzaron por vaciar y limpiar una habitación desocupada de su gran departamento en la que un armario haría de habitáculo sagrado para las dos niñas. Luego, decidieron engalanarlas proporcionándoles vestuario a medida.

Pausa Musical. “Caja de música”.

Caín: “Una vez que terminamos de comer yo me fui a dormir la siesta, mientras Raquel salía con rumbo desconocido. Me desperté una hora y media más tarde y aún no estaba mi esposa, aunque llegó a los pocos minutos cargada de paquetes”.

Raquel: “He estado en la tienda San Miguel donde he comprado estos dos géneros”,

Caín: “me explicó mientras me mostraba uno azul y otro blanco”,

Raquel: “y luego he pasado por Gath y Chaves y encontré estos dos preciosos vestiditos”,

Caín: “los que me enseñó seguidamente”,

Raquel: “dos batitas en algodón”,

Caín: “me dijo mientras abría unas bolsas en las que se hallaba la ropa envuelta en papel de seda. —Qué bonitos son, me nació comentarle, y a continuación: ¿y para qué son esos géneros?”

Raquel: “Hoy viene Juanita Viñuales a las cuatro y se me ocurrió que podía mandarle hacer con ellos dos vestiditos marineros, uno azul para el invierno y otro blanco para cuando empiece el calor. Todavía tengo que encontrar material para hacerles los cuellos; en cuanto a los vestidos me parece que le quedarán bien a nuestra pequeña, pues eran para siete años y recuerda que ella es bastante alta”.

Caín: “No hubo terminado de darme esta explicación cuando entramos a nuestra cámara secreta, cerramos con llave y abrimos reverencialmente la puerta del sagrario. Con las cabezas gachas fuimos hacia la menor y con todo cuidado colocamos ese objeto resplandeciente sobre un sillón de nuestra habitación, mientras volvíamos al armario y cerrábamos la puerta y Raquel hacía un gesto sagrado consistente en efectuar con los dos índices una cruz de brazos iguales, una especie de X, mientras se llevaba los dedos a los labios y los besaba fervorosamente; no tardé ni un segundo en repetir ese gesto salido de nuestros corazones”.

Pausa Musical. Nat king Cole, “Polvo de estrellas”.

Locutor: Más adelante, una vez acicalada la pequeña con las nuevas ropitas, algo sorprendente sucede, que no podemos dejar de reseñar.

Caín: “Por otra parte, le habían decorado un poco el rostro, y resaltaban sus bellísimas facciones y aquella luz que era su principal característica, como lo había visto también la costurera. Pero al mirarla, levantando mi cabeza, pues había ido hasta el sillón prácticamente doblado sobre mí mismo en un gesto de piedad que no recordaba haber realizado nunca, vi la sorprendente luz sobre su cuerpo y en particular una estrella que se destacaba en su frente al mismo tiempo que nos sonreía plena de amor. Sin más, hice nuestro gesto ritual besando mis dedos que se apoyaron sin temor sobre la estrella. Raquel se había mantenido unos pasos atrás y yo retrocedí sin darle la espalda a la bendita santa, hasta tropezar con mi mujer que tenía los ojos bañados en lágrimas. El vestidito de la pequeña le caía perfectamente y le daba un aire —con su género de flores— como del jardín más bonito del mundo. En procesión la llevamos hasta su escondite en el placard y a la par que la guardábamos pude observar la misma estrella en la frente de su hermana mayor. Cerramos con todo respeto las puertas del armario, y saliendo de la cámara secreta sin darles la espalda la cerramos con la llave que mi mujer ya llevaba colgada de una cadena de oro puesta sobre su pecho. No nos dijimos una sola palabra en toda la noche y tampoco mientras yacíamos acostados en la cama haciendo el amor una vez más, llorando sin intentarlo disimular, como dos niños sin recato. Finalmente, nos dormimos y la paz y la noche cayeron sobre nosotros”.

Voz del público: Estas situaciones llenas de misterio se van sucediendo en el día a día de la pareja; mas lejos de rechazarlas o juzgarlas, se dejan llevar por ellas…

Voz del público: …hamacar, diríamos, entre un mundo y otro mundo y lo que todavía ignoran y es más fuerte que la fuerza de las fuerzas que los va imantando.

