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I El Mito de la primera mujer alquimista. María la Hebrea (1) |
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Primer Medallón. María la Hebrea o la Profetisa. Un mito. No hay traza de anécdota histórica –tal cual se entiende hoy día la historia como sucesión cronológica de acontecimientos y gestas parciales y sesgadas de ciertos personajes o grupos de poder–, ni huella alguna de individualidad. Sólo un nombre, María, o Miriam en hebreo. Una antiquísima filiación tradicional que la hace hermana de Moisés, por tanto, entroncada con la tradición judía, aunque su influencia se prolongue hasta los alquimistas alejandrinos del s. III de nuestra era que la reconocen como maestra del Arte alquímico y entre los cuales, Zósimo de Panópolis, la cita y parafrasea en numerosos de sus tratados; de ahí en adelante, muchos serán los sabios del Arte Real que incorporan sentencias de la maestra en sus obras. Su misión tiene que ver con la gran gesta de liberación del pueblo judío –en la que María acompaña a sus hermanos Moisés y Aarón–, así como también con la práctica de la Alquimia, Ciencia Sagrada que tiene sus orígenes míticos en las tierras de Egipto. Sondeando la Biblia, rescataremos el latir de este personaje en los libros más antiguos (sobre todo en el Exodo y en Números) que narran la historia arquetípica de la Tradición Hebrea, rama de la Tradición Unánime; estudiando la literatura sapiencial de la Tradición Hermética –otra rama nacida de ese tronco único– descubriremos las obras (pocas) llegadas hasta nuestros días en las que figura como autora, y los sabios y alquimistas (muchos) que citan las sentencias de María la Judía en sus textos, reconociendo su autoridad espiritual y la certeza de la doctrina que lega. Son numerosos los tratados hermético-alquímicos en los que aparece como la primera mujer alquimista, cuyo paredro masculino es nada menos que el mismo dios Hermes –inspirador y transmisor del Arte Real–, o bien está figurando junto a alguno de los más renombrados filósofos u operantes de esta Ciencia Sagrada. Y su impronta, aunque más velada, continúa viva hasta nuestros días, iluminando la senda de aquellos buscadores del Conocimiento que la saben identificar a lo largo de su peregrinar. Querido lector, de entrada es menester abandonar los prejuicios y programaciones sobre la realidad del mundo, de la historia y la geografía y nacer a otro punto de vista, el que procura la Vía Simbólica, que paradójicamente es tan antiguo y actual como el hombre mismo –y del que sólo el ser humano contemporáneo se ha olvidado o separado–, pero cuyo rescate ubicará cada cosa en el orden que le corresponde del gran concierto universal. Aquí reivindicamos de pleno la vigencia y realidad del mito, el cual evoca
Afirmar que María la Hebrea, hermana de Moisés y maestra de la alquimia, es un mito significa que este personaje revela una serie de pautas esotéricas y de arquetipos universales, los que, reconocidos y vivificados en nuestro interior, devienen un valioso soporte para el Conocimiento y posibilitan la salida del mundo chato y lineal en el que ilusoriamente creemos que se desarrolla nuestra existencia, así como el acceso al no tiempo o eterno presente, la sede del Sí mismo. Precisamente las gestas que se relatan en el Exodo, análogas como veremos al proceso de la Gran Obra que María nos transmite, insinúan a todo aquél que anhele saber "quién es" la posibilidad de empezar a vivir en su cotidianidad bajo un punto de vista totalmente nuevo y extraordinario, muriendo a la ilusión de lo caduco y renaciendo a la realidad liberadora del Ser Universal.
