SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 
 
  [RENE GUENON]
PSICOLOGIA

Capítulo XI
DE LAS PERCEPCIONES ADQUIRIDAS
(resumen mecanografiado)

Entre las percepciones adquiridas, el grupo más importante está formado por lo que llamamos las localizaciones (no confundir con las localizaciones cerebrales que buscan los fisiólogos).

El niño que nace, al comenzar, tiene únicamente sensaciones; es necesario que sus facultades intelectuales hayan adquirido un cierto grado de desarrollo para que pueda llegar a distinguir su propio cuerpo de los otros cuerpos, y con mayor razón sus diversos órganos unos de otros.

La localización, cualesquiera que sean las cosas que se localizan, es exteriorización, objetivación, pero con cierto grado de precisión que no tiene por sí misma la percepción inmediata.

Esta localización consiste en la percepción de un espacio exterior a nosotros, de cuerpos situados en este espacio yuxtapuestos unos a otros y formados de partes igualmente yuxtapuestas unas a otras; consiste también en la idea de que nuestro cuerpo ocupa un lugar aparte entre los otros cuerpos y finalmente en lo que se podría llamar el conocimiento topográfico de nuestro cuerpo.

Lo que localizamos así son en primer lugar las cosas consideradas como causas de nuestras sensaciones, y en segundo lugar los órganos considerados como condiciones de la acción de las cosas sobre nosotros (cosas y órganos se nos presentan como conjuntos de sensaciones).

El primer estadio de la localización es una exteriorización muy vaga todavía, ya que las cosas se nos presentan primero bajo la forma de grupos que flotan en el seno de nuestra propia conciencia; en la medida en que de estos grupos distinguimos la conciencia misma, no distinguimos todavía un "no-yo" sino un "yo" y de lo "mío".

Son estos grupos los que forman el contenido de la conciencia; por otra parte, la idea de lo "mío" contiene en germen la de "no-yo", ya que es la idea de algo que, aun estando en uno, no es sin embargo uno-mismo.

Los cambios que se operan en el contenido de la conciencia deben provocar bastante rápido esta distinción, pues lo que cambia debe evidentemente parecer menos esencial a nuestro propio ser que lo que continua permanente; después la idea de la causalidad, que se despierta rápida en la mente, viene a reforzar la idea de un "no-yo" real, lo mismo que la de un "yo" real.

En efecto, las cualidades sensibles se nos aparecen como si ejerciesen unas sobre otras y como si ejerciesen todas sobre nosotros acciones que no hemos querido, de las cuales no sentimos la causa en nosotros mismos: de ahí a imaginar, si no lo hemos hecho ya, una realidad exterior a nosotros, para explicar estos hechos, no hay más que un paso.

El hecho de que sensaciones que han desaparecido reaparezcan después, debe darnos la idea de cosas que duran, aunque no las sintamos, o sea cosas cuya existencia es independiente de nuestras sensaciones. Es así como poco a poco la idea de lo "mío" deviene la del "no-yo", pero esta transformación no puede ser neta sin la percepción de la extensión de tres dimensiones; es únicamente cuando tenemos la percepción adquirida de la profundidad o de la distancia cuando objetivamos con precisión y de manera definitiva.

Podremos pues designar bajo el nombre de segundo estadio de la localización al período en el que los cuerpos extraños son percibidos como objetos de tres dimensiones, que existen fuera de nosotros en lugares distintos, formados de partes yuxtapuestas y exteriores unas con respecto a otras.

La idea de una tercera dimensión de la extensión permite explicar con bastante claridad un gran número de particularidades de la experiencia sensible.

La extensión de dos dimensiones es sentida a la vez por la vista y por el tacto, y la extensión que es sentida por cada uno de estos dos sentidos es considerada como idéntica a la que es sentida por el otro en razón de la conexión constante o casi constante que presentan estas dos extensiones; por consiguiente, percibiendo una de estas dos extensiones, se creería percibir la otra, lo cual es todavía una sensación adquirida. Hay también que añadir que la extensión de dos dimensiones, tal como la percibimos primero, no está determinada como un plano rectilíneo, ya que la propia idea del plano rectilíneo supone la idea de una tercera dimensión, la de la dirección perpendicular a este plano. No hay pues que decir que al comenzar vemos todos los cuerpos a la misma distancia: en realidad los vemos a ninguna distancia.

Necesitamos ahora buscar cómo puede producirse la idea de una tercera dimensión. Cuando por ejemplo una sensación visual que aparece primero situada a la derecha de otra desaparece después, y luego reaparece a la izquierda, nos vemos llevados naturalmente a pensar que no ha sido suprimida en el intervalo, así pues a suponer que es posible que pase por detrás de la primera: lo cual es la suposición de planos diferentes paralelos entre sí.

La idea de la tercera dimensión es la idea de la dirección perpendicular. Además, tras haber observado la conexión de la extensión vista y de la extensión tocada, y experimentado después la necesidad de haber probado ciertas sensaciones para pasar de sólo la vista de un objeto a la vista y al tacto unidos de este mismo objeto, dado por otra parte que hemos ya percibido movimientos en el plano, tenemos todo lo necesario para constituir la noción de la distancia o de la profundidad.

Hasta aquí, las razones para distinguir nuestro propio cuerpo de los otros cuerpos no están todavía despejadas: es en el tercer estadio de la localización cuando el propio cuerpo es distinguido de los cuerpos extraños, y es sobre todo mediante el tacto explorador que se hace esta distinción.

Cuando tocamos una de nuestras manos con la otra, tenemos una doble sensación, lo cual nos avisa de la existencia de un vínculo especial entre el cuerpo que tocamos y esta conciencia que experimenta a la vez las dos sensaciones.

Lo mismo que localizamos nuestras propias sensaciones en los objetos que contemplamos como su causa exterior, igualmente localizamos las sensaciones que experimentamos en las partes de nuestro cuerpo, en las cuales la experiencia nos revela que son las condiciones de acción de las cosas sobre nosotros.

Si localizamos bastante mal las sensaciones internas, es porque ni el tacto explorador ni la vista, que es la ayuda más preciosa del tacto, pueden servirnos en este caso.

Como consecuencia de acumulaciones de experiencia llegamos a juzgar muy rápido, o sea, en suma, a percibir distancias de todo tipo; y no son éstas nuestras únicas percepciones adquiridas, ya que hay percepción adquirida dondequiera que hay asociaciones que han llegado a ser habituales entre una sensación cualquiera y otras sensaciones.

Una sola sensación que forma parte de este grupo de sensaciones que es para nosotros un cuerpo, puede darnos la ilusión de tener al mismo tiempo las otras sensaciones de este mismo grupo: así, decimos que escuchamos rodar un coche que no vemos, mientras que no hacemos más que escuchar un cierto ruido y que el resto es asunto de recuerdo y de juicio.

Por otra parte, referimos los fenómenos de olor, sabor e incluso de sonido a sensaciones del tacto y de la vista, que consideramos como más esenciales que las otras, porque nos parecen tener un carácter de fijeza que las otras no tienen.

En suma, podemos decir de manera general que la percepción adquirida es la percepción inmediata más asociaciones de ideas y de imágenes.  

Traducción: Miguel Angel Aguirre
 
Capítulo XII
LA EXTENSION Y LA DURACION
 
Presentación
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