Voz del público: Lo tienes que haber reconocido muy certeramente y ser muy firme en la voluntad de atender a las señales, para que ni esto ni aquello te distraiga o te arrastre de un sumidero a otro sin encontrar el filón por el que colarse a ese otro paisaje más real y esplendoroso que se va dibujando en el pensamiento.

Voz del público: Y si te tildan de loco, pues ponte la máscara e intenta pasar lo más desapercibido posible mientras el universo se amplía en tu conciencia y te regala el don de Ser lo que siempre has soñado.

Voz del público: Aquí me apeo para emprender el vuelo.

Sintonía del programa.

Locutor: Estamos en Phoenix 33: Hoy dedicado a la novela El Libro del Secreto escrito por Federico Gonzalez Frías y editado por Libros del Innombrable en el año 2009. Así pasa con Caín y Raquel. Se les revelan en sueños nuevos gestos a realizar, ritos de fecundación como sus prácticas sexuales inspiradas en el Kama Sutra que debían efectuar a diario a una hora determinada de la madrugada, con perseverancia y pasión y sin expectativas concretas, pero con una constancia que se prolongaría por años. Además, decidieron que cada vez que se presentase una dificultad acudirían al piso superior de la Confitería Ideal para hacer unos brindis secretos, a donde concurrían vestidos de negro, como de luto, así como igualmente todos los miércoles por la noche a los ritos de la Sociedad Teosófica Independiente, cuyos miembros nada sabían de su vida privada ni de su secreto; sólo constataban su entrega incondicional al estudio de la tradición y la simbólica.

Silencio.

Caín: “Estábamos dispuestos a defender nuestras ideas con la vida si fuere menester. Nos sentíamos partícipes de un mundo que era el verdadero mundo y nuestra hija una enviada de los dioses. Días después en esa Sociedad nos fue entregada la palabra de paso, que parecía ridícula o lo aparentaba para engañar a los no adeptos. La palabra Beth era el disfraz con que nos revestíamos para engañar a los demonios. Porque la creación comienza con esa letra (Bereshit), que no es la primera sino la segunda del alfabeto hebreo”.

Sintonía del programa.

Voz del Ateneo: Toda esta realidad oculta se trenzaba con sus actividades laborales y sus compromisos familiares y con el interés del protagonista por el mundo de la literatura, que tan bien describe en algunos de los recuerdos que evoca, mientras Raquel sigue con sus labores de traductora y el cuidado de las niñas, pues así es como las reconocen.

Raquel: “Es el mismo ser en tiempo simultáneo”.

Caín: “La primera es la menor, nuestra actual Hannah. La mayor era la futura, la que de aquí a poco reemplazaría a la menor”.

Locutor: Pero empapémonos también del ambiente cultural que recrea Caín y del que se nota conoce muy bien, aunque sin aportarle un sentido trascendental a su existencia, pues lo nuclear es esa otra vida escondida de la que nos va haciendo partícipes poco a poco, sin dejar por ello de asistir a tertulias, eventos sociales con sus hermanos —grandes hombres de negocios— y hasta veladas de baile con tango, donde él y Raquel se marcaban unos pasos bien apasionados. Adentrémonos en esa atmósfera con uno de esos tangos que evoca el protagonista en su relato, titulado “Lunes”.

Pausa Musical. Alfredo de Angelis, “Lunes”.