Y todo ello no resta un ápice de validez a lo que este ser legendario y remoto simboliza, sino al contrario, nos confirma que en el comienzo de cualquier Tradición y Ciencia Sagrada –en este caso la Tradición hebrea y la hermética así como la Alquimia en tanto que reveladoras de los arcanos más profundos del Ser–, está siempre presente el arquetipo femenino complementándose con su paredro masculino y resolviendo toda tensión y aparente dualidad en la unidad esencial; y lo que es aún más importante: que por la práctica del rito sagrado, la vivificación de los relatos míticos y la encarnación de los símbolos, el ser humano –y el universo entero– sigue todavía vivo, ya que no es sino la Verdad eterna que todo lo sustenta la que se actualiza en todos estos gestos.
La Gran Obra
Tratándose del Medallón de la que ha venido a llamarse primera mujer alquimista, emprendemos esta investigación recordando los orígenes ontológicos y metafísicos de los textos sagrados revelados en los que profundizaremos, así como de la ciencia cosmológica que nos guiará a lo largo de todo este estudio, lo cual nos hace repetir con Jacob Boehme que
Dando un paso misterioso se sale aparentemente de lo eterno. El No Ser se determina, se polariza y con el tres sienta la triunidad ontológica. La adición de la unidad al ternario origina el cuaternario, y con él la posibilidad de la Creación entera, es decir, el establecimiento del Orden o Cosmogonía. La Alquimia tiene su fundamento y razón de ser en los principios inmutables del Ser Universal, y reconoce que del Pensamiento divino surge la sutil arquitectura del cosmos, como una vibración que se expande de la Unidad a la multiplicidad. El alquimista, entonces, habiendo experimentado esta certeza íntimamente, emprende desde la periferia de la existencia el camino de retorno al Origen, en un viaje contracorriente que lo conducirá desde la manifestación más grosera –que constituye la materia prima de la Obra, y con el soporte de la simbólica ya sea mineral, metálica, vegetal o animal, que siempre pondrá en correspondencia consigo mismo (pues ya sabemos que el ser humano es un microcosmos análogo al macrocosmos)– hasta la fusión con el Espíritu. Su labor se centrará en el mundo intermediario del Alma y en ella es donde se operarán todas las transmutaciones –con extrema delicadeza y separando lo espeso de lo sutil–, a las que seguirá la transformación que culminará en la extracción de la Piedra Filosofal o Elixir de Inmortalidad, haciéndose efectiva la reintegración de lo múltiple en el Uno, o dicho en otros términos, la conquista permanente del estado de conciencia de Unidad.8 Otro paso misterioso devolverá nuevamente todo al seno de la eternidad, de donde en verdad nada salió sino sólo por un juego de espejos. Por paradójico que parezca, este es el juego que toca jugar, y jugándolo llegar a la meta: la metafísica. Adelante, pues, con la partida. Tal como revela cualquier relato cosmogónico todo se origina y sustenta en el Principio uno y único que en apariencia se polariza en un aspecto luminoso, positivo y masculino que se conjuga y equilibra constantemente con otro femenino, negativo y oscuro. Hay diversos símbolos que se refieren a uno y otro cónyuge de esta pareja arquetípica, y justamente el nombre de la mujer de este Medallón nos remite a la faceta femenina. Sabemos que nombrar es velar y revelar simultáneamente la naturaleza interior de la cosa designada. María procede del hebreo Miriam. Las letras de las lenguas sagradas son símbolos portadores de energías fuerza, y en hebreo tienen un valor numérico asociado que también es simbólico y transmisor de esas mismas energías arquetípicas bajo el ropaje de otro código, el aritmético. Las letras que conforman la palabra hebrea Miriam son Mem (40), Resh (200), Iod (10) y Mem final (600); el valor aritmológico de este nombre, obtenido al sumar el de cada una de sus letras, es de 850, y si hacemos la reducción teosófica de esta cifra, 850=8+5+0, obtenemos que su resultado es 13. Precisamente la letra hebrea Mem con la que empieza Miriam es una