Voz del público: Para dejar descansar un poco a Caín, os voy a leer un cachito de ese ambiente cultural bonaerense que frecuentaba y que él describe así: “Ese día recibí varios llamados, entre otros el de Julián Marías, discípulo de Ortega y Gasset, al que hacía años había conocido en Buenos Aires. Había leído varios artículos de éste, al que había escrito, quien había llegado a dar unos cursos de filosofía en la ciudad amparado en el prestigio de su mentor, pues el pensamiento de Ortega caló hondo en Argentina; especialmente entre aquellos que pensaban que un filósofo era un ser aparte de la sociedad civil, como sumido en una torre, mientras que con Ortega nos encontramos a un ser mundano capaz de discurrir filosóficamente sobre los temas más diversos sin perder la capacidad de la reflexión profunda y seria acerca de asuntos aparentemente triviales. Ortega además se nos presentó como un ser amable, que conversaba con todo el mundo, hombres y mujeres, especialmente con estas últimas, entre las cuales tenía un éxito notorio. Se reveló también como un gran prosista —lo que Marías intentaba con ahínco— y un hombre dueño de un estilo natural, no rebuscado ni particularmente ocupado en la perfección (que en él venía de fábrica), ni en el rebuscamiento de forzar las oraciones o lograr efectos determinados. Su prosa no era diferente de su oralidad, ni de su gracejo tan madrileño”.

Voz del público: Para acabar confesándonos, después de un larguísimo periplo por los círculos literarios de Buenos Aires, que: “También, más tarde, llegó un momento en que me aburrí de la capital e hice una gira por el norte argentino, que me subyugó”.

Pausa Musical. Los de Jujuy, “Entre dos ríos”.

Voz del Ateneo: Un buen día se decidieron por embellecer también a Hannah la mayor, pues tenía la carita un poco descascarillada y se estaba acercando el momento de sustituir a la pequeña, para lo cual contrataron los servicios de un pariente de la familia llamado Noé que era restaurador y fue conociendo tangencialmente esta vida secreta de la pareja, sin preguntar demasiado y cobrando un buen pisto por sus trabajos. Sin embargo, a partir de aquí, las cosas comienzan a torcerse, al menos eso parece a simple vista…

Voz del Ateneo: Una tarde, Raquel irrumpió en la casa sollozando porque al dirigirse al Registro Civil para intentar inscribir a la niña, la empezaron a increpar y entre medio de insultos, patadas y burlas la echaron de la oficina y llegó al departamento toda descompuesta. Su marido, lejos de tildar dicha actitud de desequilibrada, se las ingenió para que de nuevo el pariente Noé falsificara unas huellas dactilares y, cosa casi milagrosa, lograr así inscribir oficialmente a Hannah como su hija. Es tanta la alegría compartida por la pareja que desde entonces no tienen ningún reparo en salir a la calle con las pequeñas, una sostenida en brazos de la madre y la otra, la mayor, sentada en una silla de ruedas y tapada con una manta para que no se notara tanto su rigidez de maniquí.

Voz del público: Visto de afuera todo esto puede resultar de lo más bochornoso, y múltiples los comentarios despectivos de los que se creen con derecho a opinar. ¡Pobre gente, a dónde les ha llevado su ferviente deseo de engendrar! Pero hay un adentro muy profundo que para ellos es el que da sentido tanto al contenido del huevo como a su cascarón.

Voz del público: Sigo acreditando en las decisiones sin lógica aparente guiadas por una instancia superior.

Voz del público: De pronto pienso que el hilo de este discurso está muy marcado por el tema del Golem, la creación de un ser fruto de las realizaciones espirituales de los operantes, que tanto peso ha tenido en el esoterismo de la tradición judía, o sea en la Cábala.

Voz del Ateneo: Aunque ello comporte la vivencia de situaciones extremas, bordeando el paroxismo que te hunde en el abismo y simultáneamente te catapulta a lo más alto.

Voz del público: Me gustaría leer lo que Caín confiesa acerca de esa revolución interna que lo trastoca: “Una noche que estaba sin sueño y mi mujer plácidamente dormida me dio por sacar a Hannah la mayor a la calle. Me facilitó la cuestión el hecho de que en la torre que habitábamos se subía directamente a nuestra casa, sin pasar por los pisos intermedios, pues se trataba de algo pactado por mi padre con los constructores; únicamente se detenía el ascensor en el piso 6º, donde había sido su oficina comercial, estación que había sido clausurada cuando él murió. Así, yo preparé a la mayor colocándole desde su codo hasta el suelo una muleta ortopédica, y simulando que era coja salí a la calle, me subí a un taxi y le di la dirección de un cabaret al que concurría en mi juventud”.

Pausa Musical. Roberto Goyeneche, “Balada para un loco”.

Caín: “Una vez allí, osadamente, sin refugiarme en una de las mesas oscuras del fondo, me fui a la barra y senté a Hannah en uno de los bancos que había allí dispuestos, ubicándome en el de al lado. Mientras pedía dos whiskies oí como un cuchicheo en una de las mesas y vi por el rabillo del ojo que estaba allí un conocido desde los años mozos; para disimular comencé a darle besos cariñosos a Hannah, a la que había colocado una peluca de color negro y un abrigo del mismo tono para que no me fastidiaran; así pasamos los primeros minutos mientras yo mantenía una acalorada y romántica situación con mi compañera. Pero al cabo de media hora este “amigo” (que también conocía a Raquel) pasó rumbo al baño y me golpeó en la espalda diciendo”:

Amigo: “¡Qué tal hombre!, tanto tiempo sin verte, ché; me han dicho que te has convertido en un ermitaño”.

Caín: “Y como observó algo raro en la actitud rígida de la mujer, se fue retirando hacia su mesa. Mientras yo pagaba apresuradamente la peluca se le escurrió de la cabeza a mi compañera en un momento en que un reflector del show pasaba muy cerca de ella y todo el mundo pudo observar que se trataba de un maniquí de tienda”.

Amigo: “Sí, veo que te has puesto extraño”.

Caín: “Soltó el amigo al pasar por mi lado. Disimulando, yo agarraba con fervor a la supuesta inválida y le besaba su mata de pelo que ya le había colocado de nuevo, contestándole confidencialmente al indiscreto, en voz baja para que ella no me oyera: Tiene cáncer… El barman, que me conocía de antiguo, también oyó mi mentira y mientras yo salía casi corriendo del lugar alcancé a oír que decía”:

Barman: “¡Qué degenerado!, antes no era así”.

Pausa Musical. Roberto Goyeneche, continúa tema “Balada para un loco”.

Locutor: Estamos en Phoenix 33: Hoy dedicado a la novela El Libro del Secreto escrito por Federico Gonzalez Frías y editado por Libros del Innombrable en el año 2009. Son momentos de la vida de Caín en los que se siente un auténtico pervertido, pues incluso llega a tener una erección frente a Hannah la mayor que le obliga a contemplar, mientras las prácticas sexuales con Raquel se intensifican de forma obsesiva y ambos llegan a unas situaciones de agitación y languidez simultáneas que preocupan a familiares y compañeros de la fraternidad.

Voz del público: Los estados alterados de la conciencia pueden ser preámbulos de comprensiones de otro orden.

Voz del público: De infiernos que se abren y te transtornan.

Voz del público: Bocanadas de deseos entremezclados con miedos y angustias.

Voz del público: Espejismos de luces y sombras sin orden ni concierto.

Voz del Ateneo: Imprescindible pasar por todo ello, nombrarlo para trascender esta pesadez de los bajos fondos psíquicos.

Voz del público: Demos la bienvenida al caos, sin dejar de invocar a la luz que ilumina los paisajes de otros mundos del alma entrevistos entre tanta maraña.

Pausa Musical. Carvin Knowles, banda sonora original de la película “El Golem”.

Voz del Ateneo: Es entonces cuando cae providencialmente en manos de Caín un poema de Borges titulado El Golem, que lo pone sobre la pista de esa creación intelectual mediante la combinatoria de las letras del alfabeto hebreo, y comienza a investigar el tema juntamente con Raquel, interesándose en la Cábala, en los textos del erudito Scholem y en la novela de Meyrink titulada igualmente El Golem, que le impresiona sobremanera, llegando a considerar una monstruosidad ese engendro que se pasea por el ghetto de Praga y que una noche sembró el pánico y la destrucción entre los miembros de la comunidad. Aquí leemos un breve extracto de lo que cita Caín en su relato de esa novela.