de las tres letras madres del alfabeto hebreo9, ocupa el lugar decimotercero y simboliza en sí misma al principio femenino del Ser, a la madre y la matriz. Por otra parte, su valor aritmológico es 40, número que como veremos está relacionado con todo ciclo que repite el proceso vida-muerte-regeneración, tan afín a la naturaleza femenina. Además, Mem, Iod y Mem final, letras contenidas en Miriam, es mayim en hebreo, que significa "las aguas", lo que se identifica en su sentido más alto con la Prakriti hindú o con la sefirah Binah del Arbol de la Vida cabalístico, la Inteligencia divina, el principio receptivo e indiferenciado del Ser capaz de contener y albergar en sus aguas primordiales a todos los gérmenes, tanto los que se manifestarán y pasarán a la creación como los que permanecerán totalmente inmanifestados y devueltos a la unidad principial. Esta energía, siendo absolutamente indistinta, contiene en sí el principio de discriminación que operará en el acto creativo. El agua es también símbolo del fundamento y sustento de la manifestación cósmica; asimismo se la relaciona con la fuente de vida y es el medio de cualquier purificación o regeneración. En otro sentido, se hace corresponder con el Alma, es decir, con el mundo intermediario entre el cuerpo y la realidad del Espíritu, y es por ello vehículo y puente entre ambos. Por esta razón, en muchas culturas se utiliza la expresión de "cruzar las aguas" para simbolizar el recorrido iniciático de aquel ser humano que se aventura a la conquista de su verdadera y plena identidad espiritual. Para terminar con estas sucintas ideas evocadas por el término María en hebreo, vemos que la letra que añadida a mayim origina Miriam es Res, la cual representa
Ya sólo el nombre de María-Miriam como símbolo y las correspondencias analógicas que sugiere nos han revelado enseñanzas bien interiores, relacionadas todas ellas con esa corriente femenina, de naturaleza receptiva y pasiva que, surgida de la Unidad primordial, signa todo el despliegue del cosmos, complementándose siempre con la faceta positiva o masculina de la Mónada o Unidad.
Livre d'Artephius
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Georges Aurach. El jardín de las riquezas.
Decíamos al comienzo de esta investigación que María la profetisa está vinculada tanto a la Tradición Hebrea como a la Hermética; cabría preguntarse entonces: ¿Acaso hay dos fuentes y no una sola? ¿Qué estará expresando esta aparente doble filiación, procedencia e influencia del personaje sobre dos grandes tradiciones? Unánimemente, los pueblos y civilizaciones de la tierra acreditan la existencia de una Tradición Primordial depositaria de la Verdad y ubicada en el Centro del Mundo, de la que surgen, como si del tronco de un Arbol único se tratara, innumerables ramas que son las llamadas tradiciones o centros espirituales secundarios, los que expanden a los cuatro vientos esa Verdad única, aunque siempre actualizada bajo su ropaje, en cualquier momento del devenir cíclico. En el lenguaje alquímico que rescatamos en estas páginas, también se expresa de innumerables maneras la idea de una fuente primordial de la que todo mana; he ahí un ejemplo:
Y así como de ese único manantial surgen varios ríos (las diferentes tradiciones), en la alquimia también aparece una diversidad de términos con los que referirse a la Gran Obra, por eso los adeptos advierten:
Por ello aconsejan:
En síntesis, una sola es la Verdad, la raíz, la fuente y el mensaje que de ella fluye, aunque muchas las formas en que se expresa y manifiesta. La Biblia nos dice que la hermana de Moisés nace en Egipto, y esta tierra es, en diversos momentos del ciclo de la presente humanidad, uno de esos centros espirituales secundarios de que hablábamos anteriormente, depositario del legado universal de la Tradición Primordial o Unánime y cuyo mensaje es reactualizado y adaptado por los sabios y sacerdotes de la casta sacerdotal egipcia a las circunstancias espacio-temporales en que vivieron. Es en Egipto donde aparece hacia el año 3500 a. J. C. una gran civilización en la