Locutor: “¿Golem?, he oído hablar mucho de eso. ¿Sabe usted, Zwakh, algo sobre el Golem? —¿Quién puede decir que sabe algo sobre el Golem? contestó Zwakh encogiéndose de hombros. Se le relega al reino de la leyenda hasta que un día sucede algo en una calle que de repente lo resucita. Durante un tiempo todo el mundo habla de él y los rumores crecen hasta lo increíble. Se hacen tan exagerados y desmedidos que finalmente vuelven a derrumbarse debido a su propia incredibilidad. Se dice que el origen de la historia se remonta probablemente al siglo XVI. Cuentan que un rabino creó, según métodos de la Cábala ahora perdidos, un hombre artificial —el llamado Golem— que le ayudará, como su criado, a tocar las campanas de la sinagoga y a hacer todos los trabajos duros. Pero también cuentan que no le salió un hombre auténtico…”

Voz del Ateneo: Hasta el punto que el conocimiento de estos mitos y de la posibilidad de crear un Golem desencadenan en Caín un estado de alteración extrema.

Caín: “Todo ello me produjo un asco y una náusea infinita, y por primera vez me sentí culpable de pertenecer a una comunidad que me pareció abominable, como la judía, que era capaz no ya de pensar sino aun de efectuar tamañas barbaridades, lo que vino a sumarse a mi estado general. Un profundo dolor de estómago me horadaba, mientras inmovilizado no podía articular pensamientos, gestos y palabras. Debo haber pasado así gran parte de la tarde en la oficina, donde pedí no ser molestado por nadie. Finalmente, arrastrándome, casi reptando, me dirigí hasta el baño donde produje una defecación espantosa con olor a sulfuro y a los aromas pútreos más indescriptibles”.

Sintonía del programa.

Voz del público: Tal cual un demiurgo ignorante que necesita pasar por sucios y oscuros caminos antes de salir a la luz de un nuevo amanecer radiante de belleza.

Voz del público: Esto es autoparirse en el secreto, donde tu ser ilusorio agoniza y fenece para reconocerse inmediatamente como la madre, el padre y el hijo divinos.

Voz del público: Exacto, saberse adherido al linaje suprahumano de los cainitas.

Voz del público: Cuando sufres una buena sacudida y todo se tambalea, por fin descubres ese tú inventado al que te aferras por miedo a que no sea verdad, siendo la verdad aquello que espera nacer en otra esfera y que en última instancia surge de la Nada descarnada, capaz de trazar misteriosamente los senderos del mapa de un solo verso, el del Universo que se alumbra en tu seno.

Voz del público: Y ya no eres más ése que busca con desespero al otro para completarse, sino uno que se inventa a sí mismo en sus múltiples máscaras y acepta que jamás llegará a conocer su plenitud contenida en un mundo exento de límites y definiciones.

Voz del público: Hay secretos que por mucho afán en desvelarlos seguirán participando de eso que los hace incomunicables.

Voz del Ateneo: Pero que no falte nunca la doctrina y el símbolo como despertador y mediador para intentar nombrar lo innombrable.

Locutor: Queridos oyentes, nos estamos acercando al clímax de unas vidas en las que la fe, que es certeza y no creencia, está a punto de promover transmutaciones muy reales y frutos inesperados. Está claro que Caín y Raquel siguen ese dictado interno que dibuja los senderos desconocidos de un modelo arquetípico, el del Árbol de la Vida, en su alma; modelo con el que se van identificando paso a paso, pasando así de la ignorancia al conocimiento. Por eso llegan a preguntarse lo siguiente.

Pausa Musical. Boris Savchuk. “The Soul of the Jewish Violin”.

Raquel: “¿Podríamos mediante un rito mágico y espiritual transformar en Golem a nuestras muñecas…?”

Caín: “¿Cuál debía ser esa letra o palabra hebrea? La primera que se nos ocurrió fue la letra Iod y luego el Alef, formado por cuatro Iod, número que era correspondiente a la manifestación universal. Empero, una noche tuve una revelación, según la cual debíamos colocarles la palabra Sod, que quiere decir secreto, y me empeciné en ello pues en la revelación la había visto sobre la frente de ambas escrita en letras de fuego”.