que el dios Thot revela la doctrina esotérica que será el fundamento de la cultura occidental a faraones y sacerdotes, los cuales transmitirán ritualmente estas profundas enseñanzas a los iniciados. No es entonces casual que los pueblos nómadas abrahámicos lleguen desde Canaán a las riberas del Nilo, se instalen allí por un período prolongado y se empapen de las altísimas enseñanzas de los hierofantes egipcios. Todo ello hace que sea precisamente aquí, en Egipto, donde el pueblo caldeo viva una reactualización. Unos siglos más tarde, hacia el I-II d. J. C., Egipto es de nuevo, ahora para todas las regiones bañadas por el Mediterráneo, ese mismo útero primigenio que gestará y alumbrará el mensaje imperecedero de la Tradición Unánime vivificado en esta ocasión bajo el ropaje de la Tradición Hermética. El arquetipo que María representa –surgido de esa fuente primordial– es universal y eterno, por lo que no debe extrañarnos que su simbólica esté presente en toda cultura o civilización, y en el caso que nos ocupa, que irrigue y nutra tanto a la tradición judía vigorizada en Egipto, como posteriormente a la hermética, nacida históricamente en la ciudad de Alejandría en el s. I de la era cristiana. Sumerjámonos en lo que nos dice la Biblia sobre la legendaria hermana de Moisés y al mismo tiempo desgranemos las enseñanzas de la maestra del Arte que fueron recogidas y adaptadas por los alquimistas alejandrinos. En especial nos fijaremos en el libro Diálogo de María y Aros sobre el Magisterio de Hermes que se le atribuye y que ha llegado hasta nuestros días, así como en otros fragmentos de opúsculos alquímicos que citan sentencias de la maestra, entre los que destacamos El Deseo Deseado de Nicolás Flamel y el anónimo titulado Conversación del Rey Calid y del Filósofo Morien sobre el Magisterio de Hermes. Rescatemos las profundas enseñanzas esotéricas de esos relatos, que más allá de una lectura literal o alegórica, nos evocan un caudal simbólico inagotable en el que el mito y el arte alquímico se entrecruzan mágicamente, tal cual lo hacen las dos serpientes del caduceo de Hermes en torno a la vara áurea central, y veremos que tanto a través del proceso alquímico del que María es maestra como por medio del relato bíblico en que ella participa –una gran gesta de liberación– se expresan ideas idénticas que tienen al plano intermediario del Alma14 como protagonista, como mediador y conductor entre la realidad material y grosera y la verdadera y única identidad espiritual. Hay una lectura alquímica en el Exodo y en los demás libros del Pentateuco, así como un éxodo o camino de salida allende el mundo de la psiqué que la práctica de la Alquimia promueve. El fin es idéntico en ambos casos: ya se trate del peregrinaje y llegada a la Tierra Prometida o a la Comarca Suprema tan anhelada por el pueblo judío, o bien de la obtención –a través de la Gran Obra– del Elixir de Inmortalidad o de la extracción de la Piedra Filosofal, todo ello no son más que diversas maneras de expresar el proceso de cosmización del ser humano que culmina en la conquista de la plena Libertad y en la realización de la Suprema Identidad. Quien haya reconocido la llamada interior y emprendido esta senda mágico-teúrgica cuenta con el legado doctrinal inestimable de nuestra querida y ancestral maestra; sólo hemos de realizar una actualización del lenguaje críptico de sus escritos o del de las sagradas escrituras que rescatan su impronta15 para descubrir un mensaje totalmente actual, vivo y dirigido directamente al corazón del ser humano del siglo XXI. Ya hemos visto que el nombre de María nos revela el ciclo que preside la vida-muerte-regeneración impresa en toda manifestación, que en síntesis repite estas fases: la cópula, la concepción, la preñez, el alumbramiento y la nutrición. Asombrosamente, hallamos correspondencias entre estos cinco momentos que presiden el régimen de la transmutación alquímica y la secuencia relatada en el capítulo II del Exodo en sus diez primeros versículos. Juguemos a enlazarlos y a reconocernos en su esencia. Dice el mito que al poco tiempo de nacer Moisés, su madre, al ver que ya no podía ocultarlo a los egipcios, lo puso en una cestilla de papiro que dejó entre los juncos, a la orilla del río Nilo. "La hermana del niño se apostó a lo lejos para ver lo que pasaba". Miriam y Moisés forman la pareja arquetípica que se unirá en sagradas nupcias al inicio de la Gran Obra o del viaje hacia la Tierra Prometida. Leemos en El Deseo Deseado de Nicolás Flamel:
En el tratado alquímico atribuido a la maestra, ésta explica, siempre de manera jeroglífica, que el inicio del proceso está signado por la cópula sagrada de dos principios:
Michael Maier clarifica la simbólica de este apareamiento en el siguiente pasaje:
Una vez consumada la unión en el jardín alquímico del alma, se concibe una nueva posibilidad, pues a decir de la maestra:
Esto es análogo al regreso ad uterum o al retorno a un estado potencial, pura virtualidad; ser una nueva semilla en el seno de las aguas primordiales contenidas en la matriz cósmica, lo que en el Éxodo se visualiza como al embrión de oro (Moisés), abrigado por la cesta (matriz) navegando por la corriente del río Nilo (líquido amniótico). Y tras la concepción, la preñez: el niño alquímico en potencia, Moisés, crece al calor y cobijo de ese receptáculo que filtra y expulsa los desechos y aporta los nutrientes para el crecimiento intrauterino. La maestra expresa también la fase de la gestación en su tratado:
Se acerca el momento del parto. El Exodo refiere que bajo la atenta mirada de Miriam, Moisés es rescatado de las aguas por unas sirvientas de la hija de Faraón. El Moisés humano ya había sido alumbrado (lo que es análogo a decir que el hombre tiene un nacimiento carnal), y el que ahora se recupera del río es el nacido por segunda vez, el que tras morir a la condición profana renace como iniciado virtualmente en los misterios de la vida y la muerte y está en disposición de trascenderlos participando de la Inmortalidad. Moisés, que según la etimología hebrea significa "el salvado o sacado de las aguas", y según su derivación egipcia procede de moses, o en forma más completa del término Tutmosis, es decir, "ha nacido el dios Thot"21, es el prototipo del iniciado por Toth-Hermes, el "hijo de Hermes", el tocado milagrosamente por su áurea varita y que, despierto y consciente de esa energía universal que mora en su interior, decide encarnarla. Mas esa encarnación no hubiera sido posible sin la presencia pasiva del matraz, o de la matriz o athanor simbolizado por Miriam, en quien se abre ahora el canal del parto para alumbrar al nuevo hombre. El recién nacido a la luz de la Verdad necesita alimento, y su hermana
Miriam representa también, como arquetipo de lo femenino, la que procura el alimento orgánico y espiritual que hará crecer al iniciado. Lo que ha sido depositado virtualmente en el corazón del neófito debe ahora desarrollarse, lentamente y por etapas, gracias al sustento que le aporta su propia madre-hermana, símbolos de la doctrina tradicional. La alquimista expresa esta etapa como sigue:
Igualmente Flamel explica esta etapa del proceso como sigue:
Moisés es alimentado por su madre sanguínea y posteriormente por la adoptiva, la hija de Faraón, con lo que se manifiesta que éste recibe tanto el influjo espiritual de la tradición hebrea como de la egipcia. Nos dicen las escrituras:
En este ciclo arquetípico, que signa el inicio de la labor de transmutación alquímica y que habrá de repetirse en los diversos momentos del recorrido iniciático del operante, encontramos siempre a Miriam-María como símbolo del soporte y sustento de la obra, y a Moisés como el iniciado que reconoce todo dentro de sí y que habiendo muerto a su condición profana y renacido a la realidad del Ser, decide entregarse consciente y activamente a realizar lo recibido de forma virtual. En realidad, Miriam y Moisés son las dos energías cósmicas latentes en el interior de la conciencia del alquimista que esperan ser desveladas y casadas en los diversos mundos o planos, dibujando así un mapa de ruta en pos de la efectivización del Conocimiento.