Voz del Ateneo: Siguieron fielmente esos lineamientos, amparados cada vez más por una doctrina que iban penetrando y reconociendo viva y operativa. Pero no grabaron esas letras y nombres en la frente de las niñas, sino en unas esquelas que pusieron en sus manos, mientras proseguían los estudios con el grupo esotérico y sus ritos sexuales. Leyeron el Sefer Yetsirah, Presencia viva de la Cábala de Federico González y Mireia Valls, y a autores como Aryeh Kaplan, Scholem y otros textos de la Tradición Hermética que actuaban en su conciencia, mientras los años pasaban y ellos ya no eran los mismos de antes.

Voz del Ateneo: Incluso dejaron de abrir el sagrario donde habitaban las niñas, y sólo se dedicaban a las especulaciones intelectuales y a la metafísica del lenguaje, dejando de lado esas aspiraciones que les habían llegado a obsesionar. Comprendieron que el Golem era un fruto espiritual capaz de liberar al alma de sus ataduras y conducirla a la reunión con el espíritu.

Locutor: Y aun más, capaz de enlazarla con la cadena áurea perpetuando así la Sabiduría universal en el mundo, sabiduría que no admite propietarios y que se vierte en el corazón dispuesto a recibirla sin condiciones.

Voz del público: Ya sexagenarios, y durante un viaje de Caín a España, Raquel se sintió muy indispuesta y tuvieron que ingresarla en la clínica del hermano médico de Caín. Fueron múltiples los exámenes y frustrantes los resultados, pues nada le encontraban.

Voz del público: Caín regresó de su viaje precipitadamente y muy preocupado por el estado de su mujer, pues jamás había estado enferma, a lo que siguieron unos días con recaídas y un nuevo ingreso en el centro de salud.

Voz del público: Nada de lo lógico se confirmaba. El plan divino seguía rutas imprevisibles.

Voz del público: “Debemos prepararnos para cualquier cosa”, acabó espetándole el hermano médico a Caín cuando Raquel volvió a desvanecerse y la llevaron directamente a cuidados intensivos.

Voz del público: “¿Y no será que la señora está embarazada?”, murmuró una enfermera.

Raquel: “Claro que es eso. Todo han sido señales para ello, y por otra parte nuestros ejercicios sexuales tendientes a la salud y a la eterna juventud, por su propia espiritualidad y siendo encaminados y patrocinados por el Señor, han dado este resultado”.

Caín: “¡Aleluya, aleluya!, grité sin poder contenerme, mientras hincado de hinojos decía: —¡Salve, salve, salve!, bendito y alabado sea el Señor, mientras pensaba que habíamos tardado casi cuarenta años en gestarlo. Los otros galenos se miraban como asombrados, asombro que dejó de ser tal cuando al cabo de algún tiempo de oración entró una enfermera para anunciar”:

Enfermera: “La señora está encinta”.

Caín: “Pero como esto era sorprendente hice mis cálculos y no pude sino recordar las noches de amor, donde el ardor había sido tal que no me extrañó que pese a nuestra edad hubiera resultado preñada”.

Pausa Musical. Leonardo Díaz, “Hallelujah”.

Locutor: Su Golem se había hecho esperar, pero cuando la entrega es total, verdadera, paciente y perseverante, se opera la realización, ya sea a nivel individual o de pareja —como en este caso—, o grupal, si hablamos de una entidad que busca cosmizarse, o sea ser un símbolo del Ser Universal. Aquí y ahora damos la bienvenida al fruto del Amor, al pequeño Benjamín, que nació pasados seis meses y al que su padre le dedica este libro siendo ya muy anciano, donde lo reconoce heredero universal de todos sus bienes materiales y de su secreto más preciado.

Caín: “Son tantas las cosas que he vivido que, sin duda, resultan como soñadas, pero quiero decirte que son perfectamente reales en lo que se refiere a Raquel y a mí, aunque parezcan no creíbles, incluso yo como personaje de estas anotaciones, y aun el medio en que me tocó vivir tan distinto al actual, y que he tratado de describírtelo pese a los achaques de mi vejez.
Agregarte que he titulado a estas memorias El libro del Secreto (Sefer ha Sod) y que éste, el Secreto, no es algo oculto, algo que no se puede decir o un juramento inviolable. No; conocer el Secreto, como el Misterio, es saber que éste existe en sí. Y, por lo tanto, por su propia naturaleza, jamás podrá ser revelado.
Todo esto con un beso de tu padre Caín Negrín, que pese a sus 98 años y con sus recuerdos un poco traspapelados, como te he dicho, sigue siendo, como vos decías, el anciano más joven del mundo”.

Sintonía del programa.

Locutor: Estamos en Phoenix 33: Hoy dedicado a la novela El Libro del Secreto escrito por Federico Gonzalez Frías y editado por Libros del Innombrable en el año 2009. Estimados oyentes, quizás se preguntarán qué fue de las sagradas niñas. Pues Caín da cuenta de ello también en su libro-testamento, diciéndole a su amado hijo que nomás nacer las hicieron incinerar y colocaron sus cenizas en unos jarritos de Sèvres, instando a Benjamín a recordarlas siempre como sus ancestros. Se cumplió el plan divino, como siempre es, aunque uno no se percate, o no quiera aceptarlo y lo niegue con ahínco creyendo así afirmar su identidad.

Voz del Ateneo: Creo que diste en el clavo, este es el tema central del relato, el de nuestra auténtica identidad.

Voz del Ateneo: Que de formas bien extrañas nos va imantando, haciéndonos pasar por indefinidos espejismos de ilusiones que van cayendo por su propio peso y grosería.

Locutor: Lo que facilita la identificación con esa levedad del Ser en sus estados más altos.

Voz del público: Y claro, imprescindible es la alquimia interna, o sea en el mundo intermediario del alma.

Voz del público: Entregarse sin objeciones a las profundas transmutaciones.

Voz del público: Y al rito de morir y renacer días tras día, creando un Golem en cada nuevo mundo conquistado gracias al poder del gesto reiterado.

Voz del público: Son tantos los Golems como las intelecciones que se alumbran en los paisajes desnudos de formas. Creaciones con palabras de poder que conforman el manto del luz con el que se reviste el Misterio.

Voz del público: Que se borran al retirar el velo o al des-escribir lo escrito dejando de nuevo al descubierto el Misterio.

Voz del público: Este es el Secreto de la Identidad, el Misterio.

Locutor: Terminamos con el canto final a Raquel escrito por su amado Caín. Un canto al verdadero amor que hace posible lo aparentemente imposible y que leeremos todos los que hemos participado de este intenso relato. ¡Quién sabe si la insistencia en nuestro ritos grupales producirán también sus mieses espirituales! Les esperamos en un próximo podcast.

Pausa Musical. Martha Psyko, “Corazón de niño”.

Voz del Ateneo: “A Raquel, Ver esos ojos marrones fijos, fijos, en tu cabeza serena, pelirroja y llena de rulos, como te conocí”;

Voz del Ateneo: “acaso esos ojos un poquito colorados y tu directa sencillez”,

Voz del Ateneo: “tal vez a tu pesar, o mirando como a nadie vi mirar”,

Voz del Ateneo: “posiblemente como debe mirarse, sin calificativo ninguno”,

Voz del Ateneo: “porque para enunciarlo habría que inventarlo, adornarlo, o mentir”,

Voz del Ateneo: “y tú blanca, blanquísima, solo mirabas y reías siempre con un dejo de humor y ternura”,

Voz del Ateneo: “como si lo supieras todo”,

Voz del Ateneo: “porque de la mayor parte de las cosas nada hay que aprender;

Voz del Ateneo: “son, como el estar vivo, algo que no se discute”.

Voz del Ateneo: “De hecho, no podré quererte lo que te he querido, sino mucho más, aunque no sé, no sabría hacerlo, pues creo haberte amado más que a nada en mi larguísima vida”.

Voz del Ateneo: “Pardiez, debería decir, pardiez, una exclamación que leí alguna vez en mi literatura infantil y que sigue sin significar gran cosa, como la idea de amar más a quien más has amado”.

Sintonía del programa.



Podcast
NOTAS
1 Todos los entrecomillados del texto pertenecen a la novela de Federico González Frías. El Libro del Secreto. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2009.
Home Page