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Julio Pauls
Penetremos aún más en los arcanos de esta Ciencia de la revelación y de la realización espiritual. Otra vez el mito nos guía por su senda misteriosa y sobrenatural: Moisés se refugia durante 40 años en Madián, junto al rey Jetró (representante de la Tradición Primordial) y allí recibe la revelación del Nombre divino, la misión de guiar la liberación de su pueblo y el poder para hacer prodigios. Además conoce en su integridad el secreto del régimen de la Gran Obra. Tres son las señales que la deidad le otorga, análogas a los tres colores (síntesis de las tres etapas de la iniciación) que aparecen en el proceso de cocción alquímico; la primera es convertir su cayado en serpiente y ésta de nuevo en báculo (Obra al Negro, toma de conciencia de los estados inferiores del Ser simbolizados por el reptil que se arrastra por la tierra, y que por la influencia espiritual se endereza de nuevo y tiende a elevarse al cielo). La segunda es que, tras la orden que recibe Moisés de llevar su mano al corazón y volverla a sacar, la ve cubierta de lepra, blanca como la nieve (Obra al Blanco, purga y purificación del alma humana y del alma del mundo, sutilización progresiva), y después de retornarla al corazón se cura completamente. Por último, la divinidad le hace tomar agua del río, y derramándola sobre la tierra, la convierte en sangre (Obra al Rojo, universalización y culminación de la cosmización del Alma, fusión con el Espíritu). Su hermana María también conoce los hitos de este proceso, tal como evidencia esta cita que se le atribuye:
Y tras el atisbo de la perfección y simultaneidad de los misterios de la Iniciación, Moisés retorna a Egipto identificado plenamente con el eje del mundo que simboliza su cayado y reconociéndose el elegido para realizar la unión permanente entre el cielo y la tierra, lo que le hace asumir con vigor y fuerza la función de guiar o conducir a su pueblo hacia Canaán (no por ningún mérito individual, sino por su total apertura a la gracia derramada por el Espíritu que sopla donde quiere y cuando quiere). Del simbolismo de la Unidad que se manifiesta aparentemente dual en la pareja Moisés-María, vislumbramos ahora –con el reencuentro de Moisés con su hermano y su hermana–, la aparición del ternario27 en Aarón-Moisés-Miriam. Esta tríada se vincula con la triunidad de principios ontológicos del ser y con los tres principios de la Alquimia, a saber: el Azufre, masculino y activo, energía representada por Aarón; el Mercurio, aspecto femenino y pasivo, encarnado por María, y finalmente la Sal que los unifica, el principio neutro o equilibrio entre los dos opuestos, representado por Moisés. Ellos tres seguirán dibujando a partir de este instante el itinerario interno hacia la Tierra Prometida, promoviendo la restitución del estado de Hombre Verdadero y aún más allá, la del Hombre Trascendente. Pero no nos precipitemos: el trabajo del adepto, signado siempre por lo milagroso y simultáneo, se realiza conforme al orden cósmico, y sin que ello signifique de ningún modo caer en rigideces o sistemas cerrados, sí se contempla transitar por una vía escalonada, con diversas etapas. Como nos dice Federico González:
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NOTAS | |
6 | Federico González y colaboradores. Revista SYMBOLOS N° 25-26: "Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha". Barcelona 2003, pág. 41. |
7 | Siete Maestros Masones. Cosmogonía Masónica. Ed. Kier. Buenos Aires, 2003, pág. 20. |
8 | Es preciso decir que tanto la cosmogonía como la cosmización o deificación del hombre son simultáneas en el seno del Ser Universal y que sólo nos podemos referir a ellas en términos de "proceso" con el fin de hacer inteligibles estas ideas al hombre que despierta a su aprehensión. La primera signa un recorrido descendente de la Unidad a la multiplicidad; la otra un retorno al Uno experimentado por el hombre como la divinización, y ambas no son sino como las dos caras de una sola moneda. |
9 | Nos dice el Sefer Yetsirah: "Las tres letras fundamentales Shin, Mem, Alef significan: Mem es muda como el agua y Shin sibilante como el fuego, y Alef se encuentra en medio de ellas, como un hálito de aire que las reconcilia." |
10 | A. de Souzenelle. La letra, camino de vida. Ed. Kier. Buenos Aires, 1995, pág. 177. |
11 | N. Flamel. El deseo deseado. Ed. Indigo. Barcelona, 1997, pág. 51. |
12 | Anónimo. Conversación del rey Calid y del filósofo Morien sobre el Magisterio de Hermes. Ed. Indigo. Barcelona, 1997, pág. 44-45. |
13 | N. Flamel. El deseo deseado. Op. cit., pág. 26. |
14 | Sobre el alma nos dice Marsilio Ficino, director de la Academia Neoplatónica de Cosme de Médici: "Si solamente hubiese intelecto y cuerpo en el mundo, pero no alma, el intelecto no sería atraído por el cuerpo (pues es inmóvil en su conjunto y carece de afecto del movimiento, como si estuviese a una distancia lo más lejana posible del cuerpo), ni el cuerpo sería atraído por el intelecto, ya que es inefectivo e inepto en sí mismo para tal movimiento, y muy remoto del intelecto. Así, si un alma conforme a ambos se sitúa entre uno y otro, cada uno es fácilmente atraído por el otro. Somos fácilmente movidos por el alma, en primer lugar y principalmente, porque ella es la primera cosa móvil, móvil desde sí misma y desde su propia acción. Esto es a causa, como he dicho, de que contiene en sí a todos los medios de las cosas, y por ello se halla máximamente cercana a cada una. Está conectada a todas las cosas, en medio de esas cosas que están distantes unas de otras, pues éstas no están distantes de ella. Se conforma a las cosas divinas y a las cosas caídas, se acerca a cada una con su afecto, y es en todas partes idéntica." Marsilio Ficino, Acerca de cómo hacer concordar tu vida con los cielos. En: The Book of Life, Spring Publications, Putnam, CT, USA. Capítulo distribuido en versión castellana por Servicio Difusión SYMBOLOS, Mayo de 2002. |
15 | A veces se trata de señales aparentemente anecdóticas, muy simples, paradójicas o incomprensibles, pero que a la luz del punto de vista que rescatamos, a saber, el esotérico, están cargadas de profundo significado y de altas enseñanzas. |
16 | Op. cit. pág. 16. |
17 | María la judía. Diálogo de María y Aros sobre el Magisterio de Hermes. Muñoz Moya y Montraveta editores. Sevilla, 1994, pág. 27. |
18 | Michael Maier. La Fuga de Atalanta. Ediciones Tuero. Madrid, 1989, pág. 73. |
19 | Op. cit. pág. 29. |
20 | Ibid. pág. 29. |
21 | Etimología referenciada en la Biblia de Jerusalén. Ed. Desclée de Brouwer. Bilbao, 1975, pág. 70 |
22 | Exodo 2, 7. |
23 | María la judía. Diálogo de María y Aros, op. cit., pág. 29. |
24 | Op. cit. pág. 42. |
25 | Hch. 7, 21-22. |
26 | Anónimo. Conversación del rey Calid, op. cit., pág. 48. |
27 | "Para que la dualidad se produzca ha de haber siempre un punto central del que nace la polarización. El tres se corresponde con el triángulo equilátero (símbolo de la triunidad de los principios) y representa a la Unidad en tanto que ella conjuga todo par de opuestos". F. González y colaboradores. Revista SYMBOLOS N 25-26: "Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha". Barcelona, 2003, pág. 73. |
28 | Federico González. La Rueda. Ed. Symbolos. Barcelona, 1986, pág. 104-105